¿Por qué rezar el
Rosario? Para saberlo, comencemos por conocer el origen de su nombre:
"rosario" significa "corona de rosas", y viene de una
costumbre de la antigüedad, cuando los romanos y los griegos coronaban con
rosas a las estatuas de sus dioses, representando de esta manera,
simbólicamente, el ofrecimiento que les hacían de sus corazones. Las mujeres
cristianas, siguiendo esta tradición, cuando eran llevadas al martirio por los
romanos, marchaban al Coliseo vestidas con sus mejores ropas y con sus cabezas
adornadas con coronas de rosas, como símbolo de la alegría y de la entrega de
sus corazones que con el martirio realizaban a Jesucristo. Luego, al caer la
noche, los cristianos recogían las coronas y por cada rosa, recitaban una
oración o un salmo por el eterno descanso del alma de los mártires.
Con este antecedente,
podemos encontrar aquí un primer sentido espiritual en el Rosario católico:
está compuesto por "rosas espirituales", que son las Ave Marías;
entonces, si los paganos coronaban las estatuas de sus dioses, simbolizando con
eso la entrega de sus corazones a unos dioses que al fin de cuentas, no
existían, nosotros, con las rosas espirituales, no simbolizamos, sino que
entregamos, efectivamente, en la realidad, nuestros corazones, a la Virgen
María, ofreciéndole, con cada Ave María, una rosa espiritual, que significan
nuestros corazones.
Continuando con la
historia del Rosario, fue la Iglesia como institución quien recomendó rezarlo
-recordemos que la Iglesia está inspirada por el Espíritu Santo-, que consistía
en ese entonces en recitar los 150 salmos de David, considerada como una
oración sumamente agradable a Dios y fuente de gracias para quienes la rezaran.
Pero como no todos podían seguir esta recomendación, porque no todos estaban en
condiciones de rezar los 150 salmos, la Iglesia sugirió que los que no supieran
leer, reemplazaran los 150 salmos por 150 Ave Marías, divididas en quince
decenas. A este "Rosario corto", se le llamó "Salterio de la
Virgen". Es el "ancestro", podríamos decir así, del Rosario, tal
como lo conocemos ahora.
¿Cómo
se completó el Rosario actual?
Sucedió
que Santo Domingo de Guzmán, en el año 1214, luego de predicar sin resultado en
una región de Francia dominada por una secta llamada "de los cátaros
albigenses" (creían, al igual que los maniqueos, que había un principio
del bien, espiritual, y otro del mal, material y negaban la divinidad de
Jesucristo), se sintió sin ánimos no solo por la dureza de corazón de los
herejes, sino también por la tibieza de los católicos, por lo que entró en una
profunda desolación espiritual. Oró y ayunó a pan y agua por tres días, al cabo
de los cuales, se le apareció la Virgen, quien le dijo: "Querido Domingo,
¿sabes qué arma quiere usar la Santísima Trinidad para reformar el
mundo?". Santo Domingo le dijo que no lo sabía. La Virgen le dijo
entonces: "Quiero que sepas que, en este tipo de guerra, el arma ha sido
siempre el Salterio Angélico, que es la piedra fundamental del Nuevo
Testamento. Por lo tanto, si quieres llegar a estas almas endurecidas y
ganarlas para Dios, predica mi salterio".
Luego de esta aparición, Santo
Domingo rezó y predicó el Santo Rosario a los integrantes de la secta de los cátaros
albigenses, obteniendo muchas conversiones, pero además, despertó el amor a
Dios entre los católicos tibios. Este fue el comienzo de la tradición del rezo
del Santo Rosario.
Sin embargo, a pesar de este fervor inicial, pronto el rezo
del Santo Rosario comenzó a extinguirse, hasta que en el año 1349, hubo en
Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó "la muerte
negra" en la que murieron muchísimas personas. En ese entonces, el fraile
Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia
donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual la
Virgen, además de pedirle que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo
Rosario, le concede las promesas a quienes rezaran con devoción y de forma
cotidiana el Santo Rosario. El Padre Alan comenzó entonces la tarea de difundir
el Rosario, además de darle la forma que tiene actualmente, con la aprobación
eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la
Iglesia.
Las promesas que la Virgen le hiciera al Padre Alan de la
Roche para quienes rezaran el Santo Rosario con devoción y de forma cotidiana,
son las siguientes[1],[2]:
1. Aquellos que recen con gran fe el Rosario
recibirán gracias especiales.
2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, para destruir los vicios, disminuir los pecados, y para defendernos de las herejías.
4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos del Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesucristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de predilección.
2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, para destruir los vicios, disminuir los pecados, y para defendernos de las herejías.
4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los niños devotos del Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesucristo.
15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de predilección.
Entonces, sabiendo todo esto, surge la pregunta: ¿por qué
no rezar el Rosario? Y ante esta pregunta, viene la respuesta, de parte de una
inmensa mayoría de católicos, que sorprende: muchos dicen que lo no rezan
porque es una oración “aburrida”, “repetitiva”, o “mecánica”, que "no les
dice nada", que "los cansa"; muchos de los que formulan estas
respuestas, sin embargo, o no hacen ningún tipo de oración -el lugar de la
oración lo ocupan la televisión, el celular, la tablet, la Play
Station, o cualquier otro invento-, o reemplazan el rosario por oraciones
provenientes de religiones orientales. Quienes piensan que el Rosario es una
oración "aburrida", "repetitiva", "mecánica", lo
dice sin saber lo que dice; quienes así piensan, no se dan cuenta de que, por
un lado, menosprecian la Sabiduría y el Amor Divinos, que son quienes, por
medio de la Virgen María y de Santo Domingo, dieron a la Iglesia el Santo
Rosario -lo cual quiere decir que no es una oración "inventada" por
los hombres-; además, están privando a la Santísima Trinidad y a la mismísima
Virgen María de hacerles escuchar una melodía suavísima a sus oídos, y es el
Anuncio del Ángel a la Virgen, en el momento en el que le anunciaba, de parte
de Dios, de que iba a ser Madre de Dios Hijo; por último, quienes se niegan a rezar
el Rosario, por el motivo que sea, reemplazándolo ya sea por meditaciones de
tipo oriental -dicho sea de paso, las meditaciones de las religiones
orientales, comparadas con el Rosario, son como comparar un jardín florido con
un desierto árido- o por pasatiempos, no saben el mar de gracias, de dones y de
milagros que se pierden de recibir, puesto que la Virgen, que es
"Mediadora de todas las gracias", está esperando el rezo del Rosario
para derramar las gracias de modo incontenible sobre sus hijos, pero no lo
puede sobre aquellos que, precisamente, se niegan a pedírselas, porque se
niegan a rezar el Santo Rosario.
Para poder darnos cuenta la inmensidad
de gracias que contiene y concede el Rosario, repasemos brevemente su
estructura: está dividido en "misterios", los cuales son fragmentos
del Evangelio, que van desde la Anunciación del Ángel a la Virgen, hasta la
Resurrección de Jesús, pasando por toda su Pasión. Cuando nos fijamos bien, en
realidad, el Rosario no es otra cosa que un "repaso" de la Vida de
Jesús, y este repaso se lo hace por medio de la oración y de la contemplación,
acompañados por la Virgen María e iluminados por el Espíritu Santo. De esto
deriva la inmensidad de su riqueza de gracias.
Luego, queda considerar el tesoro de gracias en el que
consisten las oraciones que forman el Rosario: como sabemos, cada misterio
consta de un Padre Nuestro, de Diez Ave Marías, y de un Gloria.
Cuando rezamos el Padre Nuestro, estamos honrando a Dios
Padre y al mismo tiempo, hacemos actuales todas las peticiones que están
contenidas en esta oración, que es la oración de los hijos de Dios, enseñada
por el mismo Jesús en Persona; con el rezo del Gloria, glorificamos a Dios, Uno
y Trino, a las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad; luego vienen los
diez Ave Marías, que constituyen lo que podríamos decir el "núcleo"
del Rosario, y esto por dos motivos: por un lado, porque es un espacio de
tiempo en el que actuamos nosotros, la Virgen y el Espíritu Santo.
¿De qué manera? Nosotros, de nuestra parte, de la siguiente
manera: en el espacio de tiempo que duran los diez Ave Marías, hacemos una
composición de lugar, es decir, usamos la "imaginación
contemplativa", como diría San Ignacio de Loyola, para contemplar la
escena de la vida de Jesús que hemos enunciado al inicio del misterio del Santo
Rosario -recordemos que el Rosario es un "repaso" de la vida de
Jesús-; de esa manera, meditamos, reflexionamos, con el rezo pausado de las Ave
Marías, acerca de las virtudes de Jesús, ayudados por la Virgen, y así lo dice
Juan Pablo II: "El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de
María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se
desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un
cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica
repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis,
no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su
locuacidad" (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige
un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la
meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón
de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable
riqueza"[3];
por parte de la Virgen, el espacio de tiempo que dura el rezo de los diez Ave
Marías es un espacio de tiempo que usa la "Divina Alfarera" para
moldear nuestros corazones -que tienen que ser humildes, para dejarse modelar
como el barro suave en manos del alfarero; si un corazón es soberbio, se vuelve duro como una roca, y no puede ser moldeado-, de manera tal que la Virgen pueda
ir modelando nuestros corazones para hacer de ellos una copia viviente de los
Sagrados Corazones de Jesús y de María; el Espíritu Santo, a su vez, actuará a
través de la Virgen, otorgando las gracias necesarias y oportunas, que nos
llegarán siempre y solo a través de la Virgen, y con mucha mayor facilidad y
rapidez a través del Rosario, puesto que la Virgen es "Mediadora de todas
las gracias" y el Rosario es, a su vez, la oración que más le agrada a la
Virgen; esto nos hace ver que, si no rezamos el Rosario, las gracias que tiene
pensado concedernos el Espíritu Santo, muy difícilmente nos lleguen, porque es
el mismo Dios Uno y Trino quien ha dispuesto que las gracias nos lleguen a
través de la Virgen y a la vez, si queremos agradar a la Virgen, la oración que
más le agrada, es el Rosario, porque la saludamos con la oración que más le
gusta, y porque meditamos en la vida de su Hijo, para ser como Él, y porque le
ofrecemos nuestros corazones para que Ella los moldee a imagen y semejanza de
los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Y ésta es la finalidad última del rezo del Santo Rosario;
para esto es que la Santísima Virgen, siguiendo las instrucciones de la
Santísima Trinidad, se le apareció a Santo Domingo de Guzmán y le indicó el
rezo del Santo Rosario como el arma que la Santísima Trinidad elegía para
salvar las almas: que los corazones, por la recitación pausada de las Ave
Marías, los Padre Nuestros y Glorias, y por la meditación y contemplación de
los misterios de la vida de Jesucristo, obrando la Virgen en los hombres
otorgando las gracias necesarias, bajo el influjo del Espíritu Santo, convirtiera
sus corazones en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de
María, y de esa manera fueran "luz del mundo y sal de la tierra" (Mt
5, 13-16), en un mundo cada vez más a oscuras y cada vez más alejado de Dios.
En ninguna otra oración, de ninguna
otra religión, se conceden tantas gracias, tantos dones, tantos regalos del
cielo, en tan poco tiempo y con tan poco esfuerzo, como con el rezo del Santo
Rosario, y es por eso que da pena escuchar a tantos católicos excusarse, con
motivos banales, para no rezar el Rosario, o para hacer oraciones
pertenecientes a otras religiones, como las meditaciones budistas, las
meditaciones del yoga, las meditaciones de las religiones indigenistas o
ancestrales, porque comparadas con el Rosario, son como un grano de arena
comparados con cientos de miles de millones de universos estrellados.
De nuestra parte, que Dios nos dé la gracia de jamás
reemplazar la nada y el vacío de las religiones orientales y el vacío de
internet y de la televisión, por los misterios insondables de la vida del
Hombre-Dios Jesucristo, contemplados en los misterios del Santo Rosario y por
la riqueza de la gracia donada e infundida a través de la Mediación de María
Santísima, Nuestra Señora del Rosario, en nuestros corazones. Si los antiguos
paganos, que al menos tenían la virtud de la religión, creyendo en dioses
inexistentes, colocaban coronas de rosas a sus dioses como símbolos de la
entrega de sus corazones, nosotros, por el contrario, entregamos la corona de
rosas espirituales, el Rosario, y con cada corona, nuestro corazón, a la Virgen
María, nuestra Madre del cielo, y no entregamos simbólicamente nuestro corazón,
sino que se lo entregamos realmente, para que la Virgen tome posesión de ellos
y los convierta en imágenes y copias vivientes de los Sagrados Corazones de
Jesús y de María, objetivo primero y único del rezo del Santo Rosario.
Propósito: consagración
de la familia a la Virgen y rezo del Rosario en familia una vez a la semana.
[1] Bendiciones
del Rosario
1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.
1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.
[2] Los beneficios del Rosario
1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
[3]
Juan Pablo II, Rosarium
Virginis Mariae, 12.
Hermoso y motivador
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