Mostrando entradas con la etiqueta conversión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta conversión. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de mayo de 2022

Una asombrosa historia de conversión a través de la Medalla Milagrosa

 


Claude Newman y su conversión en el corredor de la muerte.

Una de las historias más asombrosas ligadas a la intercesión de la Virgen María a través de la llamada Medalla Milagrosa es la de Claude Newman, un condenado a muerte que habría asegurado haber visto a la Virgen mientras esperaba su ejecución en el corredor de la muerte y, sin tener ninguna cultura religiosa, se vio transformado profundamente por el encuentro. Sucedió en 1944 en Estados Unidos y difundió la historia quien sería el confesor del detenido, el padre Robert O´Leary (1911-1984).

Claude Newman, de raza negra y familia pobre, nació en 1923 en Arkansas. Su padre se fue con el niño y su hermano mayor cuando tenía 4 años, alejándolos de la madre. Los crió la abuela, Ellen Newman. Cuando Claude tenía 16 años, la abuela se casó con un hombre llamado Sid Cook, que pronto se reveló como una persona violenta que maltrataba a la mujer. Pronto se separaron. Pero en 1942 el joven Claude esperó al maltratador Sid en su casa y le disparó. Después le robó y huyó a casa de su madre en Arkansas. Claude cometió el crimen con 19 años.

En enero de 1943, Claude fue detenido por las autoridades y devuelto a Vicksburg, Mississippi, donde confesó su crimen y fue condenado a morir electrocutado. La primera fecha prevista, el 14 de mayo de 1943, fue aplazada y la ejecución se pospuso para el 20 enero de 1944.

Compartía celda con otros cuatro prisioneros. Claude notó que uno de ellos llevaba una medallita al cuello y le preguntó qué medalla era esa.

El otro preso era católico, pero según parece desconocía la historia de la medalla o estaba de mal humor y no quería hablar de ella. Molesto por la pregunta se quitó la medalla y la tiró a los pies de Claude. “¡Tómala!”, le dijo. Claude la observó durante un rato y se la puso al cuello, aunque no tenía ni idea de qué representaba.

Se trataba de la medalla popularmente conocida como Medalla Milagrosa, también llamada a veces Medalla de la Inmaculada Concepción, originada en las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré en el siglo XIX.

Esa noche, mientras dormía, Claude notó que le tocaban la muñeca y despertó. Vio entonces, según  había dicho al padre O’Leary “la mujer más guapa que ha creado Dios”.

Al principio sintió miedo. No entendía qué estaba viendo.

Entonces la hermosa mujer le dijo: “Si quieres que yo sea tu Madre, y tú quieres ser mi hijo, haz llamar a un sacerdote de la Iglesia católica”. Y con estas palabras, la imagen desapareció.

Claude, alterado, empezó a gritar “¡un fantasma, un fantasma!” y pidió insistentemente que se llamase a un sacerdote.

Así las autoridades llamaron a O´Leary en la mañana tras la visión. Claude pidió recibir formación en la fe católica, y también los otros presos, asombrados por el testimonio de su compañero.

El padre O´Leary enseguida vio que el nivel del joven Claude era mínimo. No sabía leer y sólo distinguía un libro del derecho o del revés si tenía fotografías. Nunca había ido a la escuela. Sabía que había un Dios, pero casi nada más. No sabía, por ejemplo, que Jesús era Dios hecho hombre.

Poco después, dos religiosas que visitaban la prisión para impartir el catecismo a mujeres presas se acercaron a conocer a Claude y escuchar su historia. Después de muchas semanas, llegó el día en que el padre O’Leary se preparó para hablar a sus catecúmenos de la confesión. Allí estaban también las dos religiosas.

Bien, muchachos, hoy voy a enseñaros acerca del sacramento de la confesión.

Claude interrumpió diciendo:

Eh, yo eso me lo sé. Nuestra Señora me dijo que cuando nos confesamos no nos arrodillamos ante un sacerdote, sino que nos arrodillamos ante la Cruz de su Hijo. Y que si de verdad nos duele haber pecado y confesamos nuestros pecados, la sangre que su Hijo vertió desciende sobre nosotros y nos lava, librándonos de todos los pecados.

El padre O´Leary y las religiosas se quedaron sin saber qué decir. ¿Cómo podía saber todo eso Claude, y explicarlo así?

Ey, no se enfaden, no se enfaden, no era mi intención molestar – dijo Claude pensando que los había ofendido de alguna manera.

No estamos enfadados, Claude. Estamos sorprendidos. ¿Has vuelto a verla? – planteó el sacerdote.

Venga un momento aparte, lejos de los otros –propuso Claude.

Y a solas le dijo al sacerdote:

Ella me dijo que si usted dudaba de mi palabra o se mostraba dubitativo, yo debía recordarle que usted, cuando estaba en Holanda en 1940, le hizo un voto que todavía no ha cumplido.

Y el Padre O´Leary explicaría después que "Claude entonces me detalló exactamente cuál era ese voto”. Más adelante se supo que la promesa que el sacerdote había hecho en Holanda consistía en levantar una iglesia en honor a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. O’Leary no lo consiguió hasta 1947, y esa iglesia sigue en pie hoy en Clarksdale, Mississippi.

Otra escena similar se dio una semana después, con O’Leary y las religiosas presentes. Claude pidió permiso para explicar lo que la Señora le había revelado sobre la comunión, y habló así:

Nuestra Señora me dijo que en la comunión yo sólo veré lo que parece ser un trozo de pan. Pero me contó que en realidad eso es verdadera y realmente su Hijo, y que Él estaría conmigo como estuvo con ella antes de nacer en Belén. Me dijo que debía dedicar mi tiempo, como ella hizo durante su vida, a estar con Él, amándole y adorándole, dándole gracias, alabándole y pidiéndole bendiciones.

Claude fue bautizado y recibido, con sus compañeros, en la Iglesia católica el 16 de enero de 1944. Lo bautizó el mismo padre O’Leary y la hermana Bena Henken fue su madrina. Se registró en una parroquia católica cercana a la prisión que, como era costumbre entonces, era de feligresía exclusivamente negra.

Su ejecución estaba prevista para cuatro días después: a las 00:05 del 20 de enero de 1944.

Cuando el sheriff Williamson explicó a Claude que tenía derecho a expresar una última petición en esos últimos días de vida, respondió:

Mis amigos, y los carceleros, estáis conmovidos. Pero no lo entendéis. No voy a morir, sólo este cuerpo morirá. Voy a estar con Nuestra Señora. De modo que me gustaría hacer una fiesta. ¿Daría usted permiso al Padre O´Leary para traer pasteles y helado y autorizaría que los prisioneros de la segunda planta vinieran a la sala principal para que todos podamos estar juntos y celebrarlo?”

La fiesta se celebró, todos se divirtieron y después, por petición de Claude, se realizó una hora de oración por el alma del condenado a muerte y sus compañeros. Juntos recitaron las Estaciones del Viacrucis.

Sin embargo, en el momento establecido no se produjo aún la ejecución: llegó un aplazamiento del gobernador, de dos semanas. Cuando se enteró Claude, empezó a llorar, pero no de alegría como cabría esperar. “¡No lo entendéis! ¡Si hubiérais visto el rostro de Nuestra Señora y mirado a sus ojos, no querríais quedar en este mundo otro día más. ¿Qué he hecho yo de malo en estas últimas semanas para que Dios me niegue dejar este mundo?”

Cuando se calmó, O’Leary le dio la comunión y una idea se iluminó en su interior. ¿Podía ser que Dios quisiera que Claude ofreciese su sufrimiento por alguien, por el preso James Hughes? Se trataba de un preso blanco que odiaba a Claude por su conversión y su fe. Hughes había matado a un policía y también él estaba condenado a muerte. Además, su vida era un reguero de inmoralidades, incluyendo incesto con sus hijas. Aunque Hughes fue educado como católico de niño, ahora rechazaba a Dios y todo lo cristiano.

"Quizá Nuestra Señora quiere que tú ofrezcas este sacrificio de tener que esperar dos semanas a estar con ella por la conversión de Hughes. ¿Por qué no le ofreces a Dios cada momento en que permanecerás separado de tu Madre del Cielo por la conversión de este prisionero, para que no esté separado de Dios por toda la eternidad?”, planteó el sacerdote a Claude. El preso accedió a hacerlo así, y el sacerdote le enseñó unas palabras para verbalizar su ofrecimiento. Lo mantuvieron en secreto entre ellos dos, un regalo íntimo para la Virgen.

Pasaron las dos semanas, 14 días de oración y sacrificio por Hughs. Y el 4 de febrero de 1944 finalmente Claude fue ejecutado en ese cruel instrumento que es la silla eléctrica.

“Nunca había visto a nadie ir a la muerte con tanta alegría y felicidad. Incluso los testigos y los periodistas que cubrían la ejecución estaban asombrados. Dijeron que no podían entender cómo alguien podía sentarse en la silla eléctrica y al mismo tiempo irradiar felicidad”, explicó luego O’Leary.

La noticia de la ejecución de Claude fue publicada en el periódico Vicksburg Evening News el 4 de febrero de 1944. Las últimas palabras dirigidas al Padre O´Leary fueron: “Padre, le recordaré. Y siempre que tenga una petición, pídamelo y yo se lo pediré a la Virgen.

Tres meses después, el 19 de mayo de 1944, tocaba ejecutar a Hughes. “Era la persona más vil, la más inmoral con la que me he cruzado jamás. Su odio hacia Dios y hacia todo lo espiritual era inefable” , había declarado O’Leary sobre él. No dejó que ningún sacerdote le visitase en la celda. Cuando el médico le propuso que al menos se arrodillase y rezase un padrenuestro antes de que llegase el sheriff, Hughes le escupió en la cara.

Lo ataron en la silla eléctrica.

Si has de decir algo, hazlo ahora -avisó el sheriff.

Hughes empezó a blasfemar con grosería. Pero, súbitamente, dejó de hablar, sus ojos se quedaron fijos en una esquina de la sala y su rostro adoptó un gesto de terror. Con un grito horrible bramó:

Sheriff, ¡tráigame un sacerdote!

O´Leary estaba allí, porque la ley de Mississippi ordenaba que un agente de pastoral estuviera presente, pero se ocultaba entre los periodistas porque Hughes había asegurado que blasfemaría más si veía algún cura. O’Leary se acercó al condenado, hizo salir a todos y lo escuchó en confesión. Explicó que había abandonado la fe católica a los 18 años, detalló sus numerosos y graves pecados, expresó fervor y arrepentimiento. Y O’Leary le dio la absolución y se retiró.

Entonces se acercó el sheriff y preguntó a Hughes:

 Hijo, ¿qué te hizo cambiar de opinión?

¿Recuerda a ese hombre llamado Claude, al que yo tanto odiaba? -respondió Hughes al sheriff-. Bien, estaba ahí de pie [y señaló el lugar], en la esquina. Y detrás de él con una mano sobre cada hombro estaba la Santísima Virgen María. Y Claude me dijo: ´He ofrecido mi muerte en unión con Cristo en la cruz por tu salvación. La Virgen ha obtenido para ti la gracia de poder ver el lugar que ocuparás en el infierno si no te arrepientes´. He visto mi lugar en el infierno, y por eso he gritado.

Después de esta explicación, James Hughes fue ejecutado como estaba estipulado.

Esta es la historia tal como ha circulado más ampliamente, que se basa en lo que el padre O’Leary grabó en un programa de radio en los años 60, ya jubilado, y que el autor John Vennari transcribió y publicó por escrito en el número de marzo de 2001 del "The Catholic Family News".

Por: Pablo J. Ginés | Fuente: Fundación Cari Filii / Religión en Libertad


viernes, 13 de mayo de 2022

Las Apariciones de Fátima confirman la fe de la Iglesia en la existencia del Infierno como lugar de castigo eterno para los impenitentes

 



Muchos malos católicos, entre ellos, sacerdotes y laicos, niegan verdades de fe cuando enseñan el Catecismo, por el falso escrúpulo de no “traumatizar” o “escandalizar” a los que reciben la formación catequética. Pero entonces, ¿qué podemos decir de la Virgen María, quien fue Ella la que llevó a los niños al Infierno, para que tuvieran una experiencia mística del mismo? Es decir, la Virgen no les habló simplemente del Infierno, sino que los llevó a ese lugar y los hizo contemplar su horror. Si la Virgen hace esto, nosotros no podemos, de ninguna manera, omitir la enseñanza de la Iglesia acerca de esta verdad de fe.

Dentro del contexto de las Apariciones, el 13 de julio de 1917 la Virgen de Fátima mostró a los tres pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta, en la Cova da Iria (Portugal), una visión del infierno que muestra las trágicas consecuencias que trae la falta de arrepentimiento y lo que espera en el mundo invisible a quienes no se convierten[1]. Esta visión, mostrada en la tercera de las apariciones de Fátima, dio a conocer a los pequeños un secreto en tres partes. En la primera parte del secreto, donde el infierno fue mostrado, Nuestra Señora les dio a los niños una manera de ayudar a otros para que no se condenen: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”. La Virgen les enseña a los niños a hacer sacrificios y a rezar para precisamente evitar que los pecadores caigan en el Infierno.

En el libro La verdadera historia de Fátima del P. John de Marchi, se relata cómo el padre de la pastorcita Jacinta, Ti Marto, presenció lo ocurrido en Cova da Iria aquel día. Recordó que “Lucía jadeó de repente horrorizada, que su rostro estaba blanco como la muerte y que todos los que estaban allí la oyeron gritar de terror frente a la Virgen Madre, a quien llamaba por su nombre. Los niños miraban a su Señora aterrorizada, sin palabras, e incapaces de pedir socorro por la escena que habían presenciado”. Tiempo después y a petición del obispo de Leiría, Sor Lucía describió cómo fue la visión: “Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: ‘Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”.

Luego, después de la visión, María les indicó una oración esencial para ayudar a los pecadores: “Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita Misericordia”. El P. de Marchi señaló que los niños comprendieron por qué la Virgen de Fátima pidió orar y hacer sacrificios por los pecadores. “Haz esto”, decía la Señora. “Es una cosa grande, buena y amorosa, y agradará a Dios que es Amor”.

A partir de la visión del Infierno, los niños comprendieron que sus oraciones y sacrificios tenían una enorme importancia para salvar almas y evitar que cayeran en ese lago de fuego. A partir de entonces, rezaron constantemente, todos los días, haciendo sacrificios y penitencias por las almas de los que no se convierten a Cristo, de los que faltan a Misa por pereza, de los que viven en el pecado en cualquiera de sus formas.

Además de la visión del infierno del 13 de julio de 1917, el mensaje de la Virgen de Fátima indica que se debe orar el Rosario todos los días, hacer sacrificios y orar por los pecadores, practicar la devoción de los 5 primeros sábados de mes en honor del Inmaculado Corazón de María, y la consagración personal también a su Inmaculado Corazón.

Esta visión del Infierno nos confirma la enseñanza bimilenaria de la Iglesia de la existencia de ese lugar de castigo, nos enseña que ese lugar no está vacío, pero nos enseña también que, por amor a esas almas, debemos rezar el Rosario, hacer penitencia y consagrarnos al Inmaculado Corazón de María, para que las almas no se condenen eternamente en el Infierno, sino que se salven y vayan al Reino de los cielos, junto con Jesús y María.

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

Las Apariciones y enseñanzas de Nuestra Señora de Fátima

 



         En el año 1917 se produjeron una de las más grandiosas apariciones de la Madre de Dios en la historia de la Iglesia. Estas apariciones estuvieron precedidas por las apariciones, a su vez, de un Ángel, quien se presentó a sí mismo como “El Ángel de la Paz” y también “El Ángel de Portugal”.

         Estas apariciones nos dejaron numerosas enseñanzas:

         Por un lado, el Ángel les enseña a adorar la Presencia Sacramental de Jesucristo en la Eucaristía, dictándoles dos oraciones de adoración a Jesús Sacramentado y enseñándoles en la práctica cómo adorar con el cuerpo, postrándose él mismo, el Ángel, ante Jesús Eucaristía. Una de las oraciones del Ángel dice así: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os  pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”. La otra oración que les enseña el Ángel es: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. Estas oraciones, profundamente eucarísticas, mantienen su plena vigencia, hoy más que nunca, debido a las innumerables profanaciones y sacrilegios que sufre, día a día, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y es por eso que es muy conveniente rezar estas oraciones en las Horas Santas, en la Adoración Eucarística al Santísimo Sacramento del altar.

         Por otra parte, la Virgen les proporciona numerosas enseñanzas a los Pastorcitos:

         El rezo del Santo Rosario y su importancia para la conversión de los pecadores; la existencia del Infierno, haciéndolos participar, místicamente, de la realidad del Infierno, al llevarlos al Infierno y hacerlos contemplar cómo las almas de los condenados caían en el lago de fuego y fluctuaban como “copos de nieve”: al respecto, la Beata Sor Lucía describe así la experiencia del Infierno: “Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: ‘Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”. Luego, después de la visión, María les indicó una oración esencial para ayudar a los pecadores: “Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita Misericordia”.

Además, la Virgen les enseña el valor del sacrificio, de la penitencia, de la mortificación y del ayuno, como vías de crecimiento en santidad personal y también para la conversión de las almas más necesitadas de la gracia de Dios, los pecadores: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”; también les advierte acerca del peligro del Comunismo y de cómo este régimen satánico, despiadado y ateo habría de “propagar sus errores por todo el mundo”, tal como sucedió y tal como está sucediendo en la actualidad: desde que se implementó en Rusia por medio de una sangrienta revolución, el Comunismo ha esparcido el ateísmo, la violencia y la lucha de clases por todo el mundo, provocando desde entonces hasta ahora un genocidio de más de ciento cincuenta millones de muertos, sin contar los cuatrocientos millones de muertos provocados por la política del “hijo único” aplicado por el gobierno comunista chino durante treinta años.

La Virgen les enseña también a rezar el Santo Rosario y les enseña la devoción del rezo del Rosario reparador, el cual se reza durante cinco sábados, los primeros sábados de cada mes, meditando en los misterios del Santo Rosario y acompañando este rezo con el deseo de un profundo cambio de vida, haciendo un completo examen de conciencia, confesando los pecados y recibiendo la Sagrada Comunión, todo para reparar las ofensas que se realizan al Inmaculado Corazón de María y también al Sagrado Corazón de Jesús.

No debemos creer que las Apariciones de Fátima son cosa del pasado: estas apariciones, importantísimas para la vida espiritual y de la Iglesia, son atemporales, en el sentido de que abarcan todos los tiempos y por lo tanto son actuales y mucho más en nuestros días, en los que se atenta cotidianamente contra la Sagrada Eucaristía y contra el Inmaculado Corazón de María y también contra la vida humana por nacer, por medio de la inicua e infame ley del aborto. Hoy, más que nunca, es necesario recordar las Apariciones de la Virgen en Fátima y aplicar, con todo el corazón, sus invalorables enseñanzas celestiales.

viernes, 13 de abril de 2018

Nuestra Señora del Valle y la verdadera devoción



         En el transcurso de los tiempos, la devoción a la Virgen del Valle se ha ido desvirtuando hacia un aspecto meramente exterior, descuidando la esencia de lo que significa, para el alma, la aparición de la Madre de Dios en su vida. Muchos  piensan que son devotos de la Virgen porque precisamente, acuden a la basílica en peregrinación todos los años; o porque tienen una imagen de la Virgen del Valle en sus casas; o porque fue bautizado en su día; o porque en la familia sus ancestros eran devotos de la Virgen. No está mal ser devoto por estos motivos, pero si nos quedamos en esta devoción exterior solamente, nos convertimos en lo que San Luis María Grignon de Montfort llama “devotos exteriores de la Virgen”. Esta clase de devotos ejerce una devoción falsa –la que se detiene en el homenaje externo a la Virgen-, aunque ellos no lo piensen así, porque una devoción de esta clase no conduce a la conversión interior. ¿Por qué? La razón es que la verdadera devoción a la Virgen, según San Luis María Grignon de Montfort, conduce a la conversión del corazón, lo cual significa apartar el corazón de la tierra, del mundo, de las pasiones y elevarlo al Cielo, al Reino de Dios, al deseo y a la práctica de las virtudes naturales y sobrenaturales. Es decir, la verdadera devoción a la Virgen –en este caso, la Virgen del Valle- lleva a que el alma desee vivir en gracia, viviendo los Mandamientos de la Ley de Dios, obrando la caridad y luchando contra sus propias pasiones y malas inclinaciones. De nada sirve ser un devoto exterior de la Virgen, es decir, contentarse con peregrinar a la basílica una vez al año, si estamos a favor del aborto, del uso de anticonceptivos, del alcohol; de nada sirve tener una imagen de la Virgen en casa, si ante las dificultades, problemas y tribulaciones, en vez de acudir a la Virgen como un niño acude a su madre cuando está en dificultades y en vez de rezar el Rosario –la oración que más agrada a la Virgen- se acude a los enemigos de Dios y de la Virgen, los brujos, los magos, los chamanes, que invocan a los demonios. De nada sirve ser devoto exterior de la Virgen, si el único día que acudimos a Misa es en el día de la Virgen, mientras descuidamos por años e incluso décadas, tanto la Confesión sacramental como la asistencia a la Misa dominical de precepto, porque es allí, en la Confesión y en la Misa, en donde encontramos al Hijo de María, que es todo lo que la Virgen quiere de nosotros.
         Honremos a la Virgen del Valle no solo exteriormente, sino además interiormente y el mejor homenaje que podemos hacerle, no solo en su día, sino todos los días del año, es el propósito de emprender, con la ayuda de la gracia, una sincera y definitiva conversión del corazón. Y así la Virgen estará verdaderamente contenta con nosotros, porque un corazón convertido está unido a su Inmaculado Corazón y al Sagrado Corazón de Jesús.

jueves, 26 de octubre de 2017

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya



Historia de la devoción.[1]

En el año 79 de la era cristiana ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya, ubicada en el sur de Italia. En esa ciudad, la aristocracia romana acudía para pasar tiempo de recreo y fue allí en donde fue sorprendida por la súbita destrucción, ocasionada por la lava del volcán, que cayó de improviso sobre toda la ciudad.
A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de esas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no se habrían de celebrar misas en la capilla, y descubrió además, con mucha pena, que muy pocos de los católicos seguían firmes en la fe. Es decir, muchos católicos, a pesar de haber sido bautizados y de haber recibido los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, vivían en realidad como paganos, porque no se confesaban, no rezaban, no asistían a misa el día del precepto, el Domingo, y además rendían cultos a ídolos falsos. Esto suponía, como se dio cuenta el Beato, que muchas almas estaban en peligro de eterna condenación, porque quien no se confiesa no puede subsistir ante la tentación y cae en pecado mortal y quien muere en pecado mortal, se condena irremediablemente en el Infierno.
Confirmando sus temores, una noche, el Beato Longo vio en sueños a un amigo suyo que había fallecido años atrás; en el sueño le dijo: “Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. Es decir, a través de su amigo que se le apareció en sueños, la Virgen confirmaba lo que el Beato había presentido, que las almas estaban en peligro de eterna condenación, por eso es que su amigo le dice: “Salva a esta gente”, y salvarla, quería significar que no había que salvarlas de crisis existenciales, ni de crisis económicas, sino del verdadero peligro, frente al cual los más grandes peligros de la tierra son nada, y es el peligro de la eterna condenación. Pero en el mismo sueño, la Virgen le da al Beato el arma espiritual con la cual esas almas habrían de salvarse y era el Santo Rosario, por eso es que su amigo le dice en sueños: “Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. A partir de entonces, el Beato Bartolo Longo comenzó un gran apostolado en favor del Rosario, haciendo traer de Nápoles muchos Rosarios para repartir y difundiendo además el modo de rezarlo. Pero no solo se dedicó a propagar el Rosario, sino a construir el lugar en donde habría de ser rezado, y es así que el Beato inició la tarea de reparar la capilla y de construir el actual santuario. Allí empezó a acudir la gente para rezar el Rosario, cada vez en mayor número.
En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. La obra fue puesta sobre el altar del Templo, comenzando a obrar la sagrada imagen, desde entonces y hasta el día de hoy, innumerables milagros.
El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.

         Significado espiritual de la devoción.

         Por un lado, en la historia de Nuestra Señora de Pompeya vemos el amor de la Virgen por sus hijos, aún los más pecadores, aun los que más alejados están de Dios, porque Bartolo Longo era sacerdote satanista, estaba al servicio del Demonio, y aun así, la Virgen le concede la gracia del arrepentimiento, de la conversión y del regreso al Único y Verdadero Dios, Cristo Jesús, lo cual indica que no importa cuán alejado de Dios esté el alma, siempre la Virgen lo amará y lo buscará, como Madre amorosa que es, para conducirlo por el camino del arrepentimiento y del regreso a su Hijo Jesús. El satanismo, así como el esoterismo, el ocultismo, la brujería, la hechicería, son los pecados más graves de todos, porque el alma adora al Príncipe de las tinieblas, el Demonio, en vez de adorar a Dios Uno y Trino. El alma que practica estas cosas, cree que no le sucederá nada, pero no se da cuenta que está atrapada en las garras del Demonio, de las cuales es imposible escapar con las solas fuerzas humanas o angélicas. Solo Nuestro Señor Jesucristo y su Madre, María Santísima, pueden librarnos de las garras del Ángel caído, y de no mediar una intervención sobrenatural, el alma se condena irremediablemente. Esto es lo que sucede a quienes brindan culto supersticioso a ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, porque detrás de estos ídolos se encuentra el Demonio en persona. La historia del Beato Bartolo Longo es un rayo de luz y de esperanza para quienes, habiéndose entregado de lleno a las prácticas del satanismo, del ocultismo, de la magia, de la brujería, de la superstición, pueden sin embargo escapar del dominio del Demonio, con tal de que respondan a la gracia de la conversión que concede la Virgen, Mediadora de todas las gracias. Pero no solo es rayo de esperanza para quienes se han entregado a estas prácticas oscuras, sino también para todo pecador, porque el centro de la devoción es el rezo del Santo Rosario y el Santo Rosario es un camino fácil y rápido para lograr el objetivo de esta vida, que es la santidad, porque por el Santo Rosario, la Virgen configura los corazones de quienes lo recitan, en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Entonces, como devotos de Nuestra Señora de Pompeya, propongámonos rezar el Santo Rosario, la oración que más le agrada a la Virgen y por la cual obtenemos la gracia de la conversión y de la configuración a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Nadie puede decirse verdadero devoto de Nuestra Señora de Pompeya, sino reza el Santo Rosario, todos los días de su vida.

        
        



[1] Cfr. http://www.corazones.org/maria/rosario_pompeya.htm

jueves, 1 de diciembre de 2016

Novena a la Inmaculada Concepción 2016 3


         Para poder sacar provecho espiritual de las Apariciones de la Virgen a Santa Bernardita, como la Inmaculada Concepción, es necesario repasar brevemente los hechos centrales de una de las más grandes manifestaciones marianas de todos los tiempos.
         El día Jueves 18 de febrero de 1858, luego de que Santa Bernardita le ofreciera papel y una pluma para que le escribiera su nombre, la Virgen le habla a Santa Bernardita y le dice: “No es necesario” y añade “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”[1].
         El día Miércoles 24 de febrero la Virgen dice: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores!”. Acto seguido, le da un ejemplo de cómo hacer la penitencia que con tanta insistencia pide: “¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”.
         El día Jueves 25 de febrero, la Virgen le dice a Santa Bernardita que haga dos cosas que, a los ojos de los demás, parecieran no tener sentido y, sobre todo, provocan la humillación de Santa Bernardita. No será más que la explicitación del modo de hacer penitencia, pidiendo por la conversión de los pecadores. Dice así Santa Bernardita: “(la Virgen) me dijo que fuera a beber a la fuente […] no encontré más que un poco de agua fangosa. Al cuarto intento, conseguí beber; me mandó también que comiera hierba que había cerca de la fuente, luego la visión desapareció y me marché”. Como es lógico, la muchedumbre –unas trescientas personas- que se había congregado a causa de las apariciones, le hace notar a Santa Bernardita aquello que es de sentido común: que alguien que haga lo que hizo ella, no pareciera estar en sus cabales: “(la gente le dice) ¿Sabes que la gente cree que estás loca por hacer tales cosas?“, Bernardita sólo contesta, “Es por los pecadores”. En todo esto, no debemos olvidar que Nuestro Señor Jesucristo fue humillado infinitamente más en la Pasión, y que la humillación que sufrió Santa Bernardita, no es sino una participación a la humillación de Jesús en la Pasión, humillación a la que todos los cristianos estamos llamados a participar, por el mismo fin: la conversión de los pecadores.
El día Jueves 25 de marzo, la Virgen revela su nombre: “Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: “Soy la Inmaculada Concepción”.
De acuerdo a esto, podemos decir que el mensaje que la Virgen dio en Lourdes se puede resumir en los siguientes elementos:
El cielo confirma, por la aparición de la Virgen, la verdad que había sido declarada por el Magisterio cuatro años antes por Pío IX, acerca de la Inmaculada Concepción, presentándose así también la Virgen como Madre y modelo de pureza para la humanidad, lo cual es sumamente vigente en estos días, en los que la inmoralidad no solo es universal y generalizada, sino que se la reclama como “derecho humano”.
La Virgen realizó innumerables curaciones físicas y espirituales, como signos que nos llaman a convertirnos a su Hijo Jesús.
La Virgen se revela a Santa Bernardita, una niña cuasi-analfabeta, pero humilde y con un alma pura, confirmando así que Dios “exalta a los humildes y rechaza a los soberbios” y que “oculta sus secretos a los grandes del mundo, al tiempo que los revela a los más pequeños.
La Virgen nos enseña que esta vida no es un “paraíso”, ni que estamos aquí para disfrutar o para pasarla bien; además, que el hecho de que se le aparezca a un alma, no significa que esa alma no pasará tribulaciones y que todo en su vida será un lecho de rosas; por el contrario, afrontará pruebas y tribulaciones aún más fuertes que antes, pero la Virgen no la dejará desamparada. Dice San Bernardita que la Virgen le dijo así: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro”. En otras palabras, la Virgen nos advierte acerca de la imperiosa necesidad de configurar nuestras almas a Cristo crucificado, y que el paraíso no está en esta tierra, sino en el cielo, por lo que es un grave error, para el cristiano, pretender vivir sin la Cruz en esta vida, único camino al cielo.
En todas las apariciones la Virgen vino con su Rosario, con lo cual nos quiere hacer ver la gran importancia de rezarlo, para pedir y obtener gracias de todo tipo.
En estas apariciones, la Virgen nos hace ver la importancia de la oración, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello), además de transmitir un mensaje de misericordia infinita para los pecadores –casi todo lo que la Virgen pide, como la penitencia, la mortificación, el Rosario, es para la conversión de los pecadores- y del cuidado de los enfermos.
Por último, en las apariciones de la Inmaculada Concepción se puede notar la necesidad imperiosa de la conversión –puesto que es una condición indispensable para la salvación- y la confianza inquebrantable en Dios, que aunque pueda permitir tribulaciones en esta vida –a Santa Bernardita no se le ahorró ninguna en esta vida terrena, e incluso donde más sufrió humillaciones fue en la vida religiosa-, es porque desea que ingresemos a la vida eterna completamente purificados y en gracia, de manera de poder gozar de su visión beatífica por toda la eternidad.




[1] http://forosdelavirgen.org/534/nuestra-senora-de-lourdes-francia-11-de-febrero/

viernes, 14 de octubre de 2016

La Virgen de Fátima, el baile del sol y nuestra conversión


         El día 13 de octubre de 1917 se caracterizó no solo por ser la última aparición pública formal de la Virgen de Fátima[1], sino por la realización de uno de los milagros más espectaculares de la edad moderna, conocido como el “Milagro del Sol”[2], un prodigio realizado por María Santísima, en el que el sol, entre otras cosas, pareció dirigirse velozmente hacia la tierra, como si fuera a impactar contra ella. Muy pronto, se elevaron voces en contra del milagro, aduciendo argumentos tan endebles como, por ejemplo, la “histeria colectiva”; sin embargo, debido a que los testigos del evento fueron entre unas 30.000 y 100.000 personas, el ya de por sí endeble argumento de la histeria colectiva se vuelve imposible. La razón por la cual había acudido tan grande multitud, es porque los videntes habían anunciado que al mediodía la Señora realizaría un gran milagro.
Además, el fenómeno, que duró aproximadamente diez minutos, fue relatado como absolutamente cierto por parte de la totalidad de la prensa atea y anti-clerical, que habían acudido ese día para desacreditar a los Pastorcitos y las apariciones.
¿Cómo sucedió el extraordinario suceso? Según una multitud de testigos, ese día llovió de modo considerable –las ropas estaban mojadas y el suelo convertido en barro-, luego de lo cual, desaparecieron las nubes de tormenta, para dar paso al sol. Ahora bien, este último lucía mucho más apagado que lo norma, pues se presentaba, más que radiante, como siempre, como un disco opaco, que giraba en el cielo. Al mismo tiempo que giraba, lanzaba luces multicolores al paisaje, la gente, y las nubes circundantes.
Luego sucedió algo que llenó de terror a los asistentes a Cova de Iria: en un momento determinado, en medio de la danza multicolor, el sol comenzó a dirigirse, zigzagueando, hacia la tierra, dando la impresión de que en pocos segundos se estrellaría contra nuestro planeta, lo cual provocó gritos de angustia y terror ante la inminente catástrofe. Sin embargo, se detuvo pocos segundos después, regresando a la normalidad Se informó que también zigzagueaba hacia la tierra y volvía a su posición normal. Todos los testigos coinciden en un hecho curioso, que confirmaría la inmediatez del sol con la tierra:  informaron que sus ropas -previamente mojadas a causa de la lluvia- se volvieron repentina y completamente secas, además de secarse también el barro que la lluvia había producido como consecuencia de las precipitaciones. Según comprobaron muchos investigadores, no hubo ni un solo testigo que negara “el visible prodigio del sol”.
Descartadas las versiones laicistas que intentaban negar lo evidente, con argumentos poco menos que irrisorios, y confirmado el evento extraordinario por los testimonios coincidentes de miles de personas que asistieron al prodigio, el “Milagro del sol”, realizado por la Virgen para que los escépticos de las apariciones de Fátima tuvieran pruebas ciertas de que las apariciones era verdaderas, el hecho se convirtió, hasta el día de hoy, en uno de los más grandes milagros del cielo, comparables solo a los milagros producidos por el Hijo de María Virgen, Jesús, el Hijo de Dios.
¿Qué significado espiritual podemos encontrar en este fabuloso milagro?
Ante todo, debemos decir que a la Virgen, Dios le ha concedido la participación en su omnipotencia  por lo tanto, tiene el poder participado de Dios para hacer “bailar” al sol, tal como sucedió en Fátima. Pero si la Virgen hizo este milagro, no fue para que solamente comprobáramos su poder: fue para certificar y confirmar, con un milagro de esta naturaleza, que las apariciones de Fátima –y, por lo tanto, su mensaje-, eran verdaderas  y provenían del cielo. La Virgen es Reina de cielos y tierra y, como tal, tiene el poder de hacer bailar al sol, como muestra de que lo que nos avisa en Fátima es verdad. Pero también tiene un poder mayor, y es el de suplicar a Dios por nuestra conversión, para que Dios nos dé las gracias necesarias para que nuestros corazones se conviertan al Sol de justicia, Jesucristo, y es a través de sus manos maternales que estas gracias nos llegan, al ser la Virgen “Medianera de todas las gracias”. Y lograr la conversión de nuestros corazones, como puede hacerlo la Virgen, Omnipotencia suplicante y Mediadora de todas las gracias, es un milagro inmensamente más grande que hacer que el sol baile. En otras palabras, la Virgen puede hacer un milagro infinitamente mayor que hacer bailar al sol, y es que nuestros corazones hagan un movimiento inverso al del sol en el milagro, es decir, que se dirijan desde la tierra , a toda velocidad, hacia el Sol de justicia, Jesucristo.





[1] El 13 de octubre de 1930 fueron aprobadas oficialmente como sobrenaturales las apariciones de Fátima por el Obispo de Leiría.
[2] http://forosdelavirgen.org/71034/una-explicacion-de-lo-que-sucedio-en-el-milagro-del-sol-de-fatima-2013-10-19/

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Nuestra Señora de Guadalupe


         Todo en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe nos habla del cielo: la imagen en sí misma, el mensaje de amor celestial que le transmite a Juan Diego, y la conversión masiva de indígenas luego de la aparición, conversión que no se explica por otra causa que no sea la sobrenatural.
         Nos habla del cielo la imagen en sí misma, impresa en la tilma de Juan Diego, puesto que posee características que hacen imposible su origen terreno, como por ejemplo, el material con el cual está hecha la imagen, o el hecho de que se encuentre literalmente flotando sobre la tilma y no aplicada sobre esta; la tilma, el soporte en donde se encuentra la imagen, permanece inexplicablemente sin alteraciones a pesar de haber transcurrido siglos desde la impresión de la imagen; todo esto, sin contar los innumerables prodigios, signos y mensajes contenidos en la imagen, como por ejemplo, que la Virgen tenga rasgos indígenas, lo cual significa que todos los hombres, sin importar su raza, son creación de Dios y que Dios quiere que todos se salven y por eso envía a la Virgen a buscarlos, para llevarlos al cielo; el hecho de que la Virgen esté embarazada, significa que Ella es la celestial Portadora del Verbo de Dios humanado, Cristo Jesús, que viene a dar su Vida eterna a quien lo reciba con fe y con amor; y como estos, muchísimos otros signos y mensajes ocultos que sorprenden a quien contempla la impresión de la tilma de Juan Diego.
         Nos habla del cielo el mensaje maternal dirigido a Juan Diego y, por su intermedio, a todos nosotros; se  trata del mensaje de amor materno de una Madre celestial, la Virgen, que ama a Juan Diego con un Amor sobrenatural, celestial, y por lo tanto incomprensible, inagotable, eterno. Las palabras de la Virgen a Juan Diego –y por lo tanto a cada ser humano- resuenan en lo profundo del corazón de cada hombre, porque están impregnadas del Amor Divino y porque están pronunciadas por el Amor Divino, que habla a través de la Virgen: “¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?”. “Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente. ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (…) Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te preocupe con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por seguro que ya sanó”. Las amorosas palabras de la Virgen de Guadalupe, dichas a Juan Diego, son las palabras del Dios Amor, dichas a toda la humanidad, a todo hombre de todo tiempo y lugar, y por eso las tenemos que tomar como dichas a cada uno en particular.
         Por último, nos habla del cielo la conversión masiva de indígenas, producida luego de la aparición: mientras hasta la aparición las conversiones eran escasísimas, debido a que el paganismo antropofágico estaba firmemente arraigado en los habitantes del lugar, luego de la aparición de la Virgen de Guadalupe, se calcula que se convirtieron en masa más de ocho millones de mexicanos.

         En nuestros días, vemos que se cierne sobre la humanidad toda una sombra siniestra, mucho más peligrosa que en tiempos de Juan Diego, y es la sombra del ateísmo, del gnosticismo, del neo-paganismo, que ha envuelto a la humanidad entera. Y como Juan Diego, también nosotros nos sentimos débiles e insignificantes, por lo que le pedimos a la Virgen que Ella haga que nuestros corazones sean otras tantas tilmas, en donde se imprima su celestial imagen y que así como le habló a Juan Diego, también nos hable a nosotros y a nuestros hermanos al corazón, para que escuchando su dulce voz materna y dejando de lado toda preocupación mundana, nos convirtamos a su Hijo Jesús, “el Único Dios Verdadero por quien se vive”.  

domingo, 12 de mayo de 2013

El mensaje de Nuestra Señora de Fátima



         Lejos de ser piadosas imaginaciones de niños devotos, como generalmente se las considera, las apariciones de la Virgen en Fátima tienen mensajes importantísimos para la humanidad; tan importantes, que de su cumplimiento dependen la felicidad temporal y eterna de los hombres.
Para dimensionar su importancia, es necesario considerar los pedidos que hace la Virgen en sus apariciones en Fátima. La Virgen María pide, principalmente, lo siguiente: Oración, Penitencia, Conversión y Reparación, además de hacer una severa advertencia a toda la humanidad: advierte que, de no cumplir con estos pedidos, la humanidad enfrentará graves consecuencias temporales –la Segunda Guerra Mundial y los estropicios y calamidades de la Rusia comunista-, pero sobre todo, eternas, al mostrarles el infierno, lugar adonde se dirigen los pecadores empedernidos.
La Virgen pide Oración, y dentro de todas las oraciones, especialmente el rezo del Santo Rosario. Les dice así en la aparición del 13 de octubre de 1917: “Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo (…) que recen todos los días el Santo Rosario”.
La Virgen en Fátima pide Penitencia, como modo de expiar los pecados y de demostrar arrepentimiento por los pecados del mundo. En la aparición de mayo, “Lucía les dice los nombres de bastantes personas que quieren conseguir salud y otros favores muy importantes; Nuestra Señora le responde que algunos de esos favores serán concedidos y otros serán reemplazados por favores mejores. Y añade: “Pero es muy importante que se enmienden y que pidan perdón por sus pecados”. En su relación con Dios, el hombre debe dejar de ver a Dios como si fuera un “empleado de mostrador”, al que solo va a pedirle lo que necesita; Dios quiere entablar una relación de amistad personal, pero como Dios es Bondad y Amor infinitos, el hombre debe desterrar la malicia de su corazón, por medio de la oración y la penitencia, y es esto lo que quiere la Virgen.
También les pide lo mismo el ángel de Portugal, en una de sus apariciones, en donde les dijo expresamente que hicieran penitencia (o sacrificios). Al encontrarlos jugando, les dice: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!’. ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté. ‘De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal”.
La Virgen en Fátima pide Conversión, puesto que los hombres, además de ofender a Dios continuamente con nuestros pecados, no damos señales de querer orientar el corazón hacia Dios, cambiando de vida para vivir la vida de la gracia, que es en lo que consiste la conversión. Dice así Sor Lucía, narrando la aparición de octubre de 1917: “Y tomando un aire de tristeza la Santísima Virgen dijo estas sus últimas palabras de las apariciones: QUE NO OFENDAN MAS A DIOS QUE YA ESTA MUY OFENDIDO”. Lucía afirma que de todas las frases oídas en Fátima, esta fue la que más le impresionó. La falta de conversión se ve en el vivir continuamente en el pecado, sin querer salir de él.
La Virgen en Fátima pide Reparación, según lo dice en la aparición del 13 de mayo: “La Santísima Virgen continuó diciéndoles: ‘¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen y ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?’ -Sí, Señora, queremos y aceptamos. Con un gesto de amable alegría, al ver su generosidad, les dijo: ‘Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de Dios los fortalecerá y asistirá’.
Además, como modo de reparación, la Virgen pide la devoción de los cinco primeros sábados, que consiste en la confesión sacramental y la comunión eucarística. También el Ángel les dice algo parecido: “Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”. Además, también como oraciones de reparación, el Ángel les enseña dos oraciones: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” y postrándose ante la Eucaristía y el cáliz con la Sangre de Jesús: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”.
Finalmente, la Virgen advierte acerca del incumplimiento de los mensajes contenidos en las apariciones, y esta advertencia la da con la visión del infierno a los tres pastorcitos: “La Virgen abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo: - ¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Pero si no una propaganda impía difundirá por el mundo sus errores y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán aniquiladas. Pero al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Al mostrarles el infierno, la Virgen nos quiere hacer ver que los pecados tienen gravísimas consecuencias si no hay arrepentimiento, conversión, reparación y oración.
Las ofensas a Dios y la falta de deseos de conversión, sobre todo entre los católicos, es lo que hace que la Virgen en Fátima se haya mostrado “triste”, según declaraciones de Sor Lucía.
La consagración a la Virgen, y el propósito firme de iniciar la conversión y vivir la vida de la gracia, por parte del cristiano, alivian la tristeza y el dolor del Inmaculado Corazón de María, al tiempo que anticipan su triunfo final.

sábado, 25 de junio de 2011

Los elementos de la imagen de la Virgen de San Nicolás



La imagen de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás tiene diferentes elementos simbólicos, con los cuales nos habla desde el cielo:

En sus manos sostiene el Rosario, y está en actitud de ofrecerlo; con esto nos quiere indicar que el Rosario es la vía de unión con Dios, puesto que con esta oración, nos acercamos a Ella, y Ella nos acerca a su Hijo Jesús, y en Jesús, tenemos acceso al Padre y al Espíritu Santo. Es un fuerte llamado a la oración, sobre todo del Rosario, como vía de unión íntima con Dios Trinidad, y como vía de conocimiento y de amor de su Hijo Jesucristo, porque con el Rosario, Ella nos enseña, en secreto, a ser como su Hijo.

En sus brazos sostiene a su Hijo, Dios encarnado; nos indica que Ella es la Medianera entre nosotros y Dios, el cual, siendo tan poderoso, tan majestuoso, tan sublime, provocaría en nosotros terror, pues nos consideraríamos indignos de estar delante suyo. Pero al venir como Niño sostenido en brazos de su Madre, Dios oculta, por así decir, su omnipotencia, y se nos hace más accesible, al tiempo que la Madre del Niño, la Virgen, con su dulzura maternal, es la garantía para nosotros de que Dios es Amor infinito y quiere encontrarse con cada uno de nosotros. Además, Dios Hijo en Persona está sostenido por los brazos de la Virgen, y esto nos da una idea del poder y de la fuerza de la Virgen María: Ella lleva en sus poderosos brazos a Dios, por lo tanto, no le será difícil llevarnos también a nosotros en sus brazos. El hecho de que la Virgen nos ofrezca a su Hijo Jesús, es un fuerte llamado a la conversión, porque no podemos acercarnos a Dios con un corazón no convertido.

La Virgen, con sus brazos abiertos, porque sostiene al Niño y al Rosario, nos ofrece también su Corazón Inmaculado, para que nosotros nos consagremos a Ella y así, refugiados en su Corazón Purísimo, seamos moldeados a imagen y semejanza de su Hijo. Su Corazón es como un horno ardiente de caridad, que nos inflama en el amor de su Hijo; es también cátedra y Trono de Sabiduría, en donde aprendemos la imitación de Cristo; es Arca de salvación, en donde estamos a salvo de la ira de Dios, merecida justamente por nuestras maldades, por nuestras frialdades, por nuestras indiferencias, por nuestros pecados. En ningún lugar se siente el niño pequeño, más a salvo, que en el Corazón de la Madre.

Por el mismo motivo, por ofrecernos su Corazón, nos ofrece su maternidad: Ella viene a buscarnos porque es nuestra Madre, porque Jesús nos la regaló al pie de la cruz. Todos los cristianos tenemos el honor y la dicha inmerecida de ser hijos de la Madre de Dios, y en Ella, hermanos de Dios Hijo, y si somos hijos de una misma Madre, entonces entre nosotros somos hermanos espirituales, hermanados con un lazo más fuerte que el lazo sanguíneo, la gracia de la filiación divina.

Todos los bautizados somos hermanos en Cristo, lo cual significa que no nos puede ser indiferentes el destino de nuestros hermanos, y es así como tengo el deber de rezar por mi hermano, sobre todo el más alejado de Dios, y de ayudarlo, material y espiritualmente, al más necesitado. La Virgen en San Nicolás nos llama entonces a vivir la fraternidad que se ha iniciado ya en nuestro bautismo, pero que no la vivimos por lo general, porque nuestros hermanos de bautismo a menudo son vistos como seres extraños, y nos son indiferentes. La Virgen nos llama a re-descubrir esta hermandad bautismal, y a vivir la comunión fraterna entre sus hijos.

Por último, la Virgen está calzada con sandalias, en actitud de caminar, de ir hacia delante. Eso significa que sus hijos, nosotros, consagrados a su Corazón Inmaculado, armados con el Rosario, hermanados en Cristo, buscando de imitar a su Hijo, debemos salir en misión, para buscar a todos aquellos que no conocen a Dios, a todos aquellos que están extraviados, y perdidos en las tinieblas del materialismo, del hedonismo, del consumismo.

Como hijos de la Virgen, estamos llamados a vivir nuestro ser hijos de Dios y de la Virgen, y por lo tanto, nuestra vida tiene que ser más espiritual, más desapegada de tantas cosas inútiles, vanas y superfluas, que no nos conducen a Dios, y aún más, nos dificultan el acceso a Él, porque se interponen entre Él y nosotros como un muro infranqueable. La Virgen en San Nicolás nos llama a la misión, a la búsqueda de los hermanos que se han alejado, que viven en la indiferencia, en la oscuridad, alejados de Dios, pero no podremos atraerlos al redil, si no rezamos, si no nos consagramos a Ella, si no vivimos en gracia, si no hacemos sacrificios, ayunos y mortificaciones, si no buscamos la conversión.

La misión implica la búsqueda de la conversión, y la oración pidiendo la gracia de convertirnos cada día, para que el día de nuestra muerte, abramos los ojos a la feliz eternidad en Dios Uno y Trino.