viernes, 29 de enero de 2010

Madre de Dios, Madre de Luz[1]





María da a luz en la noche, en un oscuro establo de Belén. Sólo la luz de la luna y de las estrellas, más la lumbre de un pequeño candelabro, alumbran la escena en la cual el Hombre-Dios viene al mundo. La noche, producto de la ausencia de luz del sol, es símbolo de otra noche y de otras tinieblas, mucho más oscuras y temibles, la noche que oscurece los corazones de los hombres.
María da a luz en la noche, pero lo que da a luz María no es sólo un simple niño humano: tiene forma y cuerpo humano, llora, balbucea, tiembla de frío como un niño humano, pero no es sólo un niño humano: ¡Es Dios! ¡Ese Niño, que llora y tiembla de frío, ese Niño, que busca con sus bracitos y sus manitas la dulce protección de su amada Madre, es Dios! ¡Ese Niño, que apenas puede ver a su Madre en las penumbras de la noche y en las sombras del establo, es Dios! ¡Ese Niño, que casi no puede distinguir entre las penumbras y la débil luz de la candela del establo, es Dios! ¡Y la Virgen es su Madre!
Pero, ¿no resulta una paradoja que, si ese Niño es Dios, deba nacer envuelto en la oscuridad? ¿Acaso Dios no es luz? ¿Acaso ese Niño, nacido de la Virgen Madre, no es el Cordero del Apocalipsis? ¿Y el Cordero del Apocalipsis, no es la luz de los cielos: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la alumbren, pues la gloria de Dios le dio su luz, y su lumbrera es el Cordero” (cfr. Ap 21, 23)? ¡Sí, este Niño, que nace en la oscuridad de la noche es la luz de la Jerusalén celestial!
Pero notemos también que si este Niño, que es luz, nace de María Virgen, es porque su Madre también es luz: la Virgen es luz, está inhabitada por la luz, por la luz del Espíritu Santo, la Persona-Amor de la Trinidad.
María es Madre de Dios, pero también es Madre de Luz, porque su Hijo es luz, y Ella también es luz, porque está inhabitada por la misma luz que es su Hijo y su Espíritu.
¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, ilumina al mundo con la luz divina de tu Hijo amado!
¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, ilumina las almas con tu Hijo crucificado!
¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, iluminaste al mundo en Belén, dando nacimiento a la luz del mundo, tu Hijo Jesucristo!
¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, continúas iluminando al mundo engendrando en tu seno virgen, el altar, a la luz del mundo, Jesús Eucaristía!
¡Oh milagro asombroso, divino esplendor salido del Padre: en Belén nació de María Virgen, el Niño Luz, Dios hecho Infante, para iluminar las tinieblas de la tierra, y en la Iglesia Virgen, nace, de su seno purísimo, el Dios Niño, Luz hecha Pan de Vida eterna, que ilumina a las oscuras almas de los hombres para que vayan al cielo!

[1] Cfr. Liturgia Armenia, Oda para las fiestas de la Virgen.

jueves, 28 de enero de 2010

El Ángel anuncia a la Niña




Teje la Niña, su bordado alegre de suaves colores.
Teje la Niña, y mientras teje canta un dulce canto. Una brisa ligera, acompañada de sol, entra en la habitación de la Niña Linda que teje su canto de amor.
Y con la brisa entra el Ángel de Dios, que se arrodilla con respeto y amor ante la Niña y su esplendor.
Es Dios quien envía al espíritu angélico; es Dios quien envía a su mensajero, para darle a la Niña Hermosa la noticia alegre que la llena de alegre estupor.
“Serás Madre de Dios, Niña Virgen, porque Dios te ama con su Amor infinito, con su Espíritu bueno de infinita bondad. Te ha elegido, Flor de Israel, por tu encanto y tu hermosura, para ser Madre del Emmanuel”.
El Lirio de los cielos, la Niña de Yahvéh, da su “Sí” al Amor del Padre y recibe en su seno virgen al Dios Inaccesible.
La Niña Virgen da su “Sí” al Amor del Padre, el Ángel ante la Encarnación del Verbo adora en silencio y se retira, la pequeña habitación se llena de luz, el Verbo Inmaculado entra en el cuerpo humano y descansa, arrullado por el tierno canto de cuna de la Niña Virgen y Madre.
La Niña, Virgen y Madre, con el Verbo acunado en su seno virgen, teje escarpines, y mientras teje, canta una canción de cuna.