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jueves, 15 de agosto de 2024

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

 



         

En la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, la Santa Iglesia Católica celebra el fin de la vida mortal de la Madre de Dios y el inicio de su vida gloriosa en el Reino de los cielos, hecho que se conoce como “Asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los cielos”, siendo definido como dogma por el Papa Pío X .
Lo que sucedió en la Asunción de María Santísima fue que, en el momento en que la Madre de Dios debía partir de este mundo al otro, en vez de morir, la Virgen se durmió -por esta razón, en las iglesias católicas de rito oriental a esta fiesta se la denomina como la “Dormición”, porque se “durmió”- y su alma santísima, que estaba colmada de gracia por un doble motivo, por ser Ella la Llena de gracia al estar inhabitada por el Espíritu Santo y también por haber sido concebida sin la mancha del pecado original, derramó sobre su cuerpo toda esa plenitud de gracia, la cual se convirtió, en el momento de pasar de este mundo a la vida eterna, en luz de gloria eterna, glorificando así su cuerpo junto con su alma. Fue esto entonces lo que sucedió en la Asunción de María Santísima: toda la plenitud de gracia, de la que estaba colmada el alma de María Santísima, se derramó sobre su cuerpo purísimo mientras la Virgen dormía, en el último instante de su vida terrena y esta gracia divina, convertida en gloria divina, glorificó su cuerpo purísimo, al igual que había hecho con su alma, colmando a su alma y a su cuerpo con la luz de la gloria divina, siendo así glorificada la Virgen con la misma gloria con la cual había sido glorificado su Hijo el Domingo de Resurrección. La Virgen, el día de la Asunción, se durmió plácidamente, rodeada por los discípulos en la tierra, con su cuerpo mortal y se despertó en los cielos, rodeada por los ángeles, que habían bajado de los cielos para llevarla a los cielos, con su cuerpo y alma glorificados, y al despertarse se encontró con su Hijo Jesús, a quien adoró y abrazó con amor maternal, tal como lo había hecho en la tierra, pero ahora la Madre y el Hijo, ambos glorificados, no se habrían de separar nunca más.
Ahora bien, la Asunción de María Santísima no es un hecho aislado de la vida de la Iglesia en general, ni de sus miembros en particular, desde el momento en que la Virgen es Madre de la Iglesia y Madre de los hijos de Dios. Por eso mismo, la vida de la Virgen, relatada en la Sagrada Escritura, desde el inicio hasta el fin, debe ser meditada por sus hijos, es decir, por cada uno de nosotros, porque el destino de la Virgen es nuestro destino, o al menos debe serlo y por eso debemos conocerlo o reflexionar al menos brevemente en los misterios sobrenaturales de la Virgen. Así, la Virgen es la Mujer que en el Génesis aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua, el Demonio, Lucifer o Satanás; es la Mujer que intercede ante la Santísima Trinidad para que la Santísima Trinidad modifique sus planes y así Dios Hijo, por orden de Dios Padre y movido por el Amor de Dios Espíritu Santo, obre el primer milagro público en Caná, demostrando así la Virgen su advocación de “Omnipotencia Suplicante”; la Virgen es la Mujer que, en el Calvario, acompaña a Dios Hijo encarnado en su agonía en el sacrificio de la cruz y se convierte, por pedido de Dios Hijo, en Madre adoptiva de los hijos de Dios; la Virgen es la Mujer del Apocalipsis, la Mujer revestida de sol -revestida de gracia, la Mujer Asunta en cuerpo y alma a los cielos, la Virgen de la Asunción, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza, indicando que es Reina del universo, porque su Hijo es Rey del universo; es la Mujer a la cual se le es dada dos alas de águila para huir al desierto y poner así a salvo a su Hijo, el Niño Dios, es la Virgen que protege a la Iglesia en la historia, en tiempos de persecución y tribulación. Es necesario conocer, aunque sea brevemente, la historia de la Virgen Asunta a los cielos, porque sus hijos están predestinados a seguir sus pasos, lo cual quiere decir que, si la Madre está en el cielo, allí también deben estar sus hijos, pero a diferencia de la Madre, que nació sin pecado original y por eso fue Asunta en cuerpo y alma a los cielos, nosotros, sus hijos, sí hemos nacido con el pecado original y por eso, si queremos ir al cielo, debemos hacer el propósito de confesarnos pecadores, de confesar los pecados, de vivir en gracia, de conservar la gracia y de acrecentarla, para lo cual debemos frecuentar los sacramentos, sobre todo la Penitencia y la Eucaristía; debemos obrar la misericordia, que abre las puertas del Reino de Dios; debemos cargar la cruz de cada día en pos de Jesús, camino del Calvario, negándonos a nosotros mismos y así para morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo, al hombre regenerado por la gracia santificante. Solo así podremos ser, algún día, glorificados en cuerpo y alma y solo así podremos, luego de superar el juicio particular, comenzar a vivir, en el Reino de Dios, junto a nuestra Madre celestial, la Virgen Asunta al cielo, la eterna alegría de contemplar y adorar a la Santísima Trinidad y al Cordero de Dios, Nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 15 de agosto de 2011

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María









La Iglesia celebra y festeja el día en el que la Madre de Dios pasó de esta vida terrena a la vida celestial. Es doctrina de la Iglesia Católica que la Virgen María no experimentó la muerte, sino que fue glorificada luego de atravesar un proceso conocido como “Dormición”: en el momento en que debía pasar de esta vida a la otra, es decir, cuando llegó el momento en que su cuerpo debía ser glorificado, la Virgen no murió, sino que se durmió, y así, estando dormida, su cuerpo comenzó a ser glorificado, a ser invadido por la luz y por la gracia divina, y a pasar del estado de corporeidad material, al estado de corporeidad espiritualizada, propio de los cuerpos resucitados.
La Madre de Dios no podía nunca morir, puesto que la muerte es una consecuencia del pecado original, y si bien luego de la redención de Jesucristo, la muerte en Cristo se convierte en sacrificio grato a Dios, la Virgen nunca experimentó el proceso de la muerte, porque nunca tuvo pecado original. La Asunción de María es un misterio que se inicia en el misterio de su Inmaculada Concepción, y en el misterio de ser Ella la Llena de gracia: su alma, creada por Dios sin la mancha de pecado original, no sólo era Purísima, sino que además estaba inhabitada por el Espíritu Santo, desde el primer instante de su Concepción. La Virgen es la “Mujer revestida de sol” (cfr. Ap 12, 1-6), descripta por el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” : el sol que ilumina y reviste con su luz a la Mujer del Apocalipsis, la Virgen, es Dios con su gloria, que reviste a la Virgen con su gracia desde el primer momento de su Concepción.
Es por eso que la glorificación de su cuerpo, en el momento de la Asunción, es simplemente la consecuencia lógica y sobrenatural de su sobrenatural concepción y condición de ser la Madre de Dios. El dogma de la Asunción no es, de ninguna manera, un dogma anexado en modo externo, como si fuera ajeno a su Concepción en estado de gracia: es simplemente el desenvolverse de su condición de Inmaculada Concepción, y lo mismo debe decirse de la Dormición.
En otras palabras, Inmaculada Concepción, Llena de gracia, Dormición y Asunción, son distintas etapas o fases de la vida de la Madre de Dios. La Dormición, que precede a la Asunción, viene al puesto de la muerte, porque la Virgen nunca murió, al no tener pecado mortal: en lugar de morir, la Virgen se duerme, y es en ese momento en donde comienza el proceso de glorificación de su cuerpo. ¿Cómo fue ese momento, el de la Dormición y el de la glorificación, previos a la Asunción? Al dormirse, el cuerpo de la Virgen es glorificado por la gracia que, de su alma, se derrama sobre él, llenándolo de la luz, de la gloria, de la vida divina. El alma de la Virgen estuvo, desde el primer instante de su Concepción, llena de la gracia divina, e inhabitada por el Espíritu Santo, y por lo tanto, iluminada con la luz de Dios; al momento de dormirse la Virgen, esa misma gracia, que llenaba su alma de un modo desbordante, se derrama sobre su cuerpo, comunicándole de la gloria y de la gracia que su alma gozaba desde su creación, y así su cuerpo hace visible la gloria divina, transfigurándose en luz, tal como se transfiguró el cuerpo sacratísimo de Jesús en el Monte Tabor.
Con la glorificación, la materialidad del cuerpo se vuelve “materia espiritual”, por lo que el cuerpo comienza a participar de las propiedades del alma glorificada, ya que él mismo es materia espiritualizada y glorificada. Como una tenue luz primero, como una luz intensa después, el cuerpo de la Virgen comenzó a experimentar la glorificación, hasta convertirse en el cuerpo glorificado propio de aquellos que han resucitado. En ese estado, con su cuerpo glorificado, es que la Virgen ascendió a los cielos.
La Virgen María es modelo de la Iglesia , por lo que lo que sucede en Ella sucede luego en los miembros de la Iglesia, los bautizados, y es por esto que, así como Ella fue asunta a los cielos en cuerpo y alma, así los cristianos, también seremos llevados al cielo en cuerpo y alma.
Pero antes de ser llevados en cuerpo y alma al cielo, como la Virgen, debido a que somos la Iglesia, y la Iglesia reproduce lo que le sucede a María, también pasaremos por lo que pasó María antes de ir al cielo, como el ser perseguida por el demonio, que busca devorar a su Hijo, según el relato del Apocalipsis: “Y apareció en el cielo otro signo: un enorme dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema (…) El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto naciera. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto (…) se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón (…) Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón” .
La persecución del demonio al Hijo de María se continúa en los hijos de la Iglesia: “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” .
El demonio hace la guerra a los hijos de la Iglesia por medio de la Nueva Era, o Conspiración de Acuario, secta luciferina cuyo propósito declarado es el de hacer desaparecer al cristianismo y reemplazarlo por una religión mundial anticristiana y neo-pagana. Eso explica el auge de la brujería, del ocultismo, de la hechicería, en continentes enteros, como Europa y América , y es lo que explica el éxito mundial de libros y películas de neta tendencia satánica como Harry Potter.
El demonio persigue a los hijos de la Iglesia, los hijos de María, pero deben hacer los hijos como hace la Madre: a la Mujer del Apocalipsis le son dadas alas para escapar del dragón, y la Mujer, que es la Virgen, se refugia en el desierto, escapando del dragón: las alas representan la gracia, y el desierto la oración, y así debe hacer el bautizado en tiempos de oscuridad: vivir en gracia y vivir en oración, y así se asegurará el camino al cielo; por la gracia y por la oración, el cristiano se asegura el ser llevado al cielo, junto a su Madre, la Virgen, y junto a Jesús, el Cordero.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Oremos con el icono de la Madre de Dios La Dormición

Icono de La Dormición
de la Madre de Dios

Este hermoso icono, perteneciente a Teófanes de Creta, del año 1546, se encuentra en el Monasterio Stavronikita, en el Monte Athos, Grecia. ¿Cómo podemos rezar con este icono? Considerando sus imágenes, las cuales nos revelan el misterio de lo que se conoce como “La Dormición”, que es el misterio de la Virgen previo al de su Asunción gloriosa, en cuerpo y alma, a los cielos. Algo que debemos considerar, antes de continuar con la meditación, es que este icono también podría llamarse “de la Asunción” de la Virgen, porque la Dormición es el estado inmediato anterior a la Asunción.
Aunque para este icono no hay textos bíblicos que reflejen en la palabra lo que muestra la imagen, sí se pueden usar textos como el Cántico de la Virgen, el Magnificat, o algunos textos del Cantar de los cantares, pero en realidad, de donde toma la iconografía la fuente de su inspiración, es en las antiguas narraciones del “Tránsito” de la Virgen María.
Pasando ya al icono, podemos analizarlo para ver cómo podemos orar con él. Lo primero que podemos advertir, es que se divide en algo así como en dos “tiempos”, si lo analizamos desde abajo hacia arriba.
En un primer plano, hacia el centro y abajo del icono, encontramos a la Madre de Dios en su Dormición, revestida de su manto púrpura y con las tres estrellas que indican el misterio de la Santísima Trinidad. La Virgen descansa sobre un lecho, y aquí recurrimos a la Tradición para interpretar su significado: la Virgen no murió, sino que se durmió. Alrededor de la Virgen, se encuentran ángeles con incienso –están esperando que la Virgen se despierte, glorificada, para honrarla y venerarla, puesto que Ella es la Reina de los ángeles-; los Apóstoles, reunidos a su alrededor, con la mirada dirigida hacia la Virgen, y luego una representación de padres y obispos de la Iglesia oriental. Se encuentran también presenciando la escena Pedro, Pablo, Juan y Tomás, y algunos obispos y personajes con fama de santidad, como Dionisio el Areopagita, Hieroteo y Timoteo.
En otro nivel, siempre en el centro, aparece otro elemento del misterio, que explica todo el icono, y por el cual el misterio de la Dormición de la Virgen adquiere todo su esplendor y significado, y es la Presencia de Cristo, resucitado y glorioso.
La particularidad es que aquí Cristo aparece portando en sus brazos a una criatura vestida de blanco. Más precisamente, es una niña envuelta en pañales. ¿Qué significa esto? Jesús, el Señor, el Hijo de María, recibe a la Virgen, cuya alma es como la de un niño, por su pureza, su humildad y su sencillez, y está vestida de blanco, el color de la divinidad, para indicar la condición de Llena de gracia de la Virgen.
Hay en esta escena de Cristo con la niña un misterio que une a este icono con los otros iconos de la Madre de Dios: si en el resto de los iconos es la Virgen la que lleva en sus brazos a Dios Niño, aquí es Cristo, el Hijo de María, quien lleva en sus brazos a su Madre, la Virgen Niña. En la Virgen Madre que lleva en sus brazos al Hijo de Dios encarnado, puede verse a la tierra, o a la humanidad, que reciben con amor a la divinidad; en el icono de la Dormición, Cristo Dios llevando en sus brazos a la Virgen Niña, significa a la divinidad que, en el cielo, recibe a la humanidad.
En otros iconos, la escena de la Dormición se continúa con la Asunción de la Virgen, en triunfo y gloria, en paralelismo a la Ascensión del Señor.
Otro aspecto que podemos considerar en este icono, y con el cual podemos también rezar, es la presencia de la Iglesia, simbolizada en los edificios ubicados hacia los costados y hacia el fondo. La Iglesia tiene una estrecha relación con la Dormición de la Virgen, debido a que María es icono de la Iglesia. La Virgen fue glorificada en cuerpo y alma, y como la Iglesia se contempla en la Virgen, ella también espera ser glorificada.
María icono de la Iglesia
María es el icono de la iglesia. A su alrededor, en el símbolo de la iglesia madre de Sión (el lugar de la dormición de la Virgen en Jerusalén) se concentra la iglesia apostólica. También está presente la Jerusalén celestial, la Iglesia del cielo, por medio de los ángeles. La presencia de la Iglesia no es arbitraria ni está por casualidad: la Madre de Dios es modelo de la Iglesia, y por lo tanto, lo que sucede en Ella, ha de suceder también en la Iglesia: así como María fue glorificada y Asunta a los cielos, así sucederá con la Iglesia.
El nombre del icono: “La Dormición”
Analizado el icono en sí mismo, ahora podemos detenernos en el nombre, “Dormición”, en su significado, y en su relación con la Iglesia y con nosotros, de manera que podamos tener más material para rezar y meditar.
Ante todo, hay que tener presente que la fiesta de la Asunción toma diversos nombres: “Dormición”, “Tránsito glorioso”, “Tránsito de la Virgen” y, finalmente, “Asunción”, y ya veremos cuál es el motivo.
La Iglesia celebra y festeja el día en el que la Madre de Dios pasó de esta vida terrena a la vida celestial. Forma parte de la Tradición de la Iglesia Católica que la Virgen María no experimentó la muerte, sino que fue glorificada luego de atravesar un proceso conocido como “Dormición”: en el momento en que debía pasar de esta vida a la otra, es decir, cuando llegó el momento en que su cuerpo debía ser glorificado, la Virgen no murió, sino que se durmió, y así, estando dormida, su cuerpo comenzó a ser glorificado, a ser invadido por la luz y por la gracia divina, y a pasar del estado de corporeidad material, al estado de corporeidad espiritualizada, propio de los cuerpos resucitados.
La Madre de Dios no podía nunca morir, puesto que la muerte es una consecuencia del pecado original, y si bien luego de la redención de Jesucristo, la muerte en Cristo se convierte en sacrificio grato a Dios, la Virgen nunca experimentó el proceso de la muerte, porque nunca tuvo pecado original. La Asunción de María es un misterio que se inicia en el misterio de su Inmaculada Concepción, y en el misterio de ser Ella la Llena de gracia: su alma, creada por Dios sin la mancha de pecado original, no sólo era Purísima, sino que además estaba inhabitada por el Espíritu Santo, desde el primer instante de su Concepción. La Virgen es la “Mujer revestida de sol”, descripta por el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (12, 1): el sol que ilumina y reviste con su luz a la Mujer del Apocalipsis, la Virgen, es Dios con su gloria, que reviste a la Virgen con su gracia desde el primer momento de su Concepción.
Es por eso que la glorificación de su cuerpo, en el momento de la Asunción, es simplemente la consecuencia lógica y sobrenatural de su sobrenatural concepción y condición de ser la Madre de Dios. El dogma de la Asunción no es, de ninguna manera, un dogma anexado en modo externo, como si fuera ajeno a su Concepción en estado de gracia: es simplemente el desenvolverse de su condición de Inmaculada Concepción, y lo mismo debe decirse de la Dormición.
En otras palabras, Inmaculada Concepción, Llena de gracia, Dormición y Asunción, son distintas etapas o fases de la vida de la Madre de Dios. La Dormición, que precede a la Asunción, viene al puesto de la muerte, porque la Virgen nunca murió, al no tener pecado mortal: en lugar de morir, la Virgen se duerme, y es en ese momento en donde comienza el proceso de glorificación de su cuerpo. ¿Cómo fue ese momento, el de la Dormición y el de la glorificación, previos a la Asunción? Al dormirse, el cuerpo de la Virgen es glorificado por la gracia que, de su alma, se derrama sobre él, llenándolo de la luz, de la gloria, de la vida divina. El alma de la Virgen estuvo, desde el primer instante de su Concepción, llena de la gracia divina, e inhabitada por el Espíritu Santo, y por lo tanto, iluminada con la luz de Dios; al momento de dormirse la Virgen, esa misma gracia, que llenaba su alma de un modo desbordante, se derrama sobre su cuerpo, comunicándole de la gloria y de la gracia que su alma gozaba desde su creación, y así su cuerpo hace visible la gloria divina, transfigurándose en luz, tal como se transfiguró el cuerpo sacratísimo de Jesús en el Monte Tabor.
Con la glorificación, la materialidad del cuerpo se vuelve “materia espiritual”, por lo que el cuerpo comienza a participar de las propiedades del alma glorificada, ya que él mismo es materia espiritualizada y glorificada. Como una tenue luz primero, como una luz intensa después, el cuerpo de la Virgen comenzó a experimentar la glorificación, hasta convertirse en el cuerpo glorificado propio de aquellos que han resucitado. En ese estado, con su cuerpo glorificado, es que la Virgen ascendió a los cielos.
La Virgen María es modelo de la Iglesia, por lo que lo que sucede en Ella sucede luego en los miembros de la Iglesia, los bautizados, y es por esto que, así como Ella fue asunta a los cielos en cuerpo y alma, así los cristianos, también seremos llevados al cielo en cuerpo y alma.
Pero antes de ser llevados en cuerpo y alma al cielo, como la Virgen, debido a que somos la Iglesia, y la Iglesia reproduce lo que le sucede a María, también pasaremos por lo que pasó María antes de ir al cielo, como el ser perseguida por el demonio, que busca devorar a su Hijo, según el relato del Apocalipsis: “Y apareció en el cielo otro signo: un enorme dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema (12, 3) (…) El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto naciera. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto (…) se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón (…) Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón” (12, 14-16).
La persecución del demonio al Hijo de María se continúa en los hijos de la Iglesia: “Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (12, 17).
Y no debemos pensar que esto es una figura alegórica, o es algo que sucedió en el pasado y no vuelve más: el demonio hace la guerra a los hijos de la Iglesia hoy, en la actualidad, y lo hace por medio de la Nueva Era, o Conspiración de Acuario, secta luciferina cuyo propósito declarado es el de hacer desaparecer al cristianismo y reemplazarlo por una religión mundial anticristiana y neo-pagana. Eso explica el auge de la brujería, del ocultismo, de la hechicería, en continentes enteros, como Europa y América, y es lo que explica el éxito mundial de libros y películas como Harry Potter.
El demonio persigue a los hijos de la Iglesia, los hijos de María, pero deben hacer los hijos como hace la Madre: a la Mujer del Apocalipsis le son dadas alas para escapar del dragón, y la Mujer, que es la Virgen, se refugia en el desierto, escapando del dragón: las alas representan la gracia, y el desierto la oración, y así debe hacer el bautizado en tiempos de oscuridad: vivir en gracia y vivir en oración, y así se asegurará el camino al cielo; por la gracia y por la oración, el cristiano se asegura el ser llevado al cielo, junto a su Madre, la Virgen, y junto a Jesús, el Cordero.