La
Virgen se apareció como María Rosa Mística en Montichiari, al norte de Italia,
en el año 1947. En la primera aparición, ocurrida a Pierina Guilli –enfermera
de oficio y nacida el 3 de agosto de 1911-, la Virgen “vestía túnica morada y
cubría su cabeza con un velo blanco”, “su rostro denotaba tristeza” y “tenía el
pecho atravesado por tres espadas”; corrían abundantes lágrimas por su rostro
estaba triste, y sólo dijo tres palabras:
“Oración, Penitencia, Reparación”, para luego guardar silencio[1].
En
la segunda aparición, ocurrida el domingo 13 de julio de 1947, la Madre de Dios
se apareció nuevamente, esta vez, en el hospital. Según Pierina, “vestía de
blanco”, pero ahora, en lugar de las tres espadas, llevaba en su pecho “tres
rosas, blanca, roja y dorada”. Pierina le preguntó asombrada: “Por favor,
dígame quién es usted”. Con una dulce sonrisa la señora le contestó: “Soy la
Madre de Jesús y madre de todos vosotros”. Después de una pausa prosiguió: “Nuestro
Señor me envió para implantar una nueva devoción Mariana en todos los
institutos así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en
todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial,
gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones
religiosas. Deseo que el día 13 de cada mes se me consagre como día Mariano y
los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales”. Siempre
según Pierina, su rostro se iluminó con una inexplicable alegría y continuó: “En
ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me
hubiesen honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de
Rosa Mística”[2].
¿Qué
significan las espadas y las rosas?
En
cuanto al significado de las tres espadas, podemos decir lo siguiente: la
primera espada, significa la pérdida culpable de la vocación sacerdotal o
religiosa; la segunda espada, la vida en pecado mortal de personas consagradas
a Dios; la tercera espada, la traición de aquellas personas que al abandonar su
vocación sacerdotal o religiosa, pierden también la fe y se convierten en
enemigos de la iglesia. En relación al dolor que estas tres espadas le provocan
a la Virgen –imaginemos su Inmaculado Corazón, vivo, latiendo, siendo
atravesado por tres espadas filosísimas y que quedan allí enclavadas, mientras
su Corazón sigue latiendo-, debemos considerar que este dolor está provocado,
ante todo, por las personas consagradas que, o pierden su vocación, o viven en
estado de pecado mortal, o bien apostatan de la Fe. Y esto es así porque si
todo cristiano debe vivir siempre en estado de gracia, puesto que su cuerpo es
“templo del Espíritu Santo” a partir del bautismo, una persona que ha
consagrado su vida a Dios, por la vía de la vida religiosa, debe, además de
vivir en estado permanente de gracia, procurar crecer cada vez más en la
santidad, porque ése es el único camino para la unión con la Trinidad y para
manifestar a los demás la hermosura de la vida consagrada, que es un anticipo
de la vida beatífica en el cielo. Un consagrado que se habitúa a vivir en
pecado mortal, contradice su misión en la tierra, además de predestinar su alma
a la condenación eterna y esa es la razón del dolor que le provoca la primera
espada a la Virgen. Sin embargo, la responsabilidad por el dolor de la Virgen no
se limita a los consagrados, sino que se extiende también, en cierta medida, a
todos los bautizados, porque por un lado, los laicos tienen el deber de caridad
de orar por los consagrados, y por otro lado, también los laicos deben, como
hemos dicho, vivir en gracia, con lo que, si viven en pecado mortal, también le
provocan un dolor como el de una espada lacerante al Inmaculado Corazón de
María.
Pero
la Virgen se aparece también con tres rosas, que significan el consuelo y
alivio que le provocan a su Inmaculado Corazón aquellos hijos suyos, sean
laicos o consagrados, que buscan reparar y pedir perdón, tanto por los propios
pecados, como los pecados de los consagrados. Es esto lo que significan las
rosas, con sus distintos colores: la rosa blanca simboliza el espíritu de
oración; la rosa roja, el espíritu de sacrificio (para reparar); la rosa dorada
o amarilla, el espíritu de penitencia.
Por
el significado de las espadas, el devoto de María Rosa Mística está entonces
llamado a contemplar y meditar en los dolores de su Inmaculado Corazón,
provocado por los consagrados infieles que pierden la vocación por propia
culpa, que viven en pecado mortal, o que apostatan de la Fe y se convierten en
enemigos de la Iglesia, aunque también están llamados a contemplar el dolor que
le provocan los fieles laicos que traicionan su bautismo, profanando sus
cuerpos, viviendo en pecado mortal y convirtiéndose también en enemigos de la
Iglesia y apóstatas de la Fe.
Por
el significado de las rosas, el devoto de María Rosa Mística está llamado a
reparar, por los pecados propios y principalmente por los de los consagrados,
por medio de la oración –ante todo, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística
y la Santa Misa, la más excelente de las oraciones-; por medio del sacrificio –mortificaciones
activas y pasivas- y por medio de penitencias, como por ejemplo, ayunos, pero no solo de
alimentos, sino ante todo, ayuno del mal. Es en esto en lo que consiste la esencia
de la devoción para el alma que ama a María Rosa Mística.