Nuestra Señora del Valle de Catamarca realizó y sigue realizando
numerosos milagros, pero hay dos que reflejan, de modo particular, su amor
maternal. El primero al que haremos referencia, es el milagro conocido como el “milagro de la cadena”; sucedió en el año 1630 y tuvo como protagonista a un hombre venido del Perú;
era muy acaudalado, pero se encontraba tullido y sin esperanzas de curación por
parte de los médicos, que sin éxito habían tratado de curarlo. Debido a que
había escuchado hablar de los milagros realizados por la Virgen del Valle,
decidió acudir en peregrinación en busca de una cura milagrosa, cura que obtuvo
en un instante, apenas hubo llegado ante la imagen de Nuestra Señora. Como muestra
de agradecimiento, y debido a que era una persona muy adinerada, le dejó una
cadena de oro de mucho valor. De regreso, se encontró con un conocido, a quien
le comentó que había sido curado por la Virgen, gracias a que él le había dado
en pago la hermosa cadena de oro. Luego de contar este particular relato, el
acaudalado hombre se despidió de su amigo y, como se había hecho de noche, se
fue a dormir. Al otro día, al despertarse, se dio con la sorpresa de que se
encontraba dolorido y nuevamente con su antigua dolencia, habiendo desaparecido
la curación que había recibido de forma milagrosa. Además, encontró, debajo de
la almohada, la cadena de oro que le había dejado a la Virgen y que él creía,
equivocadamente, que le dejaba en pago por la curación recibida.
¿Qué le quiso decir la Virgen? La Virgen le quiso hacer ver
que Ella es Madre y que una Madre no se mueve con sobornos ni vende a vil
precio de oro sus cariños; si Ella le concedió el milagro de la curación, no
fue a cambio de oro, puesto que Ella no necesita, ni remotísimamente, ni oro,
ni nada que le podamos ofrecer. Lo que Ella quiere de nosotros, es nuestra
conversión, la conversión del corazón y se siente muy ofendida cuando obramos
como este señor, pretendiendo “comprar” sus milagros, a los que Ella da
gratuitamente, por amor y solo por amor.
El segundo milagro, es conocido como “milagro del jarro”. Un
hombre, que vivía en el límite entre Catamarca y Córdoba, se encontraba muy
angustiado, ya que estaba afectado por una enfermedad mortal. Estando a punto
de morir, le vino a la memoria el recuerdo de Nuestra Señora del Valle y le
rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su santuario. Poco tiempo después,
recuperó milagrosamente su salud, con lo cual decidió cumplir su promesa a la
Virgen, emprendiendo su viaje hacia el santuario.
Mientras sucedía esto, en la Catedral de Catamarca, los
guardianes daban cuenta de la desaparición de un jarro plateado que se
encontraba en el altar de la Virgen. Dos semanas después, llegó nuestro hombre
a la Catedral, en cumplimiento de su promesa y pidió hablar con un sacerdote,
para dar testimonio de la curación milagrosa recibida de parte de la Virgen. Sin
embargo, tenía aun otro testimonio de otro milagro más recibido por parte de la
Virgen, recibido esta vez en su travesía a lo larga de las salinas. Según su
relato, él había emprendido su viaje hacia Catamarca -para dar la acción de
gracias a la Virgen- a través de las Salinas Grandes, que es una gran extensión
de tierra muy árida y seca, sin agua potable para beber en cientos de
kilómetros a la redonda, motivo por el cual, él y su mulo, llegado un momento,
estuvieron a punto de morir de sed. Al verse en esta situación de vida o
muerte, imploró nuevamente a la Virgen por su auxilio y la Virgen nuevamente
respondió con su amor maternal. El peregrino, con lágrimas en los ojos, dijo al
sacerdote que “... de un jarro
plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucha agua, como si
fuera una fuente que fluía del corazón de la tierra, para que podamos ambos
satisfacer nuestra sed”.
Una vez que terminó su relato, el peregrino
sacó de su bolso el jarro plateado y se lo entregó al sacerdote, quien comprobó
que efectivamente se trataba del mismo jarro plateado que había desaparecido
del Santuario de la Virgen. El peregrino, por lo tanto, había recibido un doble
milagro de María Santísima: primero fue curado de su grave enfermedad, y luego
fue asistido milagrosamente, para que no muriera de sed en el desierto. Este
jarro se llama actualmente “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”.
¿Qué nos enseña la Virgen con este
milagro? Que esta vida terrena es peligrosa, como peligrosa es la travesía por
un desierto: al atravesar un desierto, podemos perder la vida ya sea por el
extremo calor, durante el día, o por el extremo frío, durante la noche –las temperaturas
descienden a bajo cero-, o por las bestias salvajes que acechan –lobos-, o por
las alimañas ponzoñosas que inoculan venenos mortales –arañas, serpientes,
alacranes-: la vida terrena es peligrosa, porque acechan peligros espirituales,
como las bestias y alimañas espirituales, los demonios, que inoculan su ponzoña
o veneno espiritual, el pecado y la rebelión contra Dios; en esta vida acecha
siempre el peligro de la pérdida de la vida de la gracia, cuando se consiente
la tentación y se comete el pecado, sea mortal o venial. El peregrino que
atraviesa el desierto y está a punto de morir de sed, representa al hombre que
vive en esta vida terrena y que está privado de la vida de la gracia y que por
lo tanto, está a punto de morir a causa del pecado; el jarro de plata, del cual
brota agua cristalina, inagotable, que le devuelve la vida, representa la
gracia santificante de Jesucristo, que da al alma la vida de la gracia,
obtenida por el sacrificio en cruz de Jesús, y como es un jarro de plata del
santuario de la Virgen, representa a la Virgen, Medianera de todas las gracias,
es decir, representa a la Virgen, por cuyo intermedio nos vienen todas las
gracias, y sin cuya intercesión no nos llega ninguna gracia. El Jarro de plata
es símbolo de Ella misma, porque así como el agua cristalina que devuelve la
vida al peregrino, brota del jarro, así Jesucristo, “Portador del Agua de la Vida”,
brota del seno virgen de María Santísima, para dar su Gracia santificante al
alma que acude a Él y lo reconoce como a su Salvador.
Oración a Nuestra Señora del
Valle de Catamarca
Nuestra
Señora del Valle de Catamarca,
Tú
que inefable amor maternal,
Salvaste
la vida de tus hijos
Haciendo
brotar agua en medio del desierto,
Te
suplicamos,
Que
a nosotros, tus hijos,
Que
peregrinamos por el desierto de la vida,
Nos
concedas la gracia
De
crecer cada vez más en la fe en tu Hijo Jesús,
Para
que de nuestros corazones broten
Ríos
de agua viva
Que
lleguen hasta la eternidad. Amén.