Historia
de la aparición[1].
Jueves
11 de febrero: El encuentro.
Bernardita,
con su hermana y otra niña, se dirigían al campo a buscar leña seca cerca de
una gruta y para llegar a ella debían pasar un arroyo. Al empezar a
descalzarse, escuchó un ruido muy fuerte, parecido a un viento impetuoso, que
venía desde la gruta: fue en ese momento en el que, en el fondo de la gruta,
apareció la Madre de Dios.
La
Virgen estaba envuelta en una luz resplandeciente y vestía un traje blanco,
brillante con un cinta azul, con un largo velo blanco que caía hasta los pies. Dos
rosas brillantes de color de oro cubrían la parte superior de los pies de la
Santísima Virgen. La Señora la saludaba tiernamente mientras se inclinaba ante
Bernardita. Sus manos estaban juntas ante el pecho, ofrecían una posición de
oración fervorosa; tenía entre sus dedos un largo rosario blanco y dorado con
una hermosa cruz de oro. Bernardita buscó su rosario; la Señora empezó a pasar
las cuentas del rosario entre sus dedos y juntas lo rezaron. Lourdes, se
convertía en una sorprendente escuela de oración.
Domingo
14 de febrero: El agua bendita.
Bernardita
siente una fuerza interior que la empuja a volver a la Gruta. Debido a su
insistencia, su madre le da permiso para volver. Después de la primera decena
del rosario, Bernardita ve aparecer a la misma Señora; Bernardita le tiró agua
bendita para asegurarse que venía de Dios. La Virgen sonrío cuando el agua tocó
sus pies, tomó el rosario y se persignó con él. Empezaron ambas a rezarlo. Las
burlas y risas comienzan contra Bernardita.
Jueves
18 de febrero: La Señora habla por primera vez.
La
Señora habla a Bernardita. Bernardita le ofrece papel y una pluma y le pide que
escriba su nombre. La Señora le dice: “Lo que tengo que comunicarte no es
necesario escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí durante quince
días seguidos”. A la promesa de Bernardita la Virgen contestó: “Yo también te
prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro”.
Comienza la quincena milagrosa: el rumor de las apariciones se esparció
rápidamente y una gran multitud acudió a la gruta.
Viernes
19 de febrero: Aparición breve y silenciosa.
Bernardita
llega a la Gruta con una vela bendecida y encendida: de aquel gesto nacerá la
costumbre de llevar velas para encenderlas ante la Gruta.
Sábado
20 de febrero: una oración personal.
La
Señora le ha enseñado una oración personal. Al terminar la visión, una gran
tristeza invade a Bernardita.
Domingo
21 de febrero: “¡Rogad por los pecadores!”.
En
algunos momentos la aparición parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en
el interior de la roca. Bernardita se acercaba a ella de rodillas. Observó que
la Virgen se había puesto triste. Le preguntó: “¿Qué te pasa?, ¿qué puedo
hacer?”. La Virgen respondió: “Rogad por los pecadores”.
Bernardita
era objeto de toda clase de burlas, persecuciones y ofensas, la cuales aceptaba
con firmeza y profunda humildad.. Incluso las autoridades civiles tomaron carta
en el asunto, quienes amenazaron con llevarla a la cárcel. Uno de los
principales médicos de Lourdes se dedicó a estudiarla, observarla y examinarla.
Este llegó a la conclusión: “Aquí hay un hecho extraordinario, totalmente
desconocido a la ciencia y a la medicina”.
Lunes
22 de febrero: La Virgen no se le apareció.
Todos
se burlaban de Bernardita. Ella lloraba pensando que quizás había cometido
alguna falta y que por eso la Virgen no se le había aparecido. Pero tenía la
firme esperanza de volver a verla. Una de las cosas que más sorprendía a la
gente era ver a una humilde y sencilla pastorcita, carente de adecuada
educación, saludar con gracia y dignidad a la Virgen al concluir la aparición.
Le preguntaron una vez: “Dime, ¿quién te ha enseñado a hacer tan graciosos
saludos?”. “Nadie, contestó, no sé cómo habré saludado, trato de hacerlo como
lo hace la Señora y Ella me saluda de este modo cuando se marcha”.
Martes
23 de febrero: El secreto.
En
esta ocasión es la primera vez que la Virgen formula una orden concreta. Ante
10 mil personas la Virgen le da a Bernardita un secreto que solo a ella le
concierne y que no puede revelar a nadie. También le enseñó una oración que le
hacía repetir, pero que no quiso que la diera a conocer. La Virgen le dijo: “Y
ahora, hija mía, ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe
levantarse un Santuario, y que a él debe venirse en procesión”. Bernardita se
dirigió inmediatamente hacia la Iglesia a darle el mensaje al Párroco. El
sacerdote le preguntó el nombre de la Señora y que le pidiera de su parte que
hiciese el milagro de hacer florecer el rosal silvestre sobre el que se
aparecía.
Miércoles
24 de febrero : “¡Penitencia!”.
Bernardita
le contó a la Virgen lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen solo
sonrió, sin decir una palabra. Después la mando a rogar por los pecadores y
exclamo tres veces: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!”. ¨Le hizo repetir
estas palabras y Bernardita lo hacía mientras se arrastraba de rodillas hasta
el fondo de la gruta. “¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en
penitencia por los pecadores!”. Ella lo hacía y miraba a la gente pidiendo lo
mismo. Desde entonces se le fue encomendada a Bernardita la penitencia por los
pecadores. Un día la Virgen la mandó a subir y bajar varias veces la gruta de
rodillas, la Virgen tenía la cara de tristeza. Dio otro secreto personal a
Bernardita que no debía decir a nadie.
Jueves
25 de febrero: La fuente.
La
Virgen le confía el tercer y último secreto para Bernardita. “Y ahora -le dijo
la Virgen después de un momento de silencio- ve a beber y lavarte los pies a la
fuente, y come de la hierba que hay allí”. Bernardita miro a su alrededor pues
no miraba ninguna fuente. Ella pensó que la Virgen la mandaba al torrente y se
dirigió hacia allá. La Virgen la detuvo y le dijo: “No vayas allá, ve a la
fuente que está aquí”. Le señaló hacia el fondo de la gruta.
Bernardita subió y,
cuando estuvo cerca de la roca, buscó con la vista la fuente no encontrándola,
y queriendo obedecer, miró a la Virgen. A una nueva señal Bernardita se inclinó
y escarbando la tierra con la mano, pudo hacer en ella un hueco. De repente se
humedeció el fondo de aquella pequeña cavidad y viniendo de profundidades
desconocidas a través de las rocas, apareció un agua que pronto llenó el hueco
que podía contener un vaso de agua. Mezclada con la tierra cenagosa, Bernardita
la acercó tres veces a sus labios, no resolviéndose a beberla. Pero venciendo
su natural repugnancia al agua sucia, bebió de la misma y se mojó también la
cara. Todos empezaron a burlarse de ella y a decir que ahora si se había vuelto
loca. “¿Sabes que la gente cree que estás loca por hacer tales cosas?”, a lo
que ella contestaba: “¡Es por los pecadores!”.
Pero,
por los misteriosos designios de Dios, con su débil mano y con sus labios
acababa Bernardita de abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones y de
los milagros más grandes que han conmovido la humanidad. El agua milagrosa de
Lourdes ha sido analizada por químicos y científicos: es un agua muy pura, un
agua natural que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad
que ninguna bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en
cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original, ni personal).
Viernes
26 de Febrero: El primer milagro.
El
agua milagrosa obró el primer milagro. El buen párroco de Lourdes había pedido
una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la Virgen acababa de
darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda la población. Fue a un pobre
obrero, Bourriette, quien por 20 años había tenido el ojo izquierdo
horriblemente mutilado por la explosión de una mina. Al orar y brotarse el ojo
con el agua de la fuente, comenzó a gritar de alegría. Las negras tinieblas
habían desaparecido; no le quedaba más que una ligera nubecilla, que fue
desapareciendo al seguir lavándose. Lo más grande era que el milagro había
dejado las cicatrices y las lesiones profundas de la herida, pero había
devuelto aun así la vista.
Sábado
27 de febrero: Silencio.
La
Virgen permanece silenciosa. Bernardita bebe agua del manantial y hace los
gestos habituales de penitencia.
Domingo
28 de febrero: Entre persecuciones, el segundo milagro.
Más
de mil personas asisten a la aparición. Bernardita reza, besa la tierra y se
arrastra de rodillas en señal de penitencia. A continuación se la llevan a casa
del juez Ribes que la amenaza con meterla en la cárcel. Otro milagro: se han
congregado más de mil quinientas personas y entre ellas, por primera vez, un
sacerdote. Durante la noche, Catalina Latapie, una amiga de Lourdes, acude a la
Gruta, moja su brazo dislocado en el agua del manantial y el brazo y la mano
recuperan su agilidad. El Martes 2 de marzo, Bernardita fue de nuevo a ver al
párroco de Lourdes, recordándole la petición de la Virgen de levantar un
Santuario en el lugar de las apariciones. El párroco le contestó que era obra
del Obispo quien ya estaba enterado de la petición y sería el encargado de
poner por obra el deseo celestial de la Visión.
Miércoles
3 de marzo: Una sonrisa y otro milagro.
A
las siete de la mañana, cuando ya hay allí tres mil personas, Bernardita se
encamina hacia la Gruta; pero la Visión no aparece. Al salir del colegio,
siente la llamada interior de la Señora; acude a la Gruta y vuelve a
preguntarle su nombre. La respuesta es una sonrisa. El párroco Peyramale vuelve
a decirle: “Si de verdad la Señora quiere una capilla, que diga su nombre y
haga florecer el rosal de la Gruta”. Al final de la aparición, tuvo una gran
tristeza, la tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen? La Virgen
siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una manifestación de su
bondad: un gran milagro, un milagro maternal, coronación de la quincena de
apariciones. Se produce un milagro: un niño de dos años estaba ya agonizando,
se llamaba Justino. Sus padres, ese día, lo creían muerto. La madre en su
desesperación lo tomó y lo llevó a la fuente. El niño no daba señales de vida.
La madre lo metió quince minutos en el agua que estaba muy fría. Al llegar a la
casa, notó que se oía con normalidad la respiración del niño. Al día siguiente,
Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo
comida y sus piernas fortalecidas. Este hecho conmocionó a toda la comarca y
pronto a toda Francia y Europa; tres médicos de gran fama certificaron el
milagro, llamándolo de primer orden. Entonces el gobernador de Tarbes, ciudad a
la que pertenecía Lourdes, reunió a todos los alcaldes de la zona para dar
instrucciones precisas de prohibir de inmediato la asistencia a la gruta de
todo ciudadano. Todo fue en vano, cada día acudían más peregrinos de todas
partes. No obstante las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita
continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los peregrinos. Pero
la dulce visión no aparecía. Ella ya estaba resignada a no volver a ver a la
Virgen.
Jueves
4 de marzo : Una muchedumbre la acompaña.
El
gentío cada vez más numeroso (alrededor de ocho mil personas) está esperando un
milagro al finalizar estos quince días. La visión permanece silenciosa. El cura
Peyramale se mantiene en su postura. Durante los veinte días siguientes,
Bernardita no acudirá a la Gruta; no siente dentro de sí la irresistible invitación.
Jueves
25 de marzo : ¡El nombre que se esperaba!
Por
fin la Virgen revela su nombre; pero el rosal silvestre sobre el cual posa los
pies durante las apariciones no florece. Bernardita cuenta: “Levantó los ojos
hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y
tendidas hacia el suelo y me dijo: “Que Soy Era la Inmaculada Concepción”. Bernardita
salió corriendo, repitiendo sin cesar, por el camino, aquellas palabras que no
entiende. Palabras que conmueven al buen párroco, ya que Bernardita ignoraba
esa expresión teológica que sirve para nombrar a la Santísima Virgen. Solo
cuatro años antes, en 1854, el papa Pío IX había declarado aquella expresión
como verdad de fe, un dogma.
Miércoles
7 de abril: El milagro del cirio.
Durante
esta Aparición, Bernardita sostiene en la mano su vela encendida, y en un
cierto momento la llama lame su mano sin quemarla. Este hecho es inmediatamente
constatado por el médico, el doctor Douzous. Narración del milagro del cirio: Este
día, Bernardita volvió a la gruta, rodeada de una verdadera multitud de
personas que oraban con ella. Bernardita arrodillada como era de costumbre
habitual, tenía en la mano izquierda la vela encendida que le acompañaba en
todas las ocasiones y la apoyaba en el suelo. Absorta en la contemplación de la
Reina de los cielos, y más sabiendo ahora con seguridad que era la Virgen
Santísima, levantó sus manos y las dejó caer un poco, sin percatarse que las tenía
sobre el extremo de la vela encendida; entonces la llama comenzó a pasar entre
sus dedos y a elevarse por encima de ellos, oscilando de un lado para el otro,
según fuera el leve soplo del viento. Los que estaban ahí gritaban: “Se quema”.
Pero ella permanecía inmóvil. Un médico que estaba cerca de Bernardita sacó el
reloj y comprobó que por más de un cuarto de hora la mano estuvo en medio de la
llama, sin hacer ella ningún movimiento. Todos gritaban: “¡Milagro!”. El médico
comprobó que la mano de Bernardita estaba ilesa. Después que terminó la
aparición, uno de los espectadores aproximó a la mano de Bernardita la llama de
la misma vela encendida, y ella exclamó: “¿Oh que quiere usted, quemarme?”.
Jueves
16 de julio: Última Aparición.
Bernardita
siente interiormente el misterioso llamamiento de la Virgen y se dirige a la
Gruta; pero el acceso a ella estaba prohibido y la gruta, vallada. Se dirige,
pues, al otro lado del Gave, enfrente de la Gruta. Y dice: “Me parecía que
estaba delante de la gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía
más que a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!”. Bernardita había
cumplido su misión, con gran amor y valentía ante todos los sufrimientos que
tuvo que sobrellevar y ante todos los obstáculos que el Enemigo puso en su
camino. Su confesor dijo repetidamente: “La mejor prueba de las apariciones es
Bernardita misma, su vida”.
Mensajes de santidad que nos deja Nuestra Señora de Lourdes.
Son varios los mensajes de santidad que las Apariciones de
la Virgen en Lourdes deja para la humanidad.
Uno
de ellos, es la Penitencia, tanto por los pecados propios como por los ajenos,
para reparar las ofensas cometidas contra Dios Uno y Trino y para que se
conviertan los pecadores y así salven sus almas;
Aceptar las humillaciones y buscar auto-humillarse, como
modo de agradar a Dios frente al pecado de la vanidad y de la soberbia, que
ensalza al alma a sí misma, en desmedro de Dios: esta auto-humillación se ve en
la búsqueda del agua de la caverna por parte de Bernardita, arrodillada y
hundida en el barro y besando el suelo, ante la vista de todos;
El rezo del Santo Rosario, todos los días, para alcanzar las
gracias que necesitamos para salvar el alma y conquistar el Reino de los
cielos;
El dogma de la Inmaculada Concepción, según el cual la
Virgen es concebida sin mancha del pecado original y Llena de gracia, para ser
la Madre de Dios, al producirse la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu
Santo; al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de
pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud[2];
Es una exaltación de las virtudes de la pobreza y de la
humildad, puesto que la Virgen elige a una niña pobre y de corazón humilde,
como Santa Bernardita;
La Cruz, como camino para llegar al cielo: esto se ve en la
cruz del Rosario de la Virgen y en la promesa de la Virgen de que la haría
feliz a Bernardita no en esta vida, sino en la otra; en esta vida, se debe
subir a la cruz para así llegar a la felicidad del Reino de Dios;
La Virgen como Mediadora de todas las gracias, las cuales
están simbolizadas en el agua pura de la fuente, que cura las enfermedades, así
como la gracia cura el alma al liberarla del pecado; también, de la misma
manera a como el agua de la fuente vino a través de la Virgen, así las gracias
vienen a través de la Mediación de la Virgen;
Es
un mensaje de la misericordia infinita de Dios para con los pecadores, además
del Amor que Dios tiene a los enfermos, a quienes les envía el agua milagrosa
de la gruta para su curación, según su voluntad;
Otras verdades que se siguen de la Inmaculada Concepción,
como la condición de la Virgen de ser Corredentora, al participar, como Madre
de Dios, mística y sobrenaturalmente de la Pasión Redentora de su Hijo Jesús.