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martes, 27 de junio de 2023

El sufrimiento en el Cuerpo Místico

 



         Por la naturaleza misma de su misión, el legionario vive muy de cerca el sufrimiento de los hombres y por ese motivo, el legionario debe saber qué es lo que la Iglesia enseña acerca del sufrimiento[1]. Si no lo hace así, es decir, si se ve el sufrimiento solo desde el punto de vista humano, entonces el sufrimiento se hace insoportable y se termina en leyes inhumanas como la eutanasia, que es en realidad homicidio asistido o suicidio asistido.

         Es importante recordar el origen del sufrimiento y de la muerte, porque muchos, al no saber su origen, cometen grandes injusticias contra Dios, haciéndolo culpable de tal o cual enfermedad, sufrimiento o muerte. Cuando nos preguntamos por el origen del dolor, del sufrimiento y de la muerte, la Sagrada Escritura nos da la respuesta: “Por la envidia del Diablo entró la muerte en el mundo y por el pecado del hombre” (Sab 2, 24), es decir, el Diablo tuvo envidia del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y tentó a Eva para que esta hiciera caer a Adán, cometiendo ambos el pecado original, perdiendo la gracia que se les había concedido y quedando en estado de pecado, de naturaleza humana caída como consecuencia del pecado original. Y la Escritura también dice: “Dios no creó la muerte” (Sab 1, 13); en esto es muy clara la Palabra de Dios: “Dios no creó la muerte”. Entonces, el origen del dolor, del sufrimiento y de la muerte, es doble: la envidia del Diablo y el pecado original de Adán y Eva, que se transmite a la especie humana de generación en generación. El legionario debe tener esto muy en claro, tanto para sí mismo, para no caer él en el error, como para dar alivio a los que sufren.

         Lamentablemente, muchos cristianos, desconociendo la verdad del dolor y su origen -que, como hemos visto, nos es revelada por las Escrituras- cuando se enfrentan a la enfermedad, al dolor, al sufrimiento, la primera y única reacción es culpar injustamente a Dios por lo que le sucede; muchos incluso reniegan de la fe, se apartan de la Iglesia, con un enojo totalmente injustificado; muchos piden a gritos que le quiten la Cruz; muchos acuden a los que trabajan para el enemigo de Dios y de las almas, los hechiceros, para ser curados; muchos, aun cuando no hacen esto, piden a Dios la sanación, cuando en realidad se debe pedir que se cumpla la voluntad de Dios, como enseña San Ignacio de Loyola: el santo nos dice que no debemos pedir ni salud ni enfermedad, sino que se cumpla la voluntad de Dios, es decir, si Dios quiere, que seamos sanados, pero también, si Dios quiere, que continuemos enfermos. En síntesis, tanto en la salud como en la enfermedad, el cristiano y con mayor razón el legionario, debe dar gloria a Dios.

         Algo más que debe tener en cuenta el legionario es que el sufrimiento es un don, una gracia, que Dios da a quienes más ama, pero es un don que hay que saber hacerlo crecer y fructificar. El sufrimiento se hace fructífero y se convierte en un tesoro de gracias infinitas cuando se une el sufrimiento a Cristo crucificado, por medio de las manos y el Corazón Inmaculado de la Virgen de los dolores. Si no se hace así, se pierde lamentablemente el tesoro de gracias que es el dolor, solo en la unión con el dolor de Cristo, Varón de dolores y Víctima, que se ofrece por nuestra salvación en la Cruz del Monte Calvario, a través del Inmaculado Corazón de María, la Virgen de los dolores, el alma se santifica por la Sangre de Cristo, Sangre que no solo la purifica, sino que la santifica, haciéndola partícipe de la Vida Divina de la Santísima Trinidad.



[1] Cfr. Manual del Legionario, IX, 3.

martes, 30 de mayo de 2023

María y el Cuerpo Místico

 



         ¿Qué relación hay entre la Virgen y el Cuerpo Místico de Jesús, es decir, su Iglesia, los bautizados?

         Es la misma relación que existe entre una madre amorosa y su hijo pequeño: así como la Virgen alimentó, cuidó y prodigó amor al cuerpo físico de su divino Hijo, cuando éste era pequeño, así los continúa ejerciendo ahora en favor de todos y cada uno de los miembros del Cuerpo Místico de Jesús, es decir, los bautizados en la Iglesia Católica. Cuando un miembro del Cuerpo Místico asiste a otro, lo hace en el espíritu de María, mediante la intervención de María, aun cuando no sean conscientes de esto. Es más correcto decir que es la Virgen quien se sirve de los legionarios, para asistir a otros, y no que son los legionarios los que son asistidos por María. Todos los cristianos deben recordar cómo la Virgen asistió a su Hijo y cómo su Hijo amaba y estaba sujeto a la Virgen (Lc 2, 51).

         El ejemplo de caridad de la Virgen, para con su Hijo y para con sus hijos adoptivos, obliga a todos los miembros de su Cuerpo Místico a hacer lo mismo, según el Mandamiento: “Honrarás a tu Madre” (Éx 20, 12). Esto quiere decir que es mandato divino el amar a la Virgen como a nuestra Madre del cielo.

         El Manual del Legionario nos recuerda que “el oficio propio de los legionarios dentro del Cuerpo Místico es guiar, consolar y enseñar a los demás”. Pero, dice también el Manual, los legionarios no cumplirán debidamente este oficio si no se identifican con la doctrina del Cuerpo Místico, es decir, ver a todos los bautizados como miembros de Cristo.

         Todo lo que la Iglesia realiza, no lo hace por sí misma, sino por Cristo: la unidad de la Iglesia, su autoridad, su desarrollo, sus padecimientos, sus portentos y sus triunfos, su poder de conferir la gracia -a través de los sacramentos-, todo lo hace la Iglesia por Cristo, en Cristo y para Cristo. La Iglesia reproduce la vida de Cristo en todas sus fases.

         Por orden de la Cabeza, que es Cristo, cada miembro está llamado a desempeñar un determinado oficio dentro del Cuerpo Místico. En la Constitución Lumen Gentium se lee: “Cristo comunica su Espíritu a su propio Cuerpo, en quien hay diversidad de funciones y de miembros. El Espíritu del Señor proporciona un sinfín de carismas, que invitan a las almas a asumir diferentes ministerios y formas de servicio a Dios”. Los legionarios, como realizan su apostolado en unión con María, se les llama a ser uno con Ella en su papel vital, como el corazón del Cuerpo Místico. A esto estamos llamados los legionarios, a obrar la misericordia en unión con María, para María y por María.

martes, 27 de septiembre de 2022

María y el Cuerpo místico, según el Manual del Legionario

 


         El Manual del Legionario continúa con la doctrina católica del Cuerpo Místico de Cristo, para que profundicemos en la labor de la Legión de María. Según el Manual, los miembros de la Legión ejercen, con sus prójimos, el mismo oficio maternal que la Virgen ejerció con su Hijo, oficiando la Legión como una prolongación de la Virgen. Dice así el Manual: “Los varios oficios que ejerció María alimentando, criando y prodigando amor al cuerpo físico de su divino Hijo, los continúa ejerciendo ahora en favor de todos y cada uno de los miembros de su Cuerpo místico, tanto de los más altos como de los más ínfimos. Eso significa que, al mostrarse solícitos los miembros unos de otros (1 Cor 12, 25), no lo hacen independientemente de María, aunque -por descuido o ignorancia- no sean conscientes de su intervención. No hacen más que unir sus esfuerzos con los de Ella”[1].

         En otras palabras, el Manual dice que toda obra de misericordia, corporal y espiritual, que realice un miembro de la Legión, no lo hace separado de la Virgen, sino en unión con Ella; es como decir que la Virgen continúa cuidando el Cuerpo de su Hijo, que son los bautizados, a través de la Legión.

         Dice el Manual que cuando el legionario hace una obra de misericordia en favor de sus hermanos, lo hace como instrumento de la Virgen: “Habría que decir que no son propiamente los legionarios quienes se valen de la ayuda de María, para mejor servir a los demás miembros del Cuerpo místico: es Ella quien se digna servirse de ellos”.

Esto es muy importante tener en cuenta, porque con mucha frecuencia nosotros, los seres humanos, anteponemos nuestro ego, nuestro “yo”, a toda obra buena y cuando hacemos una obra buena, nos atribuimos los méritos y los premios que se derivan de esa obra buena, pero esto no es así y mucho menos en la Legión, porque el mérito de toda obra de misericordia le corresponde a la Virgen, ya que como legionarios, actuamos como servidores de la Virgen, de manera tal que la obra buena que seamos capaces de hacer, la hacemos en nombre de la Virgen y bajo la guía de la Virgen y en consecuencia el mérito le corresponde sólo a la Virgen.

Estas consideraciones nos ayudan a evitar, dice el Manual, toda “idea mezquina” y también podríamos decir egoísta, que pueda surgir en nosotros cuando hacemos una obra de misericordia: no somos nosotros quienes obramos, sino la Virgen en nosotros y a través de nosotros, para gloria de su Hijo Jesucristo.



[1] Cfr. Manual del Legionario, IX, 2.