domingo, 31 de marzo de 2024

La formación del Legionario

 



         El Manual del Legionario aborda el tema central de la formación del Legionario, formación que es absolutamente necesaria, porque ningún católico laico y mucho menos un Legionario, pueden pensar que basta con la formación recibida en la Catequesis de Primera Comunión y en la Confirmación[1]. El Legionario debe formarse para no caer en el dicho: “Católico ignorante, futuro protestante”.

         Afirma el Manual que muchos piensan que los apóstoles -los laicos que integran una asociación como la Legión- se forman escuchando conferencias y luego estudiando libros de textos. Podríamos decir que esa es una parte en la formación, una parte muy importante, pero de ninguna manera se termina ahí la formación. Según el Manual, y más específicamente para la Legión, la formación “se hace imposible si no va acompañada de trabajo práctico; es más, hablar de apostolado y no practicarlo puede ser contraproducente porque quien realiza apostolado debe estar al corriente de las dificultades que el apostolado implica, pero al mismo tiempo de que es posible realizarlo, a pesar de esas dificultades”. El Manual agrega que si el apostolado no se acompaña de práctica real, la formación producirá laicos que sabrán mucho de teoría pero que en la práctica no realizarán ninguno o casi ninguno de los trabajos apostólicos que se necesitan llevar a cabo.

         Para el Manual, el sistema de formación del legionario se basa en conferencias, sí, pero acompañado de demostración práctica -por ejemplo, se debe estudiar el porqué de la visita a los enfermos, pero también hacer visitas a los enfermos; se debe estudiar el porqué rezar y hacer rezar el Rosario, pero al mismo tiempo, rezar el Rosario dando ejemplo-; de esta manera el aprendiz va avanzando en su aprendizaje a medida que avanza el trabajo apostólico que va realizando. Luego será el turno de que el aprendiz tome a su vez el papel de maestro, para enseñar a los nuevos integrantes. Según el Manual, con este método el practicante de apostolado aprende rápidamente cómo debe hacer su apostolado y luego enseña a los demás.

         La Legión, dice el Manual, se basa en métodos sencillos, diciendo así sus miembros a otras personas: “Vengan y trabajaremos juntos”. A los que aceptan, no los llevan a una escuela, sino que se les ofrece un trabajo que ya esté haciendo uno de ellos, un trabajo que esté a su alcance y una vez dentro de él, aprenden mejor el método de realizarlo y así no tardan en adquirir pericia y maestría.

         El método de la Legión podría resumirse así: la Legión utiliza la cooperación de sus miembros mejor preparados y si bien no insiste demasiado en la importancia extrema del estudio -que sí la tiene-, se ingenia en todo lo posible para capacitar y adaptar a cada uno para su apostolado particular; la finalidad principal de la Legión es proporcionar una estructura desde la cual el aprendiz pueda participar y aportar de sí mismo, al mismo tiempo que va adquiriendo experiencia en su apostolado específico. Es como si le dijera: “Ven, deposita tu talento y nosotros te enseñaremos a desarrollarlo y a usarlo, a través de María, para la gloria de Dios”. La Legión, según un antiguo director espiritual de la Legión, “es tanto para los humildes y menos privilegiados, como para los más doctos”.



[1] Cfr. Manual del Legionario, Formación a base del sistema de maestro y aprendiz, 10, 7.

Solemnidad de Santa María junto a la Cruz

 



         La Iglesia celebra solemnemente la Presencia de Santa María junto a la Cruz. En el día de la crucifixión, el Viernes Santo, la Santísima Virgen María permaneció de pie junto a la Cruz, desde el momento mismo de la crucifixión, hasta la Muerte y Descenso de la Cruz de su Hijo Jesús. Una primera razón por la cual la Virgen se encuentra al pie de la Cruz es por su condición de Madre: como toda madre que ama a su hijo, que al encontrarse su hijo en peligro de muerte se acerca a él para estar cerca de quien más ama, así la Virgen, pero en un grado infinitamente más grande, porque la Virgen, la Madre de Jesús, ama a su Hijo con un amor infinito, porque infinita es la capacidad de amor de su Inmaculado Corazón. Si una madre, movida por su amor maternal, acude al lugar en donde su hijo se encuentra en peligro y si no puede ayudarlo, al menos lo conforta con su presencia maternal, aliviando así sus dolores, su tristeza, su agonía y su muerte, de la misma manera, pero movida por un amor infinitamente más grande y puro, lo hace la Virgen María, acompañando a su Hijo Jesús a lo largo de todo el Via Crucis e incluso durante toda la crucifixión. Mientras todos los discípulos y amigos lo abandonan -los Apóstoles son los primeros en correr en el Huerto de los Olivos- y aun cuando parece que hasta el mismo Dios Padre abandona a Jesús, aunque en realidad no lo haya hecho nunca, según se desprenden de las palabras del mismo Jesús –“Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?”-, la Única que no lo abandona y permanece de pie junto a la Cruz, es su Madre, la Santísima Virgen y esto porque es el Amor de su Inmaculado Corazón el que la mantiene firme en el suelo, de pie junto a la Cruz de Jesús, para aliviar sus dolores, su dolorosa agonía, su muerte cruenta en el Calvario.

Pero la presencia de la Virgen al lado de la Cruz no se debe solamente a su amor maternal, al infinito amor de su Inmaculado Corazón; o mejor aun, debido a su infinito amor, la presencia de la Virgen no solo acompaña a su Hijo en su agonía y muerte redentoras, sino que lo acompaña, participando real y místicamente de la Pasión y Muerte de Jesús. Puesto que la Virgen no puede separarse de su Hijo debido a ese hilo invisible de oro puro que es el Amor de Dios, que une a los Sagrados Corazones de Jesús y María, la Virgen se encuentra de pie junto a Jesús, no solo acompañando con su Amor, sino participando de su dolor redentor, participando de las penas y amarguras de su Hijo, sufriendo mística pero realmente en su Alma y en su Corazón lo que su Hijo sufre en su Cuerpo y por esta razón la Virgen es Corredentora, porque al participar del sufrimiento redentor de su Hijo Jesús, la Virgen también, con su dolor, con sus penas, con su amargura, todas participadas de su Hijo Jesús, salva almas a cada latido de su Inmaculado Corazón.

         Puesto que entonces la Virgen no solo consuela a Jesús, sino que también salva nuestras almas, nosotros, como hijos de la Virgen y movidos por el arrepentimiento y por el amor a nuestra Madre del Cielo, le decimos a la Virgen que queremos quedarnos con Ella, para aliviar sus penas y dolores, para participar de su amargura, de su dolor corredentor, convirtiéndonos también nosotros en corredentores de los hombres, al unir nuestro amor y dolor al amor y al dolor Corredentor de la Virgen.