En este ícono, llamado “Nuestra Señora de la Ternura” y también “Madre de Dios de Vladimir”, la Virgen nos habla de la Trinidad, representada en las estrellas que forman, en su disposición, entre su frente y sus hombros, un triángulo. Las estrellas, que son tres en total, se disponen en el velo que cubre la frente, y en el velo que cae sobre sus hombros.
A través del ícono, la Virgen nos habla de la Trinidad por un doble camino: por un lado, Ella es el Tabernáculo Sagrado en el cual inhabita Dios Uno y Trino; por otro, Ella es el Portal de la eternidad, por el cual el misterio de la Santísima Trinidad se nos hace presente y visible en su Hijo Jesús.
La Santísima Trinidad devela su misterio sobrenatural a través de la Madre de Dios, porque es a través de María Santísima que el plan divino de salvación de Dios Uno y Trino comienza a gestarse, y es a través del fruto de sus entrañas, Cristo Jesús, por quien el misterio de la Trinidad se nos revela: en Ella se encarna Dios Hijo, por voluntad del Padre, llevado por Dios Espíritu Santo.
Las tres estrellas en María Santísima nos hablan entonces del misterio de la Santísima Trinidad, misterio que inhabita en Ella y que por Ella nos es revelado, manifestado, comunicado y donado. El misterio de la Trinidad, insondable e inaccesible, se nos hace presente y vivo a través de María, porque es por Ella por quien la Trinidad decide iniciar su plan de salvación y redención.
Cada una de las estrellas representa a una Persona de la Trinidad: la de la frente, al Padre; la del hombro izquierdo, al Espíritu Santo, y la del hombro derecho, a Dios Hijo. La estrella que corresponde al hombro derecho, en donde se encuentra el cuerpo del Niño Dios, no se ve, y no se ve por este motivo: porque está oculta por la figura del Niño.
Es decir, el Niño, que está en brazos de María, más específicamente en el brazo derecho de la Virgen, oculta la estrella derecha de su manto, pero este ocultamiento, lejos de ser un ocultamiento, como pudiera parecer, es en realidad una manifestación, porque la estrella, que simboliza a la Persona Divina del Hijo, se ha manifestado ya en la carne y en el cuerpo del Niño Dios y se ha hecho visible en su misterio oculto.
Antes de la Virgen María, la estrella que se ubica en el hombro derecho de su manto, esto es, Dios Hijo, permanecía como estrella; ahora, a través de la Virgen María, la Estrella se nos revela en su esplendor, en su majestad, en su magnificencia: esa estrella oculta, que ahora se revela, es el Niño Dios, Jesús de Nazareth, Aquel que luego, ya adulto, dará su vida en la cruz por amor a nosotros.
El ícono, además de llamarse “Madre de Dios de Vladimir”, lleva el nombre de “Nuestra Señora de la Ternura”, no sólo por la ternura y el amor que la Virgen demuestra al Niño, quien la abraza a su vez con amor, sino porque la ternura infinita y el amor infinito y eterno de Dios Uno y Trino por la humanidad se materializan en la Virgen y en su Niño, puesto que ellos son el don del amor divino para la humanidad.
Otro elemento para rezar con este ícono son las manos de la Virgen: con su mano derecha, sostiene a su Hijo, y con su mano izquierda, lo señala. Estos dos actos de la Virgen relacionadas con su Niño son en realidad actos dirigidos también a nosotros: así como sostiene a su Hijo, así nos sostiene a nosotros, que somos hijos de Dios por el Bautismo, y su gesto de señalar a Jesús, es para que nosotros sepamos que sólo unidos a Él, en el amor de Dios, habremos de salvarnos; sólo por Él, y en Él, llegaremos al cielo, a la comunión con el Padre, en el Amor del Espíritu Santo.
A través del ícono, la Virgen nos habla de la Trinidad por un doble camino: por un lado, Ella es el Tabernáculo Sagrado en el cual inhabita Dios Uno y Trino; por otro, Ella es el Portal de la eternidad, por el cual el misterio de la Santísima Trinidad se nos hace presente y visible en su Hijo Jesús.
La Santísima Trinidad devela su misterio sobrenatural a través de la Madre de Dios, porque es a través de María Santísima que el plan divino de salvación de Dios Uno y Trino comienza a gestarse, y es a través del fruto de sus entrañas, Cristo Jesús, por quien el misterio de la Trinidad se nos revela: en Ella se encarna Dios Hijo, por voluntad del Padre, llevado por Dios Espíritu Santo.
Las tres estrellas en María Santísima nos hablan entonces del misterio de la Santísima Trinidad, misterio que inhabita en Ella y que por Ella nos es revelado, manifestado, comunicado y donado. El misterio de la Trinidad, insondable e inaccesible, se nos hace presente y vivo a través de María, porque es por Ella por quien la Trinidad decide iniciar su plan de salvación y redención.
Cada una de las estrellas representa a una Persona de la Trinidad: la de la frente, al Padre; la del hombro izquierdo, al Espíritu Santo, y la del hombro derecho, a Dios Hijo. La estrella que corresponde al hombro derecho, en donde se encuentra el cuerpo del Niño Dios, no se ve, y no se ve por este motivo: porque está oculta por la figura del Niño.
Es decir, el Niño, que está en brazos de María, más específicamente en el brazo derecho de la Virgen, oculta la estrella derecha de su manto, pero este ocultamiento, lejos de ser un ocultamiento, como pudiera parecer, es en realidad una manifestación, porque la estrella, que simboliza a la Persona Divina del Hijo, se ha manifestado ya en la carne y en el cuerpo del Niño Dios y se ha hecho visible en su misterio oculto.
Antes de la Virgen María, la estrella que se ubica en el hombro derecho de su manto, esto es, Dios Hijo, permanecía como estrella; ahora, a través de la Virgen María, la Estrella se nos revela en su esplendor, en su majestad, en su magnificencia: esa estrella oculta, que ahora se revela, es el Niño Dios, Jesús de Nazareth, Aquel que luego, ya adulto, dará su vida en la cruz por amor a nosotros.
El ícono, además de llamarse “Madre de Dios de Vladimir”, lleva el nombre de “Nuestra Señora de la Ternura”, no sólo por la ternura y el amor que la Virgen demuestra al Niño, quien la abraza a su vez con amor, sino porque la ternura infinita y el amor infinito y eterno de Dios Uno y Trino por la humanidad se materializan en la Virgen y en su Niño, puesto que ellos son el don del amor divino para la humanidad.
Otro elemento para rezar con este ícono son las manos de la Virgen: con su mano derecha, sostiene a su Hijo, y con su mano izquierda, lo señala. Estos dos actos de la Virgen relacionadas con su Niño son en realidad actos dirigidos también a nosotros: así como sostiene a su Hijo, así nos sostiene a nosotros, que somos hijos de Dios por el Bautismo, y su gesto de señalar a Jesús, es para que nosotros sepamos que sólo unidos a Él, en el amor de Dios, habremos de salvarnos; sólo por Él, y en Él, llegaremos al cielo, a la comunión con el Padre, en el Amor del Espíritu Santo.