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lunes, 2 de diciembre de 2019

Agradezcamos a Dios por la vida y por la gracia a través de María Santísima



          En relación a Dios, los hombres tenemos múltiples motivos para agradecer: desde el haber sido creados a su imagen y semejanza, hasta el habernos dado el Bautismo, pasando por el don de la vida que continuamente nos da. Ahora bien, hay dos motivos en especial por los cuales debemos dar, especialmente, valga la redundancia, gracias a Dios: por el don de la vida y por el don de la gracia. Por el don de la vida, porque como dijimos, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios; fuimos dotados de un alma espiritual, que nos asemeja a los ángeles y de un cuerpo terreno, que nos asemeja a los animales. Por haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, es que somos el centro del universo, la creatura más amada y predilecta de Dios. Cuando miramos el resto de la Creación, nos podemos dar cuenta de cuán afortunados hemos sido al haber sido creados con vida humana, porque si bien no somos ángeles, tampoco somos seres irracionales, como los animales, ni mucho menos inanimados, como lo es, por ejemplo, el reino mineral. Hemos sido creados con vida y con una vida que nos coloca en el medio, entre los seres irracionales y los ángeles y también Dios. Por esta razón, debemos dar gracias a Dios de modo continuo, porque nos creó con vida y con vida racional, lo que nos asemeja a los ángeles y a Dios.
Ahora bien, hay otro motivo por el cual debemos dar gracias a Dios y es el habernos concedido la gracia, porque si por la vida humana estábamos en el medio entre los seres irracionales y los ángeles, por la gracia nos acercamos a Dios, ya que la gracia nos hace participar de la vida misma de Dios y nos hace Dios por participación. Es decir, si por la vida terrena ya tenemos motivos más que suficientes para dar gracias a Dios por habernos creado, por el hecho de recibir la gracia debemos vivir en constante acción de gracias, porque por la gracia dejamos de ser meras creaturas, para ser Dios por participación y eso es un don tan grande, que no podremos comprenderlo ni agradecerlo como es debido, ni en toda esta vida ni en toda la eternidad.
Por último, para que nuestra acción de gracias sea verdaderamente bien recibida por Dios, debemos hacer la acción de gracias no por nosotros mismos, sino que debemos acudir a la Virgen, para que sea Ella quien, con su Corazón Inmaculado, dé gracias a Dios en nuestro nombre. De esta manera nos aseguraremos que nuestra acción de gracias será bien recibida por Dios Uno y Trino y, como la Virgen es Mediadora de todas las gracias, recibiremos de Dios, a través de la Virgen, gracias todavía más grandes, si cabe; tantas, que no podemos ni siquiera imaginar.

martes, 26 de noviembre de 2019

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


Resultado de imagen de nuestra señora de la medalla milagrosa"

         Aparición del 27 de noviembre del 1830[1]

La tarde el 27 de Noviembre de 1830, sábado víspera del primer domingo de Adviento, en la capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación, cuando se le apareció la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza. Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita. La Santísima Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones. Tenía tres anillos en cada dedo; el más grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y no más pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo y llenaban toda la parte baja.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, Ella la miró y dijo a su corazón: “Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”. Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la Mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo. El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.


En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”. Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda. Oyó de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
La aparición, entonces, dio media vuelta y quedó formado en el mismo lugar el reverso de la medalla. En él aparecía una Msobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.
La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: “En adelante, ya no veras , hija mía; pero oirás mi voz en la oración”.

Símbolos de la Medalla y mensaje espiritual:

En el Anverso:

-María aplastando la cabeza de la serpiente que esta sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia para triunfar sobre Satanás. Esta imagen demuestra que la Virgen participa del poder omnipotente de Dios y que le ha sido concedido a Ella el aplastar la cabeza de la Serpiente Antigua, Satanás.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza indican que Ella es la mujer del Apocalipsis, revestida del sol.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a quienes pidan. A la Virgen le ha sido encomendad la misión, por la Santísima Trinidad, de interceder por sus hijos y por el mundo entero, por lo que debemos confiar en todo y recurrir siempre a Nuestra Madre del Cielo.
-Jaculatoria: confirma el dogma de la Inmaculada Concepción, el cual es revelado aun antes de la definición dogmática de 1854. La Virgen no es solo la Llena de gracia y la inhabitada por el Espíritu Santo, sino que es concebida sin la mancha del pecado original.
-El globo bajo sus pies es el globo terráqueo y con esto se quiere significar que la Virgen es Reina de los cielos y tierra.
-El globo en sus manos: también es el globo terráqueo, aunque en este caso, es el mundo que es ofrecido a Jesús por manos de la Virgen, confirmando así su misión intercesora.

En el reverso:

-La cruz: es el precio que pagó Nuestro Señor Jesucristo por el misterio de nuestra redención. En correspondencia, nosotros como cristianos debemos a Jesús y María obediencia, sacrificio y entrega.
-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
-La barra: es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús.
Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los Dos Corazones: la co-rredención de la Virgen, en unión indisoluble con su Hijo Jesús, el Redentor. La Virgen no participó físicamente de la Pasión, pero sí moral, espiritual y místicamente. Significa también la devoción a los Dos Corazones y el reinado de ambos sobre hombres y ángeles.

Nombre:

La Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente “La Medalla Milagrosa”.
Entonces, si necesitamos alguna gracia, recordemos que María es Mediadora de todas las gracias y que, si es la voluntad de Dios, nos concederá las gracias que necesitemos para nuestra eterna salvación. Usemos la Medalla Milagrosa todos los días y esperemos confiados en la intercesión y el amor maternales de María Santísima, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.


[1] https://www.corazones.org/maria/medalla_milagrosa.htm

jueves, 7 de noviembre de 2019

María, Mediadora de todas las gracias



Dios Uno y Trino es la Gracia Increada y el Creador de toda gracia participada. En la gracia y por la gracia se nos concede la participación en la vida de Dios Trinidad, por lo que no hay mayor don para el hombre en esta vida, que la gracia santificante. Si un hombre recibiera en herencia todos los reinos de la tierra con sus riquezas inmensas, todas ellas no valdrían lo que la más pequeña gracia, porque el valor de la gracia supera a los bienes de la tierra más que la distancia que hay entre cielos y tierra. Por eso, quien recibe una gracia, se puede considerar como el más afortunado de todos los hombres, incluso de los hombres más poderosos y ricos de la tierra. Un mendigo, que reciba una gracia, por ínfima que sea, es más afortunado que los hombres más ricos del planeta, porque la gracia nos hace participar de la vida de Dios Trinidad, en tanto que los bienes materiales no. Es en Dios Uno y Trino en donde se encuentra, por lo tanto, aquello que nos hace dichosos en esta vida, como anticipo de la dicha de la vida eterna: la gracia santificante.
Ahora bien, Dios es bondadoso y quiere darnos su gracia; sin embargo, si nosotros acudimos por nosotros mismos a pedir las gracias, con toda seguridad seremos rechazados, a causa de nuestra indignidad, tal como nos enseñan los santos. Sin embargo Dios, en su infinita bondad, arregló las cosas de tal manera que las gracias llegaran a nosotros, aun a pesar de nuestra indignidad. ¿Qué hizo Dios? Lo que hizo fue crear a la creatura más hermosa y bondadosa de todas, dejarla a salvo del pecado original, en mérito a la Pasión de Jesús, y nombrarla como Madre de todos los hombres: esa creatura, para la cual no hay alabanza suficientemente digna y grande, es la Virgen María, a la cual Dios Hijo nos la dio como Madre nuestra antes de morir en la Cruz, cuando le dijo al Evangelista Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre”. Y como en Juan estábamos representados todos los hombres, no solo Juan la tuvo por Madre, sino todos nosotros, todos los hombres pecadores. Y puesto que la Virgen Santísima, Nuestra Madre del Cielo, estuvo unida a su Hijo Jesús durante toda su Pasión, convirtiéndose en Corredentora al unirse místicamente a su misterio pascual de muerte y resurrección, es también, por designio divino, la Mediadora de todas las gracias, necesarias para nuestra eterna salvación. Y esto de manera tal que no hay gracia, por pequeña o grande que sea, que no provenga de Dios Uno y Trino y no pase por María Santísima. En otras palabras: cualquier gracia, por pequeña o grande que sea, proviene de Dios como de su Fuente, pero pasa por el Inmaculado Corazón de María como su canal, para poder llegar hasta nosotros. Esto quiere decir que cualquier gracia que necesitemos, del orden que sea, pasa indefectiblemente por María, Mediadora de todas las gracias. A Ella, que es Nuestra Madre amantísima del Cielo, nos dirigimos entonces para pedirle todas las gracias que necesitamos para nuestra eterna salvación, para la salvación de nuestros seres queridos y para la salvación del mundo entero.

martes, 8 de noviembre de 2016

María, Mediadora de todas las gracias


         ¿Por qué la Virgen es “Mediadora de todos las gracias”? La pregunta surge porque parecería no haber necesidad de su mediación puesto que Dios  puede, con su omnipotencia, conceder sus gracias sin necesidad de intercesores. Y es verdad que Dios puede hacerlo, pero sin embargo, movido por su amor misericordioso a los hombres, decretó que habría de dar sus gracias -absolutamente todas- a través de la Virgen María, al tiempo que decretó que todas las gracias que los hombres quisieran de Él conseguir, las obtendrían todas -absolutamente todas-, desde las más pequeñas hasta las más grandes, a través de la Madre de Dios. Es decir, por un lado, Dios quiere que su gracia -que proviene de Él como Gracia Increada y Fuente de toda gracia que Es-, pase a través de María y descienda a través de la Virgen, así como el agua de lluvia se derrama desde el cielo sobre la tierra por medio de la nube; por otro lado, quiere que los hombres, deseosos de pedir gracias a Él -las que Él tiene reservadas para dárnoslas sin medida, necesarias para nuestra eterna salvación-, sean obtenidas por medio de María y sólo por medio de María. En otras palabras, aunque Dios podría concedernos sus gracias directamente, ha querido sin embargo que tanto las gracias que Él desea concedernos, como las gracias que los hombres le solicitamos a Él, pasen a través de María.
         ¿Cuál es la razón de esta decisión divina? La respuesta está en los santos: nos enseñan los santos -como San Luis María Grignon de Montfort- que, en relación con las gracias que nosotros pedimos a Dios, el camino más seguro, corto y fácil de conseguir esas gracias es a través de María, porque “no hay nada que la Madre pida al Hijo, que éste no se lo conceda”. A su vez, por parte de Dios, no hay ninguna gracia que Él no quiere darnos que deje pasar por la Virgen. Entonces, volvemos a preguntarnos, ¿por qué quiere que sea la Virgen la Mediadora de todas las gracias? Porque así se asegura que las gracias -todas las gracias-, sean concedidas, sin excepción, tanto de parte de Dios, que quiere darlas, como de los hombres, que quieren recibirlas: al decretar que la Mediadora de todas las gracias sea la Virgen, Dios se asegura de que, de parte suya, ninguna gracia sea negada a los hombres, porque Él no le niega nada a Aquella que es su Hija predilecta –es hija de Dios Padre-; a Aquella que es la Madre de su Hijo Unigénito –es Madre de Dios Hijo-; a Aquella en quien inhabita el Divino Amor –es Esposa de Dios Espíritu Santo-; por parte de los hombres, Dios elige a la Virgen –Madre de Dios y de los hombres- para que sea la Mediadora de todas las gracias, porque se asegura así que las gracias que los hombres piden sean concedidas, porque para dirigirse a la Virgen en su condición de Madre de Dios y de los hombres, estos no pueden hacerlo de cualquier manera sino con un amor filial, sincero, sobrenatural, a su Madre celestial, de la misma manera a como un hijo se dirige a su madre, a quien ama con todo el corazón, y una petición así dirigida, hecha con amor de hijo hacia la Madre celestial, es una petición a la que Dios no se puede negar.

         Que Dios quiera dar sus gracias para la eterna salvación a los hombres, y que la Virgen sea la Mediadora universal de todas estas gracias, se observa de modo patente en las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré, puesto que esas gracias estaban representadas en los rayos de luz que brotaban de los anillos que adornaban sus manos, aunque también había anillos de los que no se irradiaba la luz, siendo estas las gracias que muchos de sus hijos no se las piden, porque no aman a la Virgen ni confían en Ella, en su condición de ser Mediadora de todas las gracias.

domingo, 2 de noviembre de 2014

María, Madre y Medianera de la Gracia


A la Virgen María se la llama “Medianera o Mediadora de todas las Gracias” desde muy antiguo en la Iglesia, pero es recién en el año 1921 en el que se introduce una fiesta dedicada a la Madre de Dios, con el título específico de “María, Medianera de todas las gracias”.
¿Qué significa este título? ¿Cuál es la razón por la que la Virgen es “Medianera de todas las gracias?
         La razón radica en la naturaleza misma de la Virgen María: Ella es la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia, porque estaba destinada, desde toda la eternidad, a ser la Madre de Dios; como tal, no podía estar contaminada ni siquiera mínimamente con la más ligerísima mancha del pecado original y por eso fue concebida sin pecado –Inmaculada Concepción- e inhabitada por el Espíritu Santo –Llena de gracia-. Pero además de ser la Madre de Dios, la Virgen tuvo el encargo de ser la Madre de toda la humanidad, porque así lo dispuso Nuestro Señor Jesucristo, cuando antes de morir en la cruz, le dio la Virgen a Juan por Madre, diciéndole: “Hijo, he ahí a tu Madre”, y diciéndole a la Virgen: “Madre, he ahí a tu hijo”. De esta manera, la Virgen, por ser la Madre de Dios, era ya en sí misma, por su misma naturaleza, la Madre de todas las gracias, porque al dar a luz virginalmente a su Hijo Jesús, nos daba todas las gracias, porque nos daba a Jesús, que es la Gracia Increada; pero además, al ser la Madre de todos los hombres, era también la Medianera de todas las gracias, porque siendo Madre celestial, se habría de comportar con nosotros, los hombres, como se comportan todas las madres de la tierra con sus hijos, esto es, dándoles alimentos y toda clase de bienes, y en el caso de la Virgen, el principal alimento que Ella habría de darnos, sería la Eucaristía, al ser Ella Nuestra Señora de la Eucaristía y Madre de la Eucaristía, y los principales bienes que habría de darnos, sería su mediación maternal, para obtener la gracia santificante. Así lo sostienen los grandes santos de la Iglesia: “Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de nuestra Madre Santa María”[1]; “María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar”[2]; “Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados”[3].
         Le confiemos entonces a la Virgen María, Medianera de todas las Gracias, todo lo que somos y lo que tenemos, todo nuestro ser, nuestro pasado, presente y futuro, nuestros bienes espirituales y materiales, nuestros seres queridos y nuestro propio ser, para que Ella los colme de todas las gracias necesarias para la contrición perfecta del corazón, para la conversión y la eterna salvación, puesto que lo único y más importante en esta vida es la salvación del alma, confiados en las palabras de San Bernardo: “Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa”[4].




[1] San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 280.
[2] San Alfonso María de Ligorio, Visitas al Santísimo Sacramento, 25.
[3] Santo Cura de Ars, Sermón sobre la pureza.
[4] Homilía en la Natividad de la Beata Virgen María, 18.

martes, 26 de noviembre de 2013

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


Historia de la aparición

La Virgen se le apareció a Santa Catalina Labouré el 27 de Noviembre de 1830. Estaba vestida de blanco, con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Al describir su rostro, Santa Catalina dijo que “era la Virgen María en su mayor belleza”.
Sus pies, que posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, aplastaban al mismo tiempo a una serpiente verde con pintas amarillas. Las manos de la Virgen, elevadas a la altura del corazón, sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.
La Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, rodeándola de tanta claridad, que no era posible verla.
Tenía tres anillos en cada dedo; el más grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y uno más pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo y llenaban toda la parte baja.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, Ella la miró y dijo a su corazón:
“Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.
Con estas palabras la Virgen se da a conocer como la Mediadora de todas las gracias que nos vienen de Jesucristo.
El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.
En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”.
Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda.
Santa Catalina oyó de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
La aparición, entonces, dio media vuelta y quedó formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.
En él aparecía una “M”, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. A su alrededor había doce estrellas.

Símbolos de la Medalla y mensaje espiritual:

En el Anverso:

-María aplastando la cabeza de la serpiente, que a su vez está sobre el mundo: el globo representa a la Humanidad, mientras que la serpiente representa al Demonio, que tiene a toda la humanidad bajo su poder, debido a que ha perdido la gracia y la unión con Dios a causa del pecado original. La Virgen, la Inmaculada Concepción, aplasta la cabeza de la serpiente, en cumplimiento de la profecía que Dios le hace al demonio en el Génesis: “La Mujer te aplastará la cabeza”. La Virgen, a pesar de ser una creatura humana, vence a la serpiente, porque la Trinidad en pleno le participa de su poder, de modo que, a pesar de ser una creatura humana, tiene tanto poder que su solo pie femenino representa, para el demonio, todo la fuerza y la omnipotencia divina.
-Las manos de la Virgen, extendidas y emitiendo rayos luminosos, representan su condición de Madre de todos los hombres y Mediadora de todas las gracias. La Virgen es Madre de todos y cada uno de los hombres –independientemente de si tienen fe  o no- porque Cristo nos la dio antes de morir, al decirle desde la Cruz: “Mujer, he ahí a tu hijo”, señalando al apóstol Juan, en quien estábamos todos representados. El hecho de que Dios nos haya concedido a su Madre para que nos adopte como hijos, es un don de la Misericordia Divina que quiere asegurarse, por todos los medios posibles, la salvación de los hombres: teniendo a la Virgen por Madre, aun hasta el pecador más empedernido tiene la oportunidad de salvarse, porque la Virgen, llevada por su amor materno, hará todo lo que esté a su alcance para salva r a su hijo.
-Los rayos que emiten sus manos representan la gracia divina que pasa a través de Ella, es decir, representan su condición de ser Medianera de todas las gracias; esto significa que no hay gracia, ni pequeña ni grande, que no sea administrada por Ella o, lo que es lo mismo, toda gracia pasa por el Inmaculado Corazón de María. Esto quiere decir que quien no se acerca a María por el amor y la fe, no recibe la salvación de Jesucristo, y es también un incentivo tanto para rezar el Rosario, que es la oración que más le gusta a la Virgen, como para consagrarse al Inmaculado Corazón de María, porque la Consagración a la Virgen es en sí misma una gracia que anticipa muchas otras.
-La jaculatoria “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”, es una proclamación, en pocas y sencillas palabras, de uno de las más grandes misterios de la Religión Católica, el dogma de la Inmaculada Concepción, dogma por el cual la Iglesia reconoce en María a la Nueva Eva, la Llena de gracia, la Inhabitada por el Espíritu Santo, la Mujer del Apocalipsis, Vencedora de Satanás con el poder de su Hijo Jesús, Madre de Dios encarnado, Templo del Espíritu Santo, Sagrario Viviente de Jesús Eucaristía e infinidad de otros títulos.
-El globo bajo sus pies significa que la Virgen es Reina de cielos y tierra, por su condición de ser Madre del Rey del Universo, Jesucristo, y por el hecho de haber participado de la Pasión de su Hijo llevando, si bien no físicamente, sí espiritualmente, la corona de espinas de Jesús. En recompensa, Jesús le otorga a su Madre, una vez Asunta a los cielos, la corona de luz y de gloria que le corresponde como Reina de cielos y tierra.
-El globo en sus manos, de color dorado, es el mundo ofrecido a Jesús por sus manos, es el mundo que ha sido ya, en cierto modo, purificado por el dolor de la Virgen; es el mundo que ha recibido la gracia de la Redención, y por eso el color dorado.

En el Reverso:

-La cruz: significa el misterio de redención, es la Puerta abierta a los cielos, es el único camino por el cual se accede al Reino de los cielos; es la única vía de acceso al Corazón de Dios Padre. Quien rechaza la Cruz, rechaza la salvación; quien abraza la Cruz, abraza la salvación, porque la Cruz está empapada con la Sangre del Cordero de Dios.
-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol. Además de ser la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza de la serpiente, la Virgen es la Mujer del Apocalipsis, la señal que aparece en el cielo, la “Mujer revestida de sol”. Como tal, es la Mujer que vence al Dragón que quiere asesinar a su Hijo; la Virgen protege a su Hijo llevándolo al desierto.
-La barra: es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús.
-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los dos corazones: la corredención, obrada por Jesucristo y su Madre. representa también la unidad indisoluble entre ambos, la futura devoción a los dos y su reinado.
Por último, la promesa de la Virgen para quienes lleven puesta la Medalla: “Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”, nos invita a llevar la Medalla todos los días de la vida, hasta la muerte, y a pedir con gran confianza una gran cantidad de gracias, aun cuando parezcan imposibles de conseguir.