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martes, 3 de diciembre de 2019

La Iglesia es misionera por esencia



          Antes de subir a los cielos, luego de resucitado, Jesús dejó encargado a la Iglesia Universal, a la Iglesia de todos los tiempos, el mandato misionero: “Id por todo el mundo y predicado el Evangelio; el que crea y se bautice se salvará, el que no crea y no se bautice no se salvará” (Mt 16, 15). Esto quiere decir que cuando la Iglesia hace misión, no hace otra cosa que seguir el mandato de su Señor, quien explícitamente dio a su Iglesia, la Iglesia Católica, el encargo de la misión.
          Ahora bien, ¿en qué consiste este mandato misionero y cómo se lo cumple? Ante todo, para saber cómo se lo cumple, no hay más que contemplar cómo, a lo largo de los siglos, desde que la Iglesia misma fue constituida al pie de la Cruz, en el Calvario, los santos de todos los tiempos han entregado sus vidas por la difusión del Evangelio. Evangelizar no quiere decir imponer, ni coaccionar, puesto que la aceptación del Evangelio debe ser libre y debe surgir de lo más profundo del ser de cada persona, pero tampoco significa ingresar en una cultura para quedarse cruzados de brazos o, peor aún, asimilar esa cultura de manera tal que la personalidad del bautizado y el rostro de la Iglesia Católica queden desfigurados, al punto de hacerse irreconocibles.
          ¿En qué consiste el mandato misionero? Consiste en bautizar a los paganos y en proclamar a nuestros prójimos, más que con discursos y sermones, con el ejemplo de vida, que somos cristianos y que venimos a traer una Buena Noticia, la Noticia de la Encarnación del Verbo, la Segunda Persona de la Trinidad, que se ha hecho carne en el seno purísimo de María Santísima, que padeció la Pasión por nuestra salvación, que murió en la Cruz para derrotar de una vez y para siempre a nuestros grandes enemigos, el Demonio, el Pecado y la Muerte y que resucitó al tercer día, según lo predijo; que subió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre y que ha de venir, al fin de los tiempos, a juzgar a vivos y muertos, para dar a los buenos el Reino de los cielos y a los malos, el Infierno. En síntesis, en esto consiste la misión, en la proclamación del Credo que rezamos todos los Domingos en Misa, pero no con discursos y sermones, como dijimos, sino con ejemplo y santidad de vida, lo cual es sumamente difícil cuando lo intentamos con nuestras fuerzas y es sumamente fácil cuando entregamos nuestra labor misionera al Inmaculado Corazón de María.
          La Iglesia es esencialmente misionera y esa misión, si bien por lo general se realiza en lugares lejanos, se realiza también cada día, cuando finaliza la Santa Misa y el ámbito es aquel en el que nos movemos y aquellos quienes deben ser evangelizados son, para comenzar, nuestros seres queridos, para luego continuar con todo prójimo que se nos cruce en el camino. La Evangelización del mundo, la misión de la Iglesia, comienza en realidad cada vez que finaliza la Santa Misa; cada vez que finalizada la Misa abandonamos el templo para comenzar nuestras labores cotidianas. Confiemos nuestra misión al Inmaculado Corazón de María y será Ella quien haga la misión y evangelice por nosotros, dando a todos a su Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía.

martes, 30 de octubre de 2018

La Virgen de la Eucaristía nos entrega al Niño, la Iglesia nos entrega la Eucaristía



         Al contemplar la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía, podemos constatar lo siguiente: la Virgen está de pie, con el Niño en brazos. No se encuentra estática, sino en movimiento; está en el momento en el que alguien da un paso hacia adelante, para dirigirse al interlocutor. Además, su gesto es el de toda madre que, orgullosa de su hijo, lo acerca al interlocutor para que éste pueda alegrarse por el niño, felicitar a la madre y, si fuera posible, cargarlo en brazos por un momento. Nuestra Señora de la Eucaristía se encuentra en este gesto, en el gesto de dar un paso hacia adelante, para entregar al Niño en los brazos de quien está enfrente suyo. Es decir, la Virgen de la Eucaristía nos está dando a su Niño, que es el Niño Dios, para que nosotros nos gocemos y alegremos con la Presencia del Niño. El Niño Dios viene a nosotros no de cualquier manera, sino a través de la Virgen de la Eucaristía. Otro gesto a destacar en la imagen de la Virgen son sus manos: mientras con una sostiene a su Niño –con esto nos da una idea de la fortaleza de la Virgen, que sostiene al Niño Dios y al mismo tiempo, la confianza y el Amor que Dios le tiene a la Virgen de la Eucaristía-, con la otra mano, lo señala, indicándonos a nosotros, que es a su Hijo Jesús a quien debemos acudir, para adorarlo.
A su vez, el Niño porta entre sus brazos un racimo de uvas, las cuales las lleva ayudado por su Madre y cuya intención es convidarnos, para que nos sirvamos de ellas cuando tengamos al Niño. Entonces, la Virgen nos da el Cuerpo de su Hijo Jesús y su Hijo Jesús nos entrega las uvas que, hechas vino, se convierten en su Sangre en la Santa Misa. A través de la imagen de la Virgen de la Eucaristía, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Hijo de Dios, es decir, recibimos la Eucaristía.
Ahora bien, hay un paralelismo entre Nuestra Señora de la Eucaristía y la Iglesia: así como la Virgen nos da a su Niño, que es el fruto de sus entrañas virginales, así la Iglesia nos da la Eucaristía, que es el fruto de sus entrañas virginales, el altar eucarístico.
Entonces, así como acudiríamos con amor a recibir al Niño que nos da la Virgen, así debemos ir, con el alma en gracia y el corazón lleno del mismo amor, a comulgar, para recibir la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

sábado, 4 de junio de 2016

La Inmaculada Concepción y la Iglesia


         La Inmaculada Concepción de María es modelo de pureza, de santidad, de caridad y de toda virtud, para ser imitado por el fiel cristiano, tal como lo afirma San Lorenzo Justiniano: “Imítala tú, alma fiel (a María Virgen)” [1]. Es necesario, dice nuestro santo, imitar a María en su sabiduría, en su caridad, en su humildad, en su meditación y contemplación de la Palabra de Dios: “María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios”[2]. Quien esto hace, es decir, imitar a la Virgen, alcanza con suma facilidad y prontitud altas cumbres de santidad, imposible de hacerlo de otro modo. La Inmaculada Concepción, plena de virtudes y todas ellas en altísimo grado de perfección, es modelo de la más alta santidad para todos los cristianos, y ésa es la razón por la cual no sólo debemos meditar en su pureza inmaculada, sino que, por medio de la gracia santificante, la oración, la ascesis, la meditación de la Palabra de Dios y el sacrificio espiritual, debemos siempre y en todo momento buscar la imitación de María Inmaculada, tal como nos animan a hacerlo los santos.
Ahora bien, la Inmaculada Concepción, esto es, su pureza inmaculada, además de ser modelo de la pureza de cuerpo y alma para el fiel y el modelo de santidad para su vida cristiana, es además modelo de la pureza de la fe de la Iglesia, porque así como María Inmaculada no solo no está contaminada ni siquiera por la más ligerísima mancha de pecado, sino que en Ella resplandece la santidad al ser inhabitada por el Espíritu Santo, así también la fe de la Iglesia, no solo no está contaminada con la más mínima mancha impura de la herejía, del error y la ignorancia acerca de Dios Trino y del Hijo de Dios Encarnado, sino que su conocimiento y amor de los misterios sobrenaturales absolutos revelados por el Hijo de Dios, y su celo por la custodia por el Magisterio de la Verdad revelada, brillan en la Iglesia Santa por encima de cualquier iglesia y por encima de todas las naciones, porque la Iglesia, Esposa mística del Cordero de Dios, al igual que la Virgen Santísima, está iluminada con la esplendorosa luz del Espíritu Santo, que es su Alma, Guía y Maestro.



[1] Sermón 8, Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María: Opera 2, Venecia 1751, 38-39.
[2] Cfr. ibidem.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Nuestra Señora de Guadalupe, modelo perfecto de inculturación del Evangelio y prueba contundente para destruir la “leyenda negra” contra la Iglesia


         Las apariciones de la Madre de Dios, bajo la advocación de “Nuestra Señora de Guadalupe” (uno de cuyos significados en lengua náhuatl es "la que aplasta la cabeza de la serpiente"), constituyen un modelo perfecto de inculturación del Evangelio, principalmente contra las ideologías anticristianas, difusoras de la “leyenda negra” contra la Iglesia, que sostienen que la Iglesia es una institución humana, europea, que vino a Latinoamérica para sojuzgar a los indefensos y pacíficos pueblos indígenas, inculcándoles una ideología –el Evangelio, precisamente-, mediante la cual los sometieron por siglos, aprovechándose de su bondad e ingenuidad natural, robándoles su oro y dándoles a cambio “espejitos de colores” y una mentalidad de esclavos, la religión cristiana o, más precisamente, la católica. Esta “leyenda negra”, sirve de base a diversas ideologías que, desde fuera y desde dentro de la Iglesia, pretenden destruirla, para suplantar al Evangelio de Jesucristo y a su Iglesia por un Evangelio y por una Iglesia mundanos e intra-terrenos.
         Sin embargo, podemos afirmar que esta absurda “leyenda negra” caen por tierra y todos sus presupuestos se vienen abajo como un castillo de naipes, si al analizar la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe somos capaces de encontrar elementos sobrenaturales en la aparición.
         Puestos a la tarea de analizar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, nos damos con el hecho de que, aun antes de analizar la imagen en sí misma, al comenzar el análisis con el “soporte” de la imagen, esto es, la tilma o poncho de Juan Diego, nos damos de narices, desde el inicio, con un elemento sobrenatural, y es la duración de la misma tilma y su impecable estado de conservación, inexplicable desde el punto de vista natural. Una tilma, constituida con el material precario como la de Juan Diego, se deshace al poco tiempo; la de Juan Diego, está intacta y fresca desde hace ya 500 años, y esto sin que sea posible atribuir su conservación a la intervención de la mano del hombre.
         Todavía antes de analizar la imagen, nos damos con que la misma no se encuentra “impresa” sobre la tilma, sino que se encuentra ¡flotando! sobre la misma, lo cual es un milagro, es decir, es un hecho absolutamente imposible de explicar por las leyes de la física, conocidas o por conocer.
         Continuando luego con la imagen, ahora sí nos damos con una infinidad increíble de detalles que superan la capacidad de la razón humana y cuyo origen solo se puede atribuir a la Sabiduría y al Amor Divinos, empezando por el milagro de la conversión masiva de los indígenas, atribuida a la imagen, lo cual se interpreta como un “Pentecostés continuo” de ¡8 (ocho) años! De duración.
         Presentamos un trabajo muy elaborado acerca de la asombrosa cantidad de mensajes sobrenaturales contenidos en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, realizado por estudiosos mexicanos, que demuestran nuestra hipótesis: la imagen es de origen sobrenatural, da por tierra la “leyenda negra” anti-católica y es un modelo perfectísimo de inculturación del Evangelio[1].
         “La Imagen de Nuestra Señora habla tanto a los indígenas como a los españoles. A los españoles les presenta a una mujer de Adviento, a una mujer embarazada del Salvador. Ella es la Inmaculada Concepción representada con toda la iconografía del Apocalipsis 12,1: Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, con una corona de estrellas y que está a punto de dar a luz.
La Imagen de la Tilma es toda una catequesis para los indígenas. Como resultado del Mensaje de este ayate: EN LOS 7 AÑOS POSTERIORES A LAS APARICIONES, 8 MILLONES DE NATIVOS SE CONVIRTIERON A LA FE CATÓLICA. Esto representa un promedio de 3,000 conversiones diarias. Si recordamos que por la predicación de San Pedro, el día de Pentecostés se convirtieron 3,000 hombres, podemos apreciar que la Virgen inició un verdadero Pentecostés que duró 7 años. ESTA CONVERSIÓN EN MASA ES EL MAYOR MILAGRO DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.
La Imagen de la Virgen de Guadalupe era en si misma todo un códice pleno de significados para los indios. Sus símbolos se pueden cotejar con otros códices que los mexicas elaboraron antes de la llegada de los españoles:
1. FLOR DE CUATRO PÉTALOS (Nahui Ollin): En la Imagen de la Virgen es la única flor en su estilo, además de ser la de más significación.
Ella indica que Nuestro Señor Jesucristo está presente en el centro de la Imagen, precisamente en el vientre de Nuestra Señora. María no es el centro de la Imagen, sino Jesús.
Esta flor es uno de los símbolos más altos de todo el pensamiento religioso y cosmogónico de los aztecas. La posición en “X” significa que está siempre en movimiento. Indica los 4 movimientos del sol, unidos por un 5o elemento que da equilibrio y estabilidad.
La ubicación central de esta flor en la imagen representa la maternidad de María. Ella es la Madre del Niño Sol, quien es el autor y dador de vida. Al ver este símbolo en la Imagen, a los indígenas no les quedó duda de que esta mujer estaba embarazada de Ometeotl-Dios Omnipotente, el Dios dueño del cielo y de la tierra, el único Dios Vivo y Verdadero.
Para los indígenas esta flor les indica: el universo entero, los 4 puntos cardinales, las 4 estaciones del año, 4 épocas pasadas, esperando el regreso de Quetzalcóatl, el 5o sol en plenitud, que coincide con el solsticio de invierno de 1531. Este Nahui Ollin también se encuentra plasmado en el centro del Calendario Azteca.
2. FLORES CERRO-CORAZÓN (Tépetl): Estas flores rodean el centro de la Imagen y sus tallos se encuentran enraizados en el manto de la virgen (que es el cielo). Para los indígenas lo Verdadero era lo que está bien arraigado.
Los Tépetls de la imagen son al mismo tiempo un cerro que habla, un corazón y un rostro.
La flor principal simboliza a un cerro en punta. Representa al Tepeyac al que se le llamaba cerro en punta o cerro nariz. Este cerro que habla está dando un mensaje universal para la humanidad. Es el cerro de la Palabra Divina o cerro del Canto Divino.
Los cerros para los indígenas representaban a los pueblos y a los templos. En el entorno de la flor principal se encuentran otras pequeñas flores, que indicaban que este cerro está lleno de la Verdad.
El tallo de la flor Tépetl es en realidad un río. Cerro y Agua significa civilización. Por lo tanto esta flor nos habla de una civilización enraizada en el cielo, llena de la Verdad de Dios. Esto es exactamente la Virgen de Guadalupe, que con su aparición da el fundamento de una nueva civilización llena de Vida, de Respeto, de Sabiduría y de la Verdad de Dios.
Al poner esta flor de cabeza, el cerro se convierte en corazón y el tallo en arterias. La vida está en el corazón y la sangre, y solo le pertenece a Dios. Es una civilización que le pertenece a Dios.
En la flor Tépetl también se puede ver un rostro (ojos, nariz y boca). Para los indígenas un SABIO era aquel que puede poner un rostro humano en el corazón ajeno. Es el líder es aquel que es capaz de humanizar esta civilización. Es Aquel que es capaz de hacer a la civilización más Misericordiosa: palpitando con el corazón del prójimo. ESTAR ATENTOS COMO LA VIRGEN MARÍA A LAS NECESIDADES DEL PRÓJIMO.
La Virgen nos presenta a su Hijo Jesucristo quien es el fundamento para hacer una nueva civilización enraizada en el cielo, llena del Amor de Dios, llena de la Verdad y de la Sabiduría de Dios.
3. RAYOS SOLARES: Los rayos dan a la Sagrada Imagen una aurora de luz. Parece que salen de ella indicándonos que está dando a luz al sol = a Dios, a Ometeotl que es Cristo Jesús; que esta representado en la flor de 4 pétalos que está en su vientre. La Virgen capturó al sol, lo hizo suyo y está llena de El. Ella es su celestial embajadora.
4. ROSTRO: Su rostro de joven y madre niña encarna en sus facciones no al indio ni al español, sino al mestizo; síntesis de una nueva raza cósmica; de alrededor de 16 años. En 1531 no había jóvenes mestizas de esa edad. Su mirada con la que “perfectamente a todas partes está mirando” refleja, serenidad, ternura y bondad.
Los Indígenas entendieron que la Virgen de Guadalupe no era una diosa. Tenía inclinado su rostro en señal de reverencia y respeto. Nuestra Señora se encuentra en posición de oración. Entre los indígenas no era correcto mirar de frente. Nos mira no como esclavos sino a hijos amados.
Por medio de las técnicas más modernas de computación digital, el Dr. J. Aste Tonsman descubrió la presencia de 13 personas en ambas córneas de los ojos de la Virgen. El burdo material del Ayate, hace imposible pintar estos detalles por la mano del hombre.
Tiene labios muy delgados. Un Nudo del Ayate resalta el labio inferior para mostrar una leve y tierna sonrisa.
5. CABELLO: Su cabello suelto indica su condición de doncella virgen, a diferencia de las indígenas casadas, pues estas últimas llevaban el cabello atado en forma de trenzas. Para los aztecas, la Mujer de la Imagen era al mismo tiempo Virgen y Madre.
6. MANTO: Para los mexicas un manto de color azul verdoso únicamente podía ser portado por el emperador. Azul que simboliza el cielo y el Verde que simboliza la Vida. Al ver a la Virgen, inmediatamente captan que están frente a una emperatriz.
El manto representa el cielo, y esta cubierto por 46 estrellas de ocho puntas que con el centro dan el número nueve. Este número recuerda el nacimiento de Quetzalcóatl.
Reconocidos astrónomos mencionan que las estrellas del manto están en la posición, como estaba el firmamento del 12 de diciembre de 1531, al momento de la estampación de Nuestra Señora en la Tilma de San Juan Diego.
7. BROCHE OVALADO: Para los indígenas indica una consagración a su Hijo Jesucristo.
La posición del broche según el pensamiento Náhuatl destaca la importancia de “Cristo” sobre María. El broche en el cuello de la Virgen, es la síntesis de dos culturas; la cruz española en el óvalo, es el símbolo del Evangelio cristiano.
La cruz negra recordaría a Quetzalcóatl, que se convirtió en la hormiga negra para obtener el maíz que poseía la hormiga roja en Tonacateptl, cerro del sustento. Así se creó la quinta humanidad formada por Quetzalcóatl que dio su sangre para amasar el polvo de sus huesos traídos del Mictlan. Es el sacrificio de Cristo que derramó su sangre por todos nosotros.
8. MANOS: Sus delicadas manos están juntas en posición europea de oración. Por otro lado indican la construcción de la “Casita Sagrada”, que a Juan Diego pidió, tramitará ante el Obispo Zumárraga. Petición que se traduce en una nueva sociedad, en un nuevo pueblo donde todos sean iguales entre sí. Las manos de la Virgen son distintas una de otra. La derecha es más blanca y estilizada, mientras que la izquierda es morena más llena. Aquí nuevamente podríamos hablar de la síntesis de 2 culturas: españoles e indios.
9. CINTA: Moño obscuro anudado en la parte superior del vientre anuncia su Maternidad, además de ser indicativo de una mujer noble. El Nican Mopohua así se refiere a Ella, como una mujer noble. Las mujeres indígenas cuando estaban embarazadas se ceñían arriba de la cintura para dejar libre el abultamiento del vientre.
10. TUNICA: Es de color rosa con sombras carmesí y representa a la tierra. En ella que se encuentran nueve arreglos florales dorados que significan los nueve pueblos que llegaron de Aztlán para fundar la gran Tenochtitlán, según narra el códice de 1576. Tiene la túnica un sobrante de tela, ribeteada por un galón dorado. Guarda similitud con el manto que en sus extremos sujeta el ángel, el cual significa la unión de la tierra con el cielo. Túnica y Manto.
11. 8 FLORES DE 8 PÉTALOS: Son flores que descienden a los cerros.
Representan la conjunción del Sol y de Venus.
Estos coincidían cada 104 años solares, equivalentes a 65 años venusianos.
Tanto el año sagrado de 260 días, el solar de 365, junto con el año de Venus de 584 coincidieron con la llegada de Santa María de Guadalupe. Entonces, a partir del 12 de diciembre de 1531, el hombre y el universo se encontraron para comenzar una época nueva, bajo el nuevo sol.
12. LUNA: Tanto el sol como la luna están presentes en la Imagen representan un verdadero eclipse. Jesús en el inmaculado vientre de su madre esta eclipsando y superando todo lo demás.
Son varios códices que en 1531 están narrando un eclipse. Para lo indígenas un eclipse era terrible porque se cubría al sol que era la fuente de la vida. Ellos pensaban que se acababa el mundo.
En la Imagen de Guadalupe, Nuestra Señora está eclipsando al sol. Ella se para delante del Sol pero es algo nuevo para los indígenas porque ella está descubriendo al verdadero Sol de Justicia que es su Hijo. Ella se para delante del sol y está diciéndole a los indígenas que en todo lo que ellos creían había sido superado en su Hijo Jesucristo.
La luna alude al nombre de “México-Tenochtitlan”, y Nuestra Señora con una nobleza que no es esclavizante, nos da el apoyo al sexto sol al pueblo Mexica.
Significado en Náhuatl de México:
Me-tztli= Luna
Xi-ctli= Ombligo, Centro
Co= (Partícula locativa) en “ El Ombligo de la Luna”.
Para los aztecas, México era el hogar del Dios Omnipotente.
13. ANGEL que sostiene a la Señora del Cielo: Es un indígena con rostro de niño que al mismo tiempo tiene en su cabello las grandes entradas de un anciano. El anciano para los aztecas es el sabio, es la experiencia y es la raíz.
Tiene alas de águila con colores azul, blanco y rojo. Es un guerrero águila que pertenece a los ejércitos del Sol (Cuauhtli-Ocelotl). Sus manos en alto comunican el cielo con la tierra. El ángel representa a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (el águila que habla). El Mensajero: Hombre fiel y verdadero que nos enseña el camino que llega a la Virgen Morena del Tepeyac.
Una característica de los “macehuales” (Gente del pueblo) era rasurarse la cabeza y significaba “Ser merecido por la sangre de Dios”. Los recién bautizados en aquel entonces eran rasurados por algunas órdenes religiosas. Para distinguir las diferentes clases sociales, los indígenas se rasuraban la cabeza en diferentes estilos. La iluminación del Ángel emana directamente del cuerpo de la santísima Virgen e ilumina la parte superior de su cabeza y brazos.
14. NUBES: Para los tenochcas alguien que viene entre nubes es alguien que trae un tesoro de riquezas espirituales. Las nubes que rodean la imagen se asocian con la altura, con la elevación del espíritu. Indican lo divino, además de simbolizar la vida. Anuncian la llegada de una nueva era en la que Ometeotl (el Dios Omnipotente) desciende a México. Esto nos recuerda en el pensamiento cristiano la encarnación del Hijo de Dios: “ El verbo de hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Jesucristo el Hijo de Dios, llegó a nosotros a través de nuestra Señora de Guadalupe. Ella como aurora luminosa, anuncia la salvación a estas tierras del Valle de Anáhuac. En ella lo invisible, se vuelve visible.
15. ZAPATILLA: Casi imperceptible vemos el calzado derecho de la Virgen. Es de color amarillo cenizo.
1. 2. Y 11. GLIFOS DE LA TUNICA: La túnica tiene 5 clases de flores:
1) 1 de 4 pétalos. Es la más importante, y que representa al Niño-Sol.
2) 8 flores de 8 pétalos que presenta la conjunción del Sol y Venus.
3) 3 flores en botón.
4) Flores que están al borde de los Tepétls.
5) Flores que representan a Venus.
La FLOR Y CANTO: significan la Verdad de Dios. Los indígenas hacían oración bailando a Dios.
Desde la óptica de los indígenas, en la Imagen de la Virgen de Guadalupe, y en el relato de las apariciones, se encuentran referencias a una de las divinidades más amadas de los aztecas: La diosa Coatlicue-Tonantzin. Ella era considerada la Madre de todos los dioses y su festividad estaba relacionada al solsticio de invierno. Su templo se encontraba en las faldas del cerro del Tepeyac (lugar de las apariciones). Parece que hasta los indios inicialmente llamaron a Guadalupe con el nombre de esta diosa, casi reconociendo en ella la misma divinidad. Los indígenas le colocaban un título indígena: Tonantzin-Guadalupe. Tonantzin no es un nombre, es un título: "Nuestra Madrecita” (en forma reverencial).
Para los aztecas, el solsticio de invierno era el día más importante de su calendario religioso ya que significaba el nacimiento del nuevo sol. ¡El sol vencía a las tinieblas y resurgía victorioso!
No es coincidencia que Santa María de Guadalupe haya presentado a su Hijo justo en ese día, quedando claro para los indios que Aquel que ella traía en su seno era el verdadero Dios.
El solsticio de invierno debía haber sido el día 22 de diciembre, pero inició el día 12 porque en 1531 todavía no se hacia el cambio del Calendario Juliano al Calendario Gregoriano. Este cambio ocurrió 50 años después.
¿Quién pudo haber pintado esta imagen que representa una perfecta síntesis entre la iconografía cristiana y la cultura mesoamericana? A tan sólo 10 años de la conquista de México ¿Quién habría podido tener este profundo conocimiento de ambos mundos?
Los mexicas creían que, con los corazones y la sangre de los Sacrificios Humanos, podían alimentar a Dios, logrando así la armonía universal. Con su Imagen, la Virgen de Guadalupe les indicó que el Sacrificio Humano más grande ya estaba hecho: El Sacrificio de su Hijo Jesucristo en la Cruz. Es Él quien ofrece su sangre y su corazón para alimentarles a ustedes y no ustedes a Él. Es Él quien les da Vida a ustedes. Él quiere vivir en medio de ustedes.
María les dice a los indígenas, que ya no es necesario arrancar el corazón del cuerpo humano para lograr la armonía. Basta con poner nuestros corazones entre sus manos para que ella los ofrezca al verdadero Dios por quien se vive.
Hoy en día, Dios quiere vivir en medio de nosotros. Nuestra Madrecita nos sigue invitando a cada uno de nosotros a encontrarnos con su Divino Hijo.
La Virgen pedía que se le construyera una casita sagrada. Nosotros entendemos un templo o iglesia católica. Pero para los indígenas que se construyera un templo significaba que se construyera una nueva civilización. Santa María de Guadalupe estaba pidiendo una Nueva Civilización donde el centro fuera Cristo, Dios Omnipotente, Presente en la Eucaristía, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. 
La Imagen de Guadalupe con todo este mensaje tocó el corazón de los indígenas. También tocó el corazón de los españoles, quienes sin entender su mensaje con una mentalidad náhuatl, comprendieron la importancia de una Imagen como esta”.
         Sin embargo, luego de este impresionante análisis y estudio, nos queda todavía detenernos en el hecho mismo que tiene por protagonista a la Virgen: cuando se analiza la imagen, se ve que la Virgen no tiene rasgos europeos –lo cual contradice de plano la tesis de la “leyenda negra” que ve a la Iglesia como una institución esclavizante de origen europeo, “romanizante”-, ni tampoco indígena, sino mestizos y puesto que el origen de la tilma no se explica por la mano humana, por los detalles mencionados, que sobrepasan a la razón humana, el mensaje que la Virgen transmite –el mensaje que la Virgen morena, con rasgos mestizos, transmite-, es, por lo tanto, también de origen celestial. En otras palabras: la Iglesia no puede ser nunca una institución europeizante, que impone una ideología romanizante, que busca esclavizar a los indígenas, porque en una aparición, que a todas luces es sobrenatural, la imagen de la Virgen posee rasgos mestizos: sería una contradicción, porque sería una institución que estaría esclavizándose a sí misma. El hecho de que la Virgen posea rasgos morenos y mestizos, descarta de plano que la Iglesia sea una institución con intenciones dominadoras, porque se presenta la Virgen como Madre de los indígenas y de los españoles, y al ángel, se los presenta en la imagen como hermano de los indígenas, porque tiene rasgos indígenas. Dicho esto, entonces, el foco de atención, se dirige al mensaje de la Virgen, al descartarse el hecho de que la Iglesia sea esa institución que busca imponerse para someter a los nativos.
¿Cuál es el mensaje de la Virgen de Guadalupe?
         Está en sus mismas palabras, y también en el contexto histórico y religioso que se vivía en el México de la época de las apariciones. En ese entonces, dominaban los indígenas guerreros y caníbales más fuertes, los cuales sometían a los pueblos indígenas más pacíficos por medio de la guerra, obligándolos a pagarles, como tributo de guerra, niños, hombres y mujeres, a los cuales los ofrecían en sacrificios humanos para sus ídolos demoníacos. La situación para estos pueblos indígenas pacíficos, sometidos por estos pueblos guerreros, era de completo terror, puesto que se encontraban a su merced, debido al mayor poderío de sus ejércitos y a su mayor capacidad combativa. La idolatría dominaba a los pueblos americanos y detrás de los ídolos, están los demonios, como lo recuerda San Pablo: “los ídolos de los gentiles son demonios” (cfr. 1 Cor 10, 20).
         Pero además de esto, están las palabras que la Virgen dirige a Juan Diego, de tono completamente maternal, en el que se puede palpar el Amor de Dios, y puesto que en Juan Diego estamos representados todos los americanos, podemos considerar esas palabras, como dichas a todos y cada uno de nosotros: “Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen” (…) “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas, esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿Qué más te falta? No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella; estate seguro de que ya sanó” (…) La Virgen le pide a Juan Diego que suba y recoja diversas flores en “la cumbre del cerrillo”. Juan Diego fue al cerro, cortó las flores, “las juntó”, “las puso en el hueco de su tilma” y se las llevó a su “Presencia”. La Virgen “con sus venerables manos las tomó”, depositándolas nuevamente en su ayate, con la orden expresa de entregárselas personalmente al Obispo[2].
         Sin embargo, en el mensaje de la Virgen, además del amor maternal, está la proclamación de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y la condición suya como Salvador del género humano: “Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero, por quien se vive, Señor del cielo y de la tierra”[3]. Y como el Verdadero Dios es Jesucristo, la Virgen de Guadalupe estaba revelando a Jesucristo como el Salvador.
         Por último, es un modelo perfectísimo de inculturación del Evangelio, porque la Virgen, por un lado, se presenta con rasgos indígenas y como Madre de los indígenas, pero por otro lado, se presenta con el mensaje de los españoles, es decir, de quienes son los conquistadores, porque son quienes traen al continente americano la Religión Católica. La síntesis es perfectísima y la armonía no puede ser mayor: es la Madre de los indígenas, es la Reina de los ángeles, que tienen rasgos indígenas, y a su vez, trae el mensaje de los conquistadores, de los españoles. No puede haber un modelo de inculturación del Evangelio más perfecto que el de Nuestra Señora de Guadalupe. Además, la sola imagen, da por tierra, como decíamos, con la “leyenda negra”, porque los supuestos “oprimidos”, los indígenas, están representados en la Virgen y en el ángel; y los supuestos “opresores”, los españoles, conquistadores, ¡también están representados en la Virgen, porque Ella transmite el mismo mensaje que los conquistadores españoles, la Religión Católica de la Santa Iglesia Romana! ¡Asombrosa idea del cielo!
         En síntesis, el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe es: la Virgen es Madre de Dios, la Virgen es Madre de todos los hombres, indígenas, españoles y mestizos; Jesús es el Redentor de la humanidad; la Iglesia no es una institución esclavizante, sino la que trae el mensaje de la salvación; la aparición es absolutamente milagrosa, porque la tilma y la imagen impresa en ella no tienen explicación humana posible; Jesús ha venido para salvarnos de la esclavitud del pecado, del demonio y de la muerte; Jesús nos da su Sagrado Corazón Eucarístico y nos une como hermanos, infundiéndonos su Espíritu Santo, conduciéndonos, en el Espíritu Santo, el Amor de Dios, al seno del Padre, por la eternidad.




[1] VIDEOS RECOMENDADOS:
1) Programa Cara a Cara transmitido el 30 de Mayo de 2013; Monseñor Eduardo Chavez habla de La Virgen de Guadalupe (Minutos 10:08 al 53:08) http://www.youtube.com/watch?v=k6c6_hI090w https://www.youtube.com/watch?v=Zj2WW1uAOZk; 2) Descifrando el manto de la Virgen de Guadalupe (1/3) https://www.youtube.com/watch?v=xspNNVs2Rhk; http://gloria.tv/media/2wzn6cPCbRU; 3) Descifrando el manto de la Virgen de Guadalupe (2/3); https://www.youtube.com/watch?v=4uLAGZeDyMY; http://gloria.tv/media/hpM4mPAbFcT; 4) Descifrando el manto de la Virgen de Guadalupe (3/3) https://www.youtube.com/watch?v=kAmdXmUXpgk; http://gloria.tv/media/1VjhmaQYJz8; 5) Guadalupe: Una Imagen Viva; Documental 2010 (Minutos 19:07 al 22:23, 28:37 al 29:45 y 47:24 al 51:51) https://www.youtube.com/watch?v=RcxeMQMr3Wc; http://gloria.tv/media/iuqzbYz61oY; https://www.youtube.com/watch?v=pERG5bsU3-M; 6) Documental: La Sangre y la Rosa (2013) Narrador: Eduardo Verástegui, Director: Tim Watkins, (Minutos 1:06:13 al 1:16:47);
OTRAS FUENTES DE CONSULTA: 1) Códice Guadalupano: Monseñor Eduardo Chávez http://www.iseg.org.mx/index.php/articulos/74-codice-guadalupano; 2) Periódico El Ayate Guadalupano, 3 de Mayo de 2007, Director General: Monseñor Diego Monroy; Parte 1: http://virgenperegrina.org/documentos/documento.php?doc=103&ver=2&secc=2; Parte 2: http://www.virgenperegrina.org/documentos/documento.php?doc=107&ver=1&secc=2; Parte 3: http://virgenperegrina.org/documentos/documento.php?doc=113&ver=1&secc=2; Parte 4: http://www.virgenperegrina.org/documentos/documento.php?doc=115&ver=1&secc=2 — con Catolicos Unidos Cancùn, Pjm Maristas México, Mariana Rivera y 47 personas más.
[2] https://www.facebook.com/notes/nuestra-se%C3%B1ora-de-guadalupepatrona-de-m%C3%A9xico-emperatriz-de-am%C3%A9rica-latina/rese%C3%B1a-de-las-5-apariciones-de-nuestra-se%C3%B1ora-de-guadalupe/202655217045
[3] http://www.laverdadcatolica.org/guadalupe.htm

lunes, 15 de abril de 2013

La Encarnación, centro de una nueva realidad para la Iglesia y la humanidad



“Concebirás y darás a luz un hijo” (cfr. Lc 1, 26-38). El anuncio del ángel a María, en la sencillez y parquedad de las palabras, encierra un misterio tan insondable y tan inmensamente grande, que cambia la historia de la humanidad para siempre. No sólo confirma a María como a la Madre de Dios, sino que anuncia un cambio radical para toda la especie humana de todos los tiempos.
         No sólo María se convierte en Madre de Dios; no sólo Dios Hijo se encarna en su seno virginal llevado por el Espíritu Santo a pedido del Padre, sino que toda la realidad humana queda centrada en la Trinidad[1].
Por la Encarnación del Logos del Padre se produce un hecho impensable para la humanidad, mucho más grande que si el cielo, con todo su esplendor, bajase a la tierra y convirtiera a la tierra en un Paraíso o en el cielo mismo. Por la Encarnación, Dios Hijo desciende a este mundo, pero para conducir al mundo al seno de Dios Trino, en la unión espiritual y en el Amor de la Trinidad.
Por la Encarnación, toda la especie humana ingresa en un nuevo orden de cosas, en un nuevo estado, se orienta hacia un nuevo fin, un nuevo destino; un destino y un fin completamente trascendentes e impensados para la criatura humana, y es el destino y el fin de la amistad con las Personas de la Trinidad, el destino y el fin de la comunión interpersonal con Dios Trino, con las Tres Divinas Personas de la augusta Trinidad.
El descenso de Dios Hijo al seno virgen de María y la unión personal con la humanidad, tiene como fin último el ascenso de la humanidad al seno de la Trinidad: la humanización del Verbo se prolonga con la divinización de la humanidad, en primer lugar, la unida a Él hipostáticamente, y luego la divinización de la humanidad que se une a Él por la gracia.
El misterio central de la Encarnación es la unión hipostática, personal, de la Persona del Hijo con la humanidad[2], pero para que la humanidad se una a la Persona del Hijo y, por el Hijo, en el Espíritu, al Padre.
Por lo mismo, la Encarnación se convierte en el centro de una nueva realidad para la especie humana y para la Iglesia. Para la especie humana, porque los hombres se vuelven hijos adoptivos de Dios; para la Iglesia, porque es el lugar en donde nacen estos hijos adoptivos, y porque es el lugar en donde la encarnación del Hijo se prolonga.
“Concebirás y darás a luz un hijo”. Porque Dios Hijo se ha unido a la humanidad para que la humanidad se una a Dios Padre por el Espíritu, las palabras del ángel a María se repiten y se cumplen por lo tanto en la Iglesia, porque es ahí en donde la humanidad nace a la vida de Dios: la Iglesia, como Virgen fecundada por el Espíritu Santo, engendra hijos adoptivos de Dios por la gracia del bautismo; hijos que viven con la vida divina del Hijo Unigénito y que por lo tanto son hijos de Dios Padre en el Espíritu.
“Concebirás y darás a luz un hijo”. También se aplican las palabras del ángel a la Iglesia, que concibe en su seno, el altar, al Hijo de Dios, por el poder del Espíritu, en la liturgia eucarística.
Así como el Espíritu hizo concebir a María Virgen en su seno al Hijo del Padre, así el mismo Espíritu, por la liturgia eucarística, concibe, en el seno de la Iglesia, al Hijo eterno del Padre, Jesús Eucaristía.


[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios del cristianismo, Ediciones Herder, Barcelona 1964, 195.
[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 343.

lunes, 28 de enero de 2013

Como María, la Iglesia concibe en su seno por el Espíritu al Hijo de Dios



“...concebirás en tu seno y darás a luz un hijo...”. Con el anuncio del ángel a María, se inauguran los tiempos mesiánicos, los últimos tiempos de la humanidad, los tiempos caracterizados por la presencia de Dios en medio de los hombres, revestido de una naturaleza humana. 
         María es quien hace de Sagrario y Tabernáculo para el ingreso del Pan de Vida en el mundo. El seno virgen de María se ilumina con el esplendor de la luz divina, con la aparición del Verbo luminoso del Padre. El Padre pronuncia su Palabra y la Palabra procede del seno del Padre al seno de María llevada por el Espíritu Santo. María se convierte en la depositaria de la Palabra del Padre, Palabra que por el Espíritu asume una naturaleza humana para unirse íntimamente a ella, como en casta unión esponsal.
En el seno de María, por el Espíritu Santo, es concebido el Hijo de Dios, el cual, al unirse personalmente con un cuerpo y un alma humana, es llamado “Emmanuel”, es decir, “Dios con nosotros”.
         Pero el prodigio que se realizó en el seno de María, proviniendo de Dios, no ha finalizado, y su resonancia eterna se hace sentir en todos los tiempos. La Encarnación sucedió realmente, y el Hijo Eterno de Dios, el Dios Hijo, Invisible, se revistió de una naturaleza humana y se hizo visible, apareciéndose delante de los hombres y de los ángeles como un Niño humano. Ese mismo prodigio, ese mismo milagro admirable, sigue y continúa perpetuándose en el seno de la Iglesia, por el Espíritu. Así como María concibió en su seno por el Espíritu, así la Iglesia, que es una figura de María, concibe en su seno, en el altar, por el mismo Espíritu Santo, al Hijo de Dios, que se reviste de apariencia de pan[1]. La Eucaristía es la prolongación y continuación, en el tiempo y en el espacio, de la Encarnación del Verbo en el seno de María, que continúa encarnándose en el seno de la Iglesia. Y así como el fruto concebido por el Espíritu en el seno de María se llama “Emmanuel”, Dios con nosotros, así también el fruto concebido en el seno de la Iglesia, el Cristo Eucarístico, es llamado “Emmanuel”, Dios con nosotros.
         Y si parecen asombrosos estos misterios, de los cuales no tenemos más que una mínima comprensión por la fe, escapándosenos su inteligibilidad última debido a la grandeza intrínseca del ser divino del cual proceden, quedan todavía más misterios asombrosos. María concibe en su seno por el Espíritu, engendrando al Hijo de Dios, la Iglesia, figura de María, concibe también en su seno por el Espíritu, engendrando al Hijo de Dios, en el altar; y es el mismo Espíritu quien hace concebir, en el seno del alma, por la comunión eucarística, al Hijo de Dios, que de ser “Dios con nosotros”, pasa a ser “Dios en nosotros”.
Como María, la Iglesia concibe en su seno por el Espíritu al Hijo de Dios para que el alma, por la comunión eucarística, lo conciba, por el Espíritu, en su propio seno.


[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios del cristianismo, Ediciones Herder, Barcelona 1964, ...

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Concepción inmaculada de María y de la Iglesia



            ¿Qué es lo que representa para nosotros, católicos, la festividad de María Inmaculada? ¿Una devoción piadosa a la Madre de Dios? ¿Por qué venimos a celebrar la fiesta de la Inmaculada? ¿Sólo para cumplir un precepto? ¿Qué es lo que pensamos acerca de la Inmaculada Concepción?
Por lo general, los católicos celebramos el privilegio de la Virgen, del haber sido concebida sin pecado original, pero no nos detenemos a considerar los motivos, el porqué de este privilegio concedido a María. Pensamos también que el hecho de ser “Inmaculada Concepción” se limita a no haber tenido pecado ni maldad.
La Inmaculada Concepción es un misterio mucho más grande que el solo hecho de no haber tenido maldad en su corazón, o no haber cometido maldad alguna, por más pequeña que sea.
Es también algo infinitamente más grande que el solo hecho de ser simplemente buena, aún cuando sea la más buena de todas las creaturas, ángeles y santos comprendidos.
María es concebida sin mancha porque debía ser la Madre de Dios: no podía el Portal de la eternidad, el Portal que daría paso a la eternidad en Persona, Dios Hijo, estar contaminado con el pecado original; María debía ser la Puerta luminosa, sin sombra alguna, que diera entrada al Dios Luz en la historia de los hombres, y por eso fue concebida sin pecado original, sin la mancha oscura y negra del pecado original.
         Pero además María fue concebida inmaculada por Dios Padre Creador, para que fuera Tabernáculo de Dios Hijo y lo custodiara con el Espíritu de Amor, es decir, María Virgen fue obra de la Trinidad, porque era la figura de otra virgen sin mancha, la Iglesia Católica, nacida del Corazón traspasado del Salvador, nacida del seno eterno del Padre, nacida del Amor de Dios, nacida de la Trinidad.
         Y así como María debía custodiar, con su pureza virginal, a la Palabra eterna del Padre, y debía darla a luz revestida de carne humana, y ofrecerla en el altar de la cruz, así la Iglesia inmaculada y santa estaba destinada a ser la custodia de la Palabra del Padre, revelada en Cristo, y debía darla a luz revestida de Pan, ofreciéndola en el sacrificio del altar.
         El misterio de María Inmaculada y santa está conectado con el misterio de la Iglesia Inmaculada y santa, y ambas brotan a su vez de otro misterio, el misterio de Jesús, Hijo de Dios, hecho hombre para que los hombres se hagan Dios.
         La Concepción Inmaculada de María fue obra del Padre para que el Hijo fuera concebido por el Espíritu de Amor en el seno virginal de María y donado como Cordero de Dios; la Concepción Inmaculada de la Iglesia fue obra del Padre, para que el Hijo fuera concebido por el Espíritu de Amor en el seno virginal de la Iglesia y fuera donado como Pan de Vida eterna, y es ese el motivo de nuestra celebración en la fiesta de la Inmaculada Concepción.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Nuestra Señora del Sagrado Corazón



         En la imagen, la Virgen sostiene, con su brazo y mano izquierdos, al Niño Jesús, mientras que con la mano derecha sostiene el Corazón de su Hijo. A diferencia de las imágenes del Sagrado Corazón, en donde es Jesús en Persona quien sostiene su Corazón en la mano, aquí es la Virgen quien lo hace, y lo hace en actitud de ofrecerlo a quien se acerca a ellos.
         La Virgen, en cuanto Madre de Jesús, conocedora de las intenciones de su Hijo, de subir a la Cruz cuando adulto, para donar su Sangre cuando su Corazón sea traspasado por la lanza, se adelanta en el tiempo –ya que Jesús en la imagen es Niño- y ofrece el Corazón de su Hijo al fiel que se acerca a Ella con amor.
         Y al ofrecer el Sagrado Corazón de su Hijo Jesús, y al ofrecerlo a Él en el Corazón, porque el corazón es la sede del alma, está también, en cierto modo, ofreciéndose a Ella misma, junto a Jesús, porque habiendo recibido Jesús, como todo hijo en el seno de su madre, de la carne y de la sangre de María, se puede decir con toda propiedad que el Corazón de Jesús proviene, en su materialidad, de su Madre, así como Él proviene, como Dios Hijo que es, en su condición de Dios y de Espíritu Puro, del seno eterno del Padre.
         En otras palabras, al ofrecer al Corazón de su Hijo, y a su Hijo con el Corazón, la Virgen se está ofreciendo Ella misma, y su Corazón Inmaculado, para ser la delicia y el gozo del alma que los quiera recibir con fe y con amor.
         Y si en la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón hay que ver las relaciones entre María y su Hijo Jesús, es en dos lugares en donde estas relaciones alcanzan un gran significado: en la Encarnación y en la Pasión, en el Monte Calvario.
En la Encarnación, la Virgen tomó para sí, primero en su mente y en su Corazón, al Verbo de Dios, recibiendo de Él todo el Amor y la ternura de su ser Hijo de Dios, y cuando el Verbo estuvo ya alojado en su seno virginal, le dio de su carne y de su sangre, y con ellos entretejió su Corazón de embrión y luego de bebé; en la Cruz y en la Pasión, la Virgen toma el Sagrado Corazón, con todas sus penas, sus dolores, sus amarguras y tristezas, y le da a cambio su Corazón Inmaculado, con sus alegrías, sus ternuras, sus dulzuras, sus caricias y sus amores de Madre amorosísima, para endulzar un poco las amarguras de Jesús y para aliviar sus inmensos dolores.
Pero hay otra cosa que debemos considerar, y es que, en la imagen, la Virgen nos da el Corazón de Jesús, pero el don es meramente moral, desde el momento en que la imagen es representación, sagrada, pero solo representación, de la realidad. Por esto nos preguntamos: ¿a quién pedir, y dónde conseguir, entonces, el Sagrado Corazón de Jesús que nos ofrece María Santísima?
Hay que pedirlo a la Iglesia, en la Santa Misa: así como Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús nos ofrece en la imagen el Corazón de su Hijo, así la Iglesia nos concede, en la realidad, de manos del sacerdote ministerial, al Sagrado Corazón de Jesús, vivo, palpitante, latiendo con la gloria y el Amor divinos, en la Eucaristía. De esta manera, la Iglesia actualiza y hace concreto y vivo, para nosotros, el don de Nuestra Señora del Sagrado Corazón: su Hijo Jesús en la Eucaristía.

jueves, 8 de marzo de 2012

María, modelo de mujer



El pontificado de Juan Pablo II tiene muchas características a destacar; una de ellas, tal vez una de las que más sobresale entre todas, es su devoción a la Virgen María. Esto se ve, por ejemplo, en las prédicas de Juan Pablo II a los jóvenes, en sus homilías, en sus documentos oficiales, en las visitas a numerosos santuarios marianos. Es decir, durante todo su pontificado, es constante la referencia a María. De hecho, el lema de Juan Pablo II está dirigido a María: “Soy todo tuyo” (Totus tuus). ¿Qué es lo que demuestra esto? Esto demuestra que Juan Pablo II toma como modelo de mujer a María.
Juan Pablo II toma como modelo de mujer a la Virgen María, pero también el mundo pone como modelo a una mujer; un modelo que se opone casi frontalmente a María.
En este modelo que propone el mundo, el papel de la mujer está desvalorizado, o sino, valorizado, pero fuera de su contexto, ya que se pretende que la mujer realice todo tipo de trabajos fuera de casa, que alcance un logro profesional, una carrera, un reconocimiento en la sociedad (por ejemplo, hoy no es raro ver mujeres astronautas, mujeres generales de ejército, mujeres soldados, mujeres taxistas, futbolistas, rugbistas, es decir, ocupando lugares que eran tradicionalmente reservados al hombre), pero que abandone o postergue o considere de poca importancia su papel de madre, de esposa, de educadora de sus hijos. El Papa Juan Pablo II, paradójicamente, nos pone como modelo insuperable a seguir y a imitar, a una mujer hebrea, que nació y vivió en un lugar desconocido de Palestina; una mujer a la cual los evangelios nombran muy poco, casi nada; a una mujer de una cultura y de un tiempo en el que la mujer estaba mucho más relegada que hoy en día; una mujer que, vista con los ojos de hoy, sería una desconocida, alejada de la fama, del bienestar, de la riqueza y del poder; una mujer ama de casa, madre, sin empleo fijo, dedicada a su familia, lejos de los centros de poder y de reconocimiento del mundo.
En la era de la reivindicación de los derechos de la mujer, Juan Pablo II consagró su pontificado a una mujer de raza hebrea, cuya tarea más grande y única fue la de educar a su único Hijo, y cuya única ocupación fue la de ser ama de casa, la Virgen María; además, dijo públicamente que fue una mujer, la Madre de Dios, quien lo salvó de la muerte, cuando dispararon contra él en la Plaza San Pedro, con lo cual proclama, implícitamente, la superioridad de esta Mujer sobre las oscuras fuerzas del mal que planearon el atentado. 
En la era de la reivindicación de la mujer, Juan Pablo II reconoce públicamente que es una mujer, la Virgen María, la poseedora de una grandeza, nobleza, majestad y poder celestial de tal magnitud, que guía a su pontificado -uno de los más brillantes de la historia- y salva su vida, y al hacer este reconocimiento, Juan Pablo II -y con él, la Iglesia-, propone, implícita y explícitamente, a María Santísima como modelo de mujer. 
Es decir, pareciera como que Juan Pablo II –y con él, toda la Iglesia de todos los tiempos-, nos está proponiendo como modelo a un modelo o tipo de mujer que no encaja en nuestros tiempos, que ha sido superada por los modelos de mujer de los tiempos de hoy.
Dos modelos de mujer, contrapuestos entre sí, uno, ofrecido por el mundo, otro, por el Papa y por la Iglesia.
¿Quién tiene razón? ¿El mundo, que nos propone un modelo de mujer totalmente distinto, que no cumple las funciones de madre, de esposa, de consagrada? ¿O el Santo Padre y la Iglesia, que nos proponen como modelo a una mujer hebrea, modelo ejemplar de Madre virgen, de Esposa casta, de amor a su Hijo y a sus hijos adoptivos, a su esposo terreno, que es como su hermano, a su Dios, que es a la vez su Creador, su Esposo, su Hijo y su Redentor, con un poder tan grande como para salvar vidas y guiar la Iglesia hacia su destino de eternidad?