Al hacer
referencia al Apostolado de la Legión y de sus miembros, el Manual del
Legionario[1]
destaca, en primer lugar, la dignidad de este apostolado y para esto, cita al Magisterio
de la Iglesia: “Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del
apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en
el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza
del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Se consagran
como sacerdocio real y gente santa (cfr. 1 Pe 2, 4-10) para ofrecer hostias
espirituales por medio de todas sus obras y para dar testimonio
de Cristo en todas las partes del mundo. La caridad, que es como el alma de
todo apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo la Eucaristía”
(AA, 3).
De esta
cita, podemos deducir lo siguiente: el legionario, en cuanto cristiano -por
haber recibido el Bautismo sacramental- seglar -significa que se desempeña no
en una congregación o instituto religioso, sino en el mundo- tienen, por un
lado, el derecho de hacer apostolado -quiere decir que nadie puede impedir al
legionario el realizar su apostolado, ya sea una autoridad civil o una
religiosa. Un derecho es algo que pertenece a la persona, es propiedad de la
persona y puede disponer de él libremente; por eso, por ser algo personal, algo
que le pertenece a la persona, ninguna autoridad, de ningún orden, puede arrebatar
ese derecho. Pero el apostolado también es una obligación o deber, como dice el
Manual del Legionario y esta obligación se debe a que el cristiano está unido a
Cristo Cabeza de la Iglesia por medio del Bautismo, habiendo recibido además la
fortaleza sobrenatural necesaria para llevar a cabo este apostolado, al haber
recibido al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Trinidad, en la Confirmación.
El hecho de que el apostolado sea una obligación, quiere decir también que no
es algo de lo que se pueda elegir, entre hacer apostolado o no hacerlo: el
Manual es muy claro cuando dice que es “obligación” y lo que está obligado por
mandato de la Iglesia, no es objeto de elección: o se hace, cumpliendo y
obedeciendo al carisma respectivo, haciendo el apostolado, en este caso, según
el carisma de la Legión, o no se hace, desobedeciendo, en este caso, a este
mandato de la Iglesia, incurriendo en falta, que puede ser de distintos grados,
desde leve hasta grave. Es decir, se debe tener en cuenta lo que dice Santo
Tomás: “Nadie está obligado a lo imposible”, nadie está obligado a algo que es
imposible hacer según un determinado estado de vida, como por ejemplo, una
persona que está internada en un hospital por una determinada afección, no está
obligada a ir a Misa el Domingo, como sí lo está si se encuentra en buen estado
de salud.
En relación
a cuál es como el “motor” del apostolado, el Manual dice que son la fe y la
caridad: en cuanto a la fe, confirma lo que dicen las Escrituras en cuanto a
las obras y la fe: la fe en Cristo Jesús se demuestra por las obras y si no hay
obras -de misericordia, corporales y espirituales-, entonces es una fe vacía o
muerta: “Se consagran como sacerdocio real y gente santa (cfr. 1 Pe 2,
4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras
y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo”. Por último,
la caridad es el alma de todo apostolado, entendiendo por “caridad” el amor
sobrenatural al prójimo, basado en el amor sobrenatural a Dios, siendo el amor
sobrenatural el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Si no hay caridad, es decir,
si no hay amor sobrenatural a Dios y al prójimo en el apostolado que se hace,
nada de lo que se hace tiene valor, aun cuando se hagan grandes obras; y al
contrario, aun si se hacen pequeñas obras, si están animadas por el Amor de
Dios, el Espíritu Santo, este apostolado adquiere un valor de eternidad, porque
abre, al legionario que las practica, las Puertas del Cielo. ¿Dónde se obtiene la caridad, es decir, el Amor de Dios, necesario para realizar el apostolado? Nos lo dice el Manual: en la Eucaristía, porque en la Eucaristía late el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, envuelto en las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo.