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sábado, 7 de mayo de 2011

Oremos con el icono de la Madre de Dios "Lamentación de la cruz"

El icono nos muestra
a la Virgen María
que se duele por la muerte
de su Hijo en la cruz.
En la Santa Misa
se renueva,
sacramentalmente,
el sacrificio
representado en el icono.

Éste es uno de los íconos más raros de la Madre de Dios Theotokos. Se desconoce su origen. Está compuesto por dos partes, una superior, y otra inferior. En la parte superior, se encuentra la Madre de Dios con sus brazos cruzados sobre Su pecho y con Su cabeza inclinada hacia el hombro izquierdo, en dirección a la cruz. Delante de sus ojos, se encuentra el Calvario, con una gran cruz en su vértice, y con la ciudad de Jerusalén hacia atrás. Desde el extremo superior de la cruz, se extiende una espada que apunta al Corazón de la Madre de Dios. Densas nubes negras ocupan el lugar del cielo.

Hacia abajo, hacia el pie de la cruz, está la tumba de Adán con su cráneo, simbolizando la tumba del primer hombre a los pies de la cruz y el sacrificio del Calvario como expiación del pecado original. Al costado y delante de la Virgen María, en el sector más pequeño del ícono, se encuentran los instrumentos de la Pasión, como signos del sacrificio de Cristo, realizado para redimir los pecados de la humanidad.

Podemos rezar con cada uno de los elementos del ícono.

La Virgen María se encuentra al lado de la cruz, porque Ella acompañó, misericordiosamente, a su Hijo Jesús, mientras Él agonizaba. La presencia de la Virgen al pie de la cruz indica, además de su misericordia, que Ella es Corredentora, junto a su Hijo Jesús: así como el dolor y el sacrificio de su Hijo redimieron a la humanidad, así también el dolor y el sacrificio de la Madre -ver agonizar y morir a su Hijo-, unidos al sacrificio de su Hijo, redimen a la Humanidad.

La espada, que desde la cruz se dirige al Corazón de la Madre, significa que la profecía de Simeón –“una espada de dolor te atravesará el corazón” (cfr. Lc 22, 33-35)-, se cumple en el Calvario, además de significar que la redención de la humanidad se realizó por medio del dolor de Jesús y de su Madre. La espada surge de la cruz porque el dolor del corazón de la Virgen, fuerte como si una espada atravesara el corazón, se debe a la muerte en la cruz del Hijo de su seno virginal, Jesús.

Sobre el extremo superior del ícono se ven, en el espacio que corresponde al cielo, unas densas nubes negras, representando a la oscuridad que se abatió sobre toda la tierra el Viernes Santo, en el momento de la muerte de Jesús: “Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona” (cfr. Lc 23, 44). A su vez, las tinieblas de las tres de la tarde, son un símbolo de las tinieblas espirituales en que se encontraban los hombres a causa del pecado original, tinieblas que condujeron a los hombres a crucificar al Hombre-Dios.

La ciudad de Jerusalén aparece hacia atrás para recordar que Aquel que fue crucificado como ladrón, es en realidad el Rey de Jerusalén. La ciudad aparece como expulsando a su propio Rey, mandándolo a morir fuera de sus muros.

Otro detalle del icono con el cual se puede rezar es el cráneo de Adán, que aparece al pie de la cruz de Jesús. Según la Tradición, Adán fue sepultado en el mismo lugar en donde luego fue clavada la cruz de Cristo, de modo que la sangre de Cristo, derramándose desde la cruz, y pasando por los vericuetos de la tierra y de la roca, fue a dar en el cráneo de Adán. Con esto se quiere significar que el pecado original, cometido por Adán y Eva, fue redimido por medio del sacrificio de la cruz.

Los instrumentos de la Pasión nos ayudan a recordar, por un lado, que Jesús, siendo Dios Verdadero, fue también Hombre Verdadero, con un cuerpo humano real, de carne y hueso, unido a la Persona divina del Hijo de Dios; por otro lado, los instrumentos de la Pasión nos recuerdan los inmensos dolores que padeció Jesús en la cruz por nosotros, lo cual nos llevar a meditar en su amor demostrado en el sacrificio de la cruz, ya que un don demuestra más el amor, cuando se ofrece con sacrificio, porque precisamente es costoso. El don de Cristo en la cruz, que es el don de su vida, le cuesta muchísimo, porque es nada más y nada menos que su propia vida, y este don lo ofrenda por medio de un sacrificio libre y voluntario, es decir, movido por el amor, y no por la necesidad o la obligación. Esto nos hace ver que su amor por nosotros es infinito y eterno, como infinita y eterna es su Vida donada en el sacrificio del altar.

Por último, la oración con el ícono “Lamentación de la Cruz”, debe conducirnos a la realidad de la Santa Misa, porque en la Santa Misa se renueva, sacramentalmente, el sacrificio en cruz representado en la imagen.

viernes, 18 de marzo de 2011

Oremos con el icono de la Madre de Dios En busca de los perdidos

Icono de la Madre de Dios
En busca de los perdidos

Cuenta la historia de este icono que, a mediados del siglo XVIII, en Rusia, en un pueblo llamado Bor, vivía un parroquiano llamado Fedot Obukhov, el cual recorría pueblos cercanos comprando semillas de cáñamo. Sucedió que un día de invierno, durante una gran tormenta de nieve, debido a la intensidad de la nevada, se extravió en el sendero de regreso a su casa, deteniéndose en un barranco imposible de franquear.

Debido a que la temperatura era muy baja, el campesino comenzó a sentir cómo su cuerpo, poco a poco, comenzaba a congelarse. Sintiéndose en peligro de muerte, debido a que había extraviado el camino y la tormenta de nieve arreciaba, rezó una oración a la Madre de Dios Thetokos y le prometió que si lo salvaba, haría una copia del icono “En busca de los perdidos” y lo donaría a la iglesia parroquial. Luego de la oración, se tendió en el suelo en medio de la nieve, y quedó acurrucado, tratando de conservar el calor de su cuerpo. Luego de unos cuantos minutos, comenzó a perder el sentido.

De haber continuado así, Fedot habría muerto con toda seguridad, debido al frío y a la nieve, pero la Madre de Dios escuchó sus súplicas y lo salvó de morir congelado.

Un campesino de un pueblo cercano, amigo de Fedot, estaba en su casa cuando escuchó una voz que le dijo: “Tómalo”; salió a la calle, y vio a un caballo que arrastraba un trineo, con su amigo en él ya casi congelado. Inmediatamente lo cargó sobre sus hombros, y lo introdujo en su casa. Habiéndose recuperado, el campesino Fedot cumplió su promesa, e hizo la copia del icono “En busca de los perdidos”, y lo donó a su iglesia parroquial, en el pueblo de Bor. Desde entonces, el icono ha cobrado fama por los innumerables milagros atribuidos a él.

¿Cómo podemos rezar con este icono? Teniendo en cuenta el milagro, y la simbología que se expresa a través de él.

El peregrino perdido es una figura del bautizado que se extravía en el mundo y en el pecado. Sin la luz de la gracia, el alma pierde el rumbo y se extravía por caminos oscuros y desconocidos. El frío que casi le provoca la muerte es una figura del frío del corazón que no ama a Dios. El Amor de Dios es fuego divino, y quien no lo ama, tiene su corazón helado como el hielo, y ese estado espiritual es el que conduce a la muerte, tal como le pasó al campesino Fedot, que casi muere congelado. En este caso, el frío, que es lo opuesto al calor, representaría al estado espiritual en donde no hay amor de Dios. Pero algo que nos muestra el icono y su milagro es que no todo está perdido para el pecador, ya que siempre queda una esperanza: recurrir a la Madre de Dios. Aún si el pecador tuviera innumerables pecados, si recurre, por la gracia, a la Madre de Dios, Ella lo socorre por su bondadoso y misericordioso corazón de Madre celestial.

Es esto lo que vemos en la historia milagrosa del campesino Fedot: estaba ya a punto de morir congelado, pero se acuerda de la Madre de Dios, y le reza; esto significa que aún los pecadores más empedernidos, pueden recibir la gracia divina del arrepentimiento y de la oración, y dirigirse a la Madre de Dios y a su Hijo con un corazón “contrito y humillado”, con la seguridad de ser escuchados.

Por otra parte, el amigo de Fedot, que es quien lo socorre, representa a otro bautizado, ya que es amigo del campesino, y con esto se quiere significar que la Madre de Dios se hace presente por medios humanos, como los bautizados. Las obras de misericordia de la Iglesia son obras de amor espiritual divino, llevadas a cabo por instrumentos humanos, los miembros de la Iglesia. Cuando un bautizado obra la misericordia guiado por la gracia –eso es lo que significa la frase que guía al amigo de Fedot: “Tómalo”-, es la Iglesia -de quien María es Madre- quien actúa, y como los que obran la misericordia son los hijos de Dios, que son también hijos de María, es María, a través de sus hijos, quien obra la misericordia con los más necesitados: los extraviados, los que han perdido la gracia.