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martes, 24 de marzo de 2015

En la Anunciación, la Virgen es nuestro modelo para la comunión eucarística


         El Ángel le anuncia a la Virgen que, por ser la “llena de gracia”, concebirá en su seno virginal al Hijo de Dios (cfr. Lc 1, 26-38). Le dice también que se alegre, y la razón de la alegría de la Virgen, radica en que Quien se encarnará en su seno virginal, será concebido no por obra humana, sino por obra y gracia del Espíritu Santo, porque será Dios Hijo encarnado. Ante el Anuncio del Ángel, la Virgen contesta con un “sí” a la Encarnación del Verbo, recibiéndolo en su Mente Sapientísima, en su Corazón Inmaculado y en su Cuerpo Purísimo, convirtiéndose de esta manera la Virgen, en la Anunciación, en nuestro modelo perfecto para la comunión eucarística.
         La Virgen recibe al Verbo de Dios encarnado en su Mente Sapientísima, porque está iluminada por la gracia, y por la gracia, acepta con fe el misterio de la Encarnación del Verbo. Así, la fe de la Virgen es inmaculada y pura, sin contaminaciones, ni con razonamientos y dudas que vienen de su propia razón, ni con doctrinas extrañas, que provienen de otros ángeles que no son de Dios: la Virgen acepta, con una Mente iluminada por la gracia, el misterio de la Encarnación de Dios Hijo, y así es un modelo para que nosotros aceptemos el misterio de la Eucaristía, misterio por el cual el Verbo de Dios humanado prolonga su Encarnación. Al comulgar, nuestra fe debe ser pura e inmaculada, como la de la Virgen, sin estar contaminada por dudas contra lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia, y tampoco por doctrinas extrañas, que enseñen algo distinto a lo que nos enseña la Iglesia sobre la Eucaristía: la Eucaristía no es un pan bendecido, sino Jesucristo, el Hombre-Dios, con su Presencia real, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
         La Virgen recibe al Verbo de Dios encarnado en su Corazón Inmaculado, porque ama a Dios y su Voluntad, y es por eso que en su Corazón no hay otros amores que no sea el puro y exclusivo amor a Dios, y su Corazón no está mancillado por amores profanos, sino que todo lo que ama, lo ama en Dios, por Dios y para Dios. Y puesto que su Corazón está inhabitado por el Espíritu Santo, la Virgen recibe al Verbo de Dios humanado, en su Corazón, pleno del Amor Divino, y así es nuestro modelo para comulgar, porque debemos comulgar en gracia, es decir, con la Presencia inhabitadora del Espíritu Santo en el corazón, y este Amor del Espíritu Santo, permitirá que en nuestros corazones no hayan otros amores que no sean el Amor a Jesús en la Eucaristía, y que todo lo que amemos y que no sea Jesús, lo amemos por Jesús, para Jesús y en Jesús. La Virgen entonces es modelo de nuestro amor para recibir a Jesús en la Eucaristía, en el momento de comulgar. Imitando a la Virgen, recibimos a Jesús Eucaristía con un alma pura, con la mente libre de errores en la fe en la Presencia Eucarística, y con el corazón lleno de amor a su Presencia Eucarística, prolongación y continuación de su Encarnación.
         Por último, la Virgen recibe al Verbo de Dios en su Cuerpo Purísimo, virginal, porque, como dice el Ángel, “lo concebido en Ella viene del Espíritu Santo”, es decir, no hay intervención humana alguna. Así, la Virgen es nuestro modelo para comulgar con pureza de cuerpo, porque por la gracia, observamos la pureza corporal, la castidad y la continencia, según el estado de vida.
         Pero además de la pureza de cuerpo y alma, la Virgen recibe a su Hijo con gran alegría –“Alégrate”, le dice el Ángel-, porque quien se encarnará en Ella es el Dios que es “Alegría infinita”, como dice Santa Teresa de los Andes. Y la Virgen dice “Sí” a la Encarnación, y con alegría, y no porque no sepa que debe participar a la Pasión de su Hijo; por el contrario, la Virgen sabe que habrá de entregar a su Hijo para la salvación del mundo, y eso le provocará un dolor desgarrador, como “una espada que le atravesará el corazón”, según la profecía de San Simeón, y a pesar de saber esto, la Virgen recibe a su Hijo, Dios Encarnado, con alegría, al saber que será partícipe del sacrificio de su Hijo por la salvación del mundo.

Amor, alegría, gracia en la mente, en el corazón, pureza de cuerpo, unión espiritual y participación a la Pasión de Jesús, eso es lo que debe haber en nuestros corazones al momento de la comunión, a imitación de la Virgen María en el momento de la Anunciación.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

“Lo que ha sido engendrado en Ella viene del Espíritu Santo”


El ángel anuncia a San José en sueños

“Lo que ha sido engendrado en Ella viene del Espíritu Santo” (cfr. Mt 1, 18-24). El ángel confirma a José la más alegre noticia que jamás pueda haber escuchado la humanidad: lo que ha sido concebido en María Virgen viene del Espíritu Santo; no proviene de hombre ni es un hombre cualquiera. Proviene de Dios Trino, y es Dios Hijo que, al encarnarse, se convierte en el Hombre-Dios. El ángel confirma la noticia más hermosa que pueda la humanidad escuchar: Dios Hijo se encarna, viene a este mundo desde el seno del Padre al seno de la Virgen Madre, no solo para rescatar a la humanidad que vive en las tinieblas del pecado, sino para divinizar a la humanidad, para inundarla de la luz y de la vida de Dios Trinidad, para convertir a cada alma humana en una imagen suya, en Dios mismo.
Recibiendo al Amor de Dios, el Espíritu Santo, María se convierte en el Primer Cáliz, que aloja en su seno al Verbo de Dios encarnado. María se convierte en el Primer Cáliz, en la Primera Custodia, en el Primer Sagrario, al alojar en su seno virginal el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad del Verbo de Dios hecho hombre. El Hijo de Dios, enviado por el Padre, llevado por el Espíritu Santo, convierte a su Madre en el Primer Cáliz[1]. Y en este Cáliz que es María se aloja el vino de la Nueva Alianza, que es la sangre de  su Hijo Jesús. Y sobre este cáliz, agrega María dos gotas de agua, su humanidad de Madre, que alimenta y da de su vida de Madre virgen al que es la Vida eterna en Persona. Se convierte en el Primer Cáliz, pero se convierte también en la Primera Belén, que significa Casa de pan, en hebreo, porque aloja el cuerpo de su Hijo, quien luego vendrá al mundo como Pan de Vida eterna.
Se convierte también en el Primer Altar, porque en su seno crece el Niño que, naciendo milagrosamente en Belén, abrirá sus brazos para recibir a los pastores y a los Reyes Magos, como anticipo de la cruz, en donde también abrirá sus brazos para que sus manos sean perforadas por los clavos, para que sus brazos queden abiertos en un abrazo eterno para toda la humanidad. “Lo que ha sido engendrado en Ella viene del Espíritu Santo”. Las mismas palabras del ángel, referidas a María, se aplican a la Iglesia, porque es el Espíritu Santo quien engendra en el seno de la Iglesia, el altar, al Hijo de Dios, así como lo engendró en el seno de María.
Engendrado por el Amor del Padre, inhabitado por el Amor del Padre, Jesús nace en Belén para comunicar el Amor del Padre; prolonga su nacimiento en la Iglesia, en el altar, para ingresar en las almas y comunicar el Amor del Padre. Y cuando regrese, al fin de los tiempos, el Niño nacido en Belén y convertido en el Cordero de Dios, buscará en las almas la Presencia del mismo Espíritu que lo trajo, el Amor del Padre.



[1] Cfr. Mi vida en Nazareth, María Mensajera Argentina, Buenos Aires 1988, 4.

domingo, 7 de abril de 2013

La Anunciación del Señor




(Ciclo C - 2013)
“El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra (…) Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 26-38). El Ángel Gabriel le anuncia a María Virgen una noticia de Dios Trino: el Amor divino, el Espíritu Santo, “la cubrirá con su sombra”, es decir, llevará del seno del Padre, a su seno, a Dios Hijo, para que se encarne y luego, naciendo milagrosamente en Belén, Casa de Pan, se done a sí mismo como Pan de Vida eterna.
María Santísima, que ha sido creada por Dios en Inmaculada y Llena de gracia, precisamente para este momento, da su “Fiat”, su “Sí” a la Voluntad divina, permitiendo de esta manera que se ponga en marcha el plan de salvación para toda la humanidad.
La escena y el contenido del anuncio del Ángel a María y la respuesta afirmativa libre de María permitiendo que se cumpla en Ella la Voluntad salvífica de Dios, constituye a la Virgen María como el Portal de eternidad, mediante el cual Dios ingresa en el mundo. Con su Inmaculado Corazón y con su “Fiat”, María es la Puerta que desde la tierra se abre al cielo para que ingrese a los hombres el Dios Invisible a quien Ella, oficiando de Madre de Dios, revestirá con su carne y su sangre, como hace toda madre con su hijo, para volverlo visible. En un admirable intercambio, Ella le aporta de su naturaleza humana, para que el Verbo de Dios, Espíritu Puro e Invisible, posea un Cuerpo y sea visible, de modo de poder ofrecerlo en el Santo Sacrificio de la Cruz; a su vez Él, Dios Hijo, le comunica de su divinidad por anticipado, en vistas a su admirable triunfo y resurrección después de la muerte en Cruz, y le concede la gracia de ser Inmaculada y Llena de gracia, para que en su seno virgen pueda alojarse, por nueve meses, Aquél cuyo Ser trinitario es Inmaculado es la Gracia Increada misma. Gracias al “Fiat” de María, se cumple por Cristo Cabeza el plan divino de salvación, porque a la Anunciación del Ángel le sigue la Encarnación del Verbo, y a su Encarnación le sigue su Pasión, Muerte y Resurrección.
Pero el “Fiat” de María a la Anunciación de la Voluntad de Dios por parte del Ángel, encierra otra admirable realidad salvífica, además de la Encarnación del Verbo; esta admirable realidad salvífica, de la cual la Virgen es su Celestial Precursora y a la vez maravilloso anticipo, es la realidad de la Santa Misa: así como el Ángel anuncia a María que el Verbo de Dios se habrá de encarnar en su seno virgen por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo, así el sacerdote ministerial, representado en el ángel, anuncia a la Iglesia, por las palabras de la consagración, que el Verbo de Dios encarnado prolongará su encarnación en su seno virgen, el altar eucarístico, por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo; así como la Virgen dio de su naturaleza humana al Hijo eterno del Padre, permitiendo que, al ser revestido, fuera visible y, luego de nacer en Belén, Casa de Pan, tuviera un Cuerpo para ofrecer en el altar de la Cruz y así donarse como Pan de Vida eterna, así también la Iglesia da, a través de la naturaleza humana del sacerdote ministerial, las palabras de la consagración, por medio de las cuales el Hijo eterno del Padre, con su Cuerpo resucitado, se reviste de las apariencias de pan, para ser visible como Eucaristía y, luego de nacer en el Nuevo Belén, el altar eucarístico, tenga un Cuerpo sacramentado para ofrecer en el Altar del sacrificio y así donarse como Pan de Vida eterna, Pan que alimentará con la vida misma de Dios a quien lo reciba con fe y con amor en la Eucaristía.
Pero el “Fiat” de María a la Anunciación de la Voluntad de Dios por parte del Ángel, encierra otra admirable realidad salvífica, además de la Encarnación del Verbo y de la Santa Misa; su “Fiat” encierra y anticipa el “Fiat” que habrían de repetir, en su imitación y a lo largo de la historia, miles y miles de hijos suyos adoptivos, que al igual que Ella, recibirían por el poder de la gracia del Espíritu Santo, la iluminación en sus mentes y en sus corazones para recibir al Verbo de Dios, en sus mentes por la aceptación de la primero, y en sus corazones por la recepción de su Cuerpo sacramentado, la Eucaristía después; a lo largo de la historia, los hijos de María recibirían al Pan de Vida eterna por la gracia y por la comunión eucarística, en sus mentes y en sus corazones, y revistiendo al Verbo con sus palabras, lo darían a conocer al mundo por medio de las obras del Amor, las obras de misericordia.
“El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra (…) Hágase en mí según tu palabra”. El “Fiat” de María, su “Sí” a la Voluntad de Dios, inaugura para los hombres una maravillosa Nueva Era, la Era de la Presencia de Dios entre los hombres, la Era de la Presencia de Cristo Eucaristía, Dios eterno, en su Iglesia, la Era de los hijos adoptivos de Dios, que habrían de iluminar al mundo con el Amor de Cristo convertido en obras de misericordia.