¿Cuál es la razón última de una manifestación tan
extraordinaria como la de la Virgen en San Nicolás?
La
Virgen vino a San Nicolás a pedirnos que nos consagremos a su Corazón
Inmaculado, y es lo que Ella dice explícitamente: “Gladys, no desaparecerá
jamás, la presencia de la Madre de Cristo, en este lugar. Desde aquí pido a mis
hijos: La Consagración a Mi Corazón. Esa Consagración, que no requiere papeles
ni fórmulas, porque esa Consagración irá directamente a Mi Corazón; será única
y exclusivamente para Mi Corazón y será recibida por Mi Corazón. Debéis tener
mucho amor y devoción a María; oración constante del Santo Rosario y
participación diaria en la Santa Eucaristía. En el amor a la Madre, hallaréis
el Amor al Hijo; en la oración a la Madre, estaréis en unión con el Hijo y en
la Santa Eucaristía, os encontraréis con el Hijo. Bendito sea Jesucristo”[1].
La
Virgen, que se manifiesta y se hace presente en San Nicolás, de parte de Dios
Padre, quiere que nos consagremos a su Inmaculado Corazón, morada de Dios
Espíritu Santo, para que por medio del Amor Divino amemos y conozcamos a su
Hijo Jesús. La consagración a la Virgen tiene por único objetivo el que
conozcamos y amemos a Jesús, su Hijo, nuestro Redentor y Salvador. Ahora bien,
las apariciones de la Virgen en San Nicolás, y su pedido de consagración, no
persiguen un mero aumento de la devoción entre los fieles católicos, ni tampoco
deben entenderse como un mero pedido del cielo al pueblo fiel para que
simplemente “rece más”: la totalidad de las manifestaciones, y el pedido
especial de consagración al Inmaculado Corazón de María, se enmarcan y
entienden en su plenitud a la luz de las palabras que Dios pronuncia en el
Génesis cuando, dirigiéndose a la Antigua Serpiente, el Ángel caído, le anuncia
el estado de enemistad permanente e irreversible entre los hijos de María y los
hijos de las tinieblas: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer, y entre tu
estirpe y la suya” (Gn 13, 14). La
urgencia del pedido de la Virgen se entiende todavía más, si se considera que
la Nueva Era tiene por objetivo declarado la iniciación y consagración
luciferina de la humanidad. La consagración al Inmaculado Corazón de María, por
lo tanto, no se limita a un grupo de señoras piadosas, integrantes de cofradías
disminuidas en número: la consagración a la Virgen debe ser hecha por la
totalidad de los fieles que integran la Iglesia, para que desde la Iglesia se
extienda a toda la humanidad el triunfo de los Corazones de Jesús y María.
“Desde
aquí pido a mis hijos: La Consagración a Mi Corazón”. El pedido de la Virgen es
urgente; tanto más, cuanto que cada día que pasa, las tinieblas parecen cobrar
cada vez más fuerza, aunque no debemos jamás dudar del triunfo de la Virgen y de
Jesús, triunfo que se da a través del Corazón de María, anunciado también en el
Génesis, aunque precedido de tribulaciones: “Ella te aplastará la cabeza,
mientras tú acecharás su calcañar” (Gn
13, 15).