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martes, 12 de septiembre de 2023

Fiesta del Santísimo Nombre de María

 



La Iglesia Católica celebra, cada 12 de septiembre, el Santísimo Nombre de la Madre de Dios: “María”[1], nombre que aparece en el Evangelio de San Lucas: “El nombre de la virgen era María” (Lc 1, 27). La Iglesia celebra el nombre de María por la importancia de la cooperación de la Virgen en el plan salvífico de la Trinidad para los hombres: con su “Sí” a la voluntad de Dios, manifestada en la Encarnación del Verbo en su seno virginal, la Virgen se convierte en la Puerta de Entrada, desde la eternidad, hasta nuestro tiempo, del Verbo de Dios, de la Palabra de Dios, Jesús de Nazareth. Si la Virgen hubiera dicho “No” al plan salvífico de la Trinidad, toda la humanidad habría quedado irreversiblemente condenada para siempre, para toda la eternidad, pero al decir “Sí” a la Divina Voluntad, la Virgen se convierte en el Portal Sagrado por el cual el Logos del Padre ingresa, desde la eternidad, en nuestro tiempo y espacio, en nuestra historia humana, para llevar a cabo la Redención de la humanidad, por medio de su Sacrificio en cruz. De esta manera, María, la Virgen y Madre de Dios, se ubica en el polo opuesta al de Eva, la primera mujer, la cual pecó contra Dios y por la cual el Pecado Original se transmite de generación en generación: si por Eva todos los hombres mueren, por la Virgen, Mediadora de todas las gracias, todos los hombres nacen a la vida nueva de los hijos de Dios, la vida de la gracia. Si el nombre de Eva evoca la pérdida de la gracia para toda la humanidad, el Nombre Santísimo de María evoca la gracia santificante que da la vida divina a los hombres, porque por María el Hijo de Dios vino a nuestro mundo, para salvarnos de la eterna condenación.

Quien pronuncia con amor el sencillo pero a la vez grandioso Nombre de “María”, recibe la luz de la gracia por la cual contempla el infinito misterio de amor de Dios Uno y Trino por los hombres, Amor que lleva al Padre a pedir a Dios Hijo que se encarne, por obra del Espíritu Santo, en las entrañas virginales y purísimas de María Santísima. Por el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, el Nombre de María está indisolublemente ligado al Nombre Santísimo de Jesús quien, por su Sangre derramada en la cruz, vence a los tres grandes enemigos del ser humano: el demonio, el pecado y la muerte, al mismo tiempo que nos concede la gracia santificante que nos hace partícipes de la vida divina de la Trinidad.

Así lo explicaba el Papa Benedicto XVI: “En el calendario de la Iglesia se recuerda hoy el Nombre de María. En Ella, que estaba y está totalmente unida al Hijo, a Cristo, los hombres han encontrado en las tinieblas y en los sufrimientos de este mundo el rostro de la Madre, que nos da valentía para seguir adelante… A menudo entrevemos sólo de lejos la gran Luz, Jesucristo, que ha vencido la muerte y el mal. Pero entonces contemplamos muy próxima la luz que se encendió cuando María dijo: ‘He aquí la esclava del Señor’. Vemos la clara luz de la bondad que emana de Ella. En la bondad con la que Ella acogió y siempre sale de nuevo al encuentro de las grandes y pequeñas aspiraciones de muchos hombres, reconocemos de manera muy humana la bondad de Dios mismo. Con su bondad trae siempre de nuevo a Jesucristo, y así la gran Luz de Dios, al mundo. Él nos dio a su Madre como Madre nuestra, para que aprendamos de Ella a pronunciar el ‘sí’ que nos hace ser buenos”[2].

Al recordar entonces el Nombre de María, Virgen y Madre de Dios, le pidamos que interceda para que, como hijos suyos adoptivos, renunciemos a nuestro propio “yo” y sigamos a su Hijo Jesús por el Camino de la Cruz, el Único Camino que conduce al Reino de Dios. ¡Que el nombre de María no se aparte de nuestra mente y corazón!



[2] Fragmento tomado de la Homilía del Santo Padre Benedicto XVI, Fiesta litúrgica del Dulce Nombre de María, sábado 12 de septiembre de 2009.

jueves, 11 de septiembre de 2014

El Santísimo Nombre de María


         Cuando se evoca el nombre de una persona esto equivale, en cierta medida, a evocar a la persona misma: por ejemplo, cuando un hijo, que se encuentra lejos de su madre, en una tierra desconocida, la llama por su nombre, porque extraña su amor y sus caricias maternales: el solo hecho de pronunciar el nombre de su madre[1] hace que, en cierta medida, esa madre se haga presente -al menos en el recuerdo, aun cuando no esté presente en la realidad-. Esto sucede porque el nombre del ser amado es guardado en el corazón con amor y es evocado también con amor y por eso la presencia virtual, en el recuerdo, es una presencia, un memorial, de amor: un hijo que recuerda a su madre, la recuerda con amor y el pronunciar su nombre y evocar su recuerdo, por medio del nombre, será también en el amor.
Así como ocurre entre los hijos de los hombres, así sucede también con los hijos de la Virgen, pero de un modo mucho más real, porque desde la cruz, Jesús nos dio a María por Madre, de modo que cuando pronunciamos el Santísimo Nombre de María, sabemos que contamos con la segura, amorosa y poderosa protección maternal de la Virgen, que se hace presente, de modo misterioso e invisible, pero real y cierto, para estar junto a todo hijo que la invoca en momentos de angustia y tribulación.
Esto es así porque Dios ha dado a los cristianos el dulce nombre de María como un tesoro para ser custodiado con amor en el corazón, y ha querido asociar al Nombre Santísimo de María gracias no concedidas a ningún santo y a ningún ángel, entre las cuales están las de ser Auxiliadora de los cristianos, Corredentora de los hombres y Medianera de todos las gracias, lo que significa que si la Virgen es invocada por sus hijos que habitan en este “valle de lágrimas”, la Madre de Dios no tarda en hacerse presente para auxiliar a sus hijos que se encuentran en peligro. 
Esto es lo que hace que para un cristiano, el Santísimo Nombre de María sea más dulce que la miel y sea además, después del Nombre Tres veces Santo de Dios, el nombre a custodiar con todo celo y amor, con toda honra, respeto y honor, en el corazón y que sea evocado, como el nombre de Dios, solo para ser amado, venerado, honrado y alabado. Todo esto sucede con el Nombre Santísimo de María, porque la Virgen no es un mortal común, sino un ser muy especial, a quien Dios Uno y Trino ha dotado de gracias y títulos tan especiales como innumerables y esas gracias y títulos están asociados a su Nombre, así como su Nombre está asociado a su persona.
Asociados al Nombre Santísimo de María, se encuentran entonces numerosos títulos y junto con ellos, se asocian gracias enormes, admirables y maravillosas; gracias que se hacen presentes junto con la evocación del nombre y con la presencia de la Virgen, de manera tal que, al nombrar a la Virgen, se hace presente la Virgen y con Ella, los títulos y las gracias que la adornan. 
¿Cuáles son esos títulos y las gracias que se asocian al Nombre Santísimo de María?
Al pronunciar el Nombre Santísimo de María, el que lo pronuncia, está diciendo también, junto con el Nombre Santísimo de María, todos los títulos y las gracias que están en este Nombre, que están contenidos a su vez en la persona Purísima de la Virgen: Madre de la Divina Gracia; Madre de Dios; Madre del Amor Hermoso; Madre de la Iglesia; Madre de todos los hombres; Madre de los hijos de Dios; Corredentora de la humanidad; Mediadora de todas las gracias; La Mujer revestida de Sol; La Llena de Gracia; La Madre Virgen; La Inmaculada Concepción; Madre de la Iglesia, Sagrario Viviente; Tabernáculo del Altísimo; Custodia más preciosa que el oro que alberga la Hostia Inmaculada, Cristo Jesús; Primer Sagrario del Cuerpo, la Sangre, el Alma, la Divinidad y el Amor de Jesús, la Eucaristía; el Diamante Celestial por donde pasa el Sol Eterno, Cristo Jesús; La Puerta de los cielos, que da paso a la Luz Eterna encarnada, Jesucristo; el Portal de Belén que engendra al Pan Vivo bajado del cielo; La Vencedora de la Serpiente infernal; La Mujer que aplasta la cabeza de la Serpiente; La Mujer que vence al Dragón rojo, y junto con estos, innumerables títulos más, unos más grandiosos que otros, todos los cuales reflejan la plenitud de gracia de la Virgen y la inhabitación del Espíritu Santo desde el momento mismo de su Inmaculada Concepción.
Es por este motivo que -dicen los santos- cuando se pronuncia el Nombre Santísimo de María, los demonios huyen aterrorizados, y porque es un nombre que contiene en sí toda la santidad de Dios, los ángeles caídos no lo pueden pronunciar, pero sí puede ser pronunciado por el pecador, porque es la Puerta Abierta por donde se llega a la Salvación Eterna, Jesucristo el Señor. Es decir, si por un lado el Nombre Santísimo de María es terror para los demonios, por otro, es consuelo y esperanza cierta de eterna salvación para el pecador. 
Al invocar el dulce y Santísimo Nombre de María, en sus labios y en su Corazón, en todo momento, pero sobre todo en la hora de la muerte, el pecador sabe que cuenta con la segura y amorosa presencia de su Madre celestial, Abogada de los pobres, que intercederá ante el Rey de los cielos, Jesucristo, para que se apiade de su alma, y así el Justo Juez, Jesucristo, al ver que el pecador tiene por Abogada Defensora a su propia Madre, no tendrá más opción que dejarlo entrar en el Reino de los cielos. 
Invocando el dulce y Santísimo Nombre de María, en su corazón y en su boca, el pecador espera confiado el día de su Juicio particular, sabiendo que su Madre le granjeará la entrada en el Reino de los cielos.




[1] Supongamos que el nombre de esa madre amorosa fuera “Daisy”.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El Santísimo Nombre de María



          Una vez se escuchó en el cielo el siguiente diálogo entre las Personas de la Santísima Trinidad. Decía Dios Padre: "He decidido crear una creatura para que sea mi Hija, y esta creatura que será mi Hija será tan hermosa, que los ángeles del cielo, los más hermosos entre todos, palidecerán ante su presencia; la belleza de esta hija mía será tanta y tan grande, que la revestiré de sol, le pondré la luna bajo sus pies, y la coronaré de estrellas, para indicar que al tiempo que es mi Hija predilecta, es también la Reina del universo; dotaré a esta Hija mía predilecta de tanta hermosura, gracia, candor, y de innumerables dotes y cualidades, como de poder, y su poder será el mío propio, y será tanto su poder y su fuerza imbatible, que será llamada "Temible como ejército formado en batalla", y ante su solo nombre temblarán las potestades del infierno, y será tan grande su poder con la que la dotaré, que con su solo piececito de doncella, que aunque la Serpiente Antigua logre morderle su calcañal, mi Hija le aplastará su soberbia cabeza con tanta fuerza, que le parecerá a este Dragón del abismo, que soy Yo mismo, Dios Padre, quien pisa su cráneo contumaz; dotaré a esta Hija mía de tanto poder, que cuando los hombres invoquen su nombre con la Corona de Rosas pidiendo su intercesión, tendrá tanto poder ante Nosotros, que será llamada "Omnipotencia Suplicante", porque todo lo que Ella pida ante nuestra Majestad Trinitaria, le será concedido, en vistas de su hermosura, candor y gracia. Esta creatura, llena de mi gracia y de mi poder, será mi Hija predilecta.
          Luego de escucharse la voz de Dios Padre, que conmovió los cimientos de los cielos, habló Dios Hijo, y esto decía: "Yo contribuiré a tu creación, Padre amado, y haré que esta creatura que es tu Hija, sea al mismo tiempo mi Madre Virgen, porque Yo, que procedo de tu seno de Amor desde la eternidad, deseo encarnarme y nacer entre los hombres para salvarlos, pero para que Yo pueda encarnarme y nacer entre los hombres para ofrendar mi Cuerpo en la Cruz, necesito un seno materno virgen de purísimo Amor, y este será el seno de tu Hija, que será al mismo tiempo mi Madre Virgen; esta creatura asombrará a los ángeles y a los santos, porque al tiempo que permanecerá Virgen antes, durante y después del parto, será mi Madre, y será llamada "Madre de Dios", porque el Hijo que dará a luz en Belén, Casa de Pan, seré Yo, Jesús, el Hijo eterno del Padre, que nacerá en el tiempo de la Virgen Madre, para donar mi Cuerpo humano, tejido en el vientre materno de esta Admirable Madre mía, como Pan de Vida eterna para la salvación del mundo; esta creatura Maravillosa, que será mi Madre Virgen, será llamada "Diamante de los cielos" y "Roca luminosa que irradia la luz eterna", porque al igual que el diamante, que atrapa la luz en su seno para luego irradiarla, quedando intacto antes, durante y después de la emisión de la luz, así mi Madre Amantísima, me recibirá en su seno virginal a Mí, que soy la Luz Eterna e Increada que procede eternamente de Ti, Dios Padre, también Luz Eterna e Increada, y luego de recibirme en su amoroso seno materno, me revestirá de su carne y de su sangre, como hace toda madre con su hijo, y me dará a luz llegada la plenitud de los tiempos, convirtiéndose en Mi Madre amorosa y permaneciendo al mismo tiempo Virgen, y por este prodigio admirabilísimo, que no se vio ni volverá a verse nunca más, ni en el cielo ni en la tierra, será llamada, con asombro, por los ángeles y santos por los siglos sin fin, "Madre de Dios y Virgen Admirable". Esta creatura, que me amará con su mente y su Corazón Purísimos con el Amor trinitario, y me concebirá en su vientre virginal por este Amor, será mi Madre".
          Cuando terminaron de hablar Dios Padre y Dios Hijo, dijo Dios Espíritu Santo: "Esta admirable creatura, que será llamada "Hija de Dios Padre" y "Madre de Dios Hijo", será mi Esposa amantísima, y será llamada "Esposa de Dios Espíritu Santo". La dotaré de un Amor tan puro y excelso, que no habrá nada que no ame por Dios y en Dios, y Dios será su único y purísimo Amor, y cada suspiro suyo y cada respiración suya será un suspiro una respiración de amor por Dios, y su Corazón Inmaculado estará tan lleno de este purísimo Amor de Dios, que todo aquel que escuche sus latidos, escuchará sólo el Amor de la Trinidad, y a todo aquel a quien esta creatura hable, le hablará sólo del Amor de Dios y nada más que del Amor de Dios; su Mente Impecable, emitirá sólo los pensamientos del Pensamiento divino, que son pensamientos de Amor; su Corazón Inmaculado, latirá sólo con el ritmo del Amor divino; su Cuerpo Inmaculado, alojará sólo y exclusivamente al Amor de Dios encarnado, Cristo Jesús, y así esta creatura Espléndida, para cuya hermosura no hay palabras en el lenguaje humano que puedan ni siquiera mínimamente describirla, será llamada "Sagrario viviente del Amor divino" y "Tabernáculo Purísimo del Amor de Dios". Esta creatura, así tan llena de Mí, Espíritu Santo, que con su Amor y Pureza sin Par y con su Candor inigualable, enamorará a quien la contemple, será mi Esposa Purísima y Amantísima".

          Y entonces, habiendo terminado de hablar Dios Espíritu Santo, las Tres Santísimas Personas de la Trinidad dijeron al unísono: "Su nombre será María".

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El Santísimo Nombre de María



         La Iglesia nos manda celebrar la memoria del Santísimo Nombre de María, y para saber el motivo de tal celebración, debemos tener en cuenta qué significa este nombre para Dios Uno y Trino, para los ángeles, y para el hombre pecador.
         Cuando Dios Padre decide crear a la creatura más hermosa, al alma más dichosa, a la Nueva Eva, superior en santidad, como los cielos distan de la tierra, en gracia y en hermosura, en inocencia, en belleza y en felicidad a todos los coros angélicos y a todos los santos que habrían de existir en el tiempo y por la eternidad, dice: “María”.
         Cuando Dios Hijo decide crear, para su Encarnación y venida a este Valle de lágrimas, un Tabernáculo Purísimo, un Sagrario más precioso que el oro, una Custodia Virginal e Inmaculada, que lo albergue con el Amor más santo y puro que jamás creatura alguna pueda siquiera imaginar, dice: “María”.
         Cuando Dios Espíritu Santo decide elegir una Esposa, la más hermosa entre todas las esposas hermosas del mundo; la Única, por su belleza, hermosura, amor y fidelidad; la Única capaz de amarlo con su mismo Amor, que es Él mismo, el Espíritu Santo de Dios, dice: “María”.
         Cuando los ángeles del cielo piensan en una Celestial Generala, que los conduzca en la batalla, combatida en Nombre de Dios en los cielos para desalojar y expulsar a los ángeles rebeldes y apóstatas, que por su perversión ya no pueden estar nunca más ante la Presencia Pura e Inmaculada de Dios Uno y Trino, dicen: “María”.
         Cuando los ángeles del infierno, con Satanás a la cabeza, gimen derrotados para siempre en las tinieblas del Hades, incapaces de hacer ya más daño a los hombres, porque la Mujer de la que habla la Escritura, en el Génesis, en la Pasión, en el Apocalipsis, les ha aplastado la cabeza y los ha hecho huir hasta lo más profundo del Averno, piensan en la Mujer, pero el terror que la Mujer les infunde les impide pronunciar el santísimo nombre de María.
Cuando Dios Hijo decide pensar en una madre que lo aloje con Amor santo y puro en la Encarnación; lo eduque y críe en su niñez y juventud, preparándolo para la Pasión; lo auxilie y conforte en el duro camino de la Cruz, endulce la amargura de su Corazón en el Monte Calvario, y lo reciba con una alegría más grande que todos los cielos juntos luego de resucitado, dice: “María”.
         Cuando el pecador, angustiado por su destino eterno, agobiado por sus culpas, temeroso de presentarse ante el Juicio de Dios, quien está justamente irritado contra él, ya que su ira divina se ha encendido a causa de la malicia de los pecados de los hombres y de la dureza de sus corazones, piensa en una Abogada misericordiosa, en una Mediadora de todas las gracias, que le conceda todas las gracias que necesita para su arrepentimiento y contrición del corazón; piensa en una Madre amorosísima que con su maternal presencia le aliviará y quitará los terrores de la agonía, le infundirá una gran confianza en la Misericordia Divina, le concederá la gracia del arrepentimiento final y perfecto, le concederá lágrimas de dolor por sus pecados y de amor por su Dios que lo ha salvado, y dice: “María”, porque así como no hay otro nombre dado para la salvación de los hombres, que no sea el nombre de Jesús, así tampoco hay otro nombre que haya sido dado a los hombres, para interceder ante Jesús, Hombre-Dios, que el dulce y santísimo nombre de María.
         Cuando el alma fiel y en gracia, que ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo, arde en deseos de tener entre sus brazos al Niño Dios, acude a María, y María dice: “Jesús”; cuando al alma fiel y en gracia, que ama a Dios y desea tener para sí el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, acude a la Iglesia, de quien María es Modelo, y la Iglesia le dice: “Jesús Eucaristía”.
         Estas son las razones por las que la Iglesia nos manda celebrar el Santísimo Nombre de María.