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viernes, 28 de abril de 2017

Los milagros de Nuestra Señora del Valle de Catamarca


La hermosa imagen de Nuestra Señora del Valle de Catamarca representa a la Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada y se encuentra de pie, con la media luna bajo sus plantas y las manos juntas ante el pecho, en posición de oración, al tiempo que mira sonriente hacia el cielo[1]. Es una imagen que ha concedido numerosos milagros, siendo, el primero de todos, su misma aparición, inexplicable. A partir de su aparición milagrosa, Nuestra Señora del Valle ha continuado concediendo una innumerable cantidad de milagros, algunos de cuales los analizaremos, para reflexionar acerca de su sentido espiritual.
         El milagro del jarro: sucedió que un hombre, que estaba a punto de morir, se encomendó a Nuestra Señora del Valle y le rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su Santuario si sanaba. Al poco tiempo recuperó milagrosamente su salud, al punto de poder realizar sus labores de agricultor, como cuando estaba sano, por lo que decidió cumplir su promesa a la Virgen, así que comenzó su largo viaje a Catamarca por las extensas salinas, montado en un burro. Sin embargo, el hombre no había calculado bien el tiempo que le llevaría atravesar las salinas, por lo que, en un momento determinado, tanto él como su burro, estuvieron en un peligro cierto de perder la vida por deshidratación. En ese momento, se encomendó nuevamente a la Virgen del Valle y, según el relato de este peregrino, apenas terminó de encomendarse por segunda vez, apareció de la nada un jarro plateado, del cual manaba abundante agua, cristalina y fresca, con lo cual tanto él como su burro pudieron saciar la sed y continuar a salvo el camino: “…de un jarro plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucho agua, como si fuera una fuente que fluye del corazón de la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”. Paralelamente a este milagro que sucedía en el desierto, en el santuario de la Virgen había desaparecido, inexplicablemente, un jarro plateado. Al llegar a la Iglesia, el peregrino le relató al sacerdote cómo la Virgen lo había salvado por dos veces de morir, luego de lo cual extrajo de su bolso el jarro plateado que había aparecido en el desierto, que era a su vez el mismo que había desaparecido misteriosamente del santuario. Este jarro es el que se conoce actualmente como “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”, aunque también los sacramentos, por ellos viene la gracia santificante, que salva.
         Sentido espiritual del milagro: la Virgen del Valle salva al hombre de dos muertes, luego de que éste la invocara dos veces, estando en peligro de muerte. Esto significa, por un lado, que la Virgen es una Madre amorosa que cuidad de cada hijo suyo y que cuando sus hijos la invocan, nunca deja de escuchar y atender sus súplicas. Otro significado es que, al ser la Mediadora de todas las gracias, salva ante todo de la segunda muerte o condenación eterna, concediendo las gracias necesarias, en el momento de la muerte, para que el alma devota alcance la contrición perfecta, es decir, el arrepentimiento perfecto de sus pecados, que es salvífico. El hecho de estar el hombre a punto de morir en el desierto, significa el alma que muere en el desierto de la vida sin Dios, es decir, el pecado mortal, mientras que el sol candente del desierto, que quita la vida, representa al Demonio; el agua a su vez, cristalina y fresca y que le impide morir, es símbolo de la gracia santificante que, llegando al alma por el Sacramento de la Penitencia, revive el alma muerta por el pecado mortal, dándole la gracia, que lo hace participar de la vida divina. La peregrinación al santuario y el hecho de que el jarro de plata sea del santuario, simboliza la peregrinación del hombre en esta vida hacia la Jerusalén celestial, en donde está la Fuente Increada de la Vida, el Cordero de Dios, Cristo Jesús.
Resucita a un niño: A Don Ignacio Moreno Gordillo, conocido y respetado vecino de Santa Cruz, le falleció un hijo, por lo que decidió cargar con su cuerpo, junto a otros familiares, para depositarlo a los pies de la Virgen, prometiéndole a la Virgen que si lo regresaba a la vida, consagrarían al niño a su exclusivo servicio como sacerdote y capellán del Santuario. Sucedió que, una vez depositado el cuerpecito ya rígido del niño a los pies de la Portentosa Imagen, el niño comenzó a respirar y a moverse, volviendo a la vida después de muerto.
Sentido espiritual del milagro: es también una representación de lo que sucede en el alma cuando, muerta a la vida de Dios por el pecado mortal, acude a los pies del sacerdote para confesar sus pecados, volviendo a la vida de la gracia y de la fe, por medio de la absolución.
Devuelve la vista a un ciego: luego de que el Presbítero Dr. Pedro Ignacio Acuña quedara ciego a causa de una enfermedad, el cura del santuario, junto con otros sacerdotes, deciden llevar en procesión la imagen de la Virgen a la casa del enfermo. Una vez llegada la imagen, el sacerdote, postrado de rodillas, oró en silencio un corto tiempo, y después habló en voz alta a la Virgen, pidiéndole recobrar la vista si es que esa era la voluntad de Dios y si no, que le concediera la fuerza espiritual y la resignación para sobrellevar cristianamente su ceguera. Según narran los testigos, todavía no había terminado de hablar cuando comenzó a distinguir, poco a poco, la imagen de la Virgen, hasta recuperar por completo la vista.
Sentido espiritual del milagro: la ceguera es símbolo de falta de fe y de una vida sin Dios, puesto que Dios es Luz Increada y nos ilumina con la luz de su gracia en esta vida, y con la luz de su gloria en la Bienaventuranza. En este sentido, el recuperar la vista, es decir, el poder ver la luz, representa al alma que recibe el don de la fe y así, con los ojos del alma iluminados por la fe, puede contemplar los misterios sobrenaturales del Hombre-Dios Jesucristo. El hecho de que la imagen de la Virgen sea lo primero que ve, es para significar la condición de María como Mediadora de todas las gracias y que, por lo tanto, quien desea contemplar la luz, que es Cristo, debe encomendarse a su Madre, la Virgen.
Exterminio de plagas: En el año 1764 se desencadenó una plaga de gusanos de tal magnitud, que ya se daban por perdidas todas las cosechas de algodón. Los campesinos decidieron ofrecer una Misa a la Virgen, el 25 de Marzo de ese año, para pedirle el exterminio de las plagas y la salvación de sus cosechas. Al día siguiente, no solo habían desaparecido los gusanos, sino que los algodonales estaban verdes, lozanos, frondosos, sin ninguna planta marchita, como si nunca hubieran sido afectados por los gusanos. Un milagro similar ocurrió pocos años después, esta vez, con una plaga de langostas: los vecinos ofrecieron una Misa de rogativas a Nuestra Señora suplicándole su intercesión, comprobándose luego que la temible manga de langostas había levantado vuelo hacia el sur.
Sentido espiritual del milagro: las plagas, tanto de gusanos como de langostas, son símbolos de una plaga espiritual, mucho más devastadora para el alma, y es la plaga del pecado, que arruina el alma, marchitándola y dejándola muerta, como una planta seca y sin vida. La desaparición de la plaga representa el don de la gracia, que hace que el alma no solo quede sin pecado, sino que, inmaculada, sin mancha, comience a vivir una nueva vida, la vida de los hijos de Dios.
Milagro Eucarístico: el Sr. Roque Navarreta llegó a un punto de su enfermedad, en que la única alternativa que le habían dado los médicos era someterse a diálisis día por medio con urgencia. Roque decide ir “cerca de la Virgencita del Valle, porque sé que Ella me va a sanar”. Participa de la Santa Misa con su hermano que ya que había pedido por la salud de Roque en las intenciones de las misas anteriores. Luego de la consagración, el sacerdote realizó la genuflexión establecida en el Misal, sucediendo entonces que la Hostia consagrada comenzó a elevarse de la patena, hasta colocarse en posición vertical, como si una mano invisible lo sostuviese, se estabilizó a la altura del hombro de una persona y se dirigió hacia el corredor central, llegó hasta la tercera o cuarta fila, giró, se dirigió hacia dónde estaba Roque por atrás de él, pasó por su costado y luego descendió hasta su pie derecho. En ese momento, Roque sintió que lo tocaron. A pesar de que la Forma había sido partida en el momento de la consagración, los asistentes la vieron completa mientras se desplazaba por el aire. El sacerdote recogió la Eucaristía y, terminada la misa, acercaron a Roque al sacerdote, quien lo bendijo en modo especial, ya que sabía que se trataba de la persona por quien se pedía en misas anteriores. Ese martes de octubre se retiraron los análisis, y el médico pudo constatar la total curación de Roque.
         Sentido espiritual del milagro: así como la Virgen no deja de escuchar ninguno de nuestros ruegos, así Jesús no deja de escuchar ninguno de los pedidos que la Virgen le hace por nosotros. Y muchas veces, para darle contento a su Madre, Él mismo hace el milagro en Persona, como en este caso. 
       Con toda probabilidad, a nosotros no nos ocurrirán estos milagros sensibles, visibles, que pueden ser captados por los sentidos, pero no por eso debemos pensar que la Virgen no escucha nuestros pedidos: no hay un solo pedido, hecho con fe y amor a la Virgen, que Ella no deje de escucharlo y también de atenderlo, y si bien, con toda seguridad, no sucederá en el tiempo y la forma que nosotros lo deseamos, la Virgen, en algún momento, nos responderá, porque es una Madre amorosa que ama a sus hijos pródigos, nosotros, con el mismo amor de Dios, el Espíritu Santo.

viernes, 12 de agosto de 2016

Nuestra Señora de Guadalupe y la tilma de Juan Diego


Uno de los milagros más asombrosos de la aparición de la Virgen de Guadalupe –hay innumerables milagros, uno más asombroso que otro, comenzando por la misma aparición de la Virgen- es la impresión de la imagen de la Virgen en la tilma –poncho- de Juan Diego.
         ¿Cómo fue la impresión de la imagen? Para saberlo, recordemos que Juan Diego era un indígena, un habitante autóctono de México, que había recibido el Catecismo en edad adulto, teniendo unos cincuenta años al momento de las apariciones. Era devoto, humilde, simple, y amaba mucho a la Iglesia, a Jesús en la Eucaristía, a la Virgen y a los santos –recordemos que en tiempos prehispánicos, los habitantes de México eran paganos y se encontraba difundido entre ellos horribles cultos paganos, sanguinarios y crueles y, dentro de los más horribles y espantosos, estaba el culto al ídolo demoníaco llamado “Santa Muerte”, que ha resurgido lamentablemente en nuestros días- y cuando la Virgen se le apareció, estaba realizando una obra de misericordia, pues acudía en busca de un sacerdote para que le diera la extremaunción a su tío, gravemente enfermo. El mérito –uno entre tantos- de San Juan Diego, fue obedecer a la Virgen, aun cuando humanamente parecía algo que no tenía sentido, y era el ir a buscar rosas en la cima del monte Tepeyac, en una época –invierno- y un lugar en el que lo más factible era no encontrar nada. Como sabemos, Juan Diego obedeció a la Virgen, encontró las rosas, las cortó, las colocó en su tilma y se las llevó al obispo, como lo había pedido la Virgen y, al desenvolver la tilma para darle las flores, apareció la imagen milagrosa de Nuestra Señora de Guadalupe.

         Puesto que no poseemos, ni mínimamente, la santidad de San Juan Diego, y como tampoco tenemos una tilma, le ofrecemos a la Virgen nuestros pobres corazones para que, al igual que hizo con la tilma de San Juan Diego, imprima en ellos su milagrosa y maravillosa imagen, para que así, guiados por Ella, Nuestra Señora de Guadalupe, podremos crecer en “en gracia” (cfr. Lc 2, 52) y santidad.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Los Milagros de Nuestra Señora del Valle de Catamarca


         Desde los primeros momentos en los que fue encontrada la imagen –cuyo origen nunca pudo ser determinado-, la Virgen obró numerosos prodigios, empezando por los nativos del lugar, a los cuales hizo tantos milagros y aunque no hay registros de estos, basta con revisar las declaraciones y la actitud de los nativos hacia la Virgen, para darnos cuenta de que la Virgen había tocado profundamente sus corazones. En efecto, los indios, que fueron los que la encontraron –o más bien, la Virgen se dejó encontrar por ellos- le tenían muchísimo cariño, demostrado por las continuas flores con las cuales adornaban el precario lugar donde estaba colocada la imagen y por lo que afirmaron cuando Don Manuel de Salazar quiso sacar a la Virgen de la gruta que habían hecho los indios: “(La Virgen) es nuestra, nosotros la queremos. Ella nos cuida, siempre nos defiende”[1].
         Pero además de estos milagros, la Virgen hizo muchísimos otros milagros, de cuya existencia y detalles históricos sí hay constancia. Ahora bien, estos milagros, realizados en favor de los habitantes del lugar y en un momento determinado de la historia, no se limitan ni a esa persona, ni a ese lugar, ni a ese momento de la historia, porque tienen un significado que los sobrepasa y que llega hasta nosotros. Veamos de qué manera.
         Uno de los milagros más conocidos es el que se conoce como “milagro del jarro”: “un hombre estaba a punto de morir cuando recordó a Nuestra Señora del Valle y le rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su Santuario. Poco después recuperó su salud sin alguna explicación visible, a tal punto que sus vecinos se sorprendieron al mirarlo trabaja la tierra como antes. Pasado un tiempo, decidió cumplir su promesa a la Virgen, así que comenzó su largo viaje a Catamarca por las extensas salinas. En la iglesia contó a un sacerdote que él había recuperado su salud por segunda vez gracias a la “ayuda” de la Virgen, había hecho un viaje muy largo y difícil por las Salinas Grandes, sin agua para beber cerca. Por esa razón él y su mulo se morían de sed. Entonces, otra vez, le rogó a la Virgen pidiéndole ayuda y Ella le respondió milagrosamente. Dijo con lágrimas en los ojos que “… de un jarro plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucha agua, como si fuera una fuente que fluye del corazón de la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”. Él sacó de su bolso el jarro plateado y lo entregó al sacerdote. Era el jarro plateado que había desaparecido del Santuario de la Virgen. Este jarro se llama actualmente “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”[2]. El hombre que atraviesa el desierto hacia el templo donde están Jesús y la Virgen, representa al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados de la Iglesia Católica, que peregrinan en el desierto de la vida, hacia la Jerusalén celestial, donde los esperan Jesús y la Virgen; el peligro de muerte del hombre, a causa del intenso calor y de la falta de agua, representa la acción del pecado en el alma, y sobretodo el pecado mortal, que la asfixia hasta matarla; el jarro de plata, que aparece milagrosamente, de la nada, en medio del desierto, y de cuyo interior brota inagotablemente agua fresca, la que salva la vida del hombre y del animal en el que venía, representa a Jesús, que en cuanto Hombre-Dios, es la Fuente inagotable de la gracia, la cual brota de su Corazón como de una fuente inagotable, según Él mismo lo dice a través del Profeta Jeremías: “Me dejaron a Mí, fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua”, significando así el abandono de su pueblo para ir a postrarse ante ídolos paganos; el agua que brota del jarro, es, por supuesto, la gracia santificante, que no solo borra el pecado, sino que concede al alma una vida nueva, la vida de los hijos de Dios; el hecho de que el hombre implorara a la Virgen y que el jarro apareciera inmediatamente, se debe a la condición de la Virgen como “Mediadora de todas las gracias”, lo cual quiere decir que no hay ninguna gracia, por pequeña o grande que sea, que no venga a través de la Virgen.
         El hombre del jarro somos todos y cada uno de nosotros, y si acudimos a la Virgen, Ella nos auxiliará sin dudarlo un solo instante, concediéndonos las gracias más que suficientes para nuestra eterna salvación.
         La Virgen resucita a un niño: “A Don Ignacio Moreno Gordillo, conocido y respetado vecino de Santa Cruz le fallece un hijo. Es así que sus padres cargan con el cuerpo rumbo al Valle para depositarlo a los pies de la Virgen, y prometen que si vivía lo consagrarían a su exclusivo servicio como sacerdote y capellán del Santuario. Una vez depositado el cuerpecito ya rígido, a los pies de la Portentosa Imagen, éste comienza a moverse, se anima y revive”[3]. La Virgen es símbolo de la Iglesia; el niño muerto representa al alma muerta por el pecado mortal; el regreso a la vida del niño luego de la intervención de la Virgen, simboliza la recuperación de la vida de la gracia del alma muerta por el pecado mortal, por medio del Sacramento de la Penitencia, impartido por la Iglesia, que representa a la Virgen, a través del sacerdote ministerial.
         La Virgen devuelve la vista a un ciego: “el Presbítero Dr. Pedro Ignacio Acuña había quedado ciego, el cura de la Matriz y el clero deciden llevar en procesión la Imagen de la Virgen a la casa del enfermo, postrado de rodillas oró en silencio un corto tiempo, y después habló en voz alta a la Virgen para pedirle que si convenía le devolviera la vista perdida, y si no le diera resignación para soportar aquella desgracia. Aún no había terminado de hablar cuando comenzó a inquietarse y luego de un instante de silencio manifestó que comenzaba a distinguir la Imagen. Al poco rato veía perfectamente”[4]. El ciego, es decir, aquel que no ve con los ojos del cuerpo, representa al ciego espiritual, es decir, a aquel que no ve los misterios de Jesucristo, por falta de fe; puede representar también a un ateo, a un apóstata, a un hereje, o a un integrante de una secta: en todos los casos, hay una ceguera espiritual que impide ver, con luz sobrenatural, los misterios celestiales del Hombre-Dios Jesucristo. El ciego vive en las tinieblas; el ciego espiritual, vive en las tinieblas espirituales, aun cuando sea capaz de percibir la luz y el mundo que lo rodea. La curación del ciego por parte de la Virgen, representa la gracia de la fe en Jesucristo para el alma sin fe: así como el ciego, al ser curado milagrosamente, comienza a ver lo que antes no veía, así el ciego espiritual, al ser curado por mediación de la Virgen, que le concede el don de la fe en Cristo Jesús, comienza a ver los misterios de la fe, los misterios profesados en el Credo, y comienza a creer en Jesús como Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.
         La Virgen extermina plagas de gusanos y langostas: “Corría el año 1764. Se había desencadenado una devastadora e invencible plaga de gusanos, de tal manera que se tenían por perdidas las cosechas de algodón. En la Misa del 25 de Marzo, los colonos pidieron en sus plegarias por el exterminio de las plagas y la salvación de sus cosechas. Al otro día, ¡no podían creerlo! Los algodonales estaban verdes, lozanos, frondosos, no había plantas marchitas. El gusano había desaparecido por completo, sin dejar rastros de su destructor paso. Otro tanto sucedió pocos años después con una plaga de langostas. Los vecinos concurrieron a una Misa de rogativas a Nuestra Señora suplicándole su intercesión, luego llegó la noticia de que la temible manga de langostas había levantado vuelo hacia el sur”[5]. Las plagas, en el lenguaje bíblico, se asocian siempre, más que a un castigo divino, a una retirada del favor de Dios sobre quien sufre la plaga, y esto se debe a que esa persona o esa región, han abandonado los Mandamientos de la Ley de Dios, lo cual quiere decir, haber abandonado a Dios y a su Amor, expresado en los Mandamientos. El hecho de que acudan a la Virgen pidiendo su intercesión para que cesen las plagas, indica la condición de María como Mediadora de todas las gracias, que concede a sus hijos las gracias que estos le piden, siempre que sean convenientes para su salvación. En nuestros días, hay plagas muchísimo más dañinas que una invasión de gusanos o que una manga de langostas: hay una plaga espiritual, propiciada por la Nueva Era, que consiste en desplazar a Dios y a su Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo, por ídolos neo-paganos –como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, la Santa Muerte, entre otros-; en reemplazar los sacramentales de la Iglesia Católica –uno de los principales, el agua bendita- por supersticiones, como la cinta roja, o una pata de conejo, o cualquier otra superstición; en preferir los ídolos del mundo, en vez de a Jesús en la Eucaristía. En definitiva, la plaga que invade nuestros días, no afecta tanto a los vegetales y sembradíos, sino a las almas y provoca la muerte de estas, porque les quita la gracia santificante que da vida. Y al igual que en el milagro de la exterminación de gusanos y langostas, es la Virgen la Única Mediadora de todas las gracias, que puede terminar, de una vez y para siempre, con la plaga del alma que es la falta de amor a Jesús Eucaristía.
         La Virgen realiza un sorprendente milagro eucarístico: “Al Sr. Roque Navarreta la única alternativa que le habían dado los médicos era someterse a diálisis día por medio con urgencia. Roque decide ir “cerca de la Virgencita del Valle, porque sé que Ella me va a sanar”. Participa de la Santa Misa con su hermano que ya que había pedido por la salud de Roque en las intenciones de las misas anteriores. Luego de la consagración, el sacerdote Pbro. San Nicolás, realizó la genuflexión y entonces de la patena se elevó el Hostión y se colocó en posición vertical, como si una mano invisible lo sostuviese, se estabilizó a la altura del hombro de una persona y se dirigió hacia el corredor central, llegó hasta la tercera o cuarta fila, giró, se dirigió hacia dónde estaba Roque por atrás de él, pasó por su costado y luego descendió hasta su pie derecho. En ese momento, Roque sintió que lo tocaron. Su hermano atinó a levantar el Hostión y se lo acercó al sacerdote. A pesar de que la Forma había sido partida en el momento de la consagración, los asistentes la vieron completa mientras se desplazaba por el aire. Terminada la misa, lo acercaron al sacerdote, quien lo bendijo en modo especial, ya que sabía que se trataba de la persona por quien se pedía en misas anteriores. Ese martes de octubre se retiraron los análisis, y el médico pudo constatar… que no tenía rastros de la colonia de virus en su organismo”[6]. Es la Virgen la que lleva, de modo invisible, la Hostia consagrada hasta el hombre enfermo y es Ella la que toca su hombro, indicándole que ya está curado. Pero, ¿por qué la Virgen lleva la Eucaristía hasta el lugar donde se encontraba el enfermo? Para indicarle que le concedía la salud del cuerpo, como lo estaba pidiendo, pero que más importante que cuidar el cuerpo, es cuidar el alma, y en la Eucaristía está contenida la Salud del alma, porque en ella está la Vida Eterna, Jesús, el Hombre-Dios. Esto nos hace ver a nosotros que, si nos preocupamos por mantener la salud del cuerpo o por recuperarla si estamos enfermos, más empeño debemos poner todavía en recibir en estado de gracia el Cuerpo Sacramentado de Jesús, la Eucaristía, para que el alma viva con la Vida eterna del Cordero de Dios.
         Los milagros de la Virgen del Valle no terminaron, continúan en nuestros días, y continuarán hasta el fin de los tiempos.



[1] http://forosdelavirgen.org/422/virgen-del-valle-de-catamarca-argentina-8-de-diciembre/
[2] Cfr. ibidem.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.
[5] Cfr. ibidem.
[6] Cfr. ibidem.

sábado, 18 de abril de 2015

Nuestra Señora del Valle de Catamarca




         Nuestra Señora del Valle de Catamarca realizó y sigue realizando numerosos milagros, pero hay dos que reflejan, de modo particular, su amor maternal. El primero al que haremos referencia, es el milagro conocido como el “milagro de la cadena”; sucedió en el año 1630 y tuvo como protagonista a un hombre venido del Perú; era muy acaudalado, pero se encontraba tullido y sin esperanzas de curación por parte de los médicos, que sin éxito habían tratado de curarlo. Debido a que había escuchado hablar de los milagros realizados por la Virgen del Valle, decidió acudir en peregrinación en busca de una cura milagrosa, cura que obtuvo en un instante, apenas hubo llegado ante la imagen de Nuestra Señora. Como muestra de agradecimiento, y debido a que era una persona muy adinerada, le dejó una cadena de oro de mucho valor. De regreso, se encontró con un conocido, a quien le comentó que había sido curado por la Virgen, gracias a que él le había dado en pago la hermosa cadena de oro. Luego de contar este particular relato, el acaudalado hombre se despidió de su amigo y, como se había hecho de noche, se fue a dormir. Al otro día, al despertarse, se dio con la sorpresa de que se encontraba dolorido y nuevamente con su antigua dolencia, habiendo desaparecido la curación que había recibido de forma milagrosa. Además, encontró, debajo de la almohada, la cadena de oro que le había dejado a la Virgen y que él creía, equivocadamente, que le dejaba en pago por la curación recibida.
         ¿Qué le quiso decir la Virgen? La Virgen le quiso hacer ver que Ella es Madre y que una Madre no se mueve con sobornos ni vende a vil precio de oro sus cariños; si Ella le concedió el milagro de la curación, no fue a cambio de oro, puesto que Ella no necesita, ni remotísimamente, ni oro, ni nada que le podamos ofrecer. Lo que Ella quiere de nosotros, es nuestra conversión, la conversión del corazón y se siente muy ofendida cuando obramos como este señor, pretendiendo “comprar” sus milagros, a los que Ella da gratuitamente, por amor y solo por amor.
         El segundo milagro, es conocido como “milagro del jarro”. Un hombre, que vivía en el límite entre Catamarca y Córdoba, se encontraba muy angustiado, ya que estaba afectado por una enfermedad mortal. Estando a punto de morir, le vino a la memoria el recuerdo de Nuestra Señora del Valle y le rogó por su vida, prometiéndole peregrinar a su santuario. Poco tiempo después, recuperó milagrosamente su salud, con lo cual decidió cumplir su promesa a la Virgen, emprendiendo su viaje hacia el santuario.
         Mientras sucedía esto, en la Catedral de Catamarca, los guardianes daban cuenta de la desaparición de un jarro plateado que se encontraba en el altar de la Virgen. Dos semanas después, llegó nuestro hombre a la Catedral, en cumplimiento de su promesa y pidió hablar con un sacerdote, para dar testimonio de la curación milagrosa recibida de parte de la Virgen. Sin embargo, tenía aun otro testimonio de otro milagro más recibido por parte de la Virgen, recibido esta vez en su travesía a lo larga de las salinas. Según su relato, él había emprendido su viaje hacia Catamarca -para dar la acción de gracias a la Virgen- a través de las Salinas Grandes, que es una gran extensión de tierra muy árida y seca, sin agua potable para beber en cientos de kilómetros a la redonda, motivo por el cual, él y su mulo, llegado un momento, estuvieron a punto de morir de sed. Al verse en esta situación de vida o muerte, imploró nuevamente a la Virgen por su auxilio y la Virgen nuevamente respondió con su amor maternal. El peregrino, con lágrimas en los ojos, dijo al sacerdote que “... de un jarro plateado que apareció repentinamente en el camino, salía mucha agua, como si fuera una fuente que fluía del corazón de la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”.
         Una vez que terminó su relato, el peregrino sacó de su bolso el jarro plateado y se lo entregó al sacerdote, quien comprobó que efectivamente se trataba del mismo jarro plateado que había desaparecido del Santuario de la Virgen. El peregrino, por lo tanto, había recibido un doble milagro de María Santísima: primero fue curado de su grave enfermedad, y luego fue asistido milagrosamente, para que no muriera de sed en el desierto. Este jarro se llama actualmente “El Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”.
         ¿Qué nos enseña la Virgen con este milagro? Que esta vida terrena es peligrosa, como peligrosa es la travesía por un desierto: al atravesar un desierto, podemos perder la vida ya sea por el extremo calor, durante el día, o por el extremo frío, durante la noche –las temperaturas descienden a bajo cero-, o por las bestias salvajes que acechan –lobos-, o por las alimañas ponzoñosas que inoculan venenos mortales –arañas, serpientes, alacranes-: la vida terrena es peligrosa, porque acechan peligros espirituales, como las bestias y alimañas espirituales, los demonios, que inoculan su ponzoña o veneno espiritual, el pecado y la rebelión contra Dios; en esta vida acecha siempre el peligro de la pérdida de la vida de la gracia, cuando se consiente la tentación y se comete el pecado, sea mortal o venial. El peregrino que atraviesa el desierto y está a punto de morir de sed, representa al hombre que vive en esta vida terrena y que está privado de la vida de la gracia y que por lo tanto, está a punto de morir a causa del pecado; el jarro de plata, del cual brota agua cristalina, inagotable, que le devuelve la vida, representa la gracia santificante de Jesucristo, que da al alma la vida de la gracia, obtenida por el sacrificio en cruz de Jesús, y como es un jarro de plata del santuario de la Virgen, representa a la Virgen, Medianera de todas las gracias, es decir, representa a la Virgen, por cuyo intermedio nos vienen todas las gracias, y sin cuya intercesión no nos llega ninguna gracia. El Jarro de plata es símbolo de Ella misma, porque así como el agua cristalina que devuelve la vida al peregrino, brota del jarro, así Jesucristo, “Portador del Agua de la Vida”, brota del seno virgen de María Santísima, para dar su Gracia santificante al alma que acude a Él y lo reconoce como a su Salvador.



Oración a Nuestra Señora del Valle de Catamarca
Nuestra Señora del Valle de Catamarca,
Tú que inefable amor maternal,
Salvaste la vida de tus hijos
Haciendo brotar agua en medio del desierto,
Te suplicamos,
Que a nosotros, tus hijos,
Que peregrinamos por el desierto de la vida,
Nos concedas la gracia
De crecer cada vez más en la fe en tu Hijo Jesús,
Para que de nuestros corazones broten
Ríos de agua viva
Que lleguen hasta la eternidad. Amén.