Dice San Pablo que “en el atardecer de nuestras vidas
seremos juzgados en el amor”, es decir, en el juicio particular, no valdrán de
nada los títulos obtenidos, ni los honores y loas dados por los hombres, ni los
bienes materiales poseídos, ni ninguna cosa que los hombres estimamos por
buenas; valdrán solo las buenas obras, las obras hechas por amor a Dios y al
prójimo, obras que a su vez solo tienen valor si se apoyan en la fe y en la
oración. La fe y la oración evitan toda tentación, la primera de todas, la de
no creer en Dios, o la de creer que nos vamos a salvar siendo perezosos, de mal
corazón, rencorosos.
Por eso la insistencia de la Virgen de San Nicolás en la
oración y en una vida de fe: “A vosotros los que estáis extraviados os digo
sólo creed en el Señor. Creyendo y orando estaréis a salvo de cualquier
tentación, la fe y la oración son armas poderosas que pone Jesús al alcance
vuestro, no debéis hacer nada que no sea bien visto a los ojos del Señor.
Gloria al Altísimo” (7-4-84).
Lo dice
Dios mismo en la
Sagrada Escritura : “Lavaos,
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal,
aprended a obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido,
defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos -dice
el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la
nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana” (Is 1, 16-18).
Solo con la oración y la fe,
manifestada en obras, llegaremos al Reino:
“El Señor quiere un pueblo limpio de pecado para cumplir su promesa de Vida Eterna. Debéis ser merecedores de su Reino. Poneos en manos del Sagrado Corazón para que os vigile; no caigáis en tentación y no pueda penetrar en vosotros el malvado; eso agradará al Señor. Debéis dar a conocer esto” (31-12-83). Para esto es el tiempo de Cuaresma: para vivir rezar, principalmente el Rosario, y para demostrar la fe con obras.
“El Señor quiere un pueblo limpio de pecado para cumplir su promesa de Vida Eterna. Debéis ser merecedores de su Reino. Poneos en manos del Sagrado Corazón para que os vigile; no caigáis en tentación y no pueda penetrar en vosotros el malvado; eso agradará al Señor. Debéis dar a conocer esto” (31-12-83). Para esto es el tiempo de Cuaresma: para vivir rezar, principalmente el Rosario, y para demostrar la fe con obras.