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sábado, 12 de febrero de 2022

Nuestra Señora de Lourdes y sus tres pedidos

 



          Además de la revelación central de la Aparición de Nuestra Señora de Lourdes, la revelación de la condición de la Virgen como la Inmaculada Concepción -la Virgen le dice a Santa Bernardita, en su dialecto “Yo Soy era la Inmaculada Concepción”-, en estas apariciones de Lourdes podemos considerar tres pedidos que hace la Virgen. Veamos cuáles son. Rosario, humildad, penitencia.

          Un primer pedido es el rezo del Santo Rosario, ya que la Virgen se presenta con un Rosario entre sus manos y le enseña a rezar el Santo Rosario a Santa Bernardita. Esto es para que tomemos conciencia de que debemos rezar el Rosario todos los días, por varios motivos: por el Rosario conseguimos infinidad de dones, gracias y milagros que la Santísima Trinidad tiene para darnos, pero que quiere darnos sólo a través de la Santísima Virgen. Lamentablemente, muchos tienen el Rosario como un objeto de adorno, sea en el auto, sea en el cabezal de la cama, o lo llevan, como si fuera un amuleto, en sus bolsillos y esto no debe ser así, porque el Rosario debemos tenerlo entre las manos para desgranar sus cuentas. Otro motivo del rezo del Rosario es que a través del Rosario contemplamos los misterios salvíficos de la vida de Jesús y también de María y por medio de la contemplación de los misterios, participamos de estos misterios, convirtiéndonos, misteriosamente, en corredentores de nuestros hermanos.

          Un segundo pedido de la Virgen de Lourdes es la penitencia. En una de sus apariciones, sólo dice una sola palabra, a la cual la repite por tres veces: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!”. El motivo de la penitencia es que es necesario hacerla, para reparar por las innumerables ofensas que reciben, día a día, todos los días, los Sagrados Corazones de Jesús y María. La penitencia puede ser, por ejemplo, un día de ayuno a pan y agua, o el privarnos de algo lícito y bueno que nos apetezca, para así reparar por las ofensas cometidas contra Jesús y María.

Por último, aunque de forma implícita, la Virgen pide la humildad -le ordena a Santa Bernardita que escarbe en el barro, con el rostro y las manos, en la gruta, que es el lugar de donde salió efectivamente el agua milagrosa que curó cientos de miles de enfermos y que continúa fluyendo hasta la actualidad-, porque la humildad, junto con la caridad y la mansedumbre, asemejan al alma a los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Al recordar las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, recordemos, además del hecho principal, la revelación de la condición de la Virgen como Inmaculada Concepción, los tres pedidos que hace la Virgen: el rezo del Rosario, la Penitencia y la práctica de la Humildad.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Las Apariciones y enseñanzas de Nuestra Señora de Fátima

 



         En el año 1917 se produjeron una de las más grandiosas apariciones de la Madre de Dios en la historia de la Iglesia. Estas apariciones estuvieron precedidas por las apariciones, a su vez, de un Ángel, quien se presentó a sí mismo como “El Ángel de la Paz” y también “El Ángel de Portugal”.

         Estas apariciones nos dejaron numerosas enseñanzas:

         Por un lado, el Ángel les enseña a adorar la Presencia Sacramental de Jesucristo en la Eucaristía, dictándoles dos oraciones de adoración a Jesús Sacramentado y enseñándoles en la práctica cómo adorar con el cuerpo, postrándose él mismo, el Ángel, ante Jesús Eucaristía. Una de las oraciones del Ángel dice así: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os  pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”. La otra oración que les enseña el Ángel es: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. Estas oraciones, profundamente eucarísticas, mantienen su plena vigencia, hoy más que nunca, debido a las innumerables profanaciones y sacrilegios que sufre, día a día, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y es por eso que es muy conveniente rezar estas oraciones en las Horas Santas, en la Adoración Eucarística al Santísimo Sacramento del altar.

         Por otra parte, la Virgen les proporciona numerosas enseñanzas a los Pastorcitos:

         El rezo del Santo Rosario y su importancia para la conversión de los pecadores; la existencia del Infierno, haciéndolos participar, místicamente, de la realidad del Infierno, al llevarlos al Infierno y hacerlos contemplar cómo las almas de los condenados caían en el lago de fuego y fluctuaban como “copos de nieve”: al respecto, la Beata Sor Lucía describe así la experiencia del Infierno: “Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: ‘Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”. Luego, después de la visión, María les indicó una oración esencial para ayudar a los pecadores: “Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu infinita Misericordia”.

Además, la Virgen les enseña el valor del sacrificio, de la penitencia, de la mortificación y del ayuno, como vías de crecimiento en santidad personal y también para la conversión de las almas más necesitadas de la gracia de Dios, los pecadores: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”; también les advierte acerca del peligro del Comunismo y de cómo este régimen satánico, despiadado y ateo habría de “propagar sus errores por todo el mundo”, tal como sucedió y tal como está sucediendo en la actualidad: desde que se implementó en Rusia por medio de una sangrienta revolución, el Comunismo ha esparcido el ateísmo, la violencia y la lucha de clases por todo el mundo, provocando desde entonces hasta ahora un genocidio de más de ciento cincuenta millones de muertos, sin contar los cuatrocientos millones de muertos provocados por la política del “hijo único” aplicado por el gobierno comunista chino durante treinta años.

La Virgen les enseña también a rezar el Santo Rosario y les enseña la devoción del rezo del Rosario reparador, el cual se reza durante cinco sábados, los primeros sábados de cada mes, meditando en los misterios del Santo Rosario y acompañando este rezo con el deseo de un profundo cambio de vida, haciendo un completo examen de conciencia, confesando los pecados y recibiendo la Sagrada Comunión, todo para reparar las ofensas que se realizan al Inmaculado Corazón de María y también al Sagrado Corazón de Jesús.

No debemos creer que las Apariciones de Fátima son cosa del pasado: estas apariciones, importantísimas para la vida espiritual y de la Iglesia, son atemporales, en el sentido de que abarcan todos los tiempos y por lo tanto son actuales y mucho más en nuestros días, en los que se atenta cotidianamente contra la Sagrada Eucaristía y contra el Inmaculado Corazón de María y también contra la vida humana por nacer, por medio de la inicua e infame ley del aborto. Hoy, más que nunca, es necesario recordar las Apariciones de la Virgen en Fátima y aplicar, con todo el corazón, sus invalorables enseñanzas celestiales.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Los mensajes de Lourdes


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          Las apariciones de la Virgen en Lourdes a Santa Bernardita constituyen una de las más importantes apariciones marianas en toda la historia de la Iglesia. Por esta misma razón, es necesario conocer cuál es el o los mensajes que dichas apariciones dejan como legado para la humanidad.
          Un primer mensaje es la confirmación del cielo de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), lo cual resalta y hace sobresalir la importancia del Magisterio de la Iglesia, que es apoyado y confirmado por una aparición importantísima como es la de Lourdes. En otras palabras, las apariciones de Lourdes confirman que lo que enseña el Magisterio de la Iglesia proviene del cielo y como tal hay que aceptarlo y vivirlo. El Magisterio enseñó que la Virgen era la Inmaculada Concepción, la Virgen se aparece para decir que es la Inmaculada Concepción.
Otro mensaje es la presentación de la Virgen como modelo de pureza de cuerpo -castidad- y de alma -fe-, necesarias para toda alma que desee alcanzar el cielo. La Virgen es Purísima doblemente, en alma y en cuerpo, es pura -Inmaculada- en el alma, porque su fe no está contaminada por supersticiones ni por creencias heréticas; es pura -Inmaculada- en cuerpo, porque toda Ella en su ser está consagrada a Dios y su Amor, sin tener ninguna clase de amor profano o mundano. La Virgen entonces se presenta como modelo insuperable para todo cristiano que, mediante la doble pureza del cuerpo y del alma, desee alcanzar el cielo. El cristiano que se aparta de este doble modelo de pureza que es la Virgen Inmaculada, se aparta del camino del cielo. En nuestros días, en los que la impureza, la impudicia, la amoralidad -desfiles del “orgullo LGBT” por ejemplo- son levantados como banderas de la humanidad y como derechos humanos, es necesario elevar los ojos a la Virgen Inmaculada para saber que el modelo mundano presentado de impureza no es querido por el cielo. En Lourdes, como en toda otra aparición, la Virgen se presenta Ella misma para el mundo como Madre y modelo de una doble pureza, de alma y cuerpo, indispensablemente necesarias para alcanzar el Reino de los cielos.
Otro mensaje que dejan las apariciones de Lourdes son la exaltación de virtudes olvidadas en nuestros días, virtudes como la pobreza -la Virgen se le aparece a Santa Bernardita, cuya familia era sumamente pobre materialmente hablando-, la penitencia y la humildad -la Virgen le pide a Santa Bernardita que se humille públicamente, cuando le hace buscar el agua milagrosa con el rostro, en el fondo de la cueva-. Estas virtudes son indispensables para la santidad, porque el que no vive la pobreza de la Cruz, servirá al dinero y lo constituirá a éste como a su dios, lo cual no es posible, tal como lo advierte Jesús en las Escrituras –“No se puede servir a Dios y al dinero”-; por su parte, la humildad es necesaria para la salvación porque Dios “acepta a los humildes y rechaza a los soberbios”, tal como lo dice la Virgen en el Magnificat.
Otro mensaje, de suma importancia, es el de la Cruz: la Virgen le dice claramente a Bernardita que no le promete la felicidad en esta vida, sino en la otra, y la felicidad del Reino de los cielos se consigue únicamente por medio del Camino Real de la Cruz, el Via Crucis.
En Lourdes se da también una importancia superlativa a la oración, es decir, a la unión del alma con Dios por medio de la oración, ocupando el Santo Rosario un lugar de preeminencia en esta oración pedida porla Virgen, pues Ella aparece con un Rosario entre sus manos con lo cual nos está pidiendo que lo recemos.
En las apariciones de Lourdes hay un poderosísimo mensaje de la Misericordia Divina dirigida a los enfermos: es un mensaje de amor y de santidad, porque en Lourdes se han producido innumerables curaciones corporales milagrosas, curaciones que se encuentran al mismo nivel de los producidos por Jesús en el Evangelio.
Por último, también se manifiesta la Misericordia Divina en Lourdes no solo curando a los enfermos del cuerpo, sino también a los enfermos del alma -sobre todo, a los afectados por el ateísmo-, ya que se han producido centenares de miles de conversiones de ateos o de personas pertenecientes a otras religiones.
Al recordar entonces las apariciones de la Virgen en Lourdes, recordemos también todos los mensajes celestiales que dichas apariciones nos han dejado.

jueves, 13 de julio de 2017

María Rosa Mística y el significado de las tres espadas y las tres rosas


La Virgen se apareció como María Rosa Mística en Montichiari, al norte de Italia, en el año 1947. En la primera aparición, ocurrida a Pierina Guilli –enfermera de oficio y nacida el 3 de agosto de 1911-, la Virgen “vestía túnica morada y cubría su cabeza con un velo blanco”, “su rostro denotaba tristeza” y “tenía el pecho atravesado por tres espadas”; corrían abundantes lágrimas por su rostro estaba triste, y sólo dijo tres palabras:   “Oración, Penitencia, Reparación”, para luego guardar silencio[1].
En la segunda aparición, ocurrida el domingo 13 de julio de 1947, la Madre de Dios se apareció nuevamente, esta vez, en el hospital. Según Pierina, “vestía de blanco”, pero ahora, en lugar de las tres espadas, llevaba en su pecho “tres rosas, blanca, roja y dorada”. Pierina le preguntó asombrada: “Por favor, dígame quién es usted”. Con una dulce sonrisa la señora le contestó: “Soy la Madre de Jesús y madre de todos vosotros”. Después de una pausa prosiguió: “Nuestro Señor me envió para implantar una nueva devoción Mariana en todos los institutos así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas. Deseo que el día 13 de cada mes se me consagre como día Mariano y los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales”. Siempre según Pierina, su rostro se iluminó con una inexplicable alegría y continuó: “En ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me hubiesen honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de Rosa Mística”[2].
¿Qué significan las espadas y las rosas?
En cuanto al significado de las tres espadas, podemos decir lo siguiente: la primera espada, significa la pérdida culpable de la vocación sacerdotal o religiosa; la segunda espada, la vida en pecado mortal de personas consagradas a Dios; la tercera espada, la traición de aquellas personas que al abandonar su vocación sacerdotal o religiosa, pierden también la fe y se convierten en enemigos de la iglesia. En relación al dolor que estas tres espadas le provocan a la Virgen –imaginemos su Inmaculado Corazón, vivo, latiendo, siendo atravesado por tres espadas filosísimas y que quedan allí enclavadas, mientras su Corazón sigue latiendo-, debemos considerar que este dolor está provocado, ante todo, por las personas consagradas que, o pierden su vocación, o viven en estado de pecado mortal, o bien apostatan de la Fe. Y esto es así porque si todo cristiano debe vivir siempre en estado de gracia, puesto que su cuerpo es “templo del Espíritu Santo” a partir del bautismo, una persona que ha consagrado su vida a Dios, por la vía de la vida religiosa, debe, además de vivir en estado permanente de gracia, procurar crecer cada vez más en la santidad, porque ése es el único camino para la unión con la Trinidad y para manifestar a los demás la hermosura de la vida consagrada, que es un anticipo de la vida beatífica en el cielo. Un consagrado que se habitúa a vivir en pecado mortal, contradice su misión en la tierra, además de predestinar su alma a la condenación eterna y esa es la razón del dolor que le provoca la primera espada a la Virgen. Sin embargo, la responsabilidad por el dolor de la Virgen no se limita a los consagrados, sino que se extiende también, en cierta medida, a todos los bautizados, porque por un lado, los laicos tienen el deber de caridad de orar por los consagrados, y por otro lado, también los laicos deben, como hemos dicho, vivir en gracia, con lo que, si viven en pecado mortal, también le provocan un dolor como el de una espada lacerante al Inmaculado Corazón de María.
Pero la Virgen se aparece también con tres rosas, que significan el consuelo y alivio que le provocan a su Inmaculado Corazón aquellos hijos suyos, sean laicos o consagrados, que buscan reparar y pedir perdón, tanto por los propios pecados, como los pecados de los consagrados. Es esto lo que significan las rosas, con sus distintos colores: la rosa blanca simboliza el espíritu de oración; la rosa roja, el espíritu de sacrificio (para reparar); la rosa dorada o amarilla, el espíritu de penitencia.
Por el significado de las espadas, el devoto de María Rosa Mística está entonces llamado a contemplar y meditar en los dolores de su Inmaculado Corazón, provocado por los consagrados infieles que pierden la vocación por propia culpa, que viven en pecado mortal, o que apostatan de la Fe y se convierten en enemigos de la Iglesia, aunque también están llamados a contemplar el dolor que le provocan los fieles laicos que traicionan su bautismo, profanando sus cuerpos, viviendo en pecado mortal y convirtiéndose también en enemigos de la Iglesia y apóstatas de la Fe.
Por el significado de las rosas, el devoto de María Rosa Mística está llamado a reparar, por los pecados propios y principalmente por los de los consagrados, por medio de la oración –ante todo, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística y la Santa Misa, la más excelente de las oraciones-; por medio del sacrificio –mortificaciones activas y pasivas- y por medio de penitencias, como por ejemplo, ayunos, pero no solo de alimentos, sino ante todo, ayuno del mal. Es en esto en lo que consiste la esencia de la devoción para el alma que ama a María Rosa Mística.



[1] http://www.corazones.org/maria/rosa_mistica_apariciones.htm#significado de las tres espadas:
[2] Cfr. ibidem.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Novena a la Inmaculada Concepción 2016 3


         Para poder sacar provecho espiritual de las Apariciones de la Virgen a Santa Bernardita, como la Inmaculada Concepción, es necesario repasar brevemente los hechos centrales de una de las más grandes manifestaciones marianas de todos los tiempos.
         El día Jueves 18 de febrero de 1858, luego de que Santa Bernardita le ofreciera papel y una pluma para que le escribiera su nombre, la Virgen le habla a Santa Bernardita y le dice: “No es necesario” y añade “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”[1].
         El día Miércoles 24 de febrero la Virgen dice: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores!”. Acto seguido, le da un ejemplo de cómo hacer la penitencia que con tanta insistencia pide: “¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”.
         El día Jueves 25 de febrero, la Virgen le dice a Santa Bernardita que haga dos cosas que, a los ojos de los demás, parecieran no tener sentido y, sobre todo, provocan la humillación de Santa Bernardita. No será más que la explicitación del modo de hacer penitencia, pidiendo por la conversión de los pecadores. Dice así Santa Bernardita: “(la Virgen) me dijo que fuera a beber a la fuente […] no encontré más que un poco de agua fangosa. Al cuarto intento, conseguí beber; me mandó también que comiera hierba que había cerca de la fuente, luego la visión desapareció y me marché”. Como es lógico, la muchedumbre –unas trescientas personas- que se había congregado a causa de las apariciones, le hace notar a Santa Bernardita aquello que es de sentido común: que alguien que haga lo que hizo ella, no pareciera estar en sus cabales: “(la gente le dice) ¿Sabes que la gente cree que estás loca por hacer tales cosas?“, Bernardita sólo contesta, “Es por los pecadores”. En todo esto, no debemos olvidar que Nuestro Señor Jesucristo fue humillado infinitamente más en la Pasión, y que la humillación que sufrió Santa Bernardita, no es sino una participación a la humillación de Jesús en la Pasión, humillación a la que todos los cristianos estamos llamados a participar, por el mismo fin: la conversión de los pecadores.
El día Jueves 25 de marzo, la Virgen revela su nombre: “Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: “Soy la Inmaculada Concepción”.
De acuerdo a esto, podemos decir que el mensaje que la Virgen dio en Lourdes se puede resumir en los siguientes elementos:
El cielo confirma, por la aparición de la Virgen, la verdad que había sido declarada por el Magisterio cuatro años antes por Pío IX, acerca de la Inmaculada Concepción, presentándose así también la Virgen como Madre y modelo de pureza para la humanidad, lo cual es sumamente vigente en estos días, en los que la inmoralidad no solo es universal y generalizada, sino que se la reclama como “derecho humano”.
La Virgen realizó innumerables curaciones físicas y espirituales, como signos que nos llaman a convertirnos a su Hijo Jesús.
La Virgen se revela a Santa Bernardita, una niña cuasi-analfabeta, pero humilde y con un alma pura, confirmando así que Dios “exalta a los humildes y rechaza a los soberbios” y que “oculta sus secretos a los grandes del mundo, al tiempo que los revela a los más pequeños.
La Virgen nos enseña que esta vida no es un “paraíso”, ni que estamos aquí para disfrutar o para pasarla bien; además, que el hecho de que se le aparezca a un alma, no significa que esa alma no pasará tribulaciones y que todo en su vida será un lecho de rosas; por el contrario, afrontará pruebas y tribulaciones aún más fuertes que antes, pero la Virgen no la dejará desamparada. Dice San Bernardita que la Virgen le dijo así: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro”. En otras palabras, la Virgen nos advierte acerca de la imperiosa necesidad de configurar nuestras almas a Cristo crucificado, y que el paraíso no está en esta tierra, sino en el cielo, por lo que es un grave error, para el cristiano, pretender vivir sin la Cruz en esta vida, único camino al cielo.
En todas las apariciones la Virgen vino con su Rosario, con lo cual nos quiere hacer ver la gran importancia de rezarlo, para pedir y obtener gracias de todo tipo.
En estas apariciones, la Virgen nos hace ver la importancia de la oración, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello), además de transmitir un mensaje de misericordia infinita para los pecadores –casi todo lo que la Virgen pide, como la penitencia, la mortificación, el Rosario, es para la conversión de los pecadores- y del cuidado de los enfermos.
Por último, en las apariciones de la Inmaculada Concepción se puede notar la necesidad imperiosa de la conversión –puesto que es una condición indispensable para la salvación- y la confianza inquebrantable en Dios, que aunque pueda permitir tribulaciones en esta vida –a Santa Bernardita no se le ahorró ninguna en esta vida terrena, e incluso donde más sufrió humillaciones fue en la vida religiosa-, es porque desea que ingresemos a la vida eterna completamente purificados y en gracia, de manera de poder gozar de su visión beatífica por toda la eternidad.




[1] http://forosdelavirgen.org/534/nuestra-senora-de-lourdes-francia-11-de-febrero/

viernes, 13 de mayo de 2016

Los pedidos y advertencias del cielo en las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima


Las apariciones de la Virgen en Fátima, Portugal, constituyen una de las más grandiosas manifestaciones marianas de todos los tiempos y esto debido al contenido de su mensaje, que atañe tanto a la salvación personal, como a la del mundo entero. En estas apariciones, el cielo, a través de la Madre de Dios, nos recuerda qué es lo que debemos hacer, tanto para salvar el alma propia, como la de los pecadores: adoración y comunión eucarística, penitencia y sacrificios por los pecadores, rezo del Santo Rosario, reparación por los ultrajes que continuamente reciben los Sagrados Corazones de Jesús y María. Pero en estas apariciones el cielo nos advierte además acerca de los dos únicos destinos posibles en el más allá: o cielo, o infierno (el Purgatorio es la antesala del Cielo), por medio de las experiencias místicas los Pastorcitos, quienes experimentan dos clases distintas de fuegos: el fuego del Amor de Dios, que no arde y produce gozo y alegría celestial, y el fuego del Infierno, que sí produce dolor. Puesto que nadie va de modo “automático” ni al infierno ni al cielo, sino que esos destinos los merecemos de acuerdo a nuestras obras libremente realizadas, las apariciones de Fátima nos hacen reflexionar también acerca de si nuestra fe está viva, lo cual se demuestra con obras, o si por el contrario está muerta –lo cual se demuestra con ausencia de obras-.
Antes de las apariciones propiamente de la Virgen y como preparación para estas, se les apareció a los Pastorcitos un ángel, quien luego se identificó como el “Ángel de Portugal”[1]. En su primera aparición, el ángel les enseñó una oración de reparación a la Trinidad, relatada de este modo por Sor Lucía: “Pasaron tan solo unos segundos cuando un fuerte viento comenzó a mover los árboles y miramos hacia arriba para ver lo que estaba pasando, ya que era un día tan calmado. Luego comenzamos a ver, a distancia, sobre los árboles que se extendían hacia el este, una luz más blanca que la nieve con la forma de un joven, algo transparente, tan brillante como un cristal en los rayos del sol. Al acercarse pudimos ver sus rasgos. Nos quedamos asombrados y absortos y no nos dijimos nada el uno al otro. Luego él dijo: “No tengáis miedo. Soy el Ángel de la paz. Orad conmigo. Él se arrodilló, doblando su rostro hasta el suelo. Con un impulso sobrenatural hicimos lo mismo, repitiendo las palabras que le oímos decir: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no te esperan y no te aman”. Después de repetir esta oración tres veces el ángel se incorporó y nos dijo: “Orad de esta forma. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharos”.
En su Tercera Aparición, el Ángel de Portugal les enseña a adorar la Eucaristía, además de enseñarles las oraciones de amor y reparación a la Trinidad; finalmente, les da la Comunión bajo las dos especies: “Vimos a una luz extraña brillar sobre nosotros. Levantamos nuestras cabezas para ver qué pasaba. El ángel tenía en su mano izquierda un cáliz y sobre él, en el aire, estaba una hostia de donde caían gotas de sangre en el cáliz. El ángel dejó el cáliz en el aire, se arrodilló cerca de nosotros y nos pidió que repitiésemos tres veces: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Después se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia. La hostia me la dio a mí y el contenido del cáliz se lo dio a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo terriblemente agraviado por la ingratitud de los hombres. Ofreced reparación por ellos y consolad a Dios. Una vez más él se inclinó al suelo repitiendo con nosotros la misma oración tres veces: “Santísima Trinidad…” etc. y desapareció. Abrumados por la atmósfera sobrenatural que nos envolvía, imitamos al ángel en todo, arrodillándonos postrándonos como él lo hizo y repitiendo las oraciones como él las decía”.
El pedido de penitencia y sacrificios por la conversión de los pecadores es un pedido personal de la Virgen. En su Primera Aparición les dice a los Pastorcitos[2]: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?” -Si queremos. –“Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios os fortalecerá”[3]. En la Tercera Aparición, vuelve a pedir que ofrezcamos sacrificios por la conversión de los pecadores y en reparación por los ultrajes contra su Inmaculado Corazón: “¡Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: OH, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. En la Cuarta Aparición: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas”. En la Sexta Aparición: “Soy la Señora del Rosario (…) continúen rezando el Rosario todos los días”.
También el Ángel de Portugal les pide oración y sacrificios por los pecadores, en su segunda aparición: “¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!”.
La Virgen les hace tener una experiencia mística del Amor de Dios y de su Presencia en la Eucaristía, enseñándoles una oración a Jesús Eucaristía: “Diciendo esto la Virgen abrió sus manos por primera vez, comunicándonos una luz muy intensa que parecía fluir de sus manos y penetraba en lo más íntimo de nuestro pecho y de nuestros corazones, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado también, caímos de rodillas, repitiendo humildemente: “Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento””.
También el pedido de rezar el Rosario. En la misma aparición, les dice: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”. En la Tercera Aparición les dice: “Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, y continuéis rezando el rosario todos los días en honra a Nuestra Señora del Rosario con el fin de obtener la paz del mundo y el final de la guerra”.
La reparación también es pedida por la Virgen, con la devoción de los Cinco Primeros Sábados de mes, aunque esta devoción la especificará años más tarde, en otras apariciones, las de Pontevedra, España. En Fátima anunció el origen de la devoción: “(Jesús) quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. A aquellos que abracen esta devoción les prometo la salvación y serán predilectas de Dios estas almas, como flores puestas por Mi para adornar su trono”, y en Pontevedra especificó cómo debía ser[4]: “Ese día estando en mi habitación en Pontevedra, España, se me apareció la Santísima Virgen y, al lado, como suspendido en una nube luminosa, el Niño. La Santísima Virgen me ponía la mano sobre mi hombro derecho y, al mismo tiempo, me mostraba un corazón cercado de espinas que tenía en la mano”. Entonces dijo el Niño: “Ten compasión del corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos le clavan continuamente sin que haya nadie que haga un acto de reparación para arrancárselas”. Y en seguida dijo la Santísima Virgen: “Mira, hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes, tú, al menos, procura consolarme y di que: Todos aquellos que durante cinco meses seguidos, en el primer sábado, se confiesen y reciban la Santa Comunión, recen el Santo Rosario y me hagan 15 minutos de compañía meditando en los misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”. “Ese día estando en mi habitación en Pontevedra, España, se me apareció la Santísima Virgen y, al lado, como suspendido en una nube luminosa, el Niño. La Santísima Virgen me ponía la mano sobre mi hombro derecho y, al mismo tiempo, me mostraba un corazón cercado de espinas que tenía en la mano”[5].
Dentro de todas las experiencias místicas que experimentan los Pastorcitos, hay dos que se destacan, además de la experiencia de recibir la Comunión Eucarística de manos del Ángel de Portugal: la experiencia del Amor de Dios, descripto como “fuego que no arde”, y la experiencia del Infierno. Con relación a la experiencia de Dios, decía así Francisco: “Estábamos ardiendo en aquella luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? Esto no lo podemos decir. Pero qué pena que Él está tan triste; ¡si yo pudiera consolarle!”. Muy distinta es la experiencia con el otro fuego, el del Infierno, que sí arde y duele, según el relato de Sor Lucía: “Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos. El reflejo de la luz parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas trasparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevada por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero trasparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: “Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzara otra peor”.
Con respecto a esta última, podemos hacer la siguiente observación: en nuestros días, se oculta la realidad del Infierno y sobre todo a los niños, pero en Fátima, la Virgen no solo no oculta la realidad del Infierno a los niños, sino que, en cierta medida, los transporta allí, pues los niños tienen una experiencia real y directa del Infierno, tan real, que Lucía exclama asustada. Si la Virgen misma, en persona, les hace tener esta experiencia mística del Infierno, para advertirnos acerca de las consecuencias del desamor, la indiferencia y la rebelión contra Dios, ¿acaso cabe acusar a la Virgen por revelar estas cosas a los niños? Por supuesto que no; la conclusión, entonces, es que no se debe ocultar esta realidad de la eterna condenación, como tampoco los medios que el cielo nos da para ganar el cielo: rezo del Rosario, penitencia, sacrificios, adoración eucarística. En favor de esto, podemos recordar que Jacinta, lejos de quedar “traumatizada” o “perturbada” por la experiencia del Infierno, se preguntaba aún “porqué la Virgen no mostraba el Infierno a los pecadores” -e incluso ella misma deseaba hacerlo-, porque sostenía que si la Virgen lo hacía, los pecadores se convertirían y no se condenarían. Estas son sus palabras: “¿Por qué es que Nuestra Señora no muestra el infierno a los pecadores? Si lo viesen, ya no pecarían, para no ir allá. Has de decir a aquella Señora que muestre el infierno a toda aquella gente. Verás cómo se convierten. ¡Qué pena tengo de los pecadores! ¡Si yo pudiera mostrarles el infierno!”. Jacinta también revela la causa principal de la condenación de muchas almas en nuestros días, los pecados de la carne: “Los pecados que llevan más almas al infierno son los de la carne”.
Rezo del Santo Rosario, oración, penitencia, sacrificios, reparación, adoración a la Trinidad y a Dios Presente en la Eucaristía, recuerdo del cielo y del infierno: estos son algunos de los mensajes que la Madre de Dios nos transmite en las apariciones de Fátima, una de las más grandiosas apariciones marianas de todos los tiempos.





[1] http://webcatolicodejavier.org/VFapariciones.html
[2] http://www.corazones.org/maria/fatima/apariciones_nuestra_senora_fatima.html
[3] Cfr. ibidem.
[4] Mensaje del 10 de diciembre de 1925, Pontevedra, España.
[5] http://forosdelavirgen.org/3225/devocion-de-los-cinco-primeros-sabados/

jueves, 11 de febrero de 2016

Nuestra Señora de Lourdes y su mensaje celestial para nuestros días


         
         Como bien sabemos, la Virgen se le apareció a Santa Bernardita el 11 de febrero de 1858, mientras recogía leña en Massabielle, en las afueras de Lourdes[1]. Al acercarse a una gruta, fue sorprendida por un  fuerte viento; como consecuencia, alzó los ojos y vio una nube dorada y a una Señora –la Virgen- vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal; en su cintura tenía una ancha cinta azul, y sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.
Al principio, Bernardita se asustó, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, observando que la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos al mismo tiempo que ella. Al finalizar el rosario, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.
El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: “Ven aquí durante quince días seguidos”. Bernardita le prometió hacerlo y la Señora le dijo: “Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro”.
En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mandó a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.
En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.
El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora: “¿Quién eres?”, y ella le responde: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.
El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.
El mensaje de la Virgen[2]. ¿Cuál es el mensaje de la Virgen en esta aparición tan grandiosa?
Podemos decir que su mensaje se resume en los siguientes puntos:
Al revelarse como la Inmaculada Concepción a un niña, que además es semi-analfabeta, la aparición confirma que las verdades de fe sobrenaturales son infundidas por el Espíritu Santo en la Iglesia, ya sea a lo más alto de la jerarquía eclesiástica –que fue quien había definido el dogma de la Inmaculada Concepción cuatro años antes, en 1854-, como a la base del Pueblo de Dios –puesto que, como dijimos, Bernardita era niña y semi-analfabeta y sin embargo, poseía el mismo conocimiento, en este tema, que el Papa y los teólogos-. Es decir, las verdades de fe de la Iglesia Católica no dependen de nuestros razonamientos, sino de la revelación divina que viene de lo alto.
La Virgen se presenta como Inmaculada Concepción, es decir, sin mancha de pecado original y plena del Espíritu Santo, con lo que se nos presenta como modelo a imitar para nuestra comunión eucarística: debemos acercarnos a la Comunión imitando a Nuestra Madre del cielo, la Virgen, concebida sin pecado y llena de gracia, es decir, debemos acercarnos a comulgar sin pecados mortales ni veniales –se perdonan con el acto de arrepentimiento del inicio de la Misa- y con el alma en gracia por la Confesión Sacramental.
Al elegir a una niña que vivía en la extrema pobreza y que era de alma humilde, exalta estas virtudes, que son las virtudes de Jesucristo: en la cruz, Jesús es humilde –“Aprended de Mí, que soy manso y humilde corazón”[3]- y pobre, porque todos los elementos materiales que posee –el leño de la cruz, la corona de espinas, los clavos de hierro, el lienzo con el que cubre su Humanidad Santísima-, no le pertenecen, sino que le han sido provistos por Dios Padre para que lleve a cabo la Redención mediante el sacrificio de la cruz: así Jesús nos enseña cómo vivir una pobreza santa, la Pobreza de la Cruz; es decir, nos enseña a no considerar los bienes materiales como un fin en sí mismos, sino como simples medios para alcanzar el cielo, porque la verdadera riqueza son los “tesoros atesorados en el cielo”[4], o sea, las buenas obras.
En la aparición, la Virgen le dice algo muy importante a Santa Bernardita, que también es válido para nosotros, como si nos lo dijera a cada uno de nosotros en forma particular: “No te prometa la felicidad en esta vida, sino en la otra”. Como cristianos, nos comportamos al igual que los paganos, cada vez que nos olvidamos que la verdadera felicidad está no en esta vida, sino en la otra, en la contemplación y adoración de la Santísima Trinidad y del Cordero en los cielos. Si no tenemos en cuenta esto, aunque nos llamemos “católicos”, somos como paganos, porque pretendemos ser felices en esta vida, en donde no está la verdadera felicidad. Por otra parte, esta felicidad no se alcanza si no es por medio del seguimiento de Cristo en el Camino de la Cruz, en el Via Crucis.
Otro mensaje muy importante que nos deja la Virgen en Lourdes es el llamado a la penitencia, a la oración y al amor al prójimo, auxiliándolo ya sea espiritualmente –si es pecador- o materialmente –si es un prójimo que necesita ayuda material o algún tipo de asistencia, como los enfermos- y la forma de hacerlo es mediante las obras de misericordia espirituales y corporales.
Con respecto a la penitencia, su llamado es muy fuerte en Lourdes: en la aparición del 24 de febrero, la Virgen repite con insistencia la palabra “penitencia”, además de pedir la reparación por las ofensas de los pecadores contra Dios y su majestad divina, llegándole a pedir a Bernardita que bese el suelo pidiendo por los pecadores: “¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”[5]. Los pecados ofenden a la Divina Majestad, al tiempo que golpean sin misericordia a Jesucristo en su Humanidad Santísima, haciéndolo sangrar abundantemente; es por eso que la Virgen llama a las almas que aman a Dios, para que hagan penitencia, en reparación por las ofensas con las que continuamente es ultrajado: la penitencia y reparación de estas almas –por otra parte, la Virgen da una indicación muy precisa de cómo hacer penitencia: besar el suelo, la tierra-, por el contrario, consuela a Jesús en su Pasión y aplaca la Justicia Divina, encendida por los pecadores que no quieren convertirse.
Con respecto a la oración, hay que decir que esta es al alma lo que el alimento terreno al cuerpo: así como un cuerpo se debilita si no se alimenta, hasta llegar a morir, así el alma, si no hace oración, no recibe de Dios lo que Dios es: luz, amor, paz, alegría, fortaleza, justicia, y así el alma muere, porque sucumbe irremediablemente ante la tentación. Dentro de las oraciones de la Iglesia Católica, una de las preferidas es el Santo Rosario, porque en esta oración es la misma Virgen quien actúa en el alma, concediendo la gracia de que el alma se vaya configurando, poco a poco, en una imagen viviente de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Quien dice que el Rosario es una oración “mecánica y repetitiva”, lo dice porque es él mismo quien reza de esa manera; lejos de serlo, el Rosario es una oración fascinante, porque al mismo tiempo que contemplamos los misterios de la vida de Jesús, la Virgen va actuando, sin que nos demos cuenta, para configurarnos a imagen y semejanza de su Hijo Jesús.
Oración, penitencia, rezo del Rosario, pobreza de la cruz, misericordia para con el prójimo, imitación de Cristo, imitación de la pureza de la Virgen para la comunión sacramental, éste es el mensaje de Nuestra Señora de Lourdes.


[1] https://www.ewtn.com/spanish/Maria/lourdes2.htm#El mensaje de la Virgen
[2] https://www.ewtn.com/spanish/Maria/lourdes2.htm#El mensaje de la Virgen
[3] Cfr. Mt 11, 29.
[4] Mt 6, 20.
[5] http://forosdelavirgen.org/534/nuestra-senora-de-lourdes-francia-11-de-febrero/

lunes, 2 de diciembre de 2013

Los Nombres de la Virgen María (V): Nuestra Señora de Fátima




Fiesta: 13 de mayo
Descripción de la imagen y breve historia
La Virgen María se apareció en Fátima, Portugal, en seis oportunidades a lo largo del año 1917, los días 13 de cada mes, comenzando el 13 de mayo y finalizando el 13 de octubre (la aparición del mes de agosto tuvo lugar el día 15 en vez del 13), siendo precedidas por las apariciones del “Ángel de Portugal” o “Ángel de la paz”, como el ángel mismo se llamó, en la primavera de 1916. La primera manifestación sobrenatural fue entre abril y octubre de 1915. Lucía guardaba el rebaño con otras tres niñas cuando “comenzaron a ver sobre los árboles que se extendían en dirección al este, una luz más blanca que la nieve, con la forma de un joven transparente, de una gran belleza”. En esa ocasión no estaban Francisco y Jacinta. En otros días esta aparición se repitió dos veces.
En 1916 hubo una nueva aparición a Lucía, Jacinta y Francisco. No había otros niños. El Ángel se manifestaba bajo la forma de un joven resplandeciente, con una consistencia y un brillo como el de un cristal atravesado por los rayos del sol. Les enseñó a rezar, con la frente inclinada hasta el suelo, la siguiente oración: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman”. Y agregó: “Rezad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas”. Les recomendó que ofrecieran “todo lo que pudieran” en reparación por los pecados y por la conversión de los pecadores. Les dijo que era el Ángel de Portugal y que debían orar por su patria.
En la tercera aparición, el Ángel traía un cáliz en la mano, y sobre él una Hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Se postró en tierra, dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, y repitió tres veces la siguiente oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los infinitos méritos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores”.
Después se levantó, dio la Hostia a Lucía; el cáliz lo dio a beber a Francisco y Jacinta diciendo al mismo tiempo: “Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”.
En las apariciones, la Virgen pidió que se rezara el Rosario, implorando la conversión de los pecadores, y que se construyera una capilla, que luego se transformó en el actual santuario.
Luego de las apariciones del Ángel, comenzaron las de la Virgen, el día 13 de mayo, para confiarles a los pastorcitos tres secretos -en forma de profecías-, dos de los cuales se revelaron en 1941, en un documento escrito por Lucía para ayudar con la canonización de sus primos, mientras el tercero fue presentado por escrito al Papa en 1960, y revelado al mundo por el papa Juan Pablo II, el 26 de junio del 2000.
El primer secreto fue la visión del infierno; el segundo incluyó las instrucciones de María de cómo salvar las almas del Infierno y reconvertir el mundo a la cristiandad[1]; en el tercero, un pedido insistente de penitencia, junto con una profecía relativa a un Papa, que muchos suponen era Juan Pablo II.
Antes de mostrarles el infierno, la Virgen prometió el Cielo a los pastorcitos y les pidió que recibieran los sufrimientos que Dios quisiera enviarles para reparación de los pecados y conversión de los pecadores. Los tres lo aceptaron. Nuestra Señora les predijo que sufrirían mucho, pero que la gracia de Dios no los abandonaría. Además, en todas las apariciones les recomendó que diariamente rezaran el Rosario para alcanzar el fin de la guerra y la paz del mundo.
En la segunda aparición la Santísima Virgen insistió sobre el Rosario diario y recomendó a los tres niños que aprendieran a leer. En esta ocasión, Nuestra Señora prometió que, en breve, llevaría al cielo a Francisco y Jacinta, y anunció que Lucía viviría más tiempo para cumplir en la tierra una misión providencial: “Jesús quiere servirse de tí para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Al percibir que Lucía estaba aprensiva, Nuestra Señora la confortó diciéndole: “Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios”.
En esa aparición, María Santísima mostró a los pastorcitos un corazón cercado de espinas que se le clavaban por todas partes, ultrajado por los pecados de los hombres y que pedía reparación. En una revelación posterior a la Hermana Lucía, en 1925, la Virgen María prometió asistir en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación, a quienes durante cinco meses, en el primer sábado, recibieran la Sagrada Comunión, rezaran el Rosario y la acompañaran quince minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarla.
Nuestra Señora se apareció por tercera vez el 13 de julio. Después de haber recomendado una vez más el rezo diario del Rosario, enseñó a los pastorcitos una nueva jaculatoria para ser rezada con frecuencia, y especialmente cuando hicieran algún sacrificio: “Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.
María Santísima mostró entonces el infierno a los tres pastorcitos: “vimos como un gran mar de fuego y, sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados —semejante al caer de las chispas en los grandes incendios— sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa Esta visión duró por un instante. Cómo pudimos jamás estar suficientemente agradecidos a nuestra Madre celestial amable, que ya nos había preparado prometiendo, en la primera Aparición, llevarnos al cielo. De otro modo, creo que habríamos muerto del temor y el terror....”.
Asustados, y como pidiendo socorro, los videntes levantaron los ojos hacia Nuestra Señora, que les dijo con bondad y tristeza (es el contenido del segundo secreto: “Ustedes han visto el infierno donde las almas de los pobres pecadores van. Para salvarlos, Dios desea establecer en la devoción de mundo al Corazón Inmaculado. Si lo que digo a usted es hecho, muchas almas se salvarán y habrá la paz. La guerra terminará: pero si las personas no dejan de ofender a Dios, vendrá otra peor. Cuando ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre, y las persecuciones de la Iglesia y del santo Padre. Para prevenir esto, yo vendré a pedir la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado, y a la Comunión de reparación en los Primeros sábados. Si se hacen caso de mis pedidos, Rusia se convertirá, y habrá la paz; si no, ella esparcirá sus errores a través del mundo, causando las guerras y las persecuciones de la Iglesia. El bueno será martirizado; el santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará. El santo Padre consagrará Rusia a mí, y ella será convertida, y un período de paz será otorgado al mundo”.
Les enseñó además una jaculatoria para ser rezada entre misterio y misterio del Rosario: “Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, llevad todas las almas al cielo y socorred especialmente a las más necesitadas”.
El 13 de agosto no hubo aparición: los pequeños habían sido secuestrados y puestos a disposición del Administrador de Ourém que por la fuerza quiso arrancarles el secreto. Sin embargo, de forma inesperada, la Virgen apareció el día 15 del mismo mes, ocasión en que prometió un insigne milagro para el mes de octubre, comunicó sus instrucciones relativas al empleo del dinero que los fieles dejaban en el local de las apariciones y una vez más recomendó oraciones y penitencias: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas”.
El 13 de septiembre, la Virgen María insistió también en el rezo diario del Rosario para alcanzar el fin de la guerra, elogió la fidelidad de los pastorcitos, la vida de mortificación que les había pedido y recomendó que se moderasen un tanto en ese punto. Les confirmó la promesa de un milagro en octubre. También les prometió obrar algunas curaciones que le habían pedido.
El 13 de octubre Nuestra Señora les dijo: “Soy la Señora del Rosario”. Anunció que la guerra terminaría a la brevedad y les recomendó: “No ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido”. Lucía le pidió la cura de algunas personas. Nuestra Señora respondió que curaría  “a unos sí, a otros no”. Y agregó: “Es preciso que se enmienden, que pidan perdón de sus pecados”.
En ese momento Lucía exclamó: “Miren hacia el sol”.
Desaparecida María Santísima en la inmensidad del firmamento, se desarrollaron ante los ojos de los videntes tres cuadros sucesivos, simbolizando primero los misterios gozosos del rosario, después los dolorosos y finalmente los gloriosos.
Aparecieron, al lado del sol, San José con el Niño Jesús y Nuestra Señora del Rosario. Era la Sagrada Familia. San José bendijo a la multitud, haciendo tres veces la señal de la cruz. El Niño Jesús hizo lo mismo. Siguió la visión de Nuestra Señora de los Dolores y después la de Nuestra Señora del Carmen, con el Niño Jesús en los brazos.
En esta aparición ocurrieron las señales prometidas –el milagro del sol y las ropas mojadas por la lluvia que se secaron súbitamente– para autenticar lo que narraban los pastorcitos.
En la visión de julio, la Santísima Virgen comunicó su famoso secreto que es de la mayor importancia.
Pidió que la humanidad se convirtiera, se enmendara de sus pecados y que el Santo Padre, con todos los obispos, consagrara Rusia a su Inmaculado Corazón. De lo contrario, sobrevendría una nueva guerra, muchas naciones serían aniquiladas, Rusia esparciría sus errores por el mundo y el Santo Padre tendría mucho que sufrir. Y prometió “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”.
El tercer misterio fue transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944, y fue hecho público el 13 de mayo del 2000. Dice así el texto de Sor Lucía: "Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
“Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: ‘algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él’ a un Obispo vestido de Blanco ‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre’. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.

Significado espiritual
Transcribimos la interpretación que del tercer misterio hiciera el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, actualmente Benedicto XVI[2].
La parte más importante del Comentario Teológico está dedicada a “un intento de interpretación del secreto de Fátima”. Del mismo modo que la palabra clave de la primera y de la segunda parte del “secreto” es la de “salvar almas”, “la palabra clave de este ‘secreto’ es el triple grito: ‘¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!’. Viene a la mente el comienzo del Evangelio: ‘Arrepentíos y creed en el Evangelio’ (Mc 1,15). Comprender los signos de los tiempos significa comprender la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. Esta es la respuesta adecuada al momento histórico, que se caracteriza por grandes peligros y que serán descritos en las imágenes sucesivas. Me permito insertar aquí un recuerdo personal: en una conversación conmigo, Sor Lucia me dijo que le resultaba cada vez más claro que el objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto”.
Después, el entonces prefecto de la Congregación para la Fe pasa revista a las “imágenes” del secreto. “El ángel con la espada de fuego a la derecha de la Madre de Dios recuerda imágenes análogas en el Apocalipsis. Representa la amenaza del juicio que incumbe sobre el mundo. La perspectiva de que el mundo podría ser reducido a cenizas en un mar de llamas, hoy no es considerada absolutamente pura fantasía: el hombre mismo ha preparado con sus inventos la espada de fuego”.
“La visión muestra después la fuerza que se opone al poder de destrucción: el esplendor de la Madre de Dios, y proveniente siempre de él, la llamada a la penitencia. De este modo se subraya la importancia de la libertad del hombre: el futuro no está determinado de un modo inmutable, y la imagen que vieron los niños no es una película anticipada del futuro, de la cual nada podría cambiarse. En realidad, toda la visión tiene lugar sólo para llamar la atención sobre la libertad y para dirigirla en una dirección positiva. (...) Su sentido es el de movilizar las fuerzas del cambio hacia el bien. Por eso están totalmente fuera de lugar las explicaciones fatalísticas del ‘secreto’ que dicen que el atentador del 13 de mayo de 1981 habría sido en definitiva un instrumento de la Providencia. (...) La visión habla más bien de los peligros y del camino para salvarse de los mismos”.
Pasando a las siguientes imágenes, “el lugar de la acción -explica el cardenal Ratzinger- aparece descrito con tres símbolos: una montaña escarpada, una gran ciudad medio en ruinas, y finalmente una gran cruz de troncos rústicos. Montaña y ciudad simbolizan el lugar de la historia humana: la historia como costosa subida hacia lo alto, la historia como lugar de la humana creatividad y de la convivencia, pero al mismo tiempo como lugar de las destrucciones, en las que el hombre destruye la obra de su propio trabajo (...) Sobre la montaña está la cruz, meta y punto de orientación de la historia. En la cruz la destrucción se transforma en salvación; se levanta como signo de la miseria de la historia y como promesa para la misma”.
“Aparecen después aquí personas humanas: el Obispo vestido de blanco (‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre’), otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y, finalmente, hombres y mujeres de todas las clases y estratos sociales. El Papa parece que precede a los otros, temblando y sufriendo por todos los horrores que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los muertes. El camino de la Iglesia se describe así como un viacrucis, como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. En esta imagen, se puede ver representada la historia de todo un siglo.
Del mismo modo que los lugares de la tierra están sintéticamente representados en las dos imágenes de la montaña y de la ciudad, y están orientados hacia la cruz, también los tiempos son representados de forma compacta”.
“En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el 'espejo' de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios”.
El prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe afirma también que en el viacrucis de este siglo “la figura del Papa tiene un papel especial. En su fatigoso subir a la montaña podemos encontrar indicados con seguridad juntos diversos Papa, que empezando por Pío X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellos por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es asesinado en el camino de los mártires. No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del ‘secreto’, reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado con las siguientes palabras: ‘fue una mano materna la que guió la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte’ (13 de mayo de 1994). Que ‘una mano materna’ haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones”.
La conclusión del secreto, prosigue el cardenal Ratzinger, “recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en libros piadosos, y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe. Es una visión consoladora, que quiere hacer maleable por el poder salvador de Dios una historia de sangre y lágrimas. Los ángeles recogen bajo los brazos de la cruz la sangre de los mártires y riegan con ella las almas que se acercan a Dios. La sangre de Cristo y la sangre de los mártires están aquí consideradas juntas: la sangre de los mártires fluye de los brazos de la cruz. Su martirio se lleva a cabo de manera solidaria con la pasión de Cristo y se convierte en una sola cosa con ella”.
“La visión de la tercera parte del secreto tan angustiosa en su comienzo, se concluye pues con una imagen de esperanza: ningún sufrimiento es vano y, precisamente una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios por parte del hombre (...) del sufrimiento de los testigos deriva una fuerza de purificación y de renovación, porque es actualización del sufrimiento mismo de Cristo y transmite en el presente su eficacia salvífica”.
¿Qué significa en su conjunto (en sus tres partes), el “secreto” de Fátima?, se pregunta por último el cardenal Ratzinger. "Ante todo debemos afirmar con el cardenal Sodano: ‘los acontecimientos a los que se refiere la tercera parte del ‘secreto’ de Fátima parecen pertenecer ya al pasado’. En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos ya pertenecen al pasado. Quien había esperado impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia se desilusionará. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, lo mismo que la fe cristiana no quiere y no puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo hemos visto de inmediato al inicio de nuestras reflexiones sobre el texto del ‘secreto’: la exhortación a la oración como camino para la ‘salvación de las almas’ y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión”.
“Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del ‘secreto’, que con razón se ha hecho famosa: ‘Mi Corazón Inmaculado triunfará’. ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este ‘sí’ Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios”.
“Pero desde que Dios mismo tiene corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: ‘padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo’ (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa2.

Más especulaciones sobre el Tercer Misterio
En 1984 el entonces cardenal Joseph Ratzinger (hoy papa Benedicto XVI) dijo que el Tercer Misterio pertenecía a “... los peligros que amenazan la fe y la vida del cristiano, y por lo tanto del mundo. Y entonces la importancia de los ‘novissimi’” (Novísimos).
El obispo de Fátima, Cosme do Amaral, dijo en 1984: “Su contenido concierne sólo a nuestra fe. Para identificar el [Tercer] Misterio con anuncios catastróficos o con un holocausto nuclear deberá deformar el significado del mensaje. La pérdida de la fe de un continente es peor que la aniquilación de una nación; y es verdad que esa fe disminuye continuamente en Europa”.
El 11 de mayo de 2010, Benedicto XVI dijo, al viajar en avión a Portugal para cumplir una visita pastoral, que los sufrimientos actuales de la Iglesia por los abusos sexuales contra niños cometidos por sacerdotes forman parte de los que anunció el Tercer secreto de Fátima.

Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará
Debido a la extensión del significado espiritual de las apariciones de Fátima, nos centraremos brevemente en la profecía de la Virgen, ya comentada por el Santo Padre: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”. Y de esta afirmación se sigue la necesidad de la consagración al Corazón Inmaculado, también pedida por la Virgen en Fátima.
Es necesario el triunfo de su Inmaculado Corazón, porque cuando la Iglesia libra una batalla como la de nuestros tiempos, la Madre viene en auxilio, a socorrernos y llevarnos al desierto (Apocalipsis 12: escondernos en su corazón, alimentándonos con su fe firme, su disposición a la Palabra, su obediencia a la revelación de Dios. Formándonos con su mediación maternal, con sus enseñanzas, sus direcciones y consejos. Y cuidándonos del maligno, defendiéndonos en esta guerra por nuestras almas, manteniéndonos cerca guardados en su corazón, donde el demonio no puede entrar, ni robarnos. “No tengas miedo, mi Inmaculado Corazón será tu refugio y tu camino seguro para llegar a Dios” (La Virgen a Lucía).
Es evidente, que en estos tiempos, y podría decir que de forma urgente, es necesaria una poderosa victoria de la Santísima Virgen sobre el mal: el triunfo del Inmaculado Corazón, triunfo de la gracia sobre el pecado, de la luz sobre las tinieblas, de la verdad sobre el error, de la santidad sobre la corrupción, de la paz sobre la guerra y la violencia. “Es necesario el triunfo del Inmaculado Corazón de María para salvar la humanidad, mostrando a Jesús, fruto bendito de su vientre” (S.S.Juan Pablo II: Angelus, 8 de Julio de 1984).
S.S. Juan Pablo II dice que el triunfo del Inmaculado Corazón, es también el triunfo de la Iglesia. “Traerá la nueva primavera de la Iglesia" que el Santo Padre nos habla en Tertio Milenio Adveniente: “resurgirá la fe, brillará la Iglesia, triunfará el Corazón de Cristo”.
¿En qué consiste este triunfo?
La reconquista espiritual de todo el mundo. O sea, que nuestros corazones regresen a su Hijo, que vuelvan a pertenecerle a Él, y su Corazón Inmaculado es el camino seguro y, perfecto para llegar al Corazón de Cristo. Ella, como madre nuestra, quiere hacer todo lo posible, para regresarnos al camino de su Hijo, por llevarnos a Él, por revelarnos al único Salvador y Señor. Ella quiere enseñarnos el camino que hemos perdido: el amor, la fe, la conversión, la vida de los sacramentos, los valores morales, los valores familiares, la obediencia y fidelidad a Dios y a sus mandamientos.
“La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, para así poder devolverlos a Dios. Es por ello que debemos reconocerla por lo que ella es y someternos a ella y a su reinado, el cual es todo amor y ternura” (San Maximiliano Kolbe).
Siempre debemos pensar en el triunfo de la Santísima Virgen en término de destrucción del pecado, de sus estructuras y de las consecuencias del pecado.
Precisamente se trata del triunfo del Corazón Inmaculado, porque la batalla se libra en el corazón de los hombres, que se han endurecido, se han alejado de Dios y han dado cabida a la oscuridad y al pecado, al mundo, la carne y el demonio. Ella, en cuyo Corazón se vive en plenitud el triunfo Redentor de Cristo, nos quiere hacer partícipes de esa victoria, manifestando a cada uno de nosotros y a las naciones todas, el triunfo de Su Corazón, el triunfo de la gracia sobre el pecado, del amor sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia, de la fe renovada por el Espíritu Santo sobre el ateísmo, de la amorosa devoción sobre la indiferencia y la frialdad, de la verdad de la revelación sobre la mentira, las herejías y falsa religión.
¿Cómo y cuándo se dará este triunfo?
No sabemos exactamente el cómo ni el cuándo, pero sabemos los medios que la Santísima Virgen nos está dando para que promovamos y aceleremos este triunfo. En el mismo mensaje de julio 13, Ella nos lo dice: “para impedirla (batalla espiritual y crisis de fe) vendré a pedir la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá una era de paz”.
1- Consagración y Reparación. Consagración es “hacer algo sagrado”, como por ejemplo, un templo dedicado a Dios: se “consagra” porque queda dedicado a Dios, y no puede ser usado para ningún otro fin que no sea el de la alabanza y adoración del único Dios verdadero.
Todo católico ya está consagrado por el bautismo; es decir, todo cristiano ha sido convertido en “templo del Espíritu Santo”, como dice San Pablo (1 Cor 3, 16), y si esto es así, cabría preguntarse el porqué de una nueva consagración. El motivo es que, en la consagración a María, se dan algunos elementos que no estaban presentes en el momento del bautismo. Por ejemplo, si en el bautismo la renuncia a Satanás y a sus obras fue hecha por nuestros padres y padrinos en nombre nuestro, ahora esa renuncia se afirma y se realiza de modo personal; si por el bautismo nuestras obras buenas quedaban consagradas a Dios y su mérito nos pertenecía, ahora, por la consagración a María, nuestras obras buenas –junto con todo nuestro ser y nuestras pertenencias materiales y espirituales-, pertenecen a la Virgen María, para que sea Ella quien las distribuya, según la enseñanza de la comunión de los santos, a quien más lo necesite.
Otros motivos por los cuales es imperioso consagrarse a la Virgen, es que, según los santos, si queremos llegar por nosotros mismos a Jesucristo, lo más probable es que seamos rechazados, mientras que si vamos por María, llegaremos de modo rápido, fácil y seguro, aún cuando seamos los más grandes pecadores.
Por la consagración a la Virgen, le entregamos en sus manos maternales toda nuestra vida, todo nuestro ser, todo lo que somos y tenemos; todavía más, nos “introducimos” en su Corazón Inmaculado, como si fuera este un nuevo útero, en donde renaceremos a la vida de la gracia, ya que seremos formados, moldeados, guiados e instruidos por Ella.
Otro motivo para consagrarnos es que, como todos los hombres, nos alejamos libremente de Dios y de su Ley de Amor, y por lo tanto, nos hacemos merecedores de su Justicia Divina, y destinatarios de su ira divina, y el Corazón Inmaculado es el refugio segurísimo que no solo nos resguarda de la ira de Dios –la Virgen le dijo a Sor Faustina que en el Día del Juicio Final, hasta los ángeles temblarán cuando se desencadene su justa ira-, sino que recibimos la dulzura, el Amor y la Misericordia de Dios, que no quiere la condenación sino la salvación de todos los hombres.
Por este motivo, es muy importante dar a conocer a la Virgen y a su pedido de consagración, y hacer que muchos la amen y se consagren a Ella. Es lo que la Virgen l e dice a Lucía: “Jesús quiere utilizarte para darme a conocer y hacerme amar”.
La Consagración entonces no es simplemente una oración o un acto de devoción, ni es simplemente una repetición de oraciones en días determinados; es un compromiso de vida, que conlleva un estilo de vida, el estilo de vida de los hijos de Dios y de la Virgen María, gestados en su seno materno, nacidos al pie de la Cruz, alumbrados a la vida de la gracia, destinados al cielo y a la bienaventuranza eterna. ¿Cómo se reconoce un hijo de María? Por su obediencia, su humildad, su amor a Dios y al prójimo, su simplicidad, su sencillez, su afabilidad, su espíritu de oración, de sacrificio, de penitencia, su silencio; etc.
Se puede decir que el consagrado a la Virgen, como ha nacido del Corazón de María y ha sido revestido del Amor que la inhabita, es –o al menos debería ser- una imagen viviente de Jesús.

Junto con la consagración, la reparación
Pero además de la Consagración, o más bien, a consecuencia de ella, el cristiano debe ofrecer su vida como un continuo acto de reparación a Dios Trino, tanto por sus pecados, como los del mundo entero. Esta reparación alivia a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, agobiados por los pecados de los hombres. El 10 de Diciembre de 1925, se le apareció a Sor Lucía, la Santísima. Virgen con el niño Jesús. Le dijo el niño: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos le clavan sin cesar; sin que haya nadie que haga un acto de reparación para arrancárselas”. Inmediatamente dijo la Santísima Virgen: Mira hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos procura consolarme”.
Elementos de la Comunión Reparadora de los primeros sábados:
1- Rezo del Santo Rosario meditado (adentrarnos en los misterios de Nuestra Redención).
2-Sacramento de la Reconciliación y examen de conciencia (estrategia de conversión y arrepentimiento).
3-Recibir la comunión en reparación por nuestros pecados y los pecados del mundo y las ofensas a su Corazón Inmaculado. 
4-Adoración al Santísimo Sacramento (estar ante la presencia de Cristo para adorarle, amar, creer, por los que no lo adoran, aman, y creen). La reparación atrae misericordia.
2. El Santo Rosario. En cada una de las apariciones de Fátima, Ella pide que “recen el rosario”. ¿Por qué? Porque es arma poderosísima contra la crisis de fe. “Es la fe contenida en una mano”. Todos los misterios principales de nuestra salvación y Redención están contenidos en los misterios del rosario (Profundizar la fe en espíritu de oración). Después de cada decena se nos ha pedido recitar: "Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, conduce todas las almas al cielo, especialmente las que más necesitan de tu misericordia”.
Los santos y la Consagración al Inmaculado Corazón de María
Decía así el Santo Padre Juan Pablo II en su visita a Fátima en 1991: “Estoy consciente que el espíritu detrás del comunismo no está muerto, y se corre el peligro de remplazar el marxismo con otra forma de ateísmo, que exaltando la libertad tiende a destruir las raíces de la moralidad humana y cristiana. Las nuevas condiciones de los pueblos y de la Iglesia son todavía peligrosas e inestables. Por eso Madre, revela tu amor a cada uno de tus hijos y a las naciones, pues te necesitamos”.
Que nos quiere decir el Santo Padre: que la Santísima Virgen ha logrado ya la primera etapa de la batalla, derrumbar un sistema estructurado con poder político, pero todavía hay mucho que derrumbar, todos los errores que esparció el materialismo, insubordinación, rebeldía, violencia, opresión, ateísmo, un mundo sin Dios, sin apertura a sus misterios, disensión de la verdad, secularismo. O sea, falta alcanzar que cese la crisis de fe y sus consecuencias, dentro de la Iglesia y en el mundo, en los corazones, en las familias y en las naciones enteras. Falta vencer todavía la crisis de fe: Con esta victoria, se cumplirá la totalidad de la promesa: “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará” y vendrá un tiempo de paz.
Ahora bien, el fruto de este triunfo será la era de paz, porque al triunfar su corazón, ella la Reina de la paz nos hará partícipes de la paz de su Corazón, la cual es fruto de su total comunión de amor con Cristo, paz que recibe de Él por la unidad perfecta de ambos corazones. Paz que ella posee por su perfecta armonía con la voluntad de Dios y sus designios.
San Maximiliano Kolbe, por su parte, decía: “Aquellos que se entregan completamente a la Inmaculada arderán con un amor tan poderoso que les hará prender ese fuego a todo lo que está a su alrededor y causar que muchas almas ardan con ese mismo amor. Así conquistarán el mundo entero y cada alma en particular para la Inmaculada. Esto lo harán lo más pronto posible”.
Y continúa: “Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Virgen Santísima, y por ella, para el Sagrado Corazón de Jesús. Esas almas llegarán a amar al Sagrado Corazón mucho mejor y más profundamente de lo que lo han hecho hasta ahora. A través de su amor incendiará el mundo y lo consumirá”.
Ana Catalina Emmerick (mística del principio del siglo XIX) nos dice: “Vi volar por la superficie del cielo un Corazón resplandeciente de una luz roja, del cual partía una estela de rayos blancos que conducían a la llaga del Costado de Jesús. Esos rayos atraían a ellos un gran número de almas, que a través del Corazón y la estela luminosa, entraban al Costado de Jesús. Se me explicó que ese Corazón era el de María”.

Con la comunión, se renueva nuestra consagración bautismal como templos del Espíritu
Al celebrar la dedicación o consagración de la Catedral de Letrán –la Catedral del Papa como Obispo de Roma- no puede dejar de tenerse en cuenta qué es la dedicación o consagración.
La etimología de una de las palabras nos ayuda: con-sagrar, es “hacer o volver sagrado” algo que no lo era. Un templo material, antes de la consagración, esto es, antes de ser dedicado como tal, para su uso en el culto católico, no es sagrado por sí mismo. Sí lo es, sí pasa a ser sagrado, cuando es con-sagrado, cuando es dedicado a la santidad de Dios.
Pero esta consagración de un templo material, como la Catedral de Letrán, o como la consagración de cualquier otro templo en la Iglesia Católica- es símbolo de otra consagración, de otra conversión en sagrado de algo que antes no lo era: la consagración del alma en el momento del bautismo. La consagración del templo es símbolo de la santidad comunicada al alma por la inhabitación del Espíritu Santo[3]: en el bautismo, el alma es dedicada, consagrada a Dios, por la inhabitación del Espíritu Santo.
            El alma, al ser incorporada a Cristo por medio del bautismo, es convertida en templo del Espíritu Santo; el Espíritu Santo es enviado al alma, por el Padre y por el Hijo, como si el alma fuera templo suyo, para pertenecerle y para poseerla como propiedad[4]. Las Tres Personas de la Trinidad son las que toman poseen en común a la criatura, pero en el caso del Espíritu Santo, la toma de posesión es verdaderamente hipostática y propia, es decir, personal[5].
De ahí que la profanación del cuerpo, templo del Espíritu, sea, más que profanación de la persona humana, profanación de las Tres Personas a quienes ese cuerpo le ha sido consagrado, y sea ante todo profanación de la Persona del Espíritu Santo que inhabita en él[6].
La imagen de Jesús expulsando a los mercaderes del templo, además de haber constituido un hecho real, posea una gran simbología: los animales, los cambistas, los usureros, que convierten al templo en un lugar de comercio, representan la profanación del templo por medio de las pasiones sin control. Cristo, expulsando a los mercaderes del templo, representa a la gracia que toma posesión del templo para Dios Uno y Tino.
Con la comunión, en la que ingresa el Hijo enviado por el Padre, y en la que el Hijo y el Padre envían al Espíritu Santo, se renueva nuestra consagración bautismal como templos del Espíritu.

La Virgen no estaba contenta en Fátima
Contrariamente a lo que podría esperarse en una aparición celestial a niños, la Virgen en Fátima no estaba contenta, sino muy triste. Es esto lo que afirma, en una entrevista inédita, Sor Lucía, la vidente que fue monja carmelita. Además, Sor Lucía da las razones del porqué de este semblante de la Virgen.
Comienza así el relato de la entrevista por parte del sacerdote: “La encontré (a Sor Lucía, vidente de Fátima) en su convento muy triste, pálida y demacrada; y me dijo: ‘Padre, la Santísima Virgen está triste, porque nadie hace caso a su mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos porque prosiguen su camino de bondad pero sin hacer caso a este mensaje. Los malos porque no viendo el castigo de Dios actualmente sobre ellos, a causa de sus pecados, prosiguen también su camino de maldad. Pero créame, Padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera tremenda…’”.
Según las palabras de Sor Lucía, nadie, ni los buenos ni los malos, hacen caso de los mensajes de Fátima: tanto unos como otros, piensan que son cuentos para niños. Piensan que porque la Virgen se apareció a niños, el mensaje, o está reservado para ellos, o tiene el valor que tiene una fábula para niños.
Sin embargo, no es un cuento para niños la siguiente aparición, relatada por Sor Lucía: “La Señora abrió las manos como en los meses pasados. El reflejo parecía penetrar en la tierra, y vimos como un mar de fuego: sumergidos en este fuego a los demonios y a las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que salían de las mismas juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, seme­jante al caer de pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor.
A la vista de esto di aquel “ay”, que dicen haberme oído. Los de­monios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como ne­gros carbones en brasa. Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista ha­cia Nuestra Señora que nos dijo entre bondad y tristeza: -Habéis visto el infierno, adonde van las almas de los po­bres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mun­do la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacéis lo que os digo se salvarán muchas almas y habrá paz. La guerra va a terminar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los prime­ros sábados (…)”.
No hacer caso –como hacen los buenos y los malos, según Sor Lucía- del mensaje de Fátima, produce nocivas consecuencias, una de ellas, el descuidar una fuente de conversión y santidad, como la visión del infierno.
Según Sor Lucía, la primera causa de santificación de Francisco y Jacinta fue ver la tristeza de la Virgen por el destino de los pecadores; la segunda causa, fue la visión del infierno: “Dígales también, Padre, que para mis primos esta visión fue una de las causas de la santificación; lo primero que santificó a Francisco y Jacinta fueron los sacrificios que hicieron, porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma. Lo segundo que santificó a los niños fue la visión del infierno”.
¿Por qué esta visión es causa de santificación? La razón por la que la meditación acerca de la realidad del infierno, destino de dolor por toda la eternidad al cual se encamina el impenitente, los santificó, es porque les concedió la contrición del corazón, que es el arrepentimiento perfecto. Se equivocan quienes piensan que Dios, siendo infinitamente misericordioso, no puede castigar con castigos tan dolorosos, para siempre. Quienes así piensan, no tienen en cuenta que, en Dios, misericordia y justicia están estrechamente relacionados, y que dejaría de ser quien es, Dios Perfectísimo, sino aplicara su justicia en la vida eterna.
La Virgen no estaba contenta en Fátima, ya que demostraba una gran tristeza, al comprobar cómo muchas almas se condenaban para siempre. También está triste la Iglesia, al comprobar cómo cientos de miles de sus hijos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, se encaminan hacia la perdición eterna, seducidos por los ídolos de nuestra época: el materialismo, que niega el espíritu y lo sobrenatural; el hedonismo, que exalta la sensualidad corpórea, y el relativismo, que niega la Verdad Absoluta revelada en Cristo.
Pero hay otra advertencia que nos hace la Virgen María en Fátima, siempre según las palabras de Sor Lucía: estamos en el fin de los tiempos.
Continúa Sor Lucía, refiriéndose a las apariciones, advirtiéndonos que nos encontramos en peligro inminente de condenación, de continuar haciendo caso omiso de los mensajes dados por la Virgen en Fátima, mensajes que llaman a la oración, a la penitencia, al sacrificio: “Padre, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo: ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos para cada una de sus diócesis: ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. No: ya nuestro Señor usó muchas veces de estos medios y el mundo no le ha hecho caso. Por eso, ahora, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual: que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino. Por esto mismo Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre la tierra si el mundo antes no hace oración y penitencia. No, mi misión es indicarle a todos lo inminente del peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado. (…) Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo dio a demostrar por tres motivos:
- el primero porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen, y una batalla decisiva es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora o somos de Dios o somos del demonio.
- Lo segundo porque me dijo que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
- Y tercero, porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios, y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre. Porque si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo, porque hemos cometido un pecado que, en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo: que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos; y también porque nuestro Señor es muy buen hijo; y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que con ejemplos terribles nos indica cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre”.

Oración a la Virgen de Fátima
Nuestra Señora de Fátima,
Tú que mostraste a los pastorcitos
El camino para llegar al Cielo
Y evitar el infierno:
La penitencia, la conversión,
El rezo del Rosario
Y la Consagración
A tu Inmaculado Corazón,
Te suplicamos,
Refúgianos en tu Corazón bendito,
Anticipo del Cielo en la tierra. Amén.



[1] Diversos autores afirman que el segundo secreto pronosticó la reconversión de Rusia (en esas mismas fechas se realizó la Revolución rusa que dio lugar al primer estado socialista de la historia) al Cristianismo. Y consideran que con la desintegración de la URSS en 1990 la profecía se ha cumplido. También se especula que en el tercer mensaje se profetizaba el atentado contra la vida del papa Juan Pablo II, que ocurrió el 13 de mayo de 1981 (64° aniversario de la primera aparición de Fátima). Además, según creyentes, la Virgen predijo el final de la Primera Guerra Mundial (la cual terminó al año siguiente) y la muerte prematura de Francisco y Jacinta. Francisco murió el 4 de abril de 1919 y Jacinta el 20 de febrero de 1920; ambos fueron luego beatificados por la Iglesia Católica.
[2] [2] El Comentario Teológico del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe está dividido en tres partes: Revelación pública y revelaciones privadas, su lugar teológico; La estructura antropológica de las revelaciones privadas; Un intento de interpretación del secreto de Fátima. 1) "El término 'revelación pública' designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Se llama 'revelación' porque en ella Dios se ha dado a conocer progresivamente a los hombres, hasta el punto de hacerse él mismo hombre, para atraer a sí y para reunir en sí a todo el mundo por medio del Hijo encarnado, Jesucristo. En Cristo Dios ha dicho todo, es decir, se ha manifestado a sí mismo y, por lo tanto, la revelación ha concluido con la realización del misterio de Cristo que ha encontrado su expresión en el Nuevo Testamento". 2)La "revelación privada", en cambio, "se refiere a todas las visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento; es ésta la categoría dentro de la cual debemos colocar el mensaje de Fátima. La autoridad de las revelaciones privadas -prosigue el cardenal Ratzinger- es esencialmente diversa de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe". La revelación privada, en cambio, "es una ayuda para la fe, y se manifiesta como creíble precisamente porque remite a la única revelación pública". Citando al teólogo flamenco E. Dhanis, el prefecto para la Fe afirma que "la aprobación eclesiástica de una revelación privada contiene tres elementos: el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres; es lícito hacerlo público, y los fieles están autorizados a darle en forma prudente su adhesión". "Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por esto no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma". El cardenal Ratzinger subraya también que "la profecía en el sentido de la Biblia no quiere decir predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente, lo cual muestra el recto camino hacia el futuro".
[3] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Las maravillas del cristianismo, Ediciones Herder, Barcelona 1964, 181.
[4] Cfr. ibidem, 179.
[5] Cfr. ibidem, 179.
[6] Cfr. ibidem, 179.