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jueves, 4 de diciembre de 2014

La Inmaculada Concepción y el rezo del Rosario como oración mariana por excelencia para toda la familia



¿Por qué rezar el Rosario? Para saberlo, comencemos por conocer el origen de su nombre: "rosario" significa "corona de rosas", y viene de una costumbre de la antigüedad, cuando los romanos y los griegos coronaban con rosas a las estatuas de sus dioses, representando de esta manera, simbólicamente, el ofrecimiento que les hacían de sus corazones. Las mujeres cristianas, siguiendo esta tradición, cuando eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban al Coliseo vestidas con sus mejores ropas y con sus cabezas adornadas con coronas de rosas, como símbolo de la alegría y de la entrega de sus corazones que con el martirio realizaban a Jesucristo. Luego, al caer la noche, los cristianos recogían las coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de los mártires.
Con este antecedente, podemos encontrar aquí un primer sentido espiritual en el Rosario católico: está compuesto por "rosas espirituales", que son las Ave Marías; entonces, si los paganos coronaban las estatuas de sus dioses, simbolizando con eso la entrega de sus corazones a unos dioses que al fin de cuentas, no existían, nosotros, con las rosas espirituales, no simbolizamos, sino que entregamos, efectivamente, en la realidad, nuestros corazones, a la Virgen María, ofreciéndole, con cada Ave María, una rosa espiritual, que significan nuestros corazones.
Continuando con la historia del Rosario, fue la Iglesia como institución quien recomendó rezarlo -recordemos que la Iglesia está inspirada por el Espíritu Santo-, que consistía en ese entonces en recitar los 150 salmos de David, considerada como una oración sumamente agradable a Dios y fuente de gracias para quienes la rezaran. Pero como no todos podían seguir esta recomendación, porque no todos estaban en condiciones de rezar los 150 salmos, la Iglesia sugirió que los que no supieran leer, reemplazaran los 150 salmos por 150 Ave Marías, divididas en quince decenas. A este "Rosario corto", se le llamó "Salterio de la Virgen". Es el "ancestro", podríamos decir así, del Rosario, tal como lo conocemos ahora.
¿Cómo se completó el Rosario actual?
Sucedió que Santo Domingo de Guzmán, en el año 1214, luego de predicar sin resultado en una región de Francia dominada por una secta llamada "de los cátaros albigenses" (creían, al igual que los maniqueos, que había un principio del bien, espiritual, y otro del mal, material y negaban la divinidad de Jesucristo), se sintió sin ánimos no solo por la dureza de corazón de los herejes, sino también por la tibieza de los católicos, por lo que entró en una profunda desolación espiritual. Oró y ayunó a pan y agua por tres días, al cabo de los cuales, se le apareció la Virgen, quien le dijo: "Querido Domingo, ¿sabes qué arma quiere usar la Santísima Trinidad para reformar el mundo?". Santo Domingo le dijo que no lo sabía. La Virgen le dijo entonces: "Quiero que sepas que, en este tipo de guerra, el arma ha sido siempre el Salterio Angélico, que es la piedra fundamental del Nuevo Testamento. Por lo tanto, si quieres llegar a estas almas endurecidas y ganarlas para Dios, predica mi salterio".
          Luego de esta aparición, Santo Domingo rezó y predicó el Santo Rosario a los integrantes de la secta de los cátaros albigenses, obteniendo muchas conversiones, pero además, despertó el amor a Dios entre los católicos tibios. Este fue el comienzo de la tradición del rezo del Santo Rosario.
          Sin embargo, a pesar de este fervor inicial, pronto el rezo del Santo Rosario comenzó a extinguirse, hasta que en el año 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó "la muerte negra" en la que murieron muchísimas personas. En ese entonces, el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual la Virgen, además de pedirle que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario, le concede las promesas a quienes rezaran con devoción y de forma cotidiana el Santo Rosario. El Padre Alan comenzó entonces la tarea de difundir el Rosario, además de darle la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.
          Las promesas que la Virgen le hiciera al Padre Alan de la Roche para quienes rezaran el Santo Rosario con devoción y de forma cotidiana, son las siguientes[1],[2]:
1. Aquellos que recen con gran fe el Rosario recibirán gracias especiales.
          2. Prometo mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
          3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, para destruir los vicios, disminuir los pecados, y para defendernos de las herejías.
          4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su deseo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.
          5. El alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
          6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.
          7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
          8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
          9. Libraré del purgatorio a quienes recen el Rosario devotamente.
          10. Los niños devotos del Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
          11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.
          12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
          13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.
          14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesucristo.
          15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de predilección.
          Entonces, sabiendo todo esto, surge la pregunta: ¿por qué no rezar el Rosario? Y ante esta pregunta, viene la respuesta, de parte de una inmensa mayoría de católicos, que sorprende: muchos dicen que lo no rezan porque es una oración “aburrida”, “repetitiva”, o “mecánica”, que "no les dice nada", que "los cansa"; muchos de los que formulan estas respuestas, sin embargo, o no hacen ningún tipo de oración -el lugar de la oración lo ocupan la televisión, el celular, la tablet, la Play Station, o cualquier otro invento-, o reemplazan el rosario por oraciones provenientes de religiones orientales. Quienes piensan que el Rosario es una oración "aburrida", "repetitiva", "mecánica", lo dice sin saber lo que dice; quienes así piensan, no se dan cuenta de que, por un lado, menosprecian la Sabiduría y el Amor Divinos, que son quienes, por medio de la Virgen María y de Santo Domingo, dieron a la Iglesia el Santo Rosario -lo cual quiere decir que no es una oración "inventada" por los hombres-; además, están privando a la Santísima Trinidad y a la mismísima Virgen María de hacerles escuchar una melodía suavísima a sus oídos, y es el Anuncio del Ángel a la Virgen, en el momento en el que le anunciaba, de parte de Dios, de que iba a ser Madre de Dios Hijo; por último, quienes se niegan a rezar el Rosario, por el motivo que sea, reemplazándolo ya sea por meditaciones de tipo oriental -dicho sea de paso, las meditaciones de las religiones orientales, comparadas con el Rosario, son como comparar un jardín florido con un desierto árido- o por pasatiempos, no saben el mar de gracias, de dones y de milagros que se pierden de recibir, puesto que la Virgen, que es "Mediadora de todas las gracias", está esperando el rezo del Rosario para derramar las gracias de modo incontenible sobre sus hijos, pero no lo puede sobre aquellos que, precisamente, se niegan a pedírselas, porque se niegan a rezar el Santo Rosario.
         Para poder darnos cuenta la inmensidad de gracias que contiene y concede el Rosario, repasemos brevemente su estructura: está dividido en "misterios", los cuales son fragmentos del Evangelio, que van desde la Anunciación del Ángel a la Virgen, hasta la Resurrección de Jesús, pasando por toda su Pasión. Cuando nos fijamos bien, en realidad, el Rosario no es otra cosa que un "repaso" de la Vida de Jesús, y este repaso se lo hace por medio de la oración y de la contemplación, acompañados por la Virgen María e iluminados por el Espíritu Santo. De esto deriva la inmensidad de su riqueza de gracias.
          Luego, queda considerar el tesoro de gracias en el que consisten las oraciones que forman el Rosario: como sabemos, cada misterio consta de un Padre Nuestro, de Diez Ave Marías, y de un Gloria.
          Cuando rezamos el Padre Nuestro, estamos honrando a Dios Padre y al mismo tiempo, hacemos actuales todas las peticiones que están contenidas en esta oración, que es la oración de los hijos de Dios, enseñada por el mismo Jesús en Persona; con el rezo del Gloria, glorificamos a Dios, Uno y Trino, a las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad; luego vienen los diez Ave Marías, que constituyen lo que podríamos decir el "núcleo" del Rosario, y esto por dos motivos: por un lado, porque es un espacio de tiempo en el que actuamos nosotros, la Virgen y el Espíritu Santo.
          ¿De qué manera? Nosotros, de nuestra parte, de la siguiente manera: en el espacio de tiempo que duran los diez Ave Marías, hacemos una composición de lugar, es decir, usamos la "imaginación contemplativa", como diría San Ignacio de Loyola, para contemplar la escena de la vida de Jesús que hemos enunciado al inicio del misterio del Santo Rosario -recordemos que el Rosario es un "repaso" de la vida de Jesús-; de esa manera, meditamos, reflexionamos, con el rezo pausado de las Ave Marías, acerca de las virtudes de Jesús, ayudados por la Virgen, y así lo dice Juan Pablo II: "El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt 6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza"[3]; por parte de la Virgen, el espacio de tiempo que dura el rezo de los diez Ave Marías es un espacio de tiempo que usa la "Divina Alfarera" para moldear nuestros corazones -que tienen que ser humildes, para dejarse modelar como el barro suave en manos del alfarero; si un corazón es soberbio, se vuelve duro como una roca, y no puede ser moldeado-, de manera tal que la Virgen pueda ir modelando nuestros corazones para hacer de ellos una copia viviente de los Sagrados Corazones de Jesús y de María; el Espíritu Santo, a su vez, actuará a través de la Virgen, otorgando las gracias necesarias y oportunas, que nos llegarán siempre y solo a través de la Virgen, y con mucha mayor facilidad y rapidez a través del Rosario, puesto que la Virgen es "Mediadora de todas las gracias" y el Rosario es, a su vez, la oración que más le agrada a la Virgen; esto nos hace ver que, si no rezamos el Rosario, las gracias que tiene pensado concedernos el Espíritu Santo, muy difícilmente nos lleguen, porque es el mismo Dios Uno y Trino quien ha dispuesto que las gracias nos lleguen a través de la Virgen y a la vez, si queremos agradar a la Virgen, la oración que más le agrada, es el Rosario, porque la saludamos con la oración que más le gusta, y porque meditamos en la vida de su Hijo, para ser como Él, y porque le ofrecemos nuestros corazones para que Ella los moldee a imagen y semejanza de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
          Y ésta es la finalidad última del rezo del Santo Rosario; para esto es que la Santísima Virgen, siguiendo las instrucciones de la Santísima Trinidad, se le apareció a Santo Domingo de Guzmán y le indicó el rezo del Santo Rosario como el arma que la Santísima Trinidad elegía para salvar las almas: que los corazones, por la recitación pausada de las Ave Marías, los Padre Nuestros y Glorias, y por la meditación y contemplación de los misterios de la vida de Jesucristo, obrando la Virgen en los hombres otorgando las gracias necesarias, bajo el influjo del Espíritu Santo, convirtiera sus corazones en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y de esa manera fueran "luz del mundo y sal de la tierra" (Mt 5, 13-16), en un mundo cada vez más a oscuras y cada vez más alejado de Dios.
         En ninguna otra oración, de ninguna otra religión, se conceden tantas gracias, tantos dones, tantos regalos del cielo, en tan poco tiempo y con tan poco esfuerzo, como con el rezo del Santo Rosario, y es por eso que da pena escuchar a tantos católicos excusarse, con motivos banales, para no rezar el Rosario, o para hacer oraciones pertenecientes a otras religiones, como las meditaciones budistas, las meditaciones del yoga, las meditaciones de las religiones indigenistas o ancestrales, porque comparadas con el Rosario, son como un grano de arena comparados con cientos de miles de millones de universos estrellados.
          De nuestra parte, que Dios nos dé la gracia de jamás reemplazar la nada y el vacío de las religiones orientales y el vacío de internet y de la televisión, por los misterios insondables de la vida del Hombre-Dios Jesucristo, contemplados en los misterios del Santo Rosario y por la riqueza de la gracia donada e infundida a través de la Mediación de María Santísima, Nuestra Señora del Rosario, en nuestros corazones. Si los antiguos paganos, que al menos tenían la virtud de la religión, creyendo en dioses inexistentes, colocaban coronas de rosas a sus dioses como símbolos de la entrega de sus corazones, nosotros, por el contrario, entregamos la corona de rosas espirituales, el Rosario, y con cada corona, nuestro corazón, a la Virgen María, nuestra Madre del cielo, y no entregamos simbólicamente nuestro corazón, sino que se lo entregamos realmente, para que la Virgen tome posesión de ellos y los convierta en imágenes y copias vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, objetivo primero y único del rezo del Santo Rosario.


Propósito: consagración de la familia a la Virgen y rezo del Rosario en familia una vez a la semana.




[1] Bendiciones del Rosario
1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
9. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.
[2] Los beneficios del Rosario
1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
[3] Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 12.

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