miércoles, 6 de enero de 2016

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios



(Ciclo C - TN – 2015)


         ¿Por qué la Iglesia pone, en el primer día del Año Nuevo, la Solemnidad de "Santa María Madre de Dios"? Para poder responder a esta pregunta y comprender un poco más la razón del porqué, tenemos que considerar que, como Virgen y Madre de Dios, María Santísima lleva en sí misma, por la Encarnación obrada por el Espíritu Santo, a Dios Hijo, el cual, en cuanto Dios, es “su misma eternidad”, además de ser el Creador del tiempo, por cuanto es el Creador del ser participado de las creaturas que viven en el tiempo. Entonces, la Iglesia coloca, al inicio del Año Nuevo civil, una de las solemnidades más importantes, la de “María, la Madre de Dios”, para que dirijamos nuestra mirada interior hacia María Santísima y, contemplando los misterios inefables de su maternidad divina por los cuales lleva consigo al Verbo Eterno de Dios, consagremos a su Inmaculado Corazón el año que inicia. Esto quiere decir que el fruto del seno virginal de María porta en sus manos tanto el destino de toda la humanidad, como la de cada uno en particular, puesto que es Dios eterno. En sus manos, las manos del Niño Dios llevado por María y dado a luz milagrosamente en Belén; en las manos ensangrentadas y perforadas por los clavos en la cruz, están nuestro ser, nuestra vida, nuestra eternidad porque Él es el destino final y eterno al cual estamos llamados. Por lo tanto, al elevar nuestro pensamiento a la Madre de Dios, lo estamos haciendo al mismo tiempo al Verbo de Dios custodiado por la Virgen en su seno materno y al hacerlo, elevamos hacia ambos nuestro pensamiento y nuestro corazón para suplicarles que se apiaden de nosotros y del mundo entero, de nuestra fragilidad y de nuestra pequeñez. Y en la Solemnidad, en la que recordamos y veneramos su condición ilustrísima de ser la Madre de Dios, le pedimos a la Virgen que bendiga el tiempo nuevo que iniciamos, para que los días que nos queden en la tierra, los vivamos encendidos en el Divino Amor; a Jesús le pedimos que, siendo Él el Dios eterno al cual estamos llamados, dirija nuestros pasos hacia el encuentro con Él, que es la Feliz Eternidad.