El
11 de febrero de 1858, tres niñas: Bernadette Soubirous acompañada de su
hermana y de una amiga, se dirigen a la Gruta de Massabielle, al borde del
Gave, para recoger leña, ramas secas y pequeños troncos[1]. Mientras
se está descalzando para cruzar el arroyo, oye un ruido como de una ráfaga de
viento, levanta la cabeza hacia la Gruta, describiendo así la aparición de la
Virgen: “Vi a una Señora vestida de blanco: llevaba un vestido blanco, un velo
también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie”.
Hace la señal de la cruz y reza el rosario con la Señora. Terminada la oración,
la Señora desaparece de repente.
El
miércoles 24 de febrero, la Virgen le dice: “¡Penitencia! ¡Penitencia!
¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por
los pecadores!”.
El
jueves 25 de marzo, aunque no hace florecer el rosal silvestre que había pedido
el párroco como prueba de la veracidad de las apariciones, la Virgen revela su
nombre. Así dice Bernardita: “Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en
signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me
dijo: que “Soy la Inmaculada Concepción”.
¿Qué
mensajes nos deja la Virgen, con su aparición en Lourdes?
Podemos
resumirlos en los siguientes puntos:
Es
una confirmación, por parte del cielo, de la verdad de la Virgen María, acerca
de su Inmaculada Concepción y, por otro lado, de que el Magisterio de la
Iglesia está guiado e iluminado por el Espíritu Santo, porque el dogma había
sido declarado cuatro años antes por Pio IX (1854). Al mismo tiempo, la Virgen
se presenta, para nosotros, como Madre y modelo de pureza, tanto corporal –según el estado de vida: virginidad,
castidad, celibato, continencia; al respecto, el católico debe abstenerse de concurrir a espectáculos inmorales como los corsos y carnavales, en donde se ofenden el pudor, la modestia, la pureza y se multiplican las posibilidades de profanar el cuerpo, "templo del Espíritu Santo"-, como espiritual –nuestra fe debe ser pura como la Virgen y no
contaminarse con cultos paganos y diabólicos, como el Gauchito Gil, la Difunta
Correa, o San La Muerte.
Otro
mensaje que nos deja la Virgen es que nos demos de cómo agrada a Dios la pureza
y la humildad de corazón, que era algo característico de Santa Bernardita. La
Virgen se revela a una joven casi analfabeta, dándole a conocer uno de los más
grandes misterios de la Iglesia Católica, su Concepción Inmaculada. Bernardita
casi no sabía leer ni escribir, y además el dogma había sido proclamado pocos
años antes[2],
de manera que no tenía forma de saberlo. Con esta revelación, la Virgen nos
demuestra que no se necesita ser graduado en teología ni tener grandes estudios
científicos para conocerla a Ella y a su Hijo, sino que todo depende de la
gracia de Dios: Dios se da a conocer a quien Él quiere, y lo que lo atrae es la
humildad, la pureza y la sencillez de corazón. Dios no se revela a un corazón
soberbio, arrogante, orgulloso, lleno de cosas del mundo. Otra virtud
importante de Santa Bernardita es la pobreza, tanto de corazón, como material:
la pobreza de corazón quiere decir que necesitamos de la riqueza de Dios y su
gracia; la pobreza material –la familia de Bernardita era muy pobre, apenas
tenían para comer-, quiere decir que no debemos ambicionar dinero, oro, ni
riquezas terrenas, sino tener solo lo justo y necesario, puesto que nuestro
tesoro es el cielo, y ahí debe estar nuestro corazón.
Otro
mensaje muy importante es el de la Cruz, necesaria para ganar la vida eterna.
La Virgen le dice a Bernardita: “Yo también te prometo hacerte dichosa, no
ciertamente en este mundo, sino en el otro”. Esto nos enseña que no debemos
buscar la felicidad en esta vida, ni en las cosas pasajeras de esta vida, sino
en las cosas del cielo, y el camino que nos lleva al cielo no es otro que Jesús
crucificado. La Virgen nos enseña que la verdadera y única felicidad está en la
Cruz de Jesús, porque por ella tenemos el camino asegurado al cielo, en donde
está nuestra alegría y felicidad.
Otro
mensaje que nos deja la Virgen en Lourdes es la necesidad de rezar el Santo
Rosario, porque en todas las apariciones, la Virgen vino con su Rosario. Ella también
prometió que ninguna gracia que se pida a través del Rosario, dejaría de ser
concedida, por eso es que el católico, si necesita algo de Dios, debe pedirlo a
través del Santo Rosario, y jamás acudir a magos, brujos, hechiceros, que son
servidores del Demonio, además de nunca dar lo que prometen, porque no pueden
hacerlo.
Por
último, la Virgen en Lourdes nos deja un mensaje muy importante, tal vez el más
importante, junto al de la oración, y es la necesidad de hacer penitencia, como
modo de reparar por la maldad de nuestros corazones. Si no sabemos cómo
hacerlo, la Virgen nos da un ejemplo: le pide a Santa Bernardita que se
arrodille y bese el suelo, además de buscar agua con la boca: es una forma de
auto-humillación que, unida a la humillación de Jesús en la Cruz, obtiene la
conversión y salvación de los pecadores. Nos enseña también que no debemos
buscar ser alabados y aplaudidos por los hombres, sino que debemos buscar la
única gloria que necesitamos para ir al cielo, y es la gloria de la Cruz de
Jesús.