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domingo, 7 de abril de 2013

La Anunciación del Señor




(Ciclo C - 2013)
“El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra (…) Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 26-38). El Ángel Gabriel le anuncia a María Virgen una noticia de Dios Trino: el Amor divino, el Espíritu Santo, “la cubrirá con su sombra”, es decir, llevará del seno del Padre, a su seno, a Dios Hijo, para que se encarne y luego, naciendo milagrosamente en Belén, Casa de Pan, se done a sí mismo como Pan de Vida eterna.
María Santísima, que ha sido creada por Dios en Inmaculada y Llena de gracia, precisamente para este momento, da su “Fiat”, su “Sí” a la Voluntad divina, permitiendo de esta manera que se ponga en marcha el plan de salvación para toda la humanidad.
La escena y el contenido del anuncio del Ángel a María y la respuesta afirmativa libre de María permitiendo que se cumpla en Ella la Voluntad salvífica de Dios, constituye a la Virgen María como el Portal de eternidad, mediante el cual Dios ingresa en el mundo. Con su Inmaculado Corazón y con su “Fiat”, María es la Puerta que desde la tierra se abre al cielo para que ingrese a los hombres el Dios Invisible a quien Ella, oficiando de Madre de Dios, revestirá con su carne y su sangre, como hace toda madre con su hijo, para volverlo visible. En un admirable intercambio, Ella le aporta de su naturaleza humana, para que el Verbo de Dios, Espíritu Puro e Invisible, posea un Cuerpo y sea visible, de modo de poder ofrecerlo en el Santo Sacrificio de la Cruz; a su vez Él, Dios Hijo, le comunica de su divinidad por anticipado, en vistas a su admirable triunfo y resurrección después de la muerte en Cruz, y le concede la gracia de ser Inmaculada y Llena de gracia, para que en su seno virgen pueda alojarse, por nueve meses, Aquél cuyo Ser trinitario es Inmaculado es la Gracia Increada misma. Gracias al “Fiat” de María, se cumple por Cristo Cabeza el plan divino de salvación, porque a la Anunciación del Ángel le sigue la Encarnación del Verbo, y a su Encarnación le sigue su Pasión, Muerte y Resurrección.
Pero el “Fiat” de María a la Anunciación de la Voluntad de Dios por parte del Ángel, encierra otra admirable realidad salvífica, además de la Encarnación del Verbo; esta admirable realidad salvífica, de la cual la Virgen es su Celestial Precursora y a la vez maravilloso anticipo, es la realidad de la Santa Misa: así como el Ángel anuncia a María que el Verbo de Dios se habrá de encarnar en su seno virgen por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo, así el sacerdote ministerial, representado en el ángel, anuncia a la Iglesia, por las palabras de la consagración, que el Verbo de Dios encarnado prolongará su encarnación en su seno virgen, el altar eucarístico, por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo; así como la Virgen dio de su naturaleza humana al Hijo eterno del Padre, permitiendo que, al ser revestido, fuera visible y, luego de nacer en Belén, Casa de Pan, tuviera un Cuerpo para ofrecer en el altar de la Cruz y así donarse como Pan de Vida eterna, así también la Iglesia da, a través de la naturaleza humana del sacerdote ministerial, las palabras de la consagración, por medio de las cuales el Hijo eterno del Padre, con su Cuerpo resucitado, se reviste de las apariencias de pan, para ser visible como Eucaristía y, luego de nacer en el Nuevo Belén, el altar eucarístico, tenga un Cuerpo sacramentado para ofrecer en el Altar del sacrificio y así donarse como Pan de Vida eterna, Pan que alimentará con la vida misma de Dios a quien lo reciba con fe y con amor en la Eucaristía.
Pero el “Fiat” de María a la Anunciación de la Voluntad de Dios por parte del Ángel, encierra otra admirable realidad salvífica, además de la Encarnación del Verbo y de la Santa Misa; su “Fiat” encierra y anticipa el “Fiat” que habrían de repetir, en su imitación y a lo largo de la historia, miles y miles de hijos suyos adoptivos, que al igual que Ella, recibirían por el poder de la gracia del Espíritu Santo, la iluminación en sus mentes y en sus corazones para recibir al Verbo de Dios, en sus mentes por la aceptación de la primero, y en sus corazones por la recepción de su Cuerpo sacramentado, la Eucaristía después; a lo largo de la historia, los hijos de María recibirían al Pan de Vida eterna por la gracia y por la comunión eucarística, en sus mentes y en sus corazones, y revistiendo al Verbo con sus palabras, lo darían a conocer al mundo por medio de las obras del Amor, las obras de misericordia.
“El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra (…) Hágase en mí según tu palabra”. El “Fiat” de María, su “Sí” a la Voluntad de Dios, inaugura para los hombres una maravillosa Nueva Era, la Era de la Presencia de Dios entre los hombres, la Era de la Presencia de Cristo Eucaristía, Dios eterno, en su Iglesia, la Era de los hijos adoptivos de Dios, que habrían de iluminar al mundo con el Amor de Cristo convertido en obras de misericordia.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Oremos con el icono de la Natividad del Señor


Podemos orar con el icono, considerando sus principales elementos:

La estrella, ubicada en el extremo superior del icono, representa el fenómeno celeste registrado en el momento del Nacimiento: Dios Padre, Creador del universo, señala, por medio de una estrella, la Primera Venida de su Hijo al mundo. Pero la estrella es también un signo sobrenatural, ya que simboliza a la Madre de Dios, uno de cuyos nombres es, precisamente, “Estrella de la mañana”. Así como la estrella de la mañana anuncia que, al mismo tiempo que la noche es profunda, ya está por llegar el nuevo día, porque está por salir el sol, así la Virgen María, con su persona, y con su condición de ser la Inmaculada y la Llena de gracia, es la señal de los cielos, dada por Dios Uno y Trino –las tres líneas luminosas que surgen de la estrella simbolizan a la Trinidad-, de que está por llegar el Sol de justicia, Jesucristo, que ilumina con su luz divina y eterna las sombras de la historia y del alma humana. De María, Estrella de la mañana, nace el Sol de justicia y de luz eterna, Jesucristo, “como un rayo de sol que atraviesa un cristal”, según los Padres de la Iglesia, para iluminar a la humanidad que, por el pecado original, y por haber escuchado la voz del Tentador, vive en “sombras de muerte”: “El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido” (cfr. Is 9, 2; Mt 4, 16).

En el extremo inferior izquierdo aparece San José, dubitativo, frente a un hombre anciano, el demonio, que intenta sembrarle dudas acerca de la Concepción del Señor.

Otro elemento presente son los ángeles, cuya tarea es anunciar a los hombres, representados en los pastores, que ha nacido el Mesías, el Salvador del mundo. Los ángeles son los encargados de anunciar la Buena Nueva, la Buena Noticia, la Alegre Noticia del Nacimiento del Redentor del mundo: “Os anuncio una gran alegría: os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor, y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (cfr. Lc 2, 10-14). Luego de anunciar a los pastores, los ángeles glorifican y adoran al Niño de Belén, porque ese Niño es su Dios y Rey: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace” (Lc 2, 14).

Los Reyes Magos -cuyo nombre “magos” es una adaptación griega a la palabra “sabios” de Oriente-, representan a la sabiduría humana, transformada y elevada por la iluminación divina, que con su luz de gracia permite reconocer, en ese Niño recién nacido, con una piel frágil como un papel, y envuelto en pañales, y tiritando por el frío de la noche, a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. La sabiduría de los Reyes de Oriente radica no en el conocimiento humano, sino en la posesión de la Sabiduría divina, que les permite reconocer, en ese Niño, débil y frágil, al Dios Omnipotente y Tres veces Santo, y es debido a esta sabiduría, que le presentan sus dones: oro, incienso y mirra.

La cueva, oscura, fría, negra, que sirve de refugio de animales, representa el corazón humano, frío por haberse alejado del calor del amor de Dios y dominado por las pasiones, tal como se encontraba en los tiempos de la Primera Venida. Así como la cueva es iluminada por el Nacimiento del Niño de Belén, que la ilumina con una luz más intensa que mil soles juntos, así es iluminado el corazón del hombre cuando, por la gracia, nace Jesucristo, el Hombre-Dios.

Finalmente, podemos orar con la Madre de Dios y el Niño de Belén que son, obviamente, las figuras centrales: María, de quien nació el Niño en Belén, cuyo significado es “Casa de Pan”, es figura de la Iglesia, que por la liturgia eucarística, y por el poder del Espíritu Santo, concibe en su seno virginal, el altar eucarístico, al mismo Niño de Belén, que se entrega en la Eucaristía como Pan de Vida eterna.