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viernes, 13 de julio de 2018

El significado de las tres rosas de María Rosa Mística



¿Qué significan las tres rosas de María Rosa Mística? Veamos su significado a la luz de la fe. La Rosa Blanca: el color blanco es símbolo de pureza, significa algo que está limpio, sin mancha. Como tal, significa a la misma Virgen, que es en sí misma la Inmaculada Concepción, la concebida sin mancha de pecado original, desde el momento en que estaba destinada a ser la Madre de Dios, a alojar en sí misma a la Palabra de Dios encarnada, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Pero además de la Virgen, como nosotros somos sus hijos adoptivos, la rosa blanca significa la pureza que deben tener nuestros cuerpos y almas, como hijos suyos que somos.  Es decir, la rosa blanca simboliza la pureza del cuerpo, vivida por la castidad corporal, pero significa también la pureza del alma, la pureza de la fe, por cuanto nuestra fe no debe estar contaminada por supersticiones de ningún tipo, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San la Muerte y tantos otros más. Debemos ser puros de cuerpo y alma porque si la Virgen estaba destinada a alojar en su seno purísimo a Jesús, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, también nosotros estamos destinados a alojar en nuestros corazones a Jesús Eucaristía y para eso es que debemos ser puros de cuerpo y alma, es decir, debemos ser castos y debemos tener una fe firme, sin contaminaciones de ídolos paganos. ¿Cómo adquirimos esta doble pureza de cuerpo y alma? Por la gracia santificante, que nos quita el pecado y nos da la vida de Dios y por la castidad, por la pureza de costumbres y de vida, desechando todo lo que sea pecado y nos aparte de Dios. La rosa blanca nos debe recordar que estamos llamados a ser puros de cuerpo y alma, porque estamos llamados a ser “templos del Espíritu Santo” con nuestro cuerpo y nuestro corazón, altar en donde se adore a la Eucaristía.
La Rosa Roja: el color rojo simboliza el sacrificio porque es el color de la sangre; significa ya sea la sangre derramada en testimonio de Cristo o bien el sacrificio de cualquier tipo hecho en su honor. Aquí también está representada la Virgen, porque si bien Ella no sufrió un martirio cruento, participó de tal modo de la Pasión y de los dolores de su Hijo, que mereció la palma del martirio. Además, toda su vida fue un continuo sacrificio en honor de su Hijo Jesús. La Rosa Roja nos recuerda que mucho debemos luchar para ganar el cielo, empezando por la lucha contra nosotros mismos, contra nuestra propia pereza, corporal y espiritual, que nos impide no solo hacer sacrificios, sino hacer cualquier obra buena en honor de Dios. La Rosa Roja nos recuerda que para ganar el cielo, debemos imitar a nuestra Madre celestial en el sacrificio de su vida y, al igual que Ella, o mejor, consagrados a Ella, convertir nuestras vidas de míseros pecadores en ofrendas sacrificiales agradables a Dios. La Rosa Roja nos recuerda permanentemente que esta vida no es para el descanso, sino como dice la Escritura, “lucha es la vida del hombre en la tierra”, y es lucha contra la propia pereza y lucha para hacer sacrificios y obras de misericordia que nos permitan ganar el cielo. La Virgen es ejemplo supremo de sacrificio, porque Ella se ofreció toda su vida en sacrificio por su Hijo, ofreciéndose en grado supremo al pie de la cruz, ofrendando al Padre a Aquel que era su propia vida, su Hijo Jesús. Al ofrecer a su Hijo en la Cruz, la Virgen nos da ejemplo de máximo sacrificio, porque Ella estaba ofreciendo lo que era su Vida y la razón de su Ser y existir en la tierra y Ella lo ofreció por amor a Dios y por la salvación de los hombres. Por eso, la Rosa Roja de María Rosa Mística nos recuerda que nuestra vida toda debe ser un continuo acto de sacrificio en honor a su Hijo Jesús y que el lugar del máximo sacrificio, en el que nos ofrecemos con nuestras vidas, por manos de la Virgen, a Dios, es la Santa Misa, representación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz. A imitación suya, los cristianos debemos ofrecer sacrificios por los pecadores y por nosotros mismos, y el lugar ideal es la Santa Misa.
Por último, la Rosa Dorada significa adoración y por eso mismo representan a la misma Virgen, porque Ella fue la que adoró, antes que nadie, a su Hijo Jesús, la Palabra Eterna del Padre que por obra del Espíritu Santo se encarnaba en su seno virginal. Desde la Encarnación y durante toda la vida de Jesús, y luego de su muerte, en la Resurrección y en cada Eucaristía, la Virgen adoró con adoración y amor supremos a su Hijo Jesús y por eso la Rosa Dorada la representa en primer lugar. Pero también nos recuerda que nosotros, como hijos de la Virgen, estamos llamados a adorar continuamente, de día y de noche, despiertos y dormidos, vigiles y descansando, a su Hijo Jesús en la Eucaristía, de manera tal que de nuestros labios y de nuestros corazones se eleven permanentemente cantos de amor y de adoración a Jesús Eucaristía, aunque la adoración también es por medio de las obras de misericordia.
Pureza de cuerpo y alma, sacrificio hasta dar la propia vida por Jesús, adoración a la Eucaristía de noche y día, esto es lo que significan las tres Rosas, Blanca, Roja y Dorada, de María Rosa Mística.

jueves, 13 de julio de 2017

María Rosa Mística y el significado de las tres espadas y las tres rosas


La Virgen se apareció como María Rosa Mística en Montichiari, al norte de Italia, en el año 1947. En la primera aparición, ocurrida a Pierina Guilli –enfermera de oficio y nacida el 3 de agosto de 1911-, la Virgen “vestía túnica morada y cubría su cabeza con un velo blanco”, “su rostro denotaba tristeza” y “tenía el pecho atravesado por tres espadas”; corrían abundantes lágrimas por su rostro estaba triste, y sólo dijo tres palabras:   “Oración, Penitencia, Reparación”, para luego guardar silencio[1].
En la segunda aparición, ocurrida el domingo 13 de julio de 1947, la Madre de Dios se apareció nuevamente, esta vez, en el hospital. Según Pierina, “vestía de blanco”, pero ahora, en lugar de las tres espadas, llevaba en su pecho “tres rosas, blanca, roja y dorada”. Pierina le preguntó asombrada: “Por favor, dígame quién es usted”. Con una dulce sonrisa la señora le contestó: “Soy la Madre de Jesús y madre de todos vosotros”. Después de una pausa prosiguió: “Nuestro Señor me envió para implantar una nueva devoción Mariana en todos los institutos así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas. Deseo que el día 13 de cada mes se me consagre como día Mariano y los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales”. Siempre según Pierina, su rostro se iluminó con una inexplicable alegría y continuó: “En ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me hubiesen honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de Rosa Mística”[2].
¿Qué significan las espadas y las rosas?
En cuanto al significado de las tres espadas, podemos decir lo siguiente: la primera espada, significa la pérdida culpable de la vocación sacerdotal o religiosa; la segunda espada, la vida en pecado mortal de personas consagradas a Dios; la tercera espada, la traición de aquellas personas que al abandonar su vocación sacerdotal o religiosa, pierden también la fe y se convierten en enemigos de la iglesia. En relación al dolor que estas tres espadas le provocan a la Virgen –imaginemos su Inmaculado Corazón, vivo, latiendo, siendo atravesado por tres espadas filosísimas y que quedan allí enclavadas, mientras su Corazón sigue latiendo-, debemos considerar que este dolor está provocado, ante todo, por las personas consagradas que, o pierden su vocación, o viven en estado de pecado mortal, o bien apostatan de la Fe. Y esto es así porque si todo cristiano debe vivir siempre en estado de gracia, puesto que su cuerpo es “templo del Espíritu Santo” a partir del bautismo, una persona que ha consagrado su vida a Dios, por la vía de la vida religiosa, debe, además de vivir en estado permanente de gracia, procurar crecer cada vez más en la santidad, porque ése es el único camino para la unión con la Trinidad y para manifestar a los demás la hermosura de la vida consagrada, que es un anticipo de la vida beatífica en el cielo. Un consagrado que se habitúa a vivir en pecado mortal, contradice su misión en la tierra, además de predestinar su alma a la condenación eterna y esa es la razón del dolor que le provoca la primera espada a la Virgen. Sin embargo, la responsabilidad por el dolor de la Virgen no se limita a los consagrados, sino que se extiende también, en cierta medida, a todos los bautizados, porque por un lado, los laicos tienen el deber de caridad de orar por los consagrados, y por otro lado, también los laicos deben, como hemos dicho, vivir en gracia, con lo que, si viven en pecado mortal, también le provocan un dolor como el de una espada lacerante al Inmaculado Corazón de María.
Pero la Virgen se aparece también con tres rosas, que significan el consuelo y alivio que le provocan a su Inmaculado Corazón aquellos hijos suyos, sean laicos o consagrados, que buscan reparar y pedir perdón, tanto por los propios pecados, como los pecados de los consagrados. Es esto lo que significan las rosas, con sus distintos colores: la rosa blanca simboliza el espíritu de oración; la rosa roja, el espíritu de sacrificio (para reparar); la rosa dorada o amarilla, el espíritu de penitencia.
Por el significado de las espadas, el devoto de María Rosa Mística está entonces llamado a contemplar y meditar en los dolores de su Inmaculado Corazón, provocado por los consagrados infieles que pierden la vocación por propia culpa, que viven en pecado mortal, o que apostatan de la Fe y se convierten en enemigos de la Iglesia, aunque también están llamados a contemplar el dolor que le provocan los fieles laicos que traicionan su bautismo, profanando sus cuerpos, viviendo en pecado mortal y convirtiéndose también en enemigos de la Iglesia y apóstatas de la Fe.
Por el significado de las rosas, el devoto de María Rosa Mística está llamado a reparar, por los pecados propios y principalmente por los de los consagrados, por medio de la oración –ante todo, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística y la Santa Misa, la más excelente de las oraciones-; por medio del sacrificio –mortificaciones activas y pasivas- y por medio de penitencias, como por ejemplo, ayunos, pero no solo de alimentos, sino ante todo, ayuno del mal. Es en esto en lo que consiste la esencia de la devoción para el alma que ama a María Rosa Mística.



[1] http://www.corazones.org/maria/rosa_mistica_apariciones.htm#significado de las tres espadas:
[2] Cfr. ibidem.

miércoles, 13 de julio de 2016

María Rosa Mística y el significado de las tres rosas


         ¿Qué significan las tres rosas?
         Representan virtudes de la Virgen, que Ella quiere que las vivamos y las practiquemos nosotros, sus hijos. Veamos cada una de ellas, brevemente.
         La Rosa Blanca: significa la pureza de cuerpo y alma, es decir, la castidad y la fe  pura y limpia, sin contaminaciones con supersticiones. La pureza del cuerpo, porque la Virgen es la Purísima, por estar inhabitada por el Espíritu Santo desde el primer instante de su Inmaculada Concepción; el cristiano debe conservar la pureza de su cuerpo, porque el cuerpo es “templo del Espíritu Santo”, y profanar el cuerpo, es profanar a la Persona del Espíritu Santo, dueña de ese cuerpo.
         La pureza del alma, porque la Virgen, siendo Ella concebida sin mancha de pecado original, fue Purísima de cuerpo y alma, porque era la Llena de gracia. Así, el cristiano debe también conservar su alma siempre pura, en gracia, a imitación de la Virgen.
         La Rosa Roja: significa sacrificio, y la Virgen es ejemplo de máximo sacrificio por amor a Dios, porque Ella ofreció a su Hijo Jesucristo al Padre, estando al pie de la cruz, para nuestra salvación. Al pie de la cruz, la Virgen tenía su Inmaculado Corazón traspasado por una espada de dolor, la espada de dolor que le había profetizado el anciano Simeón, porque el Hijo de su amor, Jesús, moría en la cruz. Sin quejarse, la Virgen ofreció a su Hijo al Padre para nuestra salvación, y así ofreció el sacrificio de su Hijo y el sacrificio de Ella misma, por eso es Corredentora. A imitación suya, los cristianos debemos ofrecer sacrificios que, como les dijo el Ángel de Portugal a los Pastorcitos, se pueden hacer “de todo” lo que nos suceda.

         La Rosa Dorada: significa adoración, y aquí también la Virgen es ejemplo de cómo adorar a Dios, porque Ella adoró a su Hijo Jesús, Dios Hijo encarnado, desde el instante mismo de la Encarnación, convirtiéndose así en el Primer Sagrario y Custodia viviente del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. A imitación de la Virgen, todos los cristianos debemos adorar a Jesús Eucaristía, Presente en Persona con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Hostia consagrada.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El porqué de los pedidos de María Rosa Mística




Para apreciar el significado de los mensajes de María Rosa Mística, tenemos que tener en cuenta, antes que nada, el nombre que se le aplica a María, precisamente el de “Rosa Mística”. Además de significar la pureza y el martirio, el nombre de “Rosa” se le aplica a la Virgen, para significar su pureza y la fragancia de su gracia.
         Si la rosa en cuanto flor se destaca entre las flores por su hermosura, por su fragancia, por su pureza, María es la Rosa por excelencia, porque Ella se destaca entre todas las creaturas, entre todos los ángeles y santos, con una distancia más grande que la que hay entre la tierra y el cielo, porque Dios no puede crear una creatura más hermosa que María, ni más pura que Ella, ni más Llena de gracia que Ella, y por lo tanto, no puede crear nadie que exhale el perfume exquisito de la gracia del Espíritu Santo, como Ella.
         En lo que respecta al nombre de “Mística”, se llama así a la Madre de Dios porque, a diferencia de las rosas terrenas, que luego de unas pocas horas comienzan a marchitarse, perdiendo su perfume y su color, volviéndose mustias y secas, María Rosa Mïstica no se marchita jamás, porque Ella es Inmaculada y Virgen antes, durante y después del parto virginal de su Hijo Jesús, y permanece inhabitada por el Espíritu Santo, como desde el día de su Concepción Inmaculada, sin la menor disminución de su santidad excelsa. María es Rosa “Mística” porque es la Flor de los cielos, que inunda con su perfume exquisito el Paraíso Celestial, llenando de admiración y de contento a Dios Trino, a los ángeles y a los santos, que no dejan de cantar himnos de alabanzas y de acción de gracias a Dios por haber creado a una creatura tan hermosa y pura. También hay que decir que Cristo mismo recibe el nombre de Rosa, según algunos Padres de la Iglesia: para Tertuliano y San Ambrosio, la raíz representa la genealogía de David; el brote es María y la flor, rosa, es Cristo. 
Y esto es así porque si la Virgen es el brote de la genealogía de David, porque está Llena del Espíritu Santo, porque es Inmaculada, y porque es la Plena de gracia, su Hijo, Cristo, que nace de María Virgen, es la Flor del Brote, porque Él es el Dador del Espíritu Santo, junto a Dios Padre, Él es Inmaculado, porque es Dios Tres veces Santo, y es la Gracia misma Increada.
Por otra parte, si hacemos una comparación con las rosas terrenas, esto nos ayudará a resaltar todavía más la condición de María como Rosa Mística, y el sentido de sus pedidos en sus apariciones a Pierina Gilli. Podemos decir que las rosas terrenas son una representación de las almas de los hombres: cuando están fragantes, lozanas, frescas, y exhalan perfume agradable, puede decirse que son las almas en gracia, siendo la gracia la causa de su perfume y frescura. Pero es de experiencia cotidiana que las rosas terrenas, luego de un breve tiempo, comienzan a perder toda su frescura y perfume, y se vuelven secas y mustias: son las almas que han caído en pecado, sobre todo el pecado mortal, porque ya no viven en gracia, y han perdido por lo tanto toda participación en la vida divina, que era la causa de su hermosura y de su pureza.        
Cuando vemos el mundo actual, en el que todo lo que hace el hombre es contrario a la Ley de Dios, expresada en la Naturaleza; cuando vemos que se exaltan los vicios contra-natura, no sólo como si no fueran cosas contrarias a la Ley divina, sino como si fueran derechos humanos y por lo tanto exigencias que pertenecen al hombre mismo; cuando vemos que se exalta toda clase de impurezas, ya desde la más  temprana edad, enseñando a niños de jardín de infantes que el matrimonio no es sólo entre varón y mujer, sino que se da ese título a cualquier combinación posible; cuando vemos que los jóvenes han profanado sus cuerpos con relaciones pre-matrimoniales; con drogas, con alcohol, con música cumbia y rock, indignas de la condición humana; cuando vemos que en vez de rendir culto al Dios del sagrario, cientos de millones de católicos se vuelcan al ocultismo, al esoterismo y al satanismo; cuando vemos que entre los niños se conoce y se ama más a un ídolo inerte y mudo, el fútbol –y, dentro de él, todas las “estrellas” futbolísticas, como Messi y compañía-; cuando vemos que millones de niños y jóvenes desaparecen de la Iglesia apenas recibidos los sacramentos; cuando vemos que los así llamados “cristianos” se diferencian de los paganos fuera de la Iglesia sólo porque el Domingo –algunos, los menos- van a Misa, nos damos cuenta de cómo todo el mundo se ha convertido en un inmenso jardín arrasado, en donde las flores de Dios, las almas de los hombres, se han marchitado, se han secado, han comenzado su proceso de descomposición.
Es aquí entonces en donde entendemos los pedidos de María Rosa Mística, sobre todo en su primera aparición, en la primavera del año 1947, cuando se aparece con su rostro triste, vestida con una túnica morada, con su cabeza cubierta con un velo blanco, y con su pecho atravesado por tres espadas, y dice sólo tres palabras: “Oración, penitencia, reparación”.
Oración por la conversión propia y de los pecadores más empedernidos; penitencia para expiar por el mundo que exalta los sentidos y ensalza el error, en detrimento del silencio, de la contemplación, de la pureza y de la Verdad revelada, Jesucristo, y reparación, por quienes “no creen, ni esperan, ni adoran, ni aman” a Jesús en la Eucaristía.

martes, 13 de noviembre de 2012

María Rosa Mística se mostró apesadumbrada por las almas que se pierden



         ¿Qué implica la devoción a María Rosa Mística? La pregunta es necesaria, debido a que entre los mismos católicos y, todavía más, entre los mismos devotos de María Rosa Mística, no se tiene bien en claro en qué consiste la devoción. Existe entre los católicos algo así como una nube oscura, muy densa, que impide llegar al fondo de la devoción a la Virgen, ya que se piensa que la devoción es cuestión de hacer acto de presencia una vez al mes, rezar en la procesión, integrar una cofradía. Estos son solo los aspectos exteriores de la devoción, y no su esencia.
         Para saber en qué consiste ser devotos de María Rosa Mística, hay que conocer los mensajes de la Virgen, sobre todo los referidos a los significados de sus tres rosas, blanca, roja y dorada, en donde se revela lo esencial de la devoción: penitencia, oración, sacrificio.
         Pero también en otras apariciones a la misma vidente, la Virgen da el contenido de la devoción, y hace saber en qué consiste ser devotos suyos.
Por ejemplo, en la aparición y mensaje del 17 de enero de 1971, en donde la Virgen le dice a Pierina Gilli: “Reza, reza, reza hija y haz rezar; ¡tantos hijos míos viven en las tinieblas! No se quiere más al Señor, Nuestro Dios.
         ¡Oh, en qué lucha se encuentra la Iglesia de mi Divino Hijo! Por eso yo extiendo el manto de Mi amor sobre la humanidad, porque hay urgencia de oración de amor, y de oración de expiación. La humanidad corre hacia su gran ruina… ¡cuántas almas perdidas! Pobre Iglesia de mi Divino Hijo Jesucristo…
         ¡Rezad, oh hijos, y haced penitencia!... Éste es mi apesadumbrado pedido, la advertencia de la Madre del Señor.
         Hija mía, este es el tiempo en que se necesita unirse en oración y en amor alrededor del Señor. Él está abandonado y ultrajado por muchos hijos suyos. Nosotros queremos almas fieles y vigorosas prontas a testimoniar y a demostrar que mi Divino Hijo se ha inmolado en la Cruz, y a hacer que todo el mundo comprenda cuánto y cómo está lleno de amor y de misericordia el Corazón de Jesús.
         Yo he venido para hablar del amor que se debe al Señor, para llamar a las almas a este amor a Dios, y hacia el prójimo. Este es mi llamado, este es el mensaje de la Madre del Señor”.
         La Virgen pide oración: “reza y haz rezar”; la necesidad es urgente; el motivo es la perdición de muchas almas; se muestra “apesadumbrada”, y así es como hace la “advertencia”.
         ¿Por qué la Virgen está apesadumbrada?
         Sólo basta mirar a nuestro alrededor: aborto, eutanasia, guerras, drogadicción, aumento del satanismo y de la brujería a escala planetaria, inmoralidad que inunda la televisión y la red; elevación de la perversión moral a rango de derecho humano; alquiler de vientres, fecundación in vitro, destrucción de la familia tradicional y llamar “familia” a cualquier combinación posible; la proliferación de la música cumbia, música rock satánica, como Lady Gaga, que es celebrada públicamente, y seguida por millones de “fans”; el consumo desenfrenado de alcohol, de drogas y pornografía entre los jóvenes, sobre todo los cristianos..., y así con infinidades de hechos y situaciones de la sociedad moderna, que indican claramente que el hombre ha elegido un camino opuesto al que le conduce a la cima del Monte Calvario.
         ¿Por qué la Virgen dice que su Hijo está “abandonado y ultrajado” por muchos hijos suyos?
         Porque la gran mayoría de los bautizados prefiere, antes que la Misa dominical, asistir a espectáculos deportivos, principalmente el fútbol, que se convierten de esta manera en ídolos mudos, sordos y ciegos, que reemplazan al Dios verdadero; los católicos, vergonzosamente, han reemplazado al Dios del Sagrario, Cristo Jesús, por un programa de televisión deportivo, por un estadio, por una pelota de cuero. Cuando se piensa en el infinito Amor de Dios Padre, que en cada misa renueva el don de su Amor, su Hijo Jesús en la Eucaristía, para que Él a su vez done el Espíritu Santo a quien lo reciba en la Eucaristía, es ahí cuando se comprende el porqué del pesar de la Virgen, y se vislumbra la magnitud del ultraje que se hace a Jesús Eucaristía. Cuando se piensa, además, que la gran mayoría de los que sí asisten a Misa, y comulgan, no son capaces de vivir la caridad cristiana y el espíritu de las Bienaventuranzas, dadas por Jesús en el Sermón de la Montaña, espíritu que se basa principalmente en el amor de caridad a Dios y al prójimo, y viven por lo tanto en la discordia, en la mentira, en el engaño, en la violencia, en la trampa, en la pereza, en el adulterio, en la fornicación, en el rechazo práctica de los Mandamientos de Dios, es ahí en donde puede comprenderse, al menos mínimamente, el pesar y la amargura de la Virgen, y se puede dimensionar el grado de abandono y ultraje que Jesús recibe de parte de los suyos, no tanto de los ateos o paganos, en el sagrario.
         Jesús es abandonado y ultrajado, cada vez que se prefiere el mundo a Él; Jesús es abandonado y ultrajado, cada vez que un cristiano decide, libremente, por propia elección, y poniendo en juego toda su libertad, cumplir los mandamientos de Satanás y no los mandamientos suyos; Jesús es abandonado y ultrajado cada vez que un bautizado abandona la Iglesia para entrar en una secta, o entra en la Iglesia para comportarse con sus hermanos de religión como un sectario; Jesús es abandonado y ultrajado, cada vez que un cristiano elige la televisión en vez de la oración y la adoración eucarística. Todo esto es lo que explica el pesar y el lamento de María Rosa Mística, porque semejante actitud de los cristianos, los conduce, como la misma Virgen lo dice, a "la ruina" espiritual, que es la condenación eterna. No en vano la Virgen se lamenta por las almas que se pierden: "¡Cuántas almas perdidas!", y esas almas son de cristianos: "¡Pobre Iglesia de mi Hijo!".
         Para reparar por tantos ultrajes y abandonos, y para apaciguar a la Justicia Divina que quiere hacerse paso, es que la Virgen pide oración, principalmente el Rosario, sacrificio y penitencia.
         

lunes, 17 de septiembre de 2012

El significado de la rosa dorada de María Rosa Mística



Como vimos anteriormente (al explicar los significados de las rosas roja y blanca), es la Virgen misma quien explica a Pierina lo que la rosa dorada significa: “penitencia”. Debido a que en nuestro mundo contemporáneo, materialista, la palabra “penitencia” tiene un sentido negativo muy fuerte, y para entender qué es lo que la Virgen pide, hay que considerar antes, brevemente, en qué consiste lo que el cristianismo llama “ascesis”, puesto que la penitencia está dentro de esta. En el mundo pagano, eran los ejercicios físicos con los que se entrenaban los atletas y los soldados –si no están bien entrenados, no pueden ganar competencias y batallas, respectivamente-, y en la filosofía, significan los desprendimientos necesarios para alcanzar la virtud –el que quiere alcanzar la virtud de la generosidad, debe combatir su egoísmo, por ejemplo-; en el cristianismo, significa un aspecto de la vida cristiana que busca hacer participar al cuerpo, material por sí mismo, por medio de las privaciones, de la vida espiritual del alma.
Esta penitencia es muy importante, tan importante, que el mismo Jesucristo la recomienda en los evangelios, pero para que sea un factor importante de crecimiento espiritual, la penitencia tiene que estar informada y precedida por la caridad, es decir, debe estar motivada por el amor sobrenatural a Dios y al prójimo. En otras palabras, si las prácticas de penitencia no están motivadas por el deseo de unirse en el amor divino a Cristo Jesús, entonces la ascesis se malinterpreta, ya que se la toma como una medida de disciplinamiento del cuerpo, y así pierde toda su esencia evangélica, su importancia y su efectividad para la vida espiritual. En nuestra época moderna, la ascesis ha tomado un aspecto negativo, como de mera privación por un sentimiento de piedad, como se lee en la definición de un diccionario: “Conjunto de ejercicios físicos y morales que tienden a la liberación del espíritu por medio del desprecio del cuerpo”. Del asceta dice: “Persona que... se impone por piedad ejercicios de penitencia, privaciones, mortificaciones”.
Sin embargo, no es así para el cristiano: el significado principal es el de la práctica de penitencia para luchar contra los defectos y adquirir las virtudes, como modo de hacer participar al cuerpo de la vida espiritual, motivado por el Amor sobrenatural a Cristo Jesús. En otras palabras, es una “oración con el cuerpo”, la cual, al igual que la oración del corazón, tiene que estar motivada por el amor.
El mismo Jesús en Persona, en el Sermón de la Montaña, aconseja la ascesis, bajo la forma de ayuno, en relación con la limosna y la oración, dándole al mismo tiempo su verdadero alcance y significado. Así, para que sea auténtico, el ayuno debe ser practicado, no como un precepto exterior que los hombres pueden ver y alabar, sino para complacer al Padre que ve en lo escondido, sin dejar de lado esa nota de alegría y de discreción que indica la recomendación de perfumarse la cabeza y lavarse la cara. El verdadero ayuno recibe, por tanto, su valor al nivel del corazón, en relación con la oración dirigida al Padre (Mt 6, 16-18).
Jesús no solo predicó la ascesis, sino que Él la practicó, al inicio de su misión apostólica, ayunando por cuarenta días en el desierto. Aquí se ve otro aspecto de la penitencia o ascesis, y es el de la lucha contra el demonio, que busca tentar con aquello que contraría la penitencia: al ayuno, le opone la tentación de convertir las piedras en pan. Precisamente, en la respuesta de Jesús a esta tentación, está el verdadero sentido del ayuno cristiano: tiene sentido en cuanto que la privación del alimento corporal permite que el alma no gaste energías en la metabolización y digestión de un alimento material, para dedicar todos sus esfuerzos a escuchar la Palabra de Dios, único alimento capaz de calmar, con sobreabundancia, el hambre espiritual, y en reconocer a Cristo Jesús como Dios Hijo, que nos revela esta Palabra, al ser Él la Palabra Encarnada.
Se ve el verdadero sentido del ayuno cristiano, y su relación directa con Cristo, cuando Él le contesta a los fariseos, que se escandalizan porque los discípulos no hacen ayuno: “¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán” (Mt 9, 15).  Jesús les dice que no ayunan porque están con Él; cuando Él sea crucificado y muerto, se quedarán sin el Esposo, y entonces sí ayunarán: se ve claramente que es la relación de fe y de amor con Jesús, como “el esposo”, lo que determina el sentido y la práctica del ayuno para sus discípulos. El ayuno adquiere todo su verdadero y pleno sentido en virtud de su vínculo con la persona de Cristo, vínculo de fe y de amor: queda asociada al misterio de la Pasión y de la Resurrección, misterio a su vez al que estamos unidos por la fe y el bautismo. Este es el sentido, por ejemplo del ayuno cuaresmal establecido por la Iglesia.
El ayuno, o la penitencia, no tienen entonces valor si se los toma como una obligación impuesta, como una obra religiosa que el hombre puede hacer valer por sí mismo ante Dios o ante los hombres; su práctica tiene sentido en la vida nueva que engendra la fe en Jesús. Es una participación en el combate decisivo contra el mal, que Cristo ha llevado a cabo victoriosamente durante su Pasión y que continúa tanto en su Iglesia como en la vida de los discípulos.
La ascesis es muy importante en la primera etapa de la vida espiritual, entre los principiantes, cuya principal preocupación es el combate contra los pecados y los defectos -aunque los más “perfectos” conocen las mayores pruebas, como muestra el ejemplo de san Pablo y del mismo Señor en su Pasión-: es indispensable para desprendernos del influjo de los instintos y de las pasiones, que corren el riesgo de someternos, como el apego a la comida, a la bebida, la atracción del sexo y de los placeres.
Es el medio necesario para obtener el dominio de la sensibilidad y conseguir la libertad interior o libertad de cualidad.  Lo importante es comprender que estos desprendimientos allanan el progreso espiritual y están al servicio del amor verdadero; en efecto, ¿cómo vamos a adquirir la virtud de la fortaleza, por ejemplo, si no nos ejercitamos regularmente en ella luchando contra la pereza, aceptando las dificultades y las pruebas, renunciando a seguir la pendiente de la facilidad y de la comodidad?
Hay dos tipos de ascesis: pasiva, llamada “paciencia” o “constancia”, que consiste en la aceptación de las privaciones y las pruebas que nos sobrevienen con independencia de nuestra voluntad, como la pobreza, la enfermedad, los fracasos, el sufrimiento en general; la otra, llamada activa, que son los ayunos, las vigilias, las fatigas (2 Co 6, 5), como también las penitencias, los sacrificios, las mortificaciones de toda clase que podamos imponernos.
Para el cristiano, la ascesis es asimismo una respuesta a la llamada del Espíritu Santo, una colaboración humilde y libre en su obra de purificación y de santificación.
Sirve para conformar nuestra sensibilidad y hasta nuestro cuerpo al amor de Cristo, a su serenidad y a su fuerza, y así quedan comprendidos en la ascesis el esfuerzo y la pena que reclama el trabajo, ya sea corporal, intelectual o apostólico, ya que todas nuestras tareas incluyen su parte de ascesis, si queremos hacerlas lo mejor que podamos.
La ascesis, como la virtud, sigue normalmente la medida de la razón; aunque puede suceder que la intervención del Espíritu modifique este criterio. Esto es lo que enseña santo Tomás, analizando la vida de los santos, en quienes es el Espíritu quien inspira dones que van más de los desprendimientos requeridos por las virtudes morales.
La virtud nos inculca, por ejemplo, un uso moderado de los bienes de que disponemos, siguiendo nuestras necesidades, evitando el apego del corazón que engendra la esclavitud. A esto no se puede llegar sin una parte de renuncia. Mas el don del Espíritu nos lleva mucho más lejos. En lo que toca a la primera bienaventuranza, puede inspirarnos tal amor a la pobreza que suprima del corazón toda atadura a los bienes materiales y hacer que los tengamos en nada. Eso es lo que muestra el ejemplo de san Francisco, santo Domingo y tantos otros, que se prendaron de la pobreza a causa del Evangelio.
La práctica de la pobreza, especialmente en comunidad, variará también según las vocaciones, pues es distinta la pobreza que conviene a una comunidad contemplativa, apostólica, enseñante u hospitalaria, o a los laicos.
La misma diferencia en la medida encontraremos en el campo de la afectividad, en el dominio de las pasiones y los deseos, de los temores y los miedos. Según santo Tomás, la bienaventuranza de los mansos nos enseña la fortaleza, que modera nuestros sentimientos ante las dificultades y los sufrimientos, según la medida de la razón; mas el don de fortaleza puede conferirnos una asombrosa tranquilidad de corazón y una seguridad plena en medio de los más graves peligros y tormentos, como en el caso de los mártires.
La ascesis cristiana es un camino hacia la libertad espiritual que pertenece al amor. Como tal, constituye una contestación radical respecto al mundo en que vivimos, en la medida en que está conducido por el deseo de poseer, de gozar y de dominar, por la atracción del dinero, del sexo y del poder, y se deja deslumbrar por la tentación de una libertad sin trabas ni medida. El compromiso con la pobreza, la castidad y la obediencia ataca directamente estos deseos; pero traslada el debate al corazón del hombre para sustituir en él la voluntad de poder, que es una voluntad de ser «como dioses», según la expresión del Génesis, por una voluntad de amor que nos llega a través del humilde y alegre reconocimiento de Dios como nuestro Dios, especialmente a través de la acogida de su misericordia en el perdón ofrecido en Jesucristo.
La contestación de este mundo por la ascesis cristiana posiblemente sea la única verdaderamente realista, porque se atreve a ir hasta el fondo de los problemas, hasta sus raíces ocultas en el corazón de cada hombre. Es como una rebelión de amor contra el sometimiento a las pasiones y a las codicias que se extienden en el mundo bajo la tapadera de la libertad, con las injusticias que de ello se siguen. Proclama también a su manera, sin hacer demasiado ruido, más a través del comportamiento que de las palabras, que existe otro tipo de libertad, puro don del Espíritu: la libertad de amar como Dios nos ama en Jesucristo, a pesar de nuestras faltas y nuestras debilidades.
En síntesis, en el significado espiritual de María Rosa Mística, tenemos que tener en cuenta lo siguiente: María Santísima se aparece primero vestida con una túnica de color morado, símbolo de duelo, de dolor, y con tres espadas clavadas en su pecho, símbolos de los pecados de los hombres, pero sobre todo de los sacerdotes y de aquellos que han entrado en la vida consagrada; en la segunda aparición, está vestida con una túnica blanca, y en el lugar de las espadas, hay tres rosas, roja, blanca y dorada o amarilla, que significan la oración, la reparación y la penitencia de los laicos y de los consagrados, para mitigar la ira divina justamente desencadenada por el rechazo de su Amor, revelado en Cristo Jesús.
Cada cristiano, con sus actos, puede atravesar el Corazón Inmaculado de María Santísima con una espada, o bien puede colocarle una rosa sobre su pecho, en señal de filial amor.
Oración a María Rosa Mística
María, Rosa Mística,
Tú que nos mostraste
El dolor de tu Corazón
Simbolizado en las tres espadas
Que lo atravesaban,
Te rogamos
Que intercedas por nosotros,
Para que Jesús nos conceda
Un espíritu de oración,
De reparación y de penitencia,
Para que así,
En vez de espadas
clavadas en tu Corazón,
Coloquemos rosas rojas, blancas y amarillas,
En prenda de nuestro amor por ti
Y por Jesús. Amén.

martes, 12 de julio de 2011

El significado de la rosa roja de María Rosa Mística


La rosa roja significa el espíritu de reparación y sacrificio. De esto surgen dos preguntas para el cristiano: ¿qué es lo que se debe reparar? Y la otra: ¿cómo hacer sacrificio? La respuesta la encontramos en la Pasión del Señor, descripta por la Venerable Luisa Piccarreta en “Las Horas de la Pasión”.

Para saber qué debemos reparar, aquí lo que nos dice Jesús a través de Luisa Piccarreta:

“Despreciado Jesús mío, el corazón se me hace pedazos al ver que mientras que los judíos se ocupan de ti para hacerte morir, Tú, concentrado en ti mismo, piensas en dar la vida por todos la Vida... Y poniendo yo atención en mis oídos, te oigo que dices:

"Padre Santo, mira a tu hijo vestido de loco... Esto te repare por la locura de tantas criaturas caídas en el pecado. Esta vestidura blanca sea en tu presencia como la disculpa por tantas almas que se visten con la lúgubre vestidura de la culpa... ¿Ves, oh Padre, el odio, el furor, la rabia que tienen contra Mí, que les hace perder casi la luz de la razón? ¿Ves la sed que tienen de mi sangre? Pues Yo quiero repararte por todos los odios, las venganzas, las iras, los homicidios, e impetrar para todos la luz de la razón. Mírame de nuevo, Padre mío. ¿Puede haber un insulto mayor? Me han pospuesto al gran malhechor... Y yo quiero repararte por las posposiciones que se hacen... ¡Ah, todo el mundo está lleno de estas posposiciones! Hay quien nos pospone a un vil interés; quien, a los honores; quien, a las vanidades; quien, a los placeres, a los apegos, a las dignidades, a comilonas y embriagueces y hasta al mismo pecado; y todas las criaturas por unanimidad e incluso hasta en la más pequeña cosa, nos posponen... Y Yo estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto a Barrabás para reparar por las posposiciones que nos hacen las criaturas."

Jesús es pospuesto a Barrabás por el pueblo deicida: el Santo de los santos, el Dios Tres veces Santo, el Dios todo Amor, Pureza y Perfección, es pospuesto por un criminal, un asesino, un ladrón, que ni siquiera da signos de arrepentimiento. El Pueblo Elegido elige a un ídolo del mal, antes que al Dios de Bondad infinita.

Es la imagen de los católicos idólatras, que dejando a un lado al Dios de los sagrarios, a Jesús Sacramentado, se inclinan a los ídolos como el Gauchito Gil, San La muerte o la Difunta Correa, pero también representan a aquellos católicos, como lo dice el mismo Señor, que en vez de llenar sus corazones con el Amor de Dios, lo llenan con el odio, el rencor, la venganza; representa a quienes, en vez de llenar sus almas con la humildad de Cristo y de María, aprovechando la humillación o buscando la auto-humillación, se inflan con deseos de vanagloria, de honores mundanos, conseguidos al precio de sus almas; representan a los cristianos que, en vez de vivir en la sobriedad y en el decoro, tratando de imitar la pobreza evangélica de Jesucristo, se arrastran por los placeres y dignidades mundanas, y llenan sus vientres con comilonas y embriagueces.

El cristiano, viendo la ofensa y el ultraje inenarrable que recibe Jesús al ser pospuesto a un criminal, y al ver cómo la Eucaristía es pospuesta por los placeres y atractivos del mundo, y cómo la adoración eucarística es reemplazada por la adoración idolátrica a ídolos demoníacos, debe reparar por todo esto, por medio de la oración y de la adoración eucarística reparadora.

Luego a Jesús, habiendo sido condenado injustamente a ser flagelado, por el inicuo y cobarde juez Poncio Pilato, le son quitadas sus vestiduras:

“Despojado Jesús mío, permíteme que me desahogue, pues de lo contrario no podré continuar viéndote sufrir tanto... ¿Cómo? Tú, que vistes a todas las cosas creadas, al sol de la luz, al cielo de estrellas, a las plantas de hojas y de flores y a los pajarillos de plumas... Tú, ¿desnudo? ¡Qué osadía, qué atrevimiento!

Pero mi amantísimo Jesús, con la luz que irradia de sus ojos, me dice: "Calla, oh hija. Era necesario que Yo fuese desnudado para reparar por tantos que se despojan de todo pudor, de candor y de inocencia; que se desnudan de todo bien y virtud y de mi Gracia, y se visten de toda brutalidad, viviendo a la manera de las bestias. En mi virginal confusión quise reparar por tantas deshonestidades y lascivias y placeres bestiales... Pero sigue atenta a todo lo que hago, ora y repara conmigo y... cálmate".

Despojado Jesús, tu amor pasa de exceso en exceso. Veo que los verdugos toman los flagelos y te azotan sin piedad, tanto, que todo tu santísimo cuerpo queda lívido; y con tanta ferocidad y furor te golpean que están ya cansados, pero otros dos verdugos los sustituyen... toman otros flagelos y te azotan tanto que en seguida comienza a chorrear sangre de tu santísimo cuerpo a torrentes... y lo continúan golpeando todo, abriendo surcos... haciéndolo todo una llaga. Pero aún no les basta, otros dos continúan, y con nuevos flagelos más agudos y pesados prosiguen la dolorosa carnicería. A los primeros golpes esas carnes llagadas se desgarran y a pedazos caen por tierra; los huesos quedan al descubierto y la sangre chorrea y cae al suelo formando un verdadero lago en torno a la columna...”.

Hoy en día la inmoralidad es tomada como virtud y como un derecho humano, y de ese modo, se profanan una y mil veces los cuerpos de los hombres, llamados a ser “templos del Espíritu Santo”, según San Pablo. La crudelísima flagelación que sufre Jesús se debe a los innumerables pecados contra la carne que en todo el mundo y a toda hora se cometen. Todavía más, como si no fuera suficiente la ola nauseabunda que viene de los adultos, se quiere incorporar a esta náusea a la niñez, y para ello se les enseña, desde muy pequeños, que el cuerpo puede ser transformado las veces que se quiera, y puede ser profanado como se quiera y cuando se quiera.

Si el cuerpo es templo del Espíritu Santo, al profanar el cuerpo, se profana a la Persona del Espíritu Santo que ha tomado posesión de él desde el bautismo, y esta sacrílega profanación es la que Jesús repara con la flagelación. Al ser flagelado, Jesús repara por los pecados de lujuria y de lascivia, cometidos por quienes olvidan que sus cuerpos han sido consagrados

El cristiano debe estar muy atento a no sumarse a la multitud de aquellos que golpean sin saña a Nuestro Señor, aquellos que tomando a burla la condición de templo de Dios que ha adquirido el cuerpo por el bautismo, lo profanan una y mil veces, todos los días.

Para saber hasta dónde debe llegar nuestro sacrificio, el alma debe contemplar el estado en el que queda Jesús, como consecuencia de su sacrificio de amor: “Jesús, flagelado amor mío, mientras te encuentras bajo esta tempestad de golpes me abrazo a tus pies para poder tomar parte en tus penas y quedar toda cubierta con tu preciosísima Sangre. Y cada golpe que recibes es una nueva herida para mi corazón, y mucho más, pues poniendo atención en mis oídos, percibo tus ahogados gemidos, los cuales no se escuchan bien porque la tempestad de golpes ensordece el ambiente, y en esos gemidos oigo que dices: "Vosotros, todos los que me amáis, venid a aprender del heroísmo del verdadero amor; venid a saciar en mi sangre la sed de vuestras pasiones, la sed de tantas ambiciones, de tantos deseos de placeres... de tanta sensualidad. En esta sangre mía hallaréis el remedio para todos vuestros males."

Y con tus gemidos continúas: "Mírame, oh Padre, hecho todo una llaga bajo esta tempestad de golpes, pero no me basta, pues quiero formar en mi cuerpo tantas llagas que en el Cielo de mi Humanidad sean suficientes moradas para todas las almas, de modo que conforme en Mí mismo su salvación, para hacerlos pasar luego al Cielo de la Divinidad... Padre mío, cada golpe de flagelo repare ante ti, una por una, cada especie de pecado, y al golpearme a Mí, sean excusa para quienes los cometen... Que estos golpes golpeen los corazones de las criaturas y les hablen de mi amor por ellas, tanto que las forcen a rendirse a Mí".

Viendo el sacrificio de Jesús, el cristiano debe ofrecer él mismo sacrificios diarios: debe hacer mortificación, ayunos, penitencias, para reparar por todos los ultrajes que recibe Jesús en su Cuerpo y en su Presencia Eucarística.

lunes, 11 de julio de 2011

El significado de la Rosa blanca de María Rosa Mística



¿Qué significan las tres rosas de María Rosa Mística? Para descubrirlo, veamos un poco la historia de las apariciones.
La vidente Pierina Guilli relata así la primera aparición de la Virgen: se le apareció una hermosísima señora que vestía túnica morada y cubría su cabeza con un velo blanco, tenía el pecho atravesado por tres espadas, su rostro estaba triste. Le corrían lágrimas hasta el suelo. Sus dulces labios se abrían para decir: "Oración, Penitencia, reparación", y luego guardó silencio.
En la segunda aparición, el 13 de julio de 1947, la Virgen vestía de blanco y en lugar de las tres espadas, llevaba en su pecho tres rosas: blanca, roja y dorada. Pierina le preguntó: "Por favor, dígame quien es usted". Con una sonrisa la señora le contestó: "Soy la Madre de Jesús y madre de todos vosotros". Después de una pausa prosiguió: "Nuestro Señor me envió para implantar una nueva devoción Mariana en todos los institutos así masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas. Deseo que el día 13 de cada mes se me consagre como día Mariano y los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales." Su rostro se iluminó con una inexplicable alegría y continuó: "En ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me hubiesen honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de Rosa Mística".
Luego le explicó a Pierina el significado de las tres espadas:
1- La primera espada, significa la pérdida culpable de la vocación sacerdotal o religiosa.
2- La segunda espada, la vida en pecado mortal de personas consagradas a Dios.
3- La tercera espada, la traición de aquellas personas que al abandonar su vocación sacerdotal o religiosa, pierden también la fe y se convierten en enemigos de la iglesia.
El significado de las rosas.
La rosa blanca simboliza el espíritu de oración.
La rosa roja, el espíritu de sacrificio (para reparar).
La rosa dorada o amarilla, el espíritu de penitencia.
La Rosa blanca significa entonces oración. ¿Por qué nos pide oración la Virgen en Montichiari (Monte luminoso)? Ella misma lo dice: "Mi divino Hijo, cansado por las incesantes ofensas, quiso descargar su justicia, pero me interpuse como mediadora entre El y los hombres, intercediendo especialmente por las almas consagradas".
En la Cuarta aparición, el 16 de noviembre de 1947, profundiza más el motivo del pedido de oración: "Mi divino Hijo Jesús y Señor Nuestro esta hastiado de las muchas y graves ofensas que se le infieren por tantos pecados contra la santa pureza. Le provoca desatar un diluvio de castigos..., pero mi intercesión se ha interpuesto para que tenga compasión una vez mas, por eso pido en desagravio oración y penitencia. Suplico íntimamente a los sacerdotes que amonesten a los hombres para que no sigan en la liviandad. Yo regalaré mi gracia a quienes ayuden a expiar esos delitos”. ¿Se nos perdonará entonces? preguntó la vidente. La Rosa Mística contestó: "Sí, en cuanto se les deje de cometer". Y con estas palabras se alejó.
La Rosa blanca significa oración en desagravio de los pecados de impureza que se cometen día a día por personas consagradas, tanto sacerdotes, como laicos, pues ambos están consagrados a Dios, aunque de modo distinto.
¿Por qué el enojo de Jesús por los pecados de impureza? Para tratar de entender un poco, recordemos las palabras de San Pablo: “El cuerpo es templo del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19). Por la gracia recibida en el bautismo, hemos sido convertidos en una nueva creación: si antes éramos sólo seres humanos, criaturas de Dios, ahora somos hijos adoptivos de Dios y templos del Espíritu Santo. Así como un templo material es consagrado al Espíritu Santo, así nuestros cuerpos han sido consagrados al Espíritu Santo, y si un templo material, consagrado y dedicado al Espíritu Santo, no puede ser usado para otros fines –comercio, venta, esparcimiento, etc.- que no sea el de honrar al Espíritu de Dios, así tampoco el cuerpo del cristiano puede ser usado para otro fin que no sea el de honrar a Dios.
Para darnos una idea de qué significa esto, tomemos la imagen de algo que conocemos, un templo material, como el que asistimos a Misa todos los días. Un templo, para ser digno de Dios, debe estar siempre limpio, bien iluminado, perfumado, adornado con flores, ya que la presencia de las imágenes sagradas, pero sobre todo la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, en el Sagrario, así lo reclama.
¿Qué sucedería si un sacerdote, o un fiel laico, hicieran entrar en el templo de Dios, a una gran cantidad de animales de todo tipo –caballos, gallinas, patos, ovejas, perros, gatos, etc.-, y los dejara encerrados en él durante mucho tiempo? Los animales, obviamente, harían sus necesidades fisiológicas, dejando todo inmundo y sucio, además de estar peleando continuamente. Esto constituiría una gravísima afrenta contra los santos, representados en las imágenes, pero sobre todo y principalmente, contra Jesucristo, Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar, y el responsable de tal acción, sea sacerdote o laico, incurriría en un pecado mortal, y se haría reo de la justicia divina.
Esto mismo, y todavía muchísimo peor, es lo que sucede cuando el cristiano, cuyo cuerpo es templo del Espíritu Santo, comete impurezas, aún sólo de vista. Pero la impureza no se refiere sólo al aspecto ligado con la reproducción: la impureza es también del espíritu, cuando el alma acepta el mal, en cualquiera de sus formas: robo, engaño, violencia, adoración a los ídolos, como el dinero, el poder, el placer, el tener, la ambición codiciosa de bienes materiales inútiles. Todo esto vuelve al alma impura, así como los pecados ligados a la reproducción vuelven al cuerpo impuro.
Esto quiere decir que también cuando el cristiano comete otros delitos, como la violencia, la discordia, el enojo, la impaciencia; o cuando usa su cuerpo para decir una mentira, una calumnia, una difamación contra su prójimo –usa su cuerpo porque debe usar el cerebro y la lengua para emitir la palabra dirigida contra su hermano-, o cuando usa su cuerpo para ejercer alguna violencia sobre el otro; o cuando usa su cuerpo, sus pies y sus manos, para cometer cualquier otro delito, está profanando su cuerpo, y en él, profana al Espíritu Santo, dueño de ese templo. Todas estas son profanaciones contra el Espíritu Santo, porque son todos usos pecaminosos del cuerpo, que debería ser usado para glorificar a Dios. El cuerpo humano ha sido adquirido por Jesucristo al precio de su Sangre y de su Vida, para que sea propiedad del Espíritu Santo, y no para cometer delitos e impurezas corporales y espirituales de todo tipo.
Porque pertenece al Espíritu Santo, todo el cuerpo debe glorificar a Dios: el cerebro, con pensamientos santos y puros, como los de Jesucristo o los de la Virgen; los ojos corporales, para evitar lo malo y ver sólo las cosas santas y puras; la boca y la lengua, para hablar de amistad fraterna con el prójimo, y emitir cantos de alabanza a Dios; la nariz, los oídos, el tacto, los sentidos todos, deberían solo oler, oír y sentir las cosas santas; los pies, deberían trasladar al resto del cuerpo sólo para visitar enfermos, para ayudar al más necesitado, para acudir a Misa, para ir a rezar, y nunca para ejecutar el mal.
De esto se sigue que el devoto de María Rosa Mística, no puede ni siquiera ver los innumerables programas televisivos inmorales, en donde la profanación de los cuerpos es escandalosa y sin límites, aunque también debe evitar cualquier uso pecaminoso del cuerpo, cuidando bien los pensamientos dirigidos contra el prójimo, porque eso ya es usar el cuerpo de un modo no santo.
Pero la vida cristiana no consiste principalmente en evitar lo negativo y malo, sino en vivir en plenitud la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, y vivir esta vida implica el uso del cuerpo para cosas santas, como la oración, la cual debe ser continua, perseverante, confiada, devota, humilde.
Éste es el significado de la Rosa blanca de María Rosa Mística.