Por lo general, como católicos, no
vemos la conexión entre el Papa, la Eucaristía y la Virgen y, sin embargo, son
misterios que están estrechamente unidos, y tan unidos, que es imposible hacer
referencia a uno sin nombrar a los otros dos.
Inmaculada Concepción, Infalibilidad
pontificia, Presencia real de Cristo en la Eucaristía, son misterios
sobrenaturales íntimamente ligados entre sí.
¿Cuál es la relación que existe entre
la Virgen, el Papa y Jesús en la Eucaristía? La relación es que María, el Papa
y Jesús en la Eucaristía, se presentan en el misterio de la Misa, unidos por el
Espíritu Santo.
A la Virgen concebida sin mancha, Dios,
al colmarla de la Presencia del Espíritu Santo, Dios la hace brillar como el
Lucero del alba, como el lucero de la mañana, que precede al Sol de gracia
aparecido en carne humana, Jesucristo. María es el Lucero del alba que anuncia
y precede la llegada del Sol divino de Justicia, Jesucristo, que ilumina las
tinieblas del mundo y nos conduce de la noche de esta vida al día de la
eternidad en Dios Trino.
El Papa también, al igual que la
Virgen, está asistido por el Espíritu Santo, y por eso su cátedra brilla con la
luz eterna de la Verdad eterna de Dios, Jesucristo, Verbo encarnado. Por la
infalibilidad pontificia, debida a esta asistencia del Espíritu Santo, el Santo
Padre se comporta, como María, al frente de la Iglesia, como el Lucero del alba
que ilumina un mundo en tinieblas, con la doctrina de Cristo, Hijo de Dios, Luz
de Luz que, viniendo de la eternidad luminosa de Dios, nos conduce y señala el
camino hacia esa eternidad, en la oscuridad de nuestro mundo. El Papa,
iluminando el mundo con la luz de Cristo, se
comporta como María que, en Belén, dio virginalmente a luz al Verbo del
Padre; así, tanto la Virgen como el Santo Padre, iluminan al mundo en tinieblas
con una misma luz, la luz de Cristo, no solo evitando las tinieblas del
paganismo, sino iluminando con la única luz de Dios, Jesús.
Y así como María trajo al mundo al
Verbo de Dios revestido como un niño humano en Belén, así el Papa trae al mundo
al Verbo de Dios, revestido como pan el altar eucarístico, que se convierte así
en un nuevo Belén. Es decir, María, trajo a Jesús revestido de niño humano; el
Papa, trae a Jesús en cada misa, revestido de pan, al Hijo de María, Dios Hijo,
en la Eucaristía. Y María no solo lo trajo en Belén, hace dos mil años, y el
Papa no solo lo trae en su misa privada, sino que María y el Papa, que forman
parte de la Iglesia, traen a Jesús en la Eucaristía en cada misa, por medio del
sacerdocio ministerial.
La misa es entonces como el Lucero del alba, que
anuncia la llegada del Sol de justicia, Jesús, que viene a cada alma que
comulga, no como Niño, como en Belén, sino revestido de pan, oculto bajo
apariencia de pan, por medio del sacerdocio ministerial, que tiene en la unión
con el Papa, Vicario de Cristo, su subsistencia y su razón de ser porque por el
Santo Padre se comunica a los sacerdotes el poder de Cristo. María trajo a
Cristo en Belén, Cristo nombra al Papa su Vicario, el Papa ordena a los
sacerdotes ministros de Cristo, para que estos lo hagan Presente a Cristo en su
Iglesia como Eucaristía.
Esta es la misteriosa relación entre la Virgen María,
el Santo Padre y la Eucaristía.
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