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viernes, 2 de marzo de 2012

Los misterios de la Virgen María (V)




         Por lo general, como católicos, no vemos la conexión entre el Papa, la Eucaristía y la Virgen y, sin embargo, son misterios que están estrechamente unidos, y tan unidos, que es imposible hacer referencia a uno sin nombrar a los otros dos.
         Inmaculada Concepción, Infalibilidad pontificia, Presencia real de Cristo en la Eucaristía, son misterios sobrenaturales íntimamente ligados entre sí.
         ¿Cuál es la relación que existe entre la Virgen, el Papa y Jesús en la Eucaristía? La relación es que María, el Papa y Jesús en la Eucaristía, se presentan en el misterio de la Misa, unidos por el Espíritu Santo.
         A la Virgen concebida sin mancha, Dios, al colmarla de la Presencia del Espíritu Santo, Dios la hace brillar como el Lucero del alba, como el lucero de la mañana, que precede al Sol de gracia aparecido en carne humana, Jesucristo. María es el Lucero del alba que anuncia y precede la llegada del Sol divino de Justicia, Jesucristo, que ilumina las tinieblas del mundo y nos conduce de la noche de esta vida al día de la eternidad en Dios Trino.
         El Papa también, al igual que la Virgen, está asistido por el Espíritu Santo, y por eso su cátedra brilla con la luz eterna de la Verdad eterna de Dios, Jesucristo, Verbo encarnado. Por la infalibilidad pontificia, debida a esta asistencia del Espíritu Santo, el Santo Padre se comporta, como María, al frente de la Iglesia, como el Lucero del alba que ilumina un mundo en tinieblas, con la doctrina de Cristo, Hijo de Dios, Luz de Luz que, viniendo de la eternidad luminosa de Dios, nos conduce y señala el camino hacia esa eternidad, en la oscuridad de nuestro mundo. El Papa, iluminando el mundo con la luz de Cristo, se  comporta como María que, en Belén, dio virginalmente a luz al Verbo del Padre; así, tanto la Virgen como el Santo Padre, iluminan al mundo en tinieblas con una misma luz, la luz de Cristo, no solo evitando las tinieblas del paganismo, sino iluminando con la única luz de Dios, Jesús.
         Y así como María trajo al mundo al Verbo de Dios revestido como un niño humano en Belén, así el Papa trae al mundo al Verbo de Dios, revestido como pan el altar eucarístico, que se convierte así en un nuevo Belén. Es decir, María, trajo a Jesús revestido de niño humano; el Papa, trae a Jesús en cada misa, revestido de pan, al Hijo de María, Dios Hijo, en la Eucaristía. Y María no solo lo trajo en Belén, hace dos mil años, y el Papa no solo lo trae en su misa privada, sino que María y el Papa, que forman parte de la Iglesia, traen a Jesús en la Eucaristía en cada misa, por medio del sacerdocio ministerial.
La misa es entonces como el Lucero del alba, que anuncia la llegada del Sol de justicia, Jesús, que viene a cada alma que comulga, no como Niño, como en Belén, sino revestido de pan, oculto bajo apariencia de pan, por medio del sacerdocio ministerial, que tiene en la unión con el Papa, Vicario de Cristo, su subsistencia y su razón de ser porque por el Santo Padre se comunica a los sacerdotes el poder de Cristo. María trajo a Cristo en Belén, Cristo nombra al Papa su Vicario, el Papa ordena a los sacerdotes ministros de Cristo, para que estos lo hagan Presente a Cristo en su Iglesia como Eucaristía.
Esta es la misteriosa relación entre la Virgen María, el Santo Padre y la Eucaristía.

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