Al anuncio del Ángel (cfr. Lc 1, 26-38) el Verbo se encarna en el
seno purísimo de María, porque es allí en donde encuentra el Amor necesario
para ser recibido. El Verbo de Dios no podía encarnarse en otro seno que no
fuera el seno virgen de María, y no podía ser recibido en otro corazón que no
fuera el Corazón Inmaculado de María, porque solo en María Virgen, solo en Ella
y en nadie más, se daban las condiciones necesarias para la Encarnación : pureza
inmaculada y amor virginal y celestial a
Dios.
El Verbo de Dios, que
procede no por creación sino por generación, desde la eternidad, del seno del
Padre, que posee por esto la misma naturaleza del Padre y el mismo Ser divino
del Padre, es en sí mismo puro e inmaculado, y es el Amor de Dios, que es amor
virginal y celestial. Esta es la razón por la cual el Verbo de Dios, la Palabra de Dios, no podía
encarnarse en otro corazón y en otro seno que no fueran el Corazón Inmaculado y
el seno virginal de María: solo en Ella encuentra el Verbo de Dios la misma
pureza y el mismo amor para ser recibido dignamente. Solo en su Madre, María
Virgen, encuentra el Hijo de Dios, Jesús, la morada digna, llena de luz, de
santidad, de amor, en el cual puede iniciar su vida terrena, por la
encarnación.
Puesto que el cristiano
imita a María en la
Encarnación , en la comunión eucarística, ya que recibe a la Palabra de Dios primero en
su mente y luego en el corazón, cada bautizado debe preguntarse por el estado
de su alma al momento de recibir a Jesús Eucaristía: ¿está libre la mente de prejuicios
negativos con respecto al prójimo? ¿Es el corazón un lugar de luz, que brilla
con la luz de la gracia? ¿Está libre de toda contaminación mundana? ¿Es un
corazón que ama sólo a Dios y a las criaturas en Dios y por Dios, o es un
corazón turbio, en donde los ídolos del mundo ocupan el lugar debido a Jesús
Eucaristía?
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