El Manual del Legionario nos enseña a no acudir a la Santa
Misa si no es con María y a unirnos a Ella en este Santo Sacrificio. Afirma el
Manual del Legionario[1]
que la tarea de la Redención no la comenzó Nuestro Señor Jesucristo sin “el
consentimiento de María”, el cual fue “solemnemente requerido y libremente
otorgado”. Y así como no la comenzó sin María a la Redención, tampoco la
finalizó sin Ella, ya que Ella estuvo al pie de la cruz en el Calvario. Continúa
el Manual, afirmando la Corredención de María, al unirse mística y
espiritualmente al sacrificio redentor de su Hijo: “De esta unión de
sufrimientos entre María y Cristo, Ella se convirtió en la principal
restauradora del mundo perdido y medianera de todas las gracias que Dios obtuvo
por su muerte y con su sangre”. El Manual afirma que así como la Virgen
permaneció al pie de la Cruz, así permanece en cada Santa Misa: “En cada Misa la
ofrenda del Salvador se cumple bajo las mismas condiciones. María permanece en
el altar en la misma forma en que permaneció junto a la cruz. Está allí,
aplastando la cabeza de la serpiente”.
Junto a María, estuvieron los representantes de cierta
legión –el centurión y su cohorte- y aunque ellos crucificaban al Señor de la
gloria, también sobre ellos descendió la gracia a raudales. Y al contemplarlo
sin vida, los legionarios romanos proclamaron al Único y Verdadero Hijo de Dios
crucificado. Estos rudos legionarios, que crucificaban sin saberlo al Señor de
la gloria, fueron sin embargo los primeros –luego de Juan- a quien la Virgen
recibió como hijos adoptivos de Dios. Si esto sucedió con los legionarios
romanos, lo mismo sucede con los legionarios de la Legión de María, cuando
estos participan de la misa cada día, al unir sus intenciones y corazones a las
intenciones y al Corazón Inmaculado de María, con lo cual se unirán a su vez,
por medio de María, al sublime Sacrificio del Calvario.
Los legionarios, al ver con los ojos de la fe levantado en
alto al Señor de la gloria, se unirán a Él para formar una sola Víctima y luego
comerán de la Carne de la Víctima inmolada, para participar de los frutos del
divino Sacrificio en su plenitud.
Los legionarios que participen de la Misa han de procurar “comprender
la parte tan esencial que tuvo María, la nueva Eva, en estos sagrados
misterios: cuando su Hijo estaba consumando la redención de la Humanidad en el
ara de la cruz, Ella estaba a su lado sufriendo y redimiendo con Él, por eso
con toda razón se puede llamar Corredentora”. Y, unidos a Ella y por medio de
Ella a Cristo, los legionarios se
convierten en corredentores de la Humanidad, cada vez que asisten a la Santa Misa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario