En la Tercera Aparición, la Virgen le dice a Bernardita lo
siguiente: “Yo prometo hacerte dichosa, no en esta vida, sino en la siguiente”.
De esta afirmación, podemos extraer varias reflexiones. Por un lado, la
confirmación de que esta vida es temporal, limitada y que luego hay otra vida,
que es eterna e ilimitada, perfectísima. Además, esta vida es justamente
llamada “valle de lágrimas”, porque en ella, si bien hay alegrías y momentos de
sosiego y de paz, vemos cómo continuamente, sea por la debilidad del hombre
caído en el pecado, que no puede permanecer en gracia mucho tiempo y comete la
maldad del pecado, sea porque precisamente no es la vida perfecta del Reino de
Dios, se ve de modo continuo cómo, día a día, el reino de las tinieblas parece
avanzar sin que nada ni nadie lo detenga. Esto lo comprobamos en los
innumerables males que se suceden día a día y que son noticia cotidiana. Pero esto
no sucede a los pecadores solamente, sino que es algo que les sucede también a
quienes están en el camino de la perfección. En algún momento, por alguna
causa, sucede algo –relacionado o no con nuestras personas- pero que sin
embargo provocan zozobra, angustia y tribulaciones en los corazones. En la vida
terrena y temporal, todo parece fluir, como algo continuo y en ese fluir, la
mayoría de las cosas no provienen de Dios. Podría pensarse que personas
afortunadas, como Bernardita, que estuvieron tan cerca de la Virgen y por lo tanto de Dios –todo lo que hace y
dice la Virgen es de parte de Dios-, podrían verse libres de tantos males como
acaecen en este mundo y no es así: por el contrario, pareciera que son las que
más destinadas están a sufrir las tribulaciones, angustias, persecuciones,
incertidumbres y dolores de este mundo. En el caso de Bernardito, es sabido que,
en el tiempo de las apariciones, sufrió abundantes humillaciones, pues todos
pensaban que había perdido la razón –la única que veía y oía a la Virgen era
Bernardita, por lo que parecía que cuando estaba frente a la Virgen, como los
demás no la veían, daba la impresión de que hablaba sola y esto mucho más,
cuando tuvo que arrodillarse, cavar un pozo y extraer agua con lodo, la cual
debió beberla y lavar su cara con ella-; luego de las apariciones, al entrar en
la vida religiosa, sufrió muchísimo a causa, ya sea de sus superioras, como de
sus propias hermanas de religión, sea por celos, envidia, o simplemente por
incomprensión. De hecho, delante del obispo, Bernardita fue humillada por su
superiora, quien la trató en voz alta y despectiva como persona “de pocas luces”.
Todo esto no hace sino afirmar las palabras de la Virgen, quien le dijo a
Bernardita: “Yo prometo hacerte dichosa, no en esta vida, sino en la siguiente”.
Esto quiere decir que es verdad lo que la Santa Madre Iglesia afirma desde
siempre: esta vida es solo temporaria, “una mala noche en una mala posada”,
como dice Santa Teresa de Ávila. Como toda noche, le sucede el día y así pasará
con esta vida terrena y temporal: terminará y sobrevendría el Día del Señor,
Día sin ocaso, Día que señalará el inicio de la feliz eternidad para quienes
hayan sido fieles a los Mandamientos del Señor, a sus Palabras y a sus
promesas. Uno de los mensajes de Lourdes es, entonces, que si bien vivimos en
este “valle de lágrimas”, lleno de tribulaciones, persecuciones y dolores, si
nos mantenemos de la mano de la Virgen, cubiertos por su manto y refugiados en
su Inmaculado Corazón, esta vida terrena pasará pronto y luego comenzará, para
el que haya sido fiel hasta el fin, la vida eterna, la eterna bienaventuranza
en compañía de Jesús y María en el Reino de los cielos.
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