La Iglesia celebra y festeja el nacimiento de María
Santísima, Aquella que es la Mujer del Génesis, del Calvario y del Apocalipsis,
la Llena de gracia, la Inmaculada Concepción, la Virgen María, que fue
destinada por la Trinidad Santísima para ser Madre de Dios Hijo encarnado.
María, que es concebida sin la mancha del pecado original,
representa a la Nueva Humanidad, la humanidad regenerada por la gracia
santificante, donada a los hombres por medio del sacrificio redentor de Jesús
en la cruz. Por esta razón, su nacimiento es causa de alegría, no solo para sus
padres, Joaquín y Ana, que veían coronada su vejez con el don de un hijo, sino
para toda la humanidad, porque su nacimiento representa el inicio del plan de
salvación ideado por la Trinidad, plan que tendría en María Virgen un elemento
clave para su realización, porque era Ella la elegida para alojar en su seno
virginal al Verbo de Dios Encarnado, Cristo Jesús.
El Nacimiento de la Virgen, dice San Andrés de Creta, es un “día
alegre, en el que toda la Creación rebosa de contento”, porque la Virgen es el “templo
y santuario, creado por el Creador para hospedar al Hacedor” del universo: “Que
toda la Creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría
propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración, y que la
festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en
efecto, ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas,
y la Creación, de un nuevo modo y más digno, queda dispuesta para hospedar en
sí al supremo Hacedor”[1].
La Natividad de María Virgen es entonces Causa de Alegría,
no sólo para sus padres, sino para toda la humanidad, porque a través de Ella
habría de venir al mundo el Salvador, y así también es causa de alegría para la
Iglesia, de quien María es Madre, modelo y figura, porque así como María
Virgen, por el poder del Espíritu Santo, vino al mundo en Belén, Casa de Pan,
su Hijo Jesús, Pan Vivo bajado del cielo, así también por la Iglesia, por el
poder del Espíritu Santo, viene al mundo, en la consagración, en el altar
eucarístico, Nuevo Belén, Jesús Eucaristía, Pan de Vida eterna, que alimenta a
las almas con la substancia misma de Dios Trino y la colma con su Ser divino,
Fuente de alegría y Alegría infinita en sí misma.
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