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jueves, 8 de septiembre de 2016

Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María


         La Iglesia celebra y festeja el nacimiento de María Santísima, Aquella que es la Mujer del Génesis, del Calvario y del Apocalipsis, la Llena de gracia, la Inmaculada Concepción, la Virgen María, que fue destinada por la Trinidad Santísima para ser Madre de Dios Hijo encarnado.
         María, que es concebida sin la mancha del pecado original, representa a la Nueva Humanidad, la humanidad regenerada por la gracia santificante, donada a los hombres por medio del sacrificio redentor de Jesús en la cruz. Por esta razón, su nacimiento es causa de alegría, no solo para sus padres, Joaquín y Ana, que veían coronada su vejez con el don de un hijo, sino para toda la humanidad, porque su nacimiento representa el inicio del plan de salvación ideado por la Trinidad, plan que tendría en María Virgen un elemento clave para su realización, porque era Ella la elegida para alojar en su seno virginal al Verbo de Dios Encarnado, Cristo Jesús.
         El Nacimiento de la Virgen, dice San Andrés de Creta, es un “día alegre, en el que toda la Creación rebosa de contento”, porque la Virgen es el “templo y santuario, creado por el Creador para hospedar al Hacedor” del universo: “Que toda la Creación, pues, rebose de contento y contribuya a su modo a la alegría propia de este día. Cielo y tierra se aúnen en esta celebración, y que la festeje con gozo todo lo que hay en el mundo y por encima del mundo. Hoy, en efecto, ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas, y la Creación, de un nuevo modo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor”[1].
         La Natividad de María Virgen es entonces Causa de Alegría, no sólo para sus padres, sino para toda la humanidad, porque a través de Ella habría de venir al mundo el Salvador, y así también es causa de alegría para la Iglesia, de quien María es Madre, modelo y figura, porque así como María Virgen, por el poder del Espíritu Santo, vino al mundo en Belén, Casa de Pan, su Hijo Jesús, Pan Vivo bajado del cielo, así también por la Iglesia, por el poder del Espíritu Santo, viene al mundo, en la consagración, en el altar eucarístico, Nuevo Belén, Jesús Eucaristía, Pan de Vida eterna, que alimenta a las almas con la substancia misma de Dios Trino y la colma con su Ser divino, Fuente de alegría y Alegría infinita en sí misma.



[1] Sermón 1, PG 97, 806-810.

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