domingo, 9 de septiembre de 2012

Nuestra Señora del Sagrado Corazón



         En la imagen, la Virgen sostiene, con su brazo y mano izquierdos, al Niño Jesús, mientras que con la mano derecha sostiene el Corazón de su Hijo. A diferencia de las imágenes del Sagrado Corazón, en donde es Jesús en Persona quien sostiene su Corazón en la mano, aquí es la Virgen quien lo hace, y lo hace en actitud de ofrecerlo a quien se acerca a ellos.
         La Virgen, en cuanto Madre de Jesús, conocedora de las intenciones de su Hijo, de subir a la Cruz cuando adulto, para donar su Sangre cuando su Corazón sea traspasado por la lanza, se adelanta en el tiempo –ya que Jesús en la imagen es Niño- y ofrece el Corazón de su Hijo al fiel que se acerca a Ella con amor.
         Y al ofrecer el Sagrado Corazón de su Hijo Jesús, y al ofrecerlo a Él en el Corazón, porque el corazón es la sede del alma, está también, en cierto modo, ofreciéndose a Ella misma, junto a Jesús, porque habiendo recibido Jesús, como todo hijo en el seno de su madre, de la carne y de la sangre de María, se puede decir con toda propiedad que el Corazón de Jesús proviene, en su materialidad, de su Madre, así como Él proviene, como Dios Hijo que es, en su condición de Dios y de Espíritu Puro, del seno eterno del Padre.
         En otras palabras, al ofrecer al Corazón de su Hijo, y a su Hijo con el Corazón, la Virgen se está ofreciendo Ella misma, y su Corazón Inmaculado, para ser la delicia y el gozo del alma que los quiera recibir con fe y con amor.
         Y si en la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón hay que ver las relaciones entre María y su Hijo Jesús, es en dos lugares en donde estas relaciones alcanzan un gran significado: en la Encarnación y en la Pasión, en el Monte Calvario.
En la Encarnación, la Virgen tomó para sí, primero en su mente y en su Corazón, al Verbo de Dios, recibiendo de Él todo el Amor y la ternura de su ser Hijo de Dios, y cuando el Verbo estuvo ya alojado en su seno virginal, le dio de su carne y de su sangre, y con ellos entretejió su Corazón de embrión y luego de bebé; en la Cruz y en la Pasión, la Virgen toma el Sagrado Corazón, con todas sus penas, sus dolores, sus amarguras y tristezas, y le da a cambio su Corazón Inmaculado, con sus alegrías, sus ternuras, sus dulzuras, sus caricias y sus amores de Madre amorosísima, para endulzar un poco las amarguras de Jesús y para aliviar sus inmensos dolores.
Pero hay otra cosa que debemos considerar, y es que, en la imagen, la Virgen nos da el Corazón de Jesús, pero el don es meramente moral, desde el momento en que la imagen es representación, sagrada, pero solo representación, de la realidad. Por esto nos preguntamos: ¿a quién pedir, y dónde conseguir, entonces, el Sagrado Corazón de Jesús que nos ofrece María Santísima?
Hay que pedirlo a la Iglesia, en la Santa Misa: así como Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús nos ofrece en la imagen el Corazón de su Hijo, así la Iglesia nos concede, en la realidad, de manos del sacerdote ministerial, al Sagrado Corazón de Jesús, vivo, palpitante, latiendo con la gloria y el Amor divinos, en la Eucaristía. De esta manera, la Iglesia actualiza y hace concreto y vivo, para nosotros, el don de Nuestra Señora del Sagrado Corazón: su Hijo Jesús en la Eucaristía.

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