La Iglesia nos manda celebrar la memoria del Santísimo Nombre de María, y para saber el motivo de tal celebración, debemos tener en
cuenta qué significa este nombre para Dios Uno y Trino, para los ángeles, y
para el hombre pecador.
Cuando Dios Padre decide crear a la creatura más hermosa, al
alma más dichosa, a la Nueva Eva, superior en santidad, como los cielos distan
de la tierra, en gracia y en hermosura, en inocencia, en belleza y en felicidad
a todos los coros angélicos y a todos los santos que habrían de existir en el
tiempo y por la eternidad, dice: “María”.
Cuando Dios Hijo decide crear, para su Encarnación y venida
a este Valle de lágrimas, un Tabernáculo Purísimo, un Sagrario más precioso que
el oro, una Custodia Virginal e Inmaculada, que lo albergue con el Amor más
santo y puro que jamás creatura alguna pueda siquiera imaginar, dice: “María”.
Cuando Dios Espíritu Santo decide elegir una Esposa, la más
hermosa entre todas las esposas hermosas del mundo; la Única, por su belleza,
hermosura, amor y fidelidad; la Única capaz de amarlo con su mismo Amor, que es
Él mismo, el Espíritu Santo de Dios, dice: “María”.
Cuando los ángeles del cielo piensan en una Celestial
Generala, que los conduzca en la batalla, combatida en Nombre de Dios en los
cielos para desalojar y expulsar a los ángeles rebeldes y apóstatas, que por su
perversión ya no pueden estar nunca más ante la Presencia Pura e Inmaculada de
Dios Uno y Trino, dicen: “María”.
Cuando los ángeles del infierno, con Satanás a la cabeza,
gimen derrotados para siempre en las tinieblas del Hades, incapaces de hacer ya
más daño a los hombres, porque la Mujer de la que habla la Escritura, en el
Génesis, en la Pasión, en el Apocalipsis, les ha aplastado la cabeza y los ha
hecho huir hasta lo más profundo del Averno, piensan en la Mujer, pero el terror
que la Mujer les infunde les impide pronunciar el santísimo nombre de María.
Cuando
Dios Hijo decide pensar en una madre que lo aloje con Amor santo y puro en la
Encarnación; lo eduque y críe en su niñez y juventud, preparándolo para la
Pasión; lo auxilie y conforte en el duro camino de la Cruz, endulce la amargura
de su Corazón en el Monte Calvario, y lo reciba con una alegría más grande que
todos los cielos juntos luego de resucitado, dice: “María”.
Cuando el pecador, angustiado por su destino eterno,
agobiado por sus culpas, temeroso de presentarse ante el Juicio de Dios, quien
está justamente irritado contra él, ya que su ira divina se ha encendido a
causa de la malicia de los pecados de los hombres y de la dureza de sus
corazones, piensa en una Abogada misericordiosa, en una Mediadora de todas las
gracias, que le conceda todas las gracias que necesita para su arrepentimiento
y contrición del corazón; piensa en una Madre amorosísima que con su maternal
presencia le aliviará y quitará los terrores de la agonía, le infundirá una
gran confianza en la Misericordia Divina, le concederá la gracia del
arrepentimiento final y perfecto, le concederá lágrimas de dolor por sus
pecados y de amor por su Dios que lo ha salvado, y dice: “María”, porque así
como no hay otro nombre dado para la salvación de los hombres, que no sea el nombre
de Jesús, así tampoco hay otro nombre que haya sido dado a los hombres, para
interceder ante Jesús, Hombre-Dios, que el dulce y santísimo nombre de María.
Cuando el alma fiel y en gracia, que ama a Dios sobre todas
las cosas, y al prójimo como a sí mismo, arde en deseos de tener entre sus
brazos al Niño Dios, acude a María, y María dice: “Jesús”; cuando al alma fiel
y en gracia, que ama a Dios y desea tener para sí el Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, acude a la Iglesia, de quien María es Modelo, y la
Iglesia le dice: “Jesús Eucaristía”.
Estas son las razones por las que la Iglesia nos manda celebrar
el Santísimo Nombre de María.
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