En la imagen, la Virgen sostiene, con su brazo y mano
izquierdos, al Niño Jesús, mientras que con la mano derecha sostiene el Corazón
de su Hijo. A diferencia de las imágenes del Sagrado Corazón, en donde es Jesús
en Persona quien sostiene su Corazón en la mano, aquí es la Virgen quien lo
hace, y lo hace en actitud de ofrecerlo a quien se acerca a ellos.
La Virgen, en cuanto Madre de Jesús, conocedora de las
intenciones de su Hijo, de subir a la Cruz cuando adulto, para donar su Sangre
cuando su Corazón sea traspasado por la lanza, se adelanta en el tiempo –ya que
Jesús en la imagen es Niño- y ofrece el Corazón de su Hijo al fiel que se
acerca a Ella con amor.
Y al ofrecer el Sagrado Corazón de su Hijo Jesús, y al
ofrecerlo a Él en el Corazón, porque el corazón es la sede del alma, está
también, en cierto modo, ofreciéndose a Ella misma, junto a Jesús, porque
habiendo recibido Jesús, como todo hijo en el seno de su madre, de la carne y
de la sangre de María, se puede decir con toda propiedad que el Corazón de
Jesús proviene, en su materialidad, de su Madre, así como Él proviene, como
Dios Hijo que es, en su condición de Dios y de Espíritu Puro, del seno eterno
del Padre.
En otras palabras, al ofrecer al Corazón de su Hijo, y a su
Hijo con el Corazón, la Virgen se está ofreciendo Ella misma, y su Corazón
Inmaculado, para ser la delicia y el gozo del alma que los quiera recibir con
fe y con amor.
Y si en la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón hay
que ver las relaciones entre María y su Hijo Jesús, es en dos lugares en donde
estas relaciones alcanzan un gran significado: en la Encarnación y en la
Pasión, en el Monte Calvario.
En
la Encarnación, la Virgen tomó para sí, primero en su mente y en su Corazón, al
Verbo de Dios, recibiendo de Él todo el Amor y la ternura de su ser Hijo de
Dios, y cuando el Verbo estuvo ya alojado en su seno virginal, le dio de su carne
y de su sangre, y con ellos entretejió su Corazón de embrión y luego de bebé;
en la Cruz y en la Pasión, la Virgen toma el Sagrado Corazón, con todas sus
penas, sus dolores, sus amarguras y tristezas, y le da a cambio su Corazón
Inmaculado, con sus alegrías, sus ternuras, sus dulzuras, sus caricias y sus
amores de Madre amorosísima, para endulzar un poco las amarguras de Jesús y
para aliviar sus inmensos dolores.
Pero
hay otra cosa que debemos considerar, y es que, en la imagen, la Virgen nos da
el Corazón de Jesús, pero el don es meramente moral, desde el momento en que la
imagen es representación, sagrada, pero solo representación, de la realidad. Por
esto nos preguntamos: ¿a quién pedir, y dónde conseguir, entonces, el Sagrado
Corazón de Jesús que nos ofrece María Santísima?
Hay
que pedirlo a la Iglesia, en la Santa Misa: así como Nuestra Señora del Sagrado
Corazón de Jesús nos ofrece en la imagen el Corazón de su Hijo, así la Iglesia
nos concede, en la realidad, de manos del sacerdote ministerial, al Sagrado Corazón
de Jesús, vivo, palpitante, latiendo con la gloria y el Amor divinos, en la
Eucaristía. De esta manera, la Iglesia actualiza y hace concreto y vivo, para
nosotros, el don de Nuestra Señora del Sagrado Corazón: su Hijo Jesús en la
Eucaristía.
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