Lejos de ser piadosas imaginaciones de niños devotos, como
generalmente se las considera, las apariciones de la Virgen en Fátima tienen
mensajes importantísimos para la humanidad; tan importantes, que de su cumplimiento
dependen la felicidad temporal y eterna de los hombres.
Para dimensionar su
importancia, es necesario considerar los pedidos que hace la Virgen en sus
apariciones en Fátima. La Virgen María pide, principalmente, lo siguiente: Oración,
Penitencia, Conversión y Reparación, además de hacer una severa advertencia a
toda la humanidad: advierte que, de no cumplir con estos pedidos, la humanidad
enfrentará graves consecuencias temporales –la Segunda Guerra Mundial y los
estropicios y calamidades de la Rusia comunista-, pero sobre todo, eternas, al
mostrarles el infierno, lugar adonde se dirigen los pecadores empedernidos.
La Virgen pide Oración,
y dentro de todas las oraciones, especialmente el rezo del Santo Rosario. Les dice
así en la aparición del 13 de octubre de 1917: “Yo soy la Virgen del Rosario.
Deseo (…) que recen todos los días el Santo Rosario”.
La Virgen en Fátima
pide Penitencia, como modo de expiar los pecados y de demostrar arrepentimiento
por los pecados del mundo. En la aparición de mayo, “Lucía les dice los nombres
de bastantes personas que quieren conseguir salud y otros favores muy
importantes; Nuestra Señora le responde que algunos de esos favores serán
concedidos y otros serán reemplazados por favores mejores. Y añade: “Pero es
muy importante que se enmienden y que pidan perdón por sus pecados”. En su
relación con Dios, el hombre debe dejar de ver a Dios como si fuera un “empleado
de mostrador”, al que solo va a pedirle lo que necesita; Dios quiere entablar
una relación de amistad personal, pero como Dios es Bondad y Amor infinitos, el
hombre debe desterrar la malicia de su corazón, por medio de la oración y la
penitencia, y es esto lo que quiere la Virgen.
También les pide lo mismo
el ángel de Portugal, en una de sus apariciones, en donde les dijo expresamente
que hicieran penitencia (o sacrificios). Al encontrarlos jugando, les dice: “¿Qué
estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen
sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y
sacrificios al Altísimo!’. ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté. ‘De todo lo
que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados
cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed
así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de
Portugal”.
La Virgen en Fátima
pide Conversión, puesto que los hombres, además de ofender a Dios continuamente
con nuestros pecados, no damos señales de querer orientar el corazón hacia
Dios, cambiando de vida para vivir la vida de la gracia, que es en lo que
consiste la conversión. Dice así Sor Lucía, narrando la aparición de octubre de
1917: “Y tomando un aire de tristeza la Santísima Virgen dijo estas sus últimas
palabras de las apariciones: QUE NO OFENDAN MAS A DIOS QUE YA ESTA MUY OFENDIDO”.
Lucía afirma que de todas las frases oídas en Fátima, esta fue la que más le
impresionó. La falta de conversión se ve en el vivir continuamente en el
pecado, sin querer salir de él.
La Virgen en Fátima
pide Reparación, según lo dice en la aparición del 13 de mayo: “La Santísima
Virgen continuó diciéndoles: ‘¿Quieren ofrecerse al Señor y estar prontos para
aceptar con generosidad los sufrimientos que Dios permita que les lleguen y
ofreciéndolo todo en desagravio por las ofensas que se hacen a Nuestro Señor?’
-Sí, Señora, queremos y aceptamos. Con un gesto de amable alegría, al ver su
generosidad, les dijo: ‘Tendrán ocasión de padecer y sufrir, pero la gracia de
Dios los fortalecerá y asistirá’.
Además, como modo de
reparación, la Virgen pide la devoción de los cinco primeros sábados, que
consiste en la confesión sacramental y la comunión eucarística. También el Ángel
les dice algo parecido: “Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el
sufrimiento que el Señor os envíe”. Además, también como oraciones de
reparación, el Ángel les enseña dos oraciones: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” y postrándose ante la Eucaristía y el cáliz con la Sangre de Jesús:
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y
os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores”.
Finalmente, la Virgen advierte
acerca del incumplimiento de los mensajes contenidos en las apariciones, y esta
advertencia la da con la visión del infierno a los tres pastorcitos: “La Virgen
abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno
lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que
levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos
de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la
Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo: - ¿Han visto el infierno donde
van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo
la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia,
muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de
pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo
por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la
Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al
Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y
reparación por tantos pecados. Si se acepta lo que yo pido, Rusia se convertirá
y vendrá la paz. Pero si no una propaganda impía difundirá por el mundo sus
errores y habrá guerras y persecuciones a la Iglesia. Muchos buenos serán
martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Varias naciones quedarán
aniquiladas. Pero al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Al mostrarles el
infierno, la Virgen nos quiere hacer ver que los pecados tienen gravísimas consecuencias
si no hay arrepentimiento, conversión, reparación y oración.
Las ofensas a Dios y la
falta de deseos de conversión, sobre todo entre los católicos, es lo que hace
que la Virgen en Fátima se haya mostrado “triste”, según declaraciones de Sor
Lucía.
La consagración a la
Virgen, y el propósito firme de iniciar la conversión y vivir la vida de la
gracia, por parte del cristiano, alivian la tristeza y el dolor del Inmaculado
Corazón de María, al tiempo que anticipan su triunfo final.
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