Historia
de la devoción.[1]
En
el año 79 de la era cristiana ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que
sepultó a la pagana ciudad de Pompeya, ubicada en el sur de Italia. En esa
ciudad, la aristocracia romana acudía para pasar tiempo de recreo y fue allí en
donde fue sorprendida por la súbita destrucción, ocasionada por la lava del
volcán, que cayó de improviso sobre toda la ciudad.
A
comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que
erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo
(beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco,
dueña de esas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote,
ya no se habrían de celebrar misas en la capilla, y descubrió además, con mucha
pena, que muy pocos de los católicos seguían firmes en la fe. Es decir, muchos
católicos, a pesar de haber sido bautizados y de haber recibido los sacramentos
de la Eucaristía y la Confirmación, vivían en realidad como paganos, porque no
se confesaban, no rezaban, no asistían a misa el día del precepto, el Domingo,
y además rendían cultos a ídolos falsos. Esto suponía, como se dio cuenta el
Beato, que muchas almas estaban en peligro de eterna condenación, porque quien
no se confiesa no puede subsistir ante la tentación y cae en pecado mortal y
quien muere en pecado mortal, se condena irremediablemente en el Infierno.
Confirmando
sus temores, una noche, el Beato Longo vio en sueños a un amigo suyo que había
fallecido años atrás; en el sueño le dijo: “Salva a esta gente, Bartolo.
Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes
lo hagan”. Es decir, a través de su amigo que se le apareció en sueños, la
Virgen confirmaba lo que el Beato había presentido, que las almas estaban en
peligro de eterna condenación, por eso es que su amigo le dice: “Salva a esta
gente”, y salvarla, quería significar que no había que salvarlas de crisis
existenciales, ni de crisis económicas, sino del verdadero peligro, frente al
cual los más grandes peligros de la tierra son nada, y es el peligro de la
eterna condenación. Pero en el mismo sueño, la Virgen le da al Beato el arma
espiritual con la cual esas almas habrían de salvarse y era el Santo Rosario,
por eso es que su amigo le dice en sueños: “Propaga el Rosario. Haz que lo
recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. A partir de entonces,
el Beato Bartolo Longo comenzó un gran apostolado en favor del Rosario,
haciendo traer de Nápoles muchos Rosarios para repartir y difundiendo además el
modo de rezarlo. Pero no solo se dedicó a propagar el Rosario, sino a construir
el lugar en donde habría de ser rezado, y es así que el Beato inició la tarea
de reparar la capilla y de construir el actual santuario. Allí empezó a acudir
la gente para rezar el Rosario, cada vez en mayor número.
En
1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora
entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba
deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa
Rosa por la de Santa Catalina de Siena. La obra fue puesta sobre el altar del
Templo, comenzando a obrar la sagrada imagen, desde entonces y hasta el día de
hoy, innumerables milagros.
El
8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen
una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de
1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya,
que existe actualmente.
Significado espiritual de la devoción.
Por un lado, en la historia de Nuestra Señora de Pompeya
vemos el amor de la Virgen por sus hijos, aún los más pecadores, aun los que
más alejados están de Dios, porque Bartolo Longo era sacerdote satanista, estaba
al servicio del Demonio, y aun así, la Virgen le concede la gracia del
arrepentimiento, de la conversión y del regreso al Único y Verdadero Dios,
Cristo Jesús, lo cual indica que no importa cuán alejado de Dios esté el alma,
siempre la Virgen lo amará y lo buscará, como Madre amorosa que es, para
conducirlo por el camino del arrepentimiento y del regreso a su Hijo Jesús. El
satanismo, así como el esoterismo, el ocultismo, la brujería, la hechicería,
son los pecados más graves de todos, porque el alma adora al Príncipe de las
tinieblas, el Demonio, en vez de adorar a Dios Uno y Trino. El alma que practica
estas cosas, cree que no le sucederá nada, pero no se da cuenta que está
atrapada en las garras del Demonio, de las cuales es imposible escapar con las
solas fuerzas humanas o angélicas. Solo Nuestro Señor Jesucristo y su Madre,
María Santísima, pueden librarnos de las garras del Ángel caído, y de no mediar
una intervención sobrenatural, el alma se condena irremediablemente. Esto es lo
que sucede a quienes brindan culto supersticioso a ídolos demoníacos como el
Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, porque detrás de estos ídolos
se encuentra el Demonio en persona. La historia del Beato Bartolo Longo es un
rayo de luz y de esperanza para quienes, habiéndose entregado de lleno a las
prácticas del satanismo, del ocultismo, de la magia, de la brujería, de la
superstición, pueden sin embargo escapar del dominio del Demonio, con tal de
que respondan a la gracia de la conversión que concede la Virgen, Mediadora de
todas las gracias. Pero no solo es rayo de esperanza para quienes se han
entregado a estas prácticas oscuras, sino también para todo pecador, porque el
centro de la devoción es el rezo del Santo Rosario y el Santo Rosario es un
camino fácil y rápido para lograr el objetivo de esta vida, que es la santidad,
porque por el Santo Rosario, la Virgen configura los corazones de quienes lo
recitan, en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Entonces,
como devotos de Nuestra Señora de Pompeya, propongámonos rezar el Santo
Rosario, la oración que más le agrada a la Virgen y por la cual obtenemos la
gracia de la conversión y de la configuración a los Sagrados Corazones de Jesús
y María. Nadie puede decirse verdadero devoto de Nuestra Señora de Pompeya,
sino reza el Santo Rosario, todos los días de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario