Historia
de la Aparición de Nuestra Señora de La Salette[1]:
Un
día sábado, 19 de septiembre de 1846, la hermosa Señora de La Salette, Francia,
la Madre de Dios, se apareció a los niños Maximin Giraud y Mélanie Calvat,
mientras se ocupaban en sus asuntos. Veamos cuál fue el mensaje que el cielo
nos dio a conocer en estas apariciones.
Melanie
y Maximin encontraron a Nuestra Señora llorando amargamente, sentada con los
codos descansando sobre sus rodillas y el rostro cubierto con sus manos. Vestía
una túnica blanca adornada con perlas y un delantal de color dorado; calzaba
zapatos blancos y tenía rosas en los pies y la cabeza cubierta con un tocado.
Llevaba en el cuello un crucifijo que pendía de un collar.
La
Virgen siguió llorando incluso mientras le hablaba a los niños, primero en
francés, después en su propio dialecto, el occitano. Luego de decir un secreto
a cada niño, Nuestra Señora se fue caminando por la montaña y despareció. Al
día siguiente, el relato de la aparición dado por los pastorcitos se documentó
por escrito y fue firmado por los visionarios y por aquellos que habían
escuchado la historia. Luego de cinco años de investigación, el obispo de
Grenoble, Philibert de Bruillard, anunció en 1851 que era muy probable que la
aparición fuera una verdadera revelación y autorizó que se iniciara el culto a
Nuestra Señora de La Salette. Ambos niños escribieron por separado los
“secretos”, y estos fueron enviados al Papa Pío IX en 1851[2].
¿Qué
les dijo la Virgen a los niños?
Ante
todo, la Virgen María se lamentó por la falta de respeto, por parte de los
cristianos, al día Domingo y hacia el nombre de Dios. Nuestra Señora anunció
guerras, revoluciones y castigos como respuesta a los pecados cometidos por la
humanidad. Profetizó particularmente la persecución del Papa y de los
religiosos, así como la destrucción de ciudades enteras, como París y Marsella.
Primero habría un tiempo de expansión religiosa y prosperidad, luego vendría el
abandono de Dios y la venida del Anticristo.
Estos
son los dos secretos enviados al Papa en 1851:
El
Secreto de Maximin Giraud, según su propio relato: “El 19 de septiembre de
1846, vimos a una hermosa señora. Nunca hemos dicho que esta señora fuera la
Santísima Virgen, pero siempre afirmamos que era una hermosa dama. No sé si era
la Virgen María u otra persona. Por lo que a mí respecta, hoy creo que se trataba
de la Santísima Virgen. Esto es lo que la señora me dijo: “Si mi pueblo
continúa igual, esto que te diré sucederá antes, si cambia un poco, sucederá
más tarde. Francia ha corrompido el universo (con toda probabilidad, se refiere
a la Revolución Francesa, que entronizó a la Razón humana por encima de la
Revelación Divina dada por Nuestro Señor Jesucristo), y un día será castigada.
La fe se apagará en Francia: tres cuartas partes de Francia dejarán de practicar
la religión, o la practicarán muy poco, la otra parte la seguirá practicando,
pero sin hacerlo realmente. Luego, después de que [eso] suceda, las naciones se
convertirán, la fe se renovará por todas partes. Un gran país del norte de
Europa, que ahora es protestante, se convertirá; con el apoyo de dicho país,
todos los otros países del mundo se convertirán también.
Antes
de todo eso, tendrán lugar en la Iglesia, y en todas partes, grandes desórdenes.
Luego, nuestro Santo Padre, el Papa, será perseguido. Su sucesor será un
pontífice que nadie esperará. Después vendrá una gran paz, pero no durará mucho
tiempo. Un monstruo vendrá a turbarla. Todas estas cosas sucederán en el
próximo siglo, o a más tardar a los dos mil años” (es decir, en el año dos
mil).
El
Secreto de Mélanie, recibido en la montaña de La Salette, el 19 de septiembre
de 1846. Según Melanie[3], la Virgen le dijo: “Mélanie,
voy a decirte algo que no dirás a nadie más: ¡Ha llegado el tiempo de la ira de
Dios! Si, después de que hayas dicho al pueblo lo que acabo de decirte, y lo
que voy a decirte, si, después de eso, no se convierte, si no hacen penitencia,
y no dejan de trabajar los domingos (en nuestros días, además de trabajar, los
cristianos se divierten y pasean el día Domingo, el Día del Señor, sin
importarles que el faltar a la Santa Misa sin motivo grave, es un pecado
mortal), y si siguen blasfemando el Santo Nombre de Dios (en Europa es una
costumbre nefasta el lanzar una blasfemia contra Cristo, contra su Sangre Preciosísima,
cuando alguien sufre incluso un percance banal), en una palabra, si la faz de
la tierra no cambia, Dios hará venganza contra el pueblo desagradecido y
esclavo del diablo. ¡Mi Hijo manifestará su poder! París, ciudad manchada con
todo tipo de crímenes, perecerá infaliblemente. Marsella será destruida en poco
tiempo. Cuando esto suceda, habrá en la tierra un completo y total desorden, el
mundo será abandonado a sus pasiones impías. El Papa será perseguido por todos
lados, le dispararán, querrán matarlo, pero nadie podrá hacerlo, el Vicario de
Dios triunfará de nuevo esta vez. Los sacerdotes y religiosas, y los verdaderos
siervos de mi Hijo serán perseguidos, y muchos morirán por la fe de Jesucristo.
Habrá una hambruna al mismo tiempo. Después de que todas estas cosas hayan
sucedido, muchos reconocerán la mano de Dios sobre ellos, se convertirán y
harán penitencia por sus pecados. Entonces, un gran monarca subirá al trono, y
su reinado durará pocos años. La religión florecerá de nuevo, se extenderá por
toda la tierra, y habrá mucha abundancia. El mundo, satisfecho por no tener
ninguna carencia, volverá a caer en sus desórdenes, se olvidará de Dios y se
entregará a sus pasiones criminales. Entre los ministros de Dios y las esposas
de Jesucristo (es decir, las religiosas), habrá algunos que se perderán, y eso
será lo más terrible de todo. Finalmente, el infierno reinará en la tierra.
Será entonces que el Anticristo nacerá de una religiosa: ¡desgraciada de ella!
Muchos creerán en él, porque dirá que viene del cielo, ¡ay de aquellos que
crean en él! Este tiempo no está lejos, no pasarán más de 100 años (y ya han
pasado más de cien años; muchas veces, los designios divinos se prolongan en el
tiempo, para darnos más tiempo para el arrepentimiento, pero no debemos creer que
esta prolongación será indefinida). Hija mía, no debes decir lo que acabo de
decirte. (No debes decirlo a nadie, no digas que un día tienes que decirlo, no
debes decir nada que se relacione con esto), ¡por último, no digas nada más
hasta que yo te mande decirlo!”.
De
acuerdo a los acontecimientos que se desarrollan en nuestros días en la Santa
Iglesia Católica, en los que se atenta contra la Fe Católica directa y explícitamente
desde las más altas jerarquías vaticanas, parecería ser que estamos viviendo
los días profetizados por Nuestra Señora de La Salette, sobre todo en lo
referente a la aparición del Anticristo.
[2] Mélanie se hizo
religiosa y escribió una versión más extensa de su “secreto” 25 años después,
la cual fue publicada en 1879. Esta siguiente versión del secreto, así como sus
revelaciones, suscitó la oposición de muchos, incluyendo algunos obispos. Luego
de esta segunda publicación del secreto, en 1879, la controversia afirmaba que
el secreto estaba mezclado con las propias palabras de Mélanie. Eventualmente,
las publicaciones sobre La Salette fueron incluso añadidas al Índice de los
Libros Prohibidos. En 1915, bajo el pontificado de Benedicto XV, el Santo
Oficio publicó una declaración que prohibía cualquier debate posterior acerca
de la autenticidad de los secretos. En octubre de 1999, el Padre Michel
Corteville descubrió los secretos originales entregados al Papa Pío IX en 1851,
y que habían permanecido enterrados por más de un siglo en los archivos del
Vaticano.
[3] Mélanie Mathieu,
pastora de La Salette, Grenoble, 6 de julio de 1851.
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