martes, 30 de agosto de 2022

La Legión de María y el Cuerpo Místico de Cristo

 



         Para poder continuar con el tema del Cuerpo Místico de Cristo, recordemos qué es, según el Manual del Legionario: “La Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo y su Plenitud (Ef 1,22-23). Cristo es la cabeza, la parte principal, de la cual reciben todos los demás miembros su facultad para obrar, hasta su misma vida y nos unimos a Cristo Cabeza mediante el Bautismo. De esto se derivan los deberes santos de amor y servicio de los miembros para con la Cabeza, Cristo y de los miembros entres sí (1 Jn 4,15-21)”[1]. Quien no está bautizado no es miembro de Cristo; por esta razón, quien recibe el Bautismo sacramental queda santificado, mientras que el que no lo recibe, no queda santificado, porque no se le perdona el Pecado original y tampoco recibe la vida de Cristo, la gracia santificante: “Si el bautismo santifica, es porque establece entre Cristo y el hombre esa comunicación de vida, por la que la santidad de la Cabeza fluye a los miembros”. Este fluir de la vida divina de Cristo a sus miembros, no ocurre con los no bautizados.

Continúa el Manual: “Cristo y su Iglesia no constituyen sino una sola Persona mística” y por esta razón es que los bautizados, los incorporados a Cristo, reciben de Él las gracias de la Redención: “Los méritos infinitos de la Pasión de Cristo pertenecen también a sus miembros, los fieles. Así se explica cómo pudo sufrir nuestro Señor por el hombre, y expiar culpas que Él no había cometido. Cristo es el salvador de su cuerpo (Ef 5,23)”. La Redención de Cristo obrada en la Pasión, se aplica a todo su Cuerpo Místico, los bautizados. De esta unión de Cristo con su Cuerpo Místico, los bautizados, se sigue que los miembros del Cuerpo de Cristo reciban de Él el influjo de su vida divina, de manera que Cristo obra a través de sus miembros: “La actividad del Cuerpo místico es actividad del mismo Cristo”. No solo en su obrar, sino también en su vida y en su muerte, los fieles se hacen partícipes de la vida y la muerte y también la resurrección, de Cristo: “Los fieles están incorporados a Él, y en Él viven sufren y mueren, y en su resurrección resucitan”

El bautizado ya recibe la vida divina que proviene de Cristo; ahora bien, con los demás sacramentos, y sobre todo con la Eucaristía, este flujo de vida divina se hace más intenso y potente: “Los demás sacramentos -la Eucaristía sobre todo- tienen por finalidad estrechar esta unión, potenciar esta comunicación entre el Cuerpo místico y su Cabeza”. Además de los sacramentos, también la fe del Credo católico, el amor a Cristo y las obras, como el servicio que realizan los legionarios, fortalecen la unión con Cristo Cabeza: “También se intensifica la unión entre la Cabeza y los miembros por obra de la fe y del amor, por los lazos de gobierno y mutuo servicio dentro de la Iglesia, por el trabajo, por la humilde sumisión al sufrimiento; en resumen, mediante cualquier acto de vida cristiana”

Ahora bien, toda esta unión con Cristo se hace de modo mucho más eficaz, rápido y seguro, en la unión con la Madre de Dios, María Santísima: “Pero todo esto se hará mucho más eficaz si el alma obra en unión libre y permanente con María”. La razón es que la Virgen cumple la función de unir, en el Amor del Espíritu Santo, a Cristo Cabeza con los miembros de su Cuerpo Místico. Y como el Amor del Espíritu Santo reside en el Inmaculado Corazón de María, cuanto más el alma esté unida, por la consagración, a este Inmaculado Corazón de María Santísima, tanto más fuerte será su unión con Cristo Cabeza del Cuerpo Místico. El Corazón de la Virgen, dice el Manual, es como “una fuente de vida divina y de amor divino que, recibiendo la vida y el amor divinos de su Hijo Jesús, los comunica y distribuye luego por las almas de los bautizados, entre ellos, los legionarios”.

 

 



[1] Cfr. Manual del Legionario, IX.

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