La Santísima Virgen María, la Madre de Dios, sufrió de forma
inimaginable la Pasión de su Hijo, desde su ingreso en el Templo al recibir la
profecía de San Simeón, de que “una espada de dolor atravesaría su Corazón”,
hasta su crucifixión, muerte y sepultura. Por esta participación en la Pasión
salvífica redentora de Jesús, la Virgen mereció llevar el nombre de “Corredentora”
de los hombres.
A Santa Brígida de Suecia le prometió
siete gracias si meditaba en sus dolores y estos son[1]: 1. La profecía de Simeón (Lc
2, 22-35); 2. La persecución de Herodes
y la huida a Egipto; 3. Jesús perdido en el Templo, por tres días; 4. Su encuentro con Jesús, cargado con la Cruz; 5. La Crucifixión y
Muerte de Nuestro Señor; 6. María recibe a Jesús bajado de la Cruz; 7. La
sepultura de Jesús.
La misma y única Virgen María, en San Nicolás, nos dio este
mensaje también sobre sus siete dolores, aunque relacionados con los pecados
que los hombres de hoy cometen. El día quince de septiembre del año mil novecientos
ochenta y nueve, en la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, la Virgen le
dijo así a la vidente: “Hija mía, en estos días, son mis Dolores: el rechazo
hacia mi Hijo -el espíritu anti-cristiano, el vivir según el Anticristo y no
según Cristo-, el ateísmo -la falta de fe en Dios Uno y Trino, que lleva al
materialismo, al olvido de la vida eterna, del Cielo y del Infierno y a pensar
que esta vida terrena es la única que existe-, la falta de caridad -es decir,
la falta de amor al prójimo, que viene como consecuencia de la ausencia de amor
a Dios y que lleva a los delitos mas horribles contra los hombres-, los niños
que no nacen -la Virgen llora amargamente por cada aborto cometido, mucho más
cuando este crimen inconcebible es aprobado por leyes inicuas, como las de
nuestro país-, la incomprensión en las familias -la discordia y la desunión en
las familias son consecuencias del abandono de la oración, sobre todo del Santo
Rosario y también del abandono de los Sacramentos, principalmente la Confesión
y la Eucaristía-, el gran egoísmo de muchos hijos en el mundo -el egoísmo es
consecuencia de no pensar en la Justicia Divina, que castiga por toda la
eternidad, con las penas del Infierno, a quienes viven pensando sólo en sí
mismos, sin importarles los prójimos más necesitados-, los corazones aún
cerrados al Amor de esta Madre -son aquellos que, en vez de recurrir a la
Virgen como Madre del cielo en las necesidades y tribulaciones que se suceden
en esta vida terrena, rechazan a la Virgen y acuden a los siervos de Satanás,
los curanderos y las brujas-...”[2].
Y
también en San Nicolás, al año siguiente, nos enseñó esta jaculatoria, para
mitigar los dolores de su Inmaculado Corazón: “Oh dulcísima Madre por todos los
sufrimientos que padeciste, ayúdame a sobrellevar mi cruz”.
Nosotros,
como devotos de la Virgen del Rosario de San Nicolás, podemos y debemos aliviar
los dolores de la Virgen y el modo de hacerlo, además de tener en la mente y en
el corazón los Mandamientos de la Ley de Dios, rezar el Santo Rosario todos los
días. No hay excusas para no rezar el Santo Rosario todos los días, porque si
tenemos tiempo para ver aunque sea quince minutos de televisión, o si tenemos
quince minutos al día de descanso o para pasear, entonces tenemos quince minutos
para rezar el Santo Rosario. Recemos el Santo Rosario de la Virgen todos los
días y la Virgen a su vez nos concederá tantas gracias y dones del Corazón de
su Hijo, que parecerá que vivimos en el cielo, estando todavía en la tierra.
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