El
título mariano “La Merced” se remonta a la fundación de la Orden religiosa de
los mercedarios el 10 de agosto de 1218, en Barcelona, España.
Aunque
en castellano se le ha llamado en plural, Virgen de las Mercedes, no
corresponde con el sentido originario de la advocación, que es en singular: en
catalán es “Mare de Deu de la Mercé”, es decir, “Madre de Dios de la Merced”. Sin
embargo, más allá de esto, lo esencial es que el significado del título “Merced”
es ante todo “misericordia”: así como la Virgen es misericordiosa –de hecho, es
la Madre de la Misericordia encarnada, Cristo Jesús-, también lo deben ser sus
hijos. Puesto que nuestra tarea en la tierra es asemejarnos, configurarnos e
imitar a Jesús Misericordioso, no hay nadie más indicado a quien podamos
recurrir, que la Virgen de la Merced, para conseguir este objetivo, de asemejarnos
a Jesús Misericordioso.
La
fundación de la Orden de la Merced por
parte de San Pedro Nolasco se llevó a cabo luego de una aparición de la Virgen,
en la cual la Madre de Dios le pidió, en persona y de parte de Jesucristo, que
fundara una orden dedicada a la merced (obras de misericordia). Su misión
particular era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los
musulmanes. En esa época muchos eran cautivos de los moros y en su
desesperación y abandono estaban en peligro de perder lo más preciado: la fe
católica. Nuestra bendita Madre del Cielo, dándose a conocer como La Merced,
quiso manifestar su misericordia hacia ellos por medio de dicha orden dedicada
a atenderlos y liberarlos. Muchos miembros de la orden canjearon sus vidas por
la de presos y esclavos. San Pedro fue apoyado en tan extraordinaria empresa
por el Rey Jaime I de Aragón.
San
Pedro Nolasco y sus frailes eran muy devotos de la Virgen María, tomándola como
patrona y guía. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús el liberador de la
humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona
libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de
su obra redentora y es por ese motivo que la honran como Madre de la Merced o
Virgen Redentora, haciendo honor a su condición de Corredentora.
Fue
en el capítulo general de 1272, tras la muerte del fundador, que los frailes
oficialmente toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la
redención de los cautivos, aunque son más conocidos como “mercedarios”. El
Padre Antonio Quexal, siendo general de la Merced en 1406, dice: “María es
fundamento y cabeza de nuestra orden”. En otras palabras, la Orden no tiene
sentido de ser si no toma como referencia a la Virgen y Madre de Dios.
El
Padre Gaver, en el 1400, relata como La Virgen llama a S. Pedro Nolasco en el
año 1218 y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada
a la liberación. Según la tradición de la Orden, se afirma que el 1 de agosto
de 1218, fiesta del santo fundador, Pedro Nolasco tuvo una visita de la
Santísima Virgen, la cual, dándose a conocer como La Merced, lo exhortaba a
fundar una Orden religiosa con el fin principal de redimir a los cristianos
cautivos por los musulmanes. En ese momento, la península Ibérica estaba
dominada por los musulmanes, y los piratas sarracenos asolaban las costas del
Mediterráneo, haciendo miles de cautivos a quienes llevaban al norte de África.
La aparición sucedió en un momento en el Pedro Nolasco, en la oración, pide a
Dios ayuda; como signo de inmediata respuesta de la misericordia divina a su
pedido, se aparece la Virgen María, enviada por Dios, diciéndole que funde una
orden liberadora. El diálogo entre Pedro Nolasco y Nuestra Señora de las
Mercedes fue así: -Nolasco: “¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides
que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y
meritoria para mí?”. -María Santísima: “Yo soy María, aquella en cuyo vientre
asumió la carne el Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para
reconciliación del género humano. Soy aquella a la que dijo Simeón cuando
ofrecí mi Hijo en el templo: “Una espada de dolor atravesará tu Corazón”. -Nolasco:
“¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá
creer (que tú me mandas)?”. –María Santísima:
No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde una orden de ese tipo
en honor mío; será una orden cuyos hermanos y profesos, a imitación de mi hijo
Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel (es
decir, entre los cristianos) y serán signo de contradicción para muchos”.
Luego
de la aparición de la Virgen y en cumplimiento de su pedido, Pedro Nolasco
impulsó la creación de la Real y Militar Orden de la Merced, que fue fundada en
la Catedral de Barcelona, con el apoyo del rey Jaime I el conquistador, en
1218. En las primeras Constituciones de la Orden, en 1272, la Orden recibe ya
el título de “Orden de la Virgen de la Merced de la Redención de los cristianos
cautivos de Santa Eulalia de Barcelona”. Se calcula que fueron alrededor de
trescientos mil los redimidos por los frailes mercedarios del cautiverio de los
musulmanes.
La
iconografía usada para representar a la Virgen de la Merced queda definida a
partir del siglo XVI, consistiendo fundamentalmente en el hábito mercedario:
túnica, escapulario y capa, todo en color blanco, con en el escudo mercedario
en el pecho. Otros elementos recurrentes son las cadenas y el grillete,
símbolos también del cautiverio. Normalmente, además del escapulario del
hábito, lleva otro pequeño en la mano que ofrece a los fieles. Suele aparecer
tocada con corona de reina, y también con el cetro en la mano derecha. En
muchas ocasiones sostiene en la izquierda al Niño Jesús, que también puede
llevar un escapulario en las manos. En ocasiones cobija bajo su capa a un grupo
de presos cautivos, pero también a santos, o personas de todas las clases
sociales. Otro modelo iconográfico es el de la Comendadora, sedente en el coro,
sin niño ni cetro, con las constituciones de la Orden en una mano, en uno de
cuyos artículos dice así: “Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis
sido tomados, esto es, la piadosísimas entrañas de la madre de Dios”.
Mensaje de espiritualidad.
El
mensaje de espiritualidad mercedario, que es la liberación de los cautivos, se basa
en la caridad -es decir, en el amor sobrenatural a Dios y al prójimo y
principalmente al prójimo atribulado, perseguido, encarcelado- y sigue
plenamente vigente, aun cuando los musulmanes actualmente continúen tomando
prisioneros a los cristianos –y cometiendo verdaderos genocidios en los
territorios en los que se asienta, por lo que no se puede decir que el
islamismo sea una “religión de paz”-, y los mercedarios ya no continúen con la
metodología de rescate de prisioneros de su época fundacional, su carisma sigue
siendo plenamente actual y vigente, constituyendo María Santísima el modelo a
imitar para todo aquel que sea devoto suyo, devoto de la Virgen de la Merced. La
Virgen es ejemplo perfectísimo de caridad, de amor sobrenatural a Dios y al
prójimo: es ejemplo inigualable de amor a Dios, porque Ella, por amor a Dios,
dio su “Sí” a la voluntad de Dios Padre, ofreciéndose como víctima para la
Encarnación de Dios Hijo por obra de Dios Espíritu Santo; es ejemplo de amor
inigualable a los hombres cautivos del mal, porque por amor al hombre -en Dios
y para Dios-, María Santísima ofreció todo su ser, su alma purísima y su cuerpo
inmaculado, para que inhabitara en ella el Hijo de Dios encarnado, el Salvador,
que por su sacrificio en cruz habría de salvar a los hombres y rescatarlos de
la esclavitud principal que atenaza a la humanidad desde Adán y Eva, el dominio
esclavizante del Demonio, del pecado y de la muerte. Y como por la Virgen nos
viene el Verdadero y Único Salvador de la humanidad, Cristo Jesús, es a Ella a
quien debemos dirigirnos si queremos ser libres de la esclavitud espiritual:
siendo Ella la Madre del Redentor, es también “Redentora de cautivos”, porque
es Corredentora junto a su Hijo Jesús. Al respecto, el Papa Juan Pablo II
enseña que “María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación
de la humanidad”, y esto porque gracias a Ella es que Dios pone en marcha su
plan de salvación de la humanidad cautiva por el mal, la Encarnación del Verbo,
dando así lugar a la verdadera liberación que necesita el hombre, porque al dar
a luz a la Verdad encarnada, Jesucristo, el hombre fue liberado del error, de
la mentira, de la herejía y del “Padre de la mentira”, Satanás. Incluso desde
el cielo, hacia donde fue Asunta en cuerpo y alma glorificados, la Virgen
continúa velando por sus hijos cautivos de Satanás (cfr. LG 62) y nos pide que,
aquellos que hemos sido liberados por la gracia de Jesucristo y por su Sangre Preciosísima,
cooperemos trabajando en la Iglesia para la verdadera y única liberación que el
hombre necesita, que es la liberación del pecado, del Demonio y de la muerte. Al
igual que María Santísima, que dijo “Sí” a la voluntad de Dios y así el Verbo
comenzó a morar en Ella, ofrezcamos como Ella, nuestra vida, para que su Hijo habite
en nosotros por la gracia y así pueda Él, utilizándonos como instrumentos
suyos, liberar a nuestros hermanos. Ella nos enseñará como hacerlo.
Hoy
la humanidad y por lo tanto, innumerables prójimos nuestros, se encuentran
esclavizados no solo por esclavitudes materiales, aquellas que consisten en
cadenas de hierro en cárceles materiales, sino que se encuentran esclavizados
por innumerables formas de esclavitud moral y espiritual, que encarcelan a sus
almas con lazos más fuertes que el hierro y el acero, y estas formas de
esclavitud son el hedonismo, el materialismo ateo y marxista, las ideologías
anti-cristianas, como el socialismo y el liberalismo, las drogas, la ambición
de poder, de dinero, de placer, de bienes terrenos. Entonces, así como los
mercedarios entregaban sus vidas a la Virgen de la Merced, para que ser
instrumentos de Ella para la liberación de los cautivos, así también nosotros entreguemos
nuestras vidas a Nuestra Señora de la Merced, para que Ella, sirviéndose de
nosotros como esclavos e instrumentos suyos, libere a cambio a nuestros
hermanos cautivos por Satanás y por el pecado.
Por
último, en el caso particular de Tucumán, la Virgen de la Merced está
estrechamente ligada a nuestro ser tucumano, porque gracias a Ella y a su ayuda
milagrosa, se consolidó la Independencia, luego de la Batalla de Tucumán. Esto significa
que nadie puede decirse verdaderamente tucumano si no es mariano y devoto de la
Virgen de la Merced, aunque siempre debemos tener en cuenta que no debemos ser “devotos
externos”, como advierte San Luis María Grignon de Montfort, sino devotos
verdaderos, y para eso, para ser hijos suyos de su Corazón, debemos siempre
vivir en gracia de Dios.
[1] Desde el siglo
XIII es patrona de Barcelona y el 25 de septiembre de 1687 se proclamo
oficialmente patrona de la ciudad. Es además patrona de los cautivos (presos) y
de muchos países de Latinoamérica (…)En el año 1696, el papa Inocencio XII
extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha
el 24 de septiembre. Pero a raíz de la reforma litúrgica del concilio Vaticano
II, en el año 1969 la fiesta se suprimió del calendario universal. Cfr. http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=saintfeast&localdate=20170924&id=16552&fd=0
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