Dice el Manual del Legionario[1]
que “Así como Jesús no comenzó su redención sin el consentimiento de María, así
finaliza su redención en el Calvario sin su presencia –estuvo al pie de la
cruz- y consentimiento” –la Virgen quería ofrecer a su Hijo en la cruz por
nuestra salvación-.
Continúa el Manual diciendo que “Así la Virgen se convirtió
en la principal restauradora del mundo perdido y dispensadora de todas las
gracias que Dios obtuvo con su muerte y con su sangre”[2].
La Virgen permaneció al pie de la cruz y en cada misa ofrece
al Salvador como en la cruz, permaneciendo en el altar así como permaneció en
la cruz. De esta manera, “coopera con su Hijo, aplastando la cabeza de la
serpiente”.
El Manual nos enseña que debemos asistir a la Santa Misa
pensando en lo que es, la renovación incruenta y sacramental del Santo
Sacrificio de la Cruz, pero también debemos ser conscientes de que la Virgen
está también presente. En cada misa, la Virgen toma parte de la misma, porque
está presente con su cuerpo y su alma glorificados, así como estuvo presente
con su cuerpo y su alma martirizados y sufrientes al pie de la cruz.
Entonces, en cada misa oída con devoción, no solo debemos
estar atentos a Cristo, que entrega su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su
Sangre en el cáliz, sino que también debemos prestar amorosa y filial atención
a la Virgen, que está al pie del altar, ofreciendo a su Hijo Jesús en la
Eucaristía[3].
Ahora bien, el Manual nos dice que “junto
a María estaban los representantes de la legión, que crucificaron al Hijo de Dios,
sin saber lo que hacían”, y esto es lo que hacemos nosotros, cuando
crucificamos a Jesús con nuestros pecados. Pero a pesar de esto, la gracia de
Dios descendió a raudales porque los legionarios se convirtieron, comenzando
por San Longinos, que traspasó su Corazón y al caer sobre su rostro la Sangre y
Agua del Cordero, que contenía al Espíritu Santo, exclamó: “Éste era el Hijo de
Dios”. De la misma manera, como San Longinos, los legionarios debemos
contemplar a Cristo que desde la Eucaristía derrama abundantes gracias de
conversión –así como fue levantado el Hijo del hombre en la cruz, para que
todos los que crean en Él tengan vida eterna, así también nosotros, al
contemplar la elevación de la Hostia y creer en su Presencia Eucaristía,
también tenemos vida eterna-. Por último, dice el Manual, “los legionarios
ofrecerán el Santo Sacrificio de la Misa y se alimentarán con el Cuerpo
Eucarístico de Jesús”. Por eso es que no se entiende un legionario que no
perdona, un legionario soberbio, un legionario sin misericordia, porque todo
eso lo recibió en la Sagrada Eucaristía y si no lo transmite a sus hermanos,
entonces no está viviendo su ser legionario. Al salir de Misa, María seguirá
con sus legionarios y los hará participantes y corresponsables con Ella de la
distribución de las gracias; de la misma manera, como ellos fueron luego
cristianos que evangelizaron a los demás, así debemos hacer nosotros, dando a
los demás el Amor Misericordioso recibido en la Santa Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario