miércoles, 26 de noviembre de 2014

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


La Medalla Milagrosa se originó en una de las apariciones de la Virgen se le apareció a Santa Catalina Labouré[1]; en concreto, en la aparición del 27 de noviembre de 1830. Por lo tanto, es muy importante conocer esa aparición, porque conociendo esa aparición, conoceremos el significado y el contenido de las promesas de la magnífica Medalla Milagrosa. Además, nos daremos cuenta que la Medalla Milagrosa es un pequeño compendio de la Fe, algo así como un Credo o un Catecismo de la Fe, que enciende nuestros corazones en el Amor a Jesús y a la Virgen, porque nos hace repasar los principales misterios de la salvación, predisponiendo de esa manera nuestros corazones, a recibir las gracias que solicitamos.
Según las narraciones de la santa, es día, se le apareció la Virgen, “vestida de blanco, con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello”; su cabeza estaba cubierta “con un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies”, y cuando describió su rostro, sólo dijo que “era la Virgen María en su mayor belleza”. Santa Catalina describió a la Virgen con “sus pies posando sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior”, que “aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas”; las manos de la Virgen estaban “elevadas a la altura del corazón y sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita”. La Virgen, según Santa Catalina, “mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo”; a veces miraba al cielo y a veces a la tierra”. Luego sucedió algo en las manos de la Virgen: sus dedos se llenaron de anillos, que comenzaron –algunos, no todos- a despedir luces: “De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible verla. Tenía tres anillos en cada dedo; el más grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y uno más pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la parte baja”.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, Ella la miró y hablándole a su corazón le explicó el significado de lo que veía: “Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”. De esa manera, la Virgen se daba a conocer como la Mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo.
El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies. En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”. Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda.
Oyó de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
La aparición, entonces, dio media vuelta y quedó formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.
En él aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.
La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: “En adelante, ya no verás, hija mía; pero oirás mi voz en la oración”.
Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: “La M y los dos corazones son bastante elocuentes”.
¿Qué significado tienen los símbolos y cuál es el mensaje espiritual de la Medalla Milagrosa? Como hemos visto, algunos han sido explicados por la misma Virgen.
En el Anverso:
-María aplastando la cabeza de la serpiente que está sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia para triunfar sobre Satanás. La Virgen es, en el Génesis, la “Mujer que aplasta la cabeza de la Serpiente” (Gn 3, 15), y lo hace porque, en virtud de ser Ella la Madre de Dios, su Hijo Dios la ha hecho partícipe de su poder divino, y es así que para el Dragón infernal, Satanás, el delicado piececito de mujer de la Virgen, pesa más que miles de universos enteros, porque la Virgen tiene el poder divino participado por el mismo Dios Hijo en Persona. Ése es el motivo por el cual el Demonio tiembla de terror y de espanto ante el solo Nombre de María Virgen, y es el motivo por el cual la Virgen le aplasta su cabeza orgullosa de Serpiente infernal: porque tiene el poder participado por Dios.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol. La Virgen aparece al principio de las Escrituras, en el Génesis, como la Mujer que aplasta la cabeza de la Serpiente infernal, y aparece al final de las Escrituras, en el Apocalipsis, resplandeciente, como “la Mujer revestida de sol” (12, 1), y siempre por ser Ella la Inmaculada Concepción, la Llena de Gracia, la Purísima, la Inhabitada por el Espíritu Santo, la Madre de Dios; si al principio de las Escrituras aparece como aplastando al Dragón, en el Apocalipsis aparece el Gran Signo Divino, que junto a la Cruz de Jesús, anuncia a los hombres el Triunfo de Dios sobre el Ángel caído; la Virgen es la “Mujer revestida de sol”, porque Ella está inhabitada por el Espíritu Santo y es Morada de la Santísima Trinidad, y ante su presencia, las huestes del infierno se hunden en los abismos aullando de terror, mientras los ángeles y santos de Dios exultan de gozo y alegría.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión de Madre y Mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a quienes se lo pidan. Nuestro Señor en la cruz, nos la dio como Madre y en las Bodas de Caná intercedió para que Jesús obrara el primer milagro público, la conversión del agua en vino de la mejor calidad, símbolo de la conversión del vino del altar en la Sangre del Cordero. Al concedernos a la Virgen en su doble condición de Madre y Medianera de todas las gracias, Dios quiere asegurarse nuestra salvación eterna a toda costa, porque sabe que cuando un hijo de esta Madre Amantísima acude a Ella, al ver esta Madre, que es puro Amor, que su hijo descarriado está en peligro de condenarse, no dejará de mover cielo y tierra, para conseguir las gracias necesarias para que su hijo se salve. La infinita Sabiduría y el Amor Eterno de Dios han querido darnos una Madre que, además de Amantísima, es Medianera de todas las gracias, de manera que acudiendo a Ella, estaremos siempre seguros de conseguir las gracias que necesitamos, para nosotros y para nuestros seres queridos, para la eterna salvación. Debemos pedir gracias sin temor, porque la misma Virgen nos anima a pedirlas, ya que Ella dice que “las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.
-Jaculatoria: “María, sin pecado concebida, ruega por nosotros, que recurrimos a Ti”. Se trata del Dogma de la Inmaculada Concepción, dado a conocer antes de la definición dogmática de 1854. También se trata de la misión de intercesión, confiar y recurrir a la Madre. La Virgen es concebida sin pecado, por eso es “Inmaculada Concepción”, es decir, concebida “sin mácula”, sin mancha de pecado. Esto quiere decir muchas cosas: quiere decir que la Virgen nunca tuvo ni la más pequeñísima sombra, no siquiera de malicia, porque no era capaz de cometer ni el más ligerísimo pecado venial, sino ni siquiera la más pequeñísima imperfección. Pero además, la Virgen era “Llena de Gracia”, lo cual quiere decir, “inhabitada por el Espíritu Santo”, y esto desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, y esto, porque la Virgen estaba destinada a ser la Madre de Dios: no podía estar contaminada con la malicia del pecado, la que iba a ser la Madre de Dios Hijo, que por definición, era el Ser en el grado más perfecto de pureza y de santidad. Y como la Virgen es Inmaculada, Pura, e infinitamente agradable a Dios, puede interceder por nosotros, y es por eso que debemos recurrir a Ella, si queremos obtener algo de Jesucristo, ya que enseñan los santos que, si vamos nosotros, por nosotros mismos, a Jesucristo, directamente, con toda probabilidad, seremos rechazados, pero si vamos por medio de María, seremos aceptados.
-El globo bajo sus pies: significa que la Virgen es Reina del cielos y tierra. No puede ser de otra manera, puesto que su Hijo, Jesucristo, es Rey de cielos y tierra, y al ser Asunta la Virgen, su Madre, Él la coronó como Reina de cielos y tierra. Pero así como Jesucristo obtuvo su corona de gloria luego de ser coronado de espinas, así también la Virgen recibió de su Hijo Jesucristo, la corona de luz y de gloria, luego de participar espiritualmente de su Pasión y de su corona de espinas. Por eso es que nosotros, como hijos de la Virgen que somos, si queremos ser coronados de gloria, como nuestra Madre celestial y como Jesús, entonces también pedimos ser coronados con la corona de espinas de Jesús y pedimos participar espiritualmente, como participó la Virgen espiritualmente, de la Pasión de Jesús. Sólo así, participando de la misma corona de espinas y de la Pasión de Jesús, seremos coronados de gloria como la Virgen, en el cielo, por Jesús.
-El globo en sus manos: significa el mundo –las almas- ofrecido a Jesús por sus manos. Todas las almas, están en las manos de la Virgen, que se las ofrece a Jesús, para que Jesús las guarde en su Sagrado Corazón y de su Sagrado Corazón las lleve al Padre.
En el reverso:
-La cruz. Por la cruz, a la luz. Por la cruz del Calvario, a la luz de la gloria. No hay salvación sin cruz; la cruz de Jesús es el camino al cielo. La cruz de Jesús convierte la ira del Padre en Amor Misericordioso, porque cuando Jesús se interpone entre Dios Padre y nosotros con su cruz, Dios Padre nos mira a través de las llagas de Jesús, y así su ira divina, justamente encendida por nuestras iniquidades y maldades, no solo se aplaca, sino que desaparece y se convierte en Divina Misericordia, que se derrama sobre las almas por medio de la Sangre que mana a través de las heridas abiertas de Jesús.
-La letra M. Es el símbolo de María y de su maternidad espiritual. La Virgen es nuestra Madre del cielo, porque Jesús nos la entregó antes de morir, como supremo don de su Sagrado Corazón, cuando le dijo a Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre” (Jn 19, 27). En Juan estábamos representados todos los hombres, y fue en ese momento, de supremo dolor, que la Virgen nos concibió en su Inmaculado Corazón, como hijos adoptivos, y fue en ese admirable momento en el que, a la sombra de la cruz, bajo la forma del amor maternal de una Madre celestial, la Misericordia Divina comenzó a tomar posesión de nuestras almas, para salvarlas y conducirlas al cielo.
-La barra. Es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús. “No hay otro nombre dado bajo el cielo para nuestra salvación” (Hch 4, 12), y eso es lo que nos recuerda la Medalla Milagrosa.
Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador. La Medalla Milagrosa nos recuerda este hecho: la Virgen está al pie de la cruz, en el Calvario, y está al pie de la cruz en el altar eucarístico, en la Santa Misa, porque la Santa Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz.
-Las doce estrellas. Signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los Apóstoles y que nace en el Calvario de su Inmaculado Corazón traspasado.
-Los Dos Corazones. Significan la Corredención y la unidad indisoluble entre los Corazones del Hijo y de la Madre, además de la futura devoción a los dos y su reinado. La Virgen María es Corredentora porque participa espiritualmente de la Pasión Redentora de su Hijo Jesús. Si bien Ella no participó físicamente de los tormentos que sufrió su Hijo, sí los sufrió moral y espiritualmente; además, desde que dio su “Sí” al Anuncio del Ángel a la Voluntad del Padre, a la Encarnación del Verbo, que era ofrecer su Hijo  por la salvación de los hombres; al ofrecerlo a su Hijo en el Nacimiento, en Belén, Casa de Pan, como Pan de Vida eterna; al ofrecerlo al pie de la cruz, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; al ofrecerlo cada vez, en la Santa Misa, como la Madre Iglesia, en la Eucaristía, como Pan Vivo bajado del cielo, la Virgen participa activamente de la Redención, porque Ella ofrece a su propio Hijo, al Hijo de sus entrañas, que si bien es el Hijo Eterno del Padre, es también Hijo de sus entrañas humanas y maternas, de madre humana, por la parte humana que tiene Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios, y porque la Virgen ofrece activamente a su Hijo por la Redención de los hombres y participa espiritualmente de la Pasión de su Hijo, la Virgen es Corredentora, junto a su Hijo, el Redentor del mundo, y por eso, la Medalla Milagrosa, nos recuerda a los Dos Sagrados Corazones de Jesús y de María juntos.
Y, por último, el nombre de la medalla: la Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero al expandirse la devoción y al haber sido concedidos tantos milagros a través de ella, se le cambió el nombre y se la comenzó a llamar popularmente “La Medalla Milagrosa”.
Y, como dice el dicho: “Cuando el río suena, agua trae”. Y en este caso, el río suena, porque trae agua, mucha agua; tanta agua, que es un mar, y un mar de gracias: las gracias de la Medalla Milagrosa.





[1] http://www.corazones.org/maria/medalla_milagrosa.htm

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