La
Medalla Milagrosa se originó en una de las apariciones de la Virgen se le
apareció a Santa Catalina Labouré[1];
en concreto, en la aparición del 27 de noviembre de 1830. Por lo tanto, es muy
importante conocer esa aparición, porque conociendo esa aparición, conoceremos
el significado y el contenido de las promesas de la magnífica Medalla
Milagrosa. Además, nos daremos cuenta que la Medalla Milagrosa es un pequeño compendio de la Fe, algo así como un Credo o un Catecismo de la Fe, que enciende nuestros corazones en el Amor a Jesús y a la Virgen, porque nos hace repasar los principales misterios de la salvación, predisponiendo de esa manera nuestros corazones, a recibir las gracias que solicitamos.
Según
las narraciones de la santa, es día, se le apareció la Virgen, “vestida de
blanco, con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello”; su cabeza estaba
cubierta “con un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados
hasta los pies”, y cuando describió su rostro, sólo dijo que “era la Virgen
María en su mayor belleza”. Santa Catalina describió a la Virgen con “sus pies
posando sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior”, que
“aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas”; las manos de la Virgen
estaban “elevadas a la altura del corazón y sostenían otro globo pequeño de
oro, coronado por una crucecita”. La Virgen, según Santa Catalina, “mantenía
una actitud suplicante, como ofreciendo el globo”; a veces miraba al cielo y a
veces a la tierra”. Luego sucedió algo en las manos de la Virgen: sus dedos se
llenaron de anillos, que comenzaron –algunos, no todos- a despedir luces: “De
pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que
brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este
momento de tal claridad, que no era posible verla. Tenía tres anillos en cada
dedo; el más grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y uno más
pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los
rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la parte baja”.
Mientras
Sor Catalina contemplaba a la Virgen, Ella la miró y hablándole a su corazón le
explicó el significado de lo que veía: “Este globo que ves (a los pies de la
Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en
particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las
piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden”.
De esa manera, la Virgen se daba a conocer como la Mediadora de las gracias que
nos vienen de Jesucristo.
El
globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la
Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían
cayendo sobre el globo blanco de sus pies. En este momento se apareció una forma
ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la
siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que
acudimos a ti”. Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la
altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima
Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda.
Oyó
de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una medalla según este
modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias
serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
La
aparición, entonces, dio media vuelta y quedó formado en el mismo lugar el
reverso de la medalla.
En
él aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la
cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones
de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona
de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce
estrellas.
La
misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de
diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: “En
adelante, ya no verás, hija mía; pero oirás mi voz en la oración”.
Un
día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el
reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: “La M y los dos
corazones son bastante elocuentes”.
¿Qué
significado tienen los símbolos y cuál es el mensaje espiritual de la Medalla
Milagrosa? Como hemos visto, algunos han sido explicados por la misma Virgen.
En el
Anverso:
-María aplastando la cabeza de la serpiente
que está sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su
gracia para triunfar sobre Satanás. La Virgen es, en el Génesis, la “Mujer
que aplasta la cabeza de la Serpiente” (Gn
3, 15), y lo hace porque, en virtud de ser Ella la Madre de Dios, su Hijo Dios
la ha hecho partícipe de su poder divino, y es así que para el Dragón infernal,
Satanás, el delicado piececito de mujer de la Virgen, pesa más que miles de
universos enteros, porque la Virgen tiene el poder divino participado por el
mismo Dios Hijo en Persona. Ése es el motivo por el cual el Demonio tiembla de
terror y de espanto ante el solo Nombre de María Virgen, y es el motivo por el
cual la Virgen le aplasta su cabeza orgullosa de Serpiente infernal: porque tiene
el poder participado por Dios.
-El color de su vestuario y las doce
estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol. La Virgen
aparece al principio de las Escrituras, en el Génesis, como la Mujer que aplasta
la cabeza de la Serpiente infernal, y aparece al final de las Escrituras, en el
Apocalipsis, resplandeciente, como “la Mujer revestida de sol” (12, 1), y
siempre por ser Ella la Inmaculada Concepción, la Llena de Gracia, la Purísima,
la Inhabitada por el Espíritu Santo, la Madre de Dios; si al principio de las
Escrituras aparece como aplastando al Dragón, en el Apocalipsis aparece el Gran
Signo Divino, que junto a la Cruz de Jesús, anuncia a los hombres el Triunfo de
Dios sobre el Ángel caído; la Virgen es la “Mujer revestida de sol”, porque Ella
está inhabitada por el Espíritu Santo y es Morada de la Santísima Trinidad, y
ante su presencia, las huestes del infierno se hunden en los abismos aullando
de terror, mientras los ángeles y santos de Dios exultan de gozo y alegría.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de
gracia, señal de su misión de Madre y Mediadora de las gracias que derrama
sobre el mundo y a quienes se lo pidan. Nuestro Señor en la cruz, nos la
dio como Madre y en las Bodas de Caná intercedió para que Jesús obrara el
primer milagro público, la conversión del agua en vino de la mejor calidad,
símbolo de la conversión del vino del altar en la Sangre del Cordero. Al
concedernos a la Virgen en su doble condición de Madre y Medianera de todas las
gracias, Dios quiere asegurarse nuestra salvación eterna a toda costa, porque
sabe que cuando un hijo de esta Madre Amantísima acude a Ella, al ver esta
Madre, que es puro Amor, que su hijo descarriado está en peligro de condenarse,
no dejará de mover cielo y tierra, para conseguir las gracias necesarias para
que su hijo se salve. La infinita Sabiduría y el Amor Eterno de Dios han
querido darnos una Madre que, además de Amantísima, es Medianera de todas las
gracias, de manera que acudiendo a Ella, estaremos siempre seguros de conseguir
las gracias que necesitamos, para nosotros y para nuestros seres queridos, para
la eterna salvación. Debemos
pedir gracias sin temor, porque la misma Virgen nos anima a pedirlas, ya que
Ella dice que “las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que
no piden”.
-Jaculatoria: “María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros, que recurrimos a Ti”. Se trata del Dogma de la Inmaculada
Concepción, dado a conocer antes de la definición dogmática de 1854. También se
trata de la misión de intercesión, confiar y recurrir a la Madre. La Virgen
es concebida sin pecado, por eso es “Inmaculada Concepción”, es decir,
concebida “sin mácula”, sin mancha de pecado. Esto quiere decir muchas cosas:
quiere decir que la Virgen nunca tuvo ni la más pequeñísima sombra, no siquiera
de malicia, porque no era capaz de cometer ni el más ligerísimo pecado venial,
sino ni siquiera la más pequeñísima imperfección. Pero además, la Virgen era “Llena
de Gracia”, lo cual quiere decir, “inhabitada por el Espíritu Santo”, y esto
desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, y esto, porque la Virgen
estaba destinada a ser la Madre de Dios: no podía estar contaminada con la
malicia del pecado, la que iba a ser la Madre de Dios Hijo, que por definición,
era el Ser en el grado más perfecto de pureza y de santidad. Y como la Virgen
es Inmaculada, Pura, e infinitamente agradable a Dios, puede interceder por
nosotros, y es por eso que debemos recurrir a Ella, si queremos obtener algo de
Jesucristo, ya que enseñan los santos que, si vamos nosotros, por nosotros
mismos, a Jesucristo, directamente, con toda probabilidad, seremos rechazados,
pero si vamos por medio de María, seremos aceptados.
-El
globo bajo sus pies: significa que la Virgen es Reina del cielos y tierra. No
puede ser de otra manera, puesto que su Hijo, Jesucristo, es Rey de cielos y
tierra, y al ser Asunta la Virgen, su Madre, Él la coronó como Reina de cielos
y tierra. Pero así como Jesucristo obtuvo su corona de gloria luego de ser
coronado de espinas, así también la Virgen recibió de su Hijo Jesucristo, la
corona de luz y de gloria, luego de participar espiritualmente de su Pasión y
de su corona de espinas. Por eso es que nosotros, como hijos de la Virgen que
somos, si queremos ser coronados de gloria, como nuestra Madre celestial y como
Jesús, entonces también pedimos ser coronados con la corona de espinas de Jesús
y pedimos participar espiritualmente, como participó la Virgen espiritualmente,
de la Pasión de Jesús. Sólo así, participando de la misma corona de espinas y
de la Pasión de Jesús, seremos coronados de gloria como la Virgen, en el cielo,
por Jesús.
-El globo en sus manos: significa el mundo –las
almas- ofrecido a Jesús por sus manos. Todas las almas, están en las manos
de la Virgen, que se las ofrece a Jesús, para que Jesús las guarde en su Sagrado
Corazón y de su Sagrado Corazón las lleve al Padre.
En el
reverso:
-La cruz. Por la cruz, a la luz. Por la
cruz del Calvario, a la luz de la gloria. No hay salvación sin cruz; la cruz de
Jesús es el camino al cielo. La cruz de Jesús convierte la ira del Padre en
Amor Misericordioso, porque cuando Jesús se interpone entre Dios Padre y
nosotros con su cruz, Dios Padre nos mira a través de las llagas de Jesús, y
así su ira divina, justamente encendida por nuestras iniquidades y maldades, no
solo se aplaca, sino que desaparece y se convierte en Divina Misericordia, que
se derrama sobre las almas por medio de la Sangre que mana a través de las
heridas abiertas de Jesús.
-La letra M. Es el símbolo de María y de
su maternidad espiritual. La Virgen es nuestra Madre del cielo, porque Jesús
nos la entregó antes de morir, como supremo don de su Sagrado Corazón, cuando
le dijo a Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre” (Jn
19, 27). En Juan estábamos representados todos los hombres, y fue en ese
momento, de supremo dolor, que la Virgen nos concibió en su Inmaculado Corazón,
como hijos adoptivos, y fue en ese admirable momento en el que, a la sombra de
la cruz, bajo la forma del amor maternal de una Madre celestial, la
Misericordia Divina comenzó a tomar posesión de nuestras almas, para salvarlas
y conducirlas al cielo.
-La barra. Es una letra del alfabeto
griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús. “No hay otro nombre
dado bajo el cielo para nuestra salvación” (Hch
4, 12), y eso es lo que nos recuerda la Medalla Milagrosa.
Agrupados ellos:
La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador. La Medalla Milagrosa nos
recuerda este hecho: la Virgen está al pie de la cruz, en el Calvario, y está
al pie de la cruz en el altar eucarístico, en la Santa Misa, porque la Santa
Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz.
-Las doce estrellas. Signo de la Iglesia
que Cristo funda sobre los Apóstoles y que nace en el Calvario de su Inmaculado
Corazón traspasado.
-Los Dos Corazones. Significan la Corredención
y la unidad indisoluble entre los Corazones del Hijo y de la Madre, además de
la futura devoción a los dos y su reinado. La Virgen María es Corredentora
porque participa espiritualmente de la Pasión Redentora de su Hijo Jesús. Si bien
Ella no participó físicamente de los tormentos que sufrió su Hijo, sí los
sufrió moral y espiritualmente; además, desde que dio su “Sí” al Anuncio del
Ángel a la Voluntad del Padre, a la Encarnación del Verbo, que era ofrecer su
Hijo por la salvación de los hombres; al
ofrecerlo a su Hijo en el Nacimiento, en Belén, Casa de Pan, como Pan de Vida
eterna; al ofrecerlo al pie de la cruz, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad; al ofrecerlo cada vez, en la Santa Misa, como la Madre Iglesia, en
la Eucaristía, como Pan Vivo bajado del cielo, la Virgen participa activamente
de la Redención, porque Ella ofrece a su propio Hijo, al Hijo de sus entrañas,
que si bien es el Hijo Eterno del Padre, es también Hijo de sus entrañas
humanas y maternas, de madre humana, por la parte humana que tiene Jesús de
Nazareth, el Hombre-Dios, y porque la Virgen ofrece activamente a su Hijo por
la Redención de los hombres y participa espiritualmente de la Pasión de su
Hijo, la Virgen es Corredentora, junto a su Hijo, el Redentor del mundo, y por
eso, la Medalla Milagrosa, nos recuerda a los Dos Sagrados Corazones de Jesús y
de María juntos.
Y,
por último, el nombre de la medalla:
la Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero al
expandirse la devoción y al haber sido concedidos tantos milagros a través de
ella, se le cambió el nombre y se la comenzó a llamar popularmente “La Medalla
Milagrosa”.
Y,
como dice el dicho: “Cuando el río suena, agua trae”. Y en este caso, el río
suena, porque trae agua, mucha agua; tanta agua, que es un mar, y un mar de
gracias: las gracias de la Medalla Milagrosa.
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