Desde los
primeros momentos en los que fue encontrada la imagen –cuyo origen nunca pudo
ser determinado-, la Virgen obró numerosos prodigios, empezando por los nativos
del lugar, a los cuales hizo tantos milagros y aunque no hay registros de
estos, basta con revisar las declaraciones y la actitud de los nativos hacia la
Virgen, para darnos cuenta de que la Virgen había tocado profundamente sus
corazones. En efecto, los indios, que fueron los que la encontraron –o más
bien, la Virgen se dejó encontrar por ellos- le tenían muchísimo cariño,
demostrado por las continuas flores con las cuales adornaban el precario lugar donde
estaba colocada la imagen y por lo que afirmaron cuando Don Manuel de Salazar
quiso sacar a la Virgen de la gruta que habían hecho los indios: “(La Virgen) es
nuestra, nosotros la queremos. Ella nos cuida, siempre nos defiende”[1].
Pero además de estos
milagros, la Virgen hizo muchísimos otros milagros, de cuya existencia y
detalles históricos sí hay constancia. Ahora bien, estos milagros, realizados
en favor de los habitantes del lugar y en un momento determinado de la
historia, no se limitan ni a esa persona, ni a ese lugar, ni a ese momento de
la historia, porque tienen un significado que los sobrepasa y que llega hasta
nosotros. Veamos de qué manera.
Uno de los milagros más
conocidos es el que se conoce como “milagro del jarro”: “un hombre
estaba a punto de morir cuando recordó a Nuestra Señora del Valle y le rogó por
su vida, prometiéndole peregrinar a su Santuario. Poco después recuperó su
salud sin alguna explicación visible, a tal punto que sus vecinos se
sorprendieron al mirarlo trabaja la tierra como antes. Pasado un tiempo,
decidió cumplir su promesa a la Virgen, así que comenzó su largo viaje a
Catamarca por las extensas salinas. En la iglesia contó a un sacerdote que él
había recuperado su salud por segunda vez gracias a la “ayuda” de la Virgen, había
hecho un viaje muy largo y difícil por las Salinas Grandes, sin agua para beber
cerca. Por esa razón él y su mulo se morían de sed. Entonces, otra vez, le rogó
a la Virgen pidiéndole ayuda y Ella le respondió milagrosamente. Dijo con
lágrimas en los ojos que “… de un jarro plateado que apareció repentinamente en
el camino, salía mucha agua, como si fuera una fuente que fluye del corazón de
la tierra, para que podamos ambos satisfacer nuestra sed”. Él sacó de su bolso
el jarro plateado y lo entregó al sacerdote. Era el jarro plateado que había
desaparecido del Santuario de la Virgen. Este jarro se llama actualmente “El
Jarro Milagroso” o el “Jarro de la Virgen”[2]. El
hombre que atraviesa el desierto hacia el templo donde están Jesús y la Virgen,
representa al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados de la Iglesia Católica, que
peregrinan en el desierto de la vida, hacia la Jerusalén celestial, donde los
esperan Jesús y la Virgen; el peligro de muerte del hombre, a causa del intenso
calor y de la falta de agua, representa la acción del pecado en el alma, y
sobretodo el pecado mortal, que la asfixia hasta matarla; el jarro de plata,
que aparece milagrosamente, de la nada, en medio del desierto, y de cuyo
interior brota inagotablemente agua fresca, la que salva la vida del hombre y
del animal en el que venía, representa a Jesús, que en cuanto Hombre-Dios, es
la Fuente inagotable de la gracia, la cual brota de su Corazón como de una
fuente inagotable, según Él mismo lo dice a través del Profeta Jeremías: “Me
dejaron a Mí, fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas
agrietadas, que no retienen el agua”, significando así el abandono de su pueblo
para ir a postrarse ante ídolos paganos; el agua que brota del jarro, es, por
supuesto, la gracia santificante, que no solo borra el pecado, sino que concede
al alma una vida nueva, la vida de los hijos de Dios; el hecho de que el hombre
implorara a la Virgen y que el jarro apareciera inmediatamente, se debe a la
condición de la Virgen como “Mediadora de todas las gracias”, lo cual quiere
decir que no hay ninguna gracia, por pequeña o grande que sea, que no venga a
través de la Virgen.
El hombre del jarro somos todos y cada uno de nosotros, y si
acudimos a la Virgen, Ella nos auxiliará sin dudarlo un solo instante,
concediéndonos las gracias más que suficientes para nuestra eterna salvación.
La Virgen resucita a un niño: “A Don Ignacio Moreno
Gordillo, conocido y respetado vecino de Santa Cruz le fallece un hijo. Es así
que sus padres cargan con el cuerpo rumbo al Valle para depositarlo a los pies
de la Virgen, y prometen que si vivía lo consagrarían a su exclusivo servicio
como sacerdote y capellán del Santuario. Una vez depositado el cuerpecito ya
rígido, a los pies de la Portentosa Imagen, éste comienza a moverse, se anima y
revive”[3]. La
Virgen es símbolo de la Iglesia; el niño muerto representa al alma muerta por
el pecado mortal; el regreso a la vida del niño luego de la intervención de la
Virgen, simboliza la recuperación de la vida de la gracia del alma muerta por
el pecado mortal, por medio del Sacramento de la Penitencia, impartido por la
Iglesia, que representa a la Virgen, a través del sacerdote ministerial.
La Virgen devuelve la vista a un ciego: “el Presbítero Dr.
Pedro Ignacio Acuña había quedado ciego, el cura de la Matriz y el clero
deciden llevar en procesión la Imagen de la Virgen a la casa del enfermo,
postrado de rodillas oró en silencio un corto tiempo, y después habló en voz
alta a la Virgen para pedirle que si convenía le devolviera la vista perdida, y
si no le diera resignación para soportar aquella desgracia. Aún no había
terminado de hablar cuando comenzó a inquietarse y luego de un instante de
silencio manifestó que comenzaba a distinguir la Imagen. Al poco rato veía
perfectamente”[4].
El ciego, es decir, aquel que no ve con los ojos del cuerpo, representa al
ciego espiritual, es decir, a aquel que no ve los misterios de Jesucristo, por
falta de fe; puede representar también a un ateo, a un apóstata, a un hereje, o
a un integrante de una secta: en todos los casos, hay una ceguera espiritual
que impide ver, con luz sobrenatural, los misterios celestiales del Hombre-Dios
Jesucristo. El ciego vive en las tinieblas; el ciego espiritual, vive en las
tinieblas espirituales, aun cuando sea capaz de percibir la luz y el mundo que
lo rodea. La curación del ciego por parte de la Virgen, representa la gracia de
la fe en Jesucristo para el alma sin fe: así como el ciego, al ser curado milagrosamente,
comienza a ver lo que antes no veía, así el ciego espiritual, al ser curado por
mediación de la Virgen, que le concede el don de la fe en Cristo Jesús,
comienza a ver los misterios de la fe, los misterios profesados en el Credo, y
comienza a creer en Jesús como Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación
en la Eucaristía.
La Virgen extermina plagas de gusanos y langostas: “Corría
el año 1764. Se había desencadenado una devastadora e invencible plaga de
gusanos, de tal manera que se tenían por perdidas las cosechas de algodón. En
la Misa del 25 de Marzo, los colonos pidieron en sus plegarias por el
exterminio de las plagas y la salvación de sus cosechas. Al otro día, ¡no
podían creerlo! Los algodonales estaban verdes, lozanos, frondosos, no había
plantas marchitas. El gusano había desaparecido por completo, sin dejar rastros
de su destructor paso. Otro tanto sucedió pocos años después con una plaga de
langostas. Los vecinos concurrieron a una Misa de rogativas a Nuestra Señora
suplicándole su intercesión, luego llegó la noticia de que la temible manga de
langostas había levantado vuelo hacia el sur”[5]. Las
plagas, en el lenguaje bíblico, se asocian siempre, más que a un castigo
divino, a una retirada del favor de Dios sobre quien sufre la plaga, y esto se
debe a que esa persona o esa región, han abandonado los Mandamientos de la Ley
de Dios, lo cual quiere decir, haber abandonado a Dios y a su Amor, expresado
en los Mandamientos. El hecho de que acudan a la Virgen pidiendo su intercesión
para que cesen las plagas, indica la condición de María como Mediadora de todas
las gracias, que concede a sus hijos las gracias que estos le piden, siempre
que sean convenientes para su salvación. En nuestros días, hay plagas muchísimo
más dañinas que una invasión de gusanos o que una manga de langostas: hay una
plaga espiritual, propiciada por la Nueva Era, que consiste en desplazar a Dios
y a su Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo, por ídolos neo-paganos –como el
Gauchito Gil, la Difunta Correa, la Santa Muerte, entre otros-; en reemplazar
los sacramentales de la Iglesia Católica –uno de los principales, el agua
bendita- por supersticiones, como la cinta roja, o una pata de conejo, o
cualquier otra superstición; en preferir los ídolos del mundo, en vez de a
Jesús en la Eucaristía. En definitiva, la plaga que invade nuestros días, no
afecta tanto a los vegetales y sembradíos, sino a las almas y provoca la muerte
de estas, porque les quita la gracia santificante que da vida. Y al igual que
en el milagro de la exterminación de gusanos y langostas, es la Virgen la Única
Mediadora de todas las gracias, que puede terminar, de una vez y para siempre,
con la plaga del alma que es la falta de amor a Jesús Eucaristía.
La Virgen realiza un sorprendente milagro eucarístico: “Al
Sr. Roque Navarreta la única alternativa que le habían dado los médicos era
someterse a diálisis día por medio con urgencia. Roque decide ir “cerca de la
Virgencita del Valle, porque sé que Ella me va a sanar”. Participa de la Santa
Misa con su hermano que ya que había pedido por la salud de Roque en las
intenciones de las misas anteriores. Luego de la consagración, el sacerdote
Pbro. San Nicolás, realizó la genuflexión y entonces de la patena se elevó el
Hostión y se colocó en posición vertical, como si una mano invisible lo
sostuviese, se estabilizó a la altura del hombro de una persona y se dirigió
hacia el corredor central, llegó hasta la tercera o cuarta fila, giró, se
dirigió hacia dónde estaba Roque por atrás de él, pasó por su costado y luego
descendió hasta su pie derecho. En ese momento, Roque sintió que lo tocaron. Su
hermano atinó a levantar el Hostión y se lo acercó al sacerdote. A pesar de que
la Forma había sido partida en el momento de la consagración, los asistentes la
vieron completa mientras se desplazaba por el aire. Terminada la misa, lo
acercaron al sacerdote, quien lo bendijo en modo especial, ya que sabía que se
trataba de la persona por quien se pedía en misas anteriores. Ese martes de
octubre se retiraron los análisis, y el médico pudo constatar… que no tenía
rastros de la colonia de virus en su organismo”[6]. Es
la Virgen la que lleva, de modo invisible, la Hostia consagrada hasta el hombre
enfermo y es Ella la que toca su hombro, indicándole que ya está curado. Pero,
¿por qué la Virgen lleva la Eucaristía hasta el lugar donde se encontraba el
enfermo? Para indicarle que le concedía la salud del cuerpo, como lo estaba
pidiendo, pero que más importante que cuidar el cuerpo, es cuidar el alma, y en
la Eucaristía está contenida la Salud del alma, porque en ella está la Vida
Eterna, Jesús, el Hombre-Dios. Esto nos hace ver a nosotros que, si nos
preocupamos por mantener la salud del cuerpo o por recuperarla si estamos
enfermos, más empeño debemos poner todavía en recibir en estado de gracia el
Cuerpo Sacramentado de Jesús, la Eucaristía, para que el alma viva con la Vida
eterna del Cordero de Dios.
Los milagros de la Virgen del Valle no terminaron, continúan
en nuestros días, y continuarán hasta el fin de los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario