En
una fiesta mariana tan trascendente como la de Nuestra Señora del Pilar, es
necesario reflexionar acerca de dos preguntas: ¿cuál es el origen de la
devoción del Pilar? ¿Cuál es el fin de la devoción a Nuestra Señora del Pilar?
Con
relación al origen, hay que decir que su origen es sobrenatural, celestial,
suprahumano y fue así: estando el Apóstol Santiago misionando en Hispania,
llegado cierto momento y frente a la dureza de corazón de los nativos del
lugar, sufrió un momentáneo desaliento, por lo que clamó al cielo por consuelo.
En ese mismo instante y como demostrando la Virgen que es una Madre que está
pronta al llamado de sus hijos predilectos, se apareció en el lugar en donde
estaba el Apóstol, transportada por una legión de ángeles; en tanto, otro grupo
de ángeles, llevaba el Pilar. Hay que acotar que no se trata de una aparición
de la Virgen, sino de una traslación o una bilocación, pues la Virgen, en el
momento en que sucedieron estos hechos en torno al Pilar, todavía no había sido
Asunta en cuerpo y alma a los cielos, sino que vivía todavía en Jerusalén[1]. Con
su visita, la Virgen no solo dio su consuelo maternal al Apóstol Santiago, sino
que extendió ese consuelo a todos sus hijos, de todos los tiempos, que de ahora
en adelante habrían de honrarla a Ella y adorar a su Hijo en el Pilar, con una
fe tan robusta como el mismo Pilar. En efecto, el Pilar –de mármol y de origen
celestial- simboliza la fe del católico, fe que es infundida en el Bautismo
sacramental y que cada católico debe encargarse de conservarla y acrecentarla y
que, por la gracia de Dios, se vuelve tan robusta y fuerte como el Pilar.
Con
relación al fin de la devoción, hay que buscarlo en la promesa de la Virgen al
Apóstol Santiago, al hacerle entrega del Pilar: la Virgen le prometió al
Apóstol Santiago que en España no se perdería la fe católica y que esta fe
católica se conservaría aun en los últimos tiempos, antes del Juicio Final,
tiempos en los que se caracterizarían precisamente por un enfriamiento general
de la fe y de la caridad, manifestadas por la apostasía masiva y la malicia,
que campeará libre por el mundo. La promesa del Pilar implica entonces que
España habrá de conservar la Santa Fe Católica, la Fe según la cual los
católicos creemos que la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo,
encarnándose en el seno de la Virgen Madre, asumió en su Persona divina,
hipostáticamente, a la naturaleza humana, para nacer virginalmente del seno de
María Purísima como el Niño Dios, a fin de ofrecerse en el Santo Sacrificio de
la Cruz, perpetuado en la Santa Misa, para la salvación de los hombres. Ahora bien,
puesto que los países de Hispanoamérica somos hijos de España y nos encontramos
bajo la protección maternal de Nuestra Señora del Pilar[2],
podemos considerarnos parte integrante de España, ya que España es nuestra
Madre Patria, con lo cual, la promesa de que la fe se mantendría hasta el fin
de los tiempos en España, se haría extensiva a Hispanoamérica toda.
El
continente americano fue descubierto por los españoles el 12 de octubre de
1492, el mismo día en que en España se celebraba la fiesta de Nuestra Señora
del Pilar[3],
constituyendo el inicio de la más grandiosa empresa jamás realizada por nación
alguna sobre la tierra, la conquista y evangelización de todo un continente
para el Rey de reyes y Señor de señores, Cristo Jesús. La llegada de los
españoles al continente americano, en el mismo día en que se conmemoraba a
Nuestra Señora del Pilar, es un consuelo para los católicos, así como fue un
consuelo la aparición de la Virgen al Apóstol Santiago, porque significa que la
conquista y evangelización del continente americano no fue obra de hombres,
sino que la mismísima Trinidad y la Virgen Santísima estuvieron al mando de las
naves que llegaron a esta tierra trayendo la Santa Cruz de Jesucristo. Y
constituye el Pilar un consuelo para los católicos del siglo XXI, siglo
caracterizado por el resurgimiento, como antes nunca, del paganismo
pre-hispánico, manifestado en el incremento exponencial de devociones
demoníacas como la Santa Muerte, además de la difusión de la religión del
Anticristo, la Nueva Era, por todo el continente americano, religión cuyo
componente esencial es el ocultismo, el satanismo, la wicca o brujería moderna,
la brujería antigua y todo tipo de artes oscuras, puesto que el fin declarado
de la Nueva Era es la consagración luciferina de la humanidad al Ángel caído. A
esto se le agrega el surgimiento del comunismo, como religión atea y satanista
disfrazada de ideología política, que domina por la fuerza, el hambre y la
muerte a pueblos enteros, con una fuerza también renovada y pocas veces vista
en la historia. Por todo esto, si el desconsuelo quiere ganarnos la partida,
ante la vista de la devastación moral, espiritual, religiosa y social que
amenaza a Hispanoamérica, los hijos de España consideramos las palabras de la
Santísima Virgen dichas a Santiago Apóstol, como dichas a nosotros mismos, en
nuestro aquí y ahora: “La Santa Fe Católica no se perderá, ni en España ni en
Hispanoamérica y perdurará en los corazones de los que aman a Dios en espíritu
y en verdad, hasta el fin de los tiempos”.
[2] “Fue en el siglo XVIII cuando se
nombró a la Virgen del Pilar como patrona de todos los pueblos
Hispanoamericanos”; cfr. https://www.aciprensa.com/noticias/conoces-el-origen-de-la-virgen-del-pilar-53685
[3] Cfr. Autor Anónimo, Elogio
de la Virgen del Pilar; cfr. Oficio de Lectura de la Fiesta de la Virgen
del Pilar, Segunda lectura.
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