Cuando rezamos el Rosario, suceden muchas cosas invisibles e
insensibles, pero reales. Por ejemplo, desfilan ante nuestros ojos los
misterios de la vida de Jesús, para que los contemplemos, meditemos en ellos y
luego los llevemos a la práctica en la vida cotidiana. Esta tarea de contemplar
y meditar la hacemos nosotros, ayudados por la gracia, pero en el Santo Rosario
también actúa, de manera imperceptible pero real, la mismísima Virgen en
Persona: por un lado, Ella nos presta su Corazón, para que desde allí recemos,
con lo cual nuestra oración obtiene muchísima mayor eficacia que si la rezáramos
por nosotros mismos, porque desde el Corazón de la Virgen la oración alcanza
del modo más veloz y eficaz el Corazón de su Hijo. Por otro lado, la Virgen
también obra de otra manera: además de inspirarnos buenos deseos de imitar a su
Hijo, la Virgen va configurando nuestros corazones, así como el alfarero
configura y le da forma a la arcilla. Es decir, la Virgen se comporta como la
Divina Alfarera, que va modelando nuestros corazones de piedra y los va
convirtiendo en corazones que son similares a los Corazones de Jesús y de
María. Así, el que reza el Rosario con frecuencia, con devoción, con amor a la
Virgen, experimentará que su corazón, de carnal, humano y mundano que era, se
va convirtiendo, poco a poco, en un corazón que tiene otros sentimientos, que
no son los sentimientos carnales, humanos y mundanos, sino que son los
sentimientos del Corazón de Cristo y son también los sentimientos del Corazón
de la Virgen y esto porque la Virgen va configurando nuestros corazones y los
va convirtiendo en copias vivientes del Corazón de Jesús y del suyo propio. Entonces,
rezar el Rosario no es rezar solamente para pedir y tampoco es para que
simplemente seamos personas buenas: es para contemplar los misterios de la vida
de Jesús, para que así seamos santos y es para que nuestros corazones sean como
los Corazones de Jesús y María. Por todo esto, si rezamos el Santo Rosario diariamente,
tendremos la vida de Jesús en nuestros corazones y tendremos en germen, ya
desde esta vida, la vida eterna, con lo cual podremos ayudar a nuestros
hermanos a llevar sus cruces y también a alcanzar la vida eterna junto con
nosotros.
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