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viernes, 12 de octubre de 2018

Nuestra Señora del Pilar y la perseverancia en la fe católica hasta el fin de los tiempos



En una fiesta mariana tan trascendente como la de Nuestra Señora del Pilar, es necesario reflexionar acerca de dos preguntas: ¿cuál es el origen de la devoción del Pilar? ¿Cuál es el fin de la devoción a Nuestra Señora del Pilar?
Con relación al origen, hay que decir que su origen es sobrenatural, celestial, suprahumano y fue así: estando el Apóstol Santiago misionando en Hispania, llegado cierto momento y frente a la dureza de corazón de los nativos del lugar, sufrió un momentáneo desaliento, por lo que clamó al cielo por consuelo. En ese mismo instante y como demostrando la Virgen que es una Madre que está pronta al llamado de sus hijos predilectos, se apareció en el lugar en donde estaba el Apóstol, transportada por una legión de ángeles; en tanto, otro grupo de ángeles, llevaba el Pilar. Hay que acotar que no se trata de una aparición de la Virgen, sino de una traslación o una bilocación, pues la Virgen, en el momento en que sucedieron estos hechos en torno al Pilar, todavía no había sido Asunta en cuerpo y alma a los cielos, sino que vivía todavía en Jerusalén[1]. Con su visita, la Virgen no solo dio su consuelo maternal al Apóstol Santiago, sino que extendió ese consuelo a todos sus hijos, de todos los tiempos, que de ahora en adelante habrían de honrarla a Ella y adorar a su Hijo en el Pilar, con una fe tan robusta como el mismo Pilar. En efecto, el Pilar –de mármol y de origen celestial- simboliza la fe del católico, fe que es infundida en el Bautismo sacramental y que cada católico debe encargarse de conservarla y acrecentarla y que, por la gracia de Dios, se vuelve tan robusta y fuerte como el Pilar.
Con relación al fin de la devoción, hay que buscarlo en la promesa de la Virgen al Apóstol Santiago, al hacerle entrega del Pilar: la Virgen le prometió al Apóstol Santiago que en España no se perdería la fe católica y que esta fe católica se conservaría aun en los últimos tiempos, antes del Juicio Final, tiempos en los que se caracterizarían precisamente por un enfriamiento general de la fe y de la caridad, manifestadas por la apostasía masiva y la malicia, que campeará libre por el mundo. La promesa del Pilar implica entonces que España habrá de conservar la Santa Fe Católica, la Fe según la cual los católicos creemos que la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo, encarnándose en el seno de la Virgen Madre, asumió en su Persona divina, hipostáticamente, a la naturaleza humana, para nacer virginalmente del seno de María Purísima como el Niño Dios, a fin de ofrecerse en el Santo Sacrificio de la Cruz, perpetuado en la Santa Misa, para la salvación de los hombres. Ahora bien, puesto que los países de Hispanoamérica somos hijos de España y nos encontramos bajo la protección maternal de Nuestra Señora del Pilar[2], podemos considerarnos parte integrante de España, ya que España es nuestra Madre Patria, con lo cual, la promesa de que la fe se mantendría hasta el fin de los tiempos en España, se haría extensiva a Hispanoamérica toda.
El continente americano fue descubierto por los españoles el 12 de octubre de 1492, el mismo día en que en España se celebraba la fiesta de Nuestra Señora del Pilar[3], constituyendo el inicio de la más grandiosa empresa jamás realizada por nación alguna sobre la tierra, la conquista y evangelización de todo un continente para el Rey de reyes y Señor de señores, Cristo Jesús. La llegada de los españoles al continente americano, en el mismo día en que se conmemoraba a Nuestra Señora del Pilar, es un consuelo para los católicos, así como fue un consuelo la aparición de la Virgen al Apóstol Santiago, porque significa que la conquista y evangelización del continente americano no fue obra de hombres, sino que la mismísima Trinidad y la Virgen Santísima estuvieron al mando de las naves que llegaron a esta tierra trayendo la Santa Cruz de Jesucristo. Y constituye el Pilar un consuelo para los católicos del siglo XXI, siglo caracterizado por el resurgimiento, como antes nunca, del paganismo pre-hispánico, manifestado en el incremento exponencial de devociones demoníacas como la Santa Muerte, además de la difusión de la religión del Anticristo, la Nueva Era, por todo el continente americano, religión cuyo componente esencial es el ocultismo, el satanismo, la wicca o brujería moderna, la brujería antigua y todo tipo de artes oscuras, puesto que el fin declarado de la Nueva Era es la consagración luciferina de la humanidad al Ángel caído. A esto se le agrega el surgimiento del comunismo, como religión atea y satanista disfrazada de ideología política, que domina por la fuerza, el hambre y la muerte a pueblos enteros, con una fuerza también renovada y pocas veces vista en la historia. Por todo esto, si el desconsuelo quiere ganarnos la partida, ante la vista de la devastación moral, espiritual, religiosa y social que amenaza a Hispanoamérica, los hijos de España consideramos las palabras de la Santísima Virgen dichas a Santiago Apóstol, como dichas a nosotros mismos, en nuestro aquí y ahora: “La Santa Fe Católica no se perderá, ni en España ni en Hispanoamérica y perdurará en los corazones de los que aman a Dios en espíritu y en verdad, hasta el fin de los tiempos”.



[2] “Fue en el siglo XVIII cuando se nombró a la Virgen del Pilar como patrona de todos los pueblos Hispanoamericanos”; cfr. https://www.aciprensa.com/noticias/conoces-el-origen-de-la-virgen-del-pilar-53685
[3] Cfr. Autor Anónimo, Elogio de la Virgen del Pilar; cfr. Oficio de Lectura de la Fiesta de la Virgen del Pilar, Segunda lectura.

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