Según
una venerada tradición, la Virgen se manifestó en Zaragoza (España), acompañada
y transportada por ángeles, sobre una columna o pilar, el cual dejó como signo
visible de su presencia[1].
Esta tradición alcanzó el más alto grado de aprobación en cuanto a su origen
sobrenatural, por parte del Magisterio de la Iglesia, por cuanto el Papa
Clemente XII decretó su incorporación tanto en la Santa Misa como en el Oficio
para toda España. Luego, el Papa Pío VII elevó la categoría litúrgica de esta tradición
y finalmente el Papa Pío XII concedió a todas las naciones sudamericanas –que
conforman Hispanoamérica- la posibilidad de celebrar la misma Misa que se
celebraba en España. Cabe destacar que la incorporación en el Misal, en lo
relativo a las apariciones o manifestaciones marianas, es el máximo reconocimiento
–implícito y explícito- que el Magisterio de la Iglesia realiza, para
pronunciarse a favor de dichas manifestaciones, con lo que el Magisterio afirma
que la Virgen del Pilar no es una mera tradición piadosa, sino una maravillosa
realidad celestial, acontecida en el tiempo y en la historia, y con un designio
y un objetivo del todo especiales, determinados por el mismo cielo.
En
el caso de la Virgen del Pilar, lo que lleva a considerar su origen
sobrenatural, además del contenido de la manifestación en sí misma, es lo
sucedido el mismo día en el que en España celebraban las alabanzas a la Virgen
del Pilar: el día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas
de Cristóbal Colon avistaban las desconocidas tierras de América llevando
la fe católica a aquellas tierras en
alas de “Santa María”, al otro lado del Atlántico, los devotos de la Virgen del
Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza[2]. Es
decir, mientras en España alababan a la Madre de Dios, en América era
descubierto un continente que habría de ser evangelizado, civilizado y
entregado a los pies de Jesucristo y quienes llevaban la Santa Fe católica al
Nuevo Continente eran los misioneros y conquistadores españoles, llevados por
Santa María, pero no la carabela, sino por la misma Madre de Dios, Santa María
Virgen, en persona.
Un
documento[3]
del siglo IX cuenta así esta manifestación de la Virgen –que en realidad no es
una aparición, sino una traslación de la Virgen, ya que la Santísima Virgen no
había aun sido Asunta en cuerpo y alma a los cielos-:
“Después de la Pasión y resurrección del salvador y de su
ascensión al Cielo, la Virgen María quedó encomendada al apóstol San Juan. De
ella recibieron los apóstoles el impulso para salir a anunciar el evangelio en
todo el mundo. El apóstol Santiago, hermano de Juan e Hijo de Zebedeo, movido
por el Espíritu Santo se dirigió a las provincias de España. Antes de partir
besó las manos de la Virgen y pidió su bendición. Ella lo despidió con estas
palabras: “Ve, hijo, cumple el mandato del Maestro y por Él te ruego que en
aquella ciudad de España en que mayor número de hombres conviertas a la fe, edifiques
una Iglesia en mi memoria, como yo te lo mostraré”. Saliendo de Jerusalén,
Santiago llegó a España y pasando por Asturias llegó a la ciudad de Oviedo,
donde sólo pudo bautizar a un hombre. Luego, entrando por Galicia, predicó en
la ciudad de Padrón. De allí volviendo por Castilla se dirigió a Aragón, donde
se encuentra Zaragoza, a orillas del Ebro. En esta ciudad, luego de predicar
muchos días, bautizó a ocho varones con quienes conversaba durante el día del
reino de Dios. Por la noche, solo y descorazonado, se encamina por la ribera
del río para descansar y orar en silencio. Durante la oración, una de esas
noches oyó voces de ángeles que cantaban: “Ave María llena de gracia...”. Al
oírlos se postró de rodillas y vio sobre un pilar de mármol a la Virgen que le
decía: “He aquí, Santiago, el lugar donde edificarás un templo en mi memoria.
Mira bien este pilar en que estoy, al que mi Hijo y Maestro tuyo trajo de lo
alto por mano de los ángeles. Alrededor de él harás el altar de la capilla, en
este lugar obrará la virtud del altísimo portentos y maravillas por mi intercesión
por aquellos que, en sus necesidades imploren mi patrocinio. Este pilar
permanecerá en este sitio hasta el fin del mundo y nunca faltarán en esta
ciudad verdaderos cristianos”. Confortado por esta presencia de María, edificó
un templo. Es la primera iglesia del mundo dedicada a la Virgen”.
Las
palabras de este escrito que recogen una tradición oral y constituyen el
documento más antiguo de esta tradición española.
Existen
tres rasgos particulares que caracterizan a la Virgen del Pilar: en primer
lugar, como dijimos anteriormente, se trata en realidad de una “traslación” y
no de una aparición mariana propiamente dicha, pues cuando sucedió, la Madre de
Dios aún no había sido Asunta en cuerpo y alma glorificados al cielo. Es por
eso que, en realidad, se trata de una venida extraordinaria de la Virgen
durante su vida mortal. Esta “Venida” extraordinaria de la Virgen, por mandato
de su Hijo Jesús, es el cumplimiento cabal de la Escritura, que se comporta de esta manera con España, como
con ninguna otra nación de la tierra: “Con ninguna nación hizo cosa semejante”,
dice la Escritura, y también cantará con razón la liturgia del 2 de enero,
fiesta de la Venida de la Virgen.
El
otro hecho que la caracteriza es la Columna o Pilar que la misma Señora trajo
para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el
primer Templo Mariano de toda la Cristiandad. Además, este pilar es de origen
celestial, no hecho por manos humanas, tal como lo dicen las mismas palabras
atribuidas a la Virgen: “Mira bien este pilar en que estoy, al que mi Hijo y
Maestro tuyo trajo de lo alto por mano de los ángeles”.
Un
último elemento que caracteriza a esta devoción, y sobre la cual girará durante
siglos la espiritualidad de la Madre Patria España y también de “las Provincias
Ultramarinas de España” –las naciones hispanoamericanas- es la estrecha e
indisoluble unión entre Santiago y el Pilar de la Iglesia de Nuestra Señora del
Pilar en Zaragoza. Es decir, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han
constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante
siglos la espiritualidad de la patria española (comprendida España y sus
Provincias de Ultramar, Hispanoamérica).
El
pilar simboliza firmeza, sostén, y es el significado espiritual último dado por
la Virgen misma: el Pilar simboliza la firmeza y la incolumidad de la Fe
católica “hasta el fin del mundo”, asegurando así la pervivencia de la Fe hasta
el final, pues alrededor de la Virgen del Pilar se multiplicarán los hijos de
la Iglesia y de España que a la Virgen acudan en pedido de auxilio celestial.
En
estos tiempos, en los que los cimientos mismos de la Iglesia parecen
conmoverse, pues se pretende cambiar desde los Mandamientos de Dios hasta los
Sacramentos de la Iglesia, desacralizando los sacramentos de la Confesión, el
Matrimonio y la Eucaristía y propiciando la ideología de género en el seno
mismo de la Iglesia; en estos momentos, en los que la Fe de muchos católicos,
se ha debilitado al extremo de parecer un remedo de la Fe Verdadera; en estos
tiempos, en los que la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús en la
Eucaristía es negada; en estos tiempos, en los que la virginidad de María es
cuestionada y negada públicamente por miembros de la Iglesia –por ejemplo, la
herética monja dominica, Sor Lucía Caram-; en estos tiempos, en los que los niños
y jóvenes, apenas recibidos los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación,
en vez de iniciar una nueva vida en Cristo, inician una vida de apóstatas, pues
abandonan inmediatamente la Iglesia; en estos tiempos, en los que “el humo de
Satanás” ha ingresado en la Iglesia, oscureciéndolo todo y sumiendo todo en la
más penosa confusión, son más actuales que nunca las palabras de la Virgen,
acerca de que “nunca falten verdaderos cristianos”, que posean una Fe firme,
tan firme como el Pilar de María
Santísima[4].
[1] http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
[2] El Papa Clemente
XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la
Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y
entre los pueblos sujetos al rey católico , se celebraba la dicha de haber
tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.
[4] Algunos Milagros de la Virgen. En
1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que
contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el
católico dijo: "creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora
que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y
antiquísima, dedicado a la Santa y Purísima Virgen y Madre de Dios, Santa María
del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros". El Gran
milagro del Cojo de Calanda (1640) Se trata de un hombre a quien le amputaron
una pierna. Un día años mas tarde, mientras soñaba que visitaba la basílica de
la Virgen del Pilar, la pierna volvió a su sitio. Era la misma pierna que había
perdido. Miles de personas fueron testigos y en la pared derecha de la basílica
hay un cuadro recordando este milagro.
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