La Inmaculada Concepción es un modelo para toda nuestra vida
como cristianos porque en Ella se unen, como en ninguna otra creatura en el
mundo, dos condiciones esenciales para la santidad, que son el rechazo del
pecado y la vida de la gracia.
Al
ser concebida sin pecado original, la Virgen no cometió nunca, ni un solo
pecado, no ya mortal, sino ni siquiera el más pequeño pecado venial; incluso,
ni siquiera cometió imperfecciones, porque su humanidad, preservada del pecado,
era perfecta. El pecado se origina en el corazón mismo del hombre, como lo dice
Jesús: “Es del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas”,
porque el hombre sí está afectado por el pecado original, en cambio, la Virgen,
al tener su Corazón Inmaculado, no tenía ni pecado ni concupiscencia; todo lo
que deseaba en su Corazón era cumplir
siempre, y en todo momento, la Voluntad de Dios, y nada amaba que no fuera Dios
y si algo amaba fuera de Dios, lo amaba en Dios, para Dios y con Dios. Es en
esto en lo que debemos imitarla, y aunque, obviamente, nosotros a diferencia de
la Virgen, sí hemos nacido con el pecado original y tenemos sus consecuencias,
como es la concupiscencia, la atracción por el pecado, sí podemos igualmente
imitarla, y la forma es haciendo el propósito de rechazar todo pecado, todo mal
deseo, todo mal pensamiento, toda mala palabra, toda obra mala. Entonces, en
esto, sí podemos y debemos imitarla a Nuestra Madre del cielo, haciendo el
propósito de rechazar de raíz toda tentación que conduzca al pecado y de no
permitir que el pecado se adueñe de nuestro corazón, y el modo de hacerlo, es
pedir la gracia de morir antes de consentir siquiera con un pecado venial
deliberado, y mucho más, la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal.
La Virgen es también la Llena del Espíritu Santo, porque no
solo estuvo exenta de la mancha del pecado original, sino que, al ser la
Elegida para ser la Madre de Dios, el Espíritu Santo inhabitó en Ella desde su
Inmaculada Concepción, haciendo de su Corazón Inmaculado su lugar de reposo en
la tierra. En esto también la Virgen es nuestro modelo de vida, y aunque
nosotros somos pecadores, sí podemos hacer el propósito de vivir en estado de gracia
santificante, confesando con frecuencia, para conservar siempre el estado de
gracia, y acrecentarlo con actos de fe, de caridad y de misericordia.
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